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viernes, 14 de mayo de 2010

La fiesta de la paella

El día en que los cristianos celebran la ascensión del Señor al Cielo decidimos con unos amigos hacer una paella en el albergue que regentea Miguel, a orillas del Mälaren. Con un cielo que no se decidía ni a ser ni azul ni gris comenzamos la tarea después de hacer las compras de los ingredientes necesarios para que todo saliera impecable.

La esperanza era que pudiéramos hacer todo en la terraza de la cafetería del albergue, donde la vista al Mälaren es muy bonita. Pero una vez más Tor el dios del trueno, no se apiadó de nosotros y nos envió unas gotas de lluvia que apagaron nuestros ánimos de despertar la envidia de nuestros vecinos.

Sería una paella mixta, con pollo, carne de cerdo y mariscos en abundancia.

Llegaron los amigos con sus chicos, y como responsable de la cocina me puse a cortar, pelar, freír, hervir, condimentar y muchas cosas más hasta que todo estuvo listo para iniciar la gran tarea.
Puse aceite de oliva a calentarse y junto a Federico empezamos a freír el pollo y la carne de cerdo. Con Daniel tomábamos unos mates mientras charlábamos de cómo crear una sociedad modelo sin llegar a convencernos del todo de nuestros propios argumentos ni de los del oponente. Una buena señal de que tomábamos distancia del tema de la discusión para que no se nos quemara ni el pollo ni el cerdo, así como el pimiento ni la cebolla que ya empezaban a dorarse.

La paellera tenía un tamaño que puede hacerle temblar las rodillas a cualquier aficionado, pero con la colaboración de unos y otros pudimos llegar a un final feliz y devorarnos prácticamente todo el contenido. LAs chicas, Marielle y Carolina habían preparado los postres, donde abundaba el chocolate. Los comensales, que eran muchos, estaban impacientes y con el apetito más abierto que fauces de tiburón, ya que el aroma de lo que hervía en la paellera se hacía cada vez más seductor. La paella aterrizó al fin al costado de la larga mesa y todos elogiaron el resultado que regamos con buenos vinos.

Estoardo, Carlos, Miguel y su hijo Leo, Marielle y Daniel con sus dos chicos, Gonzalo con su pequeña hija, Federico y Carolina junto a sus dos hijos, Fidel y una amiga, y quien estas líneas escribe pasaron una tarde más de amistad y buena gastronomía.

Creo que Jesús mientras ascendía al cielo por más de segunda milésima vez sentía pena de abandonar la tierra antes de acercarse a nuestra mesa. Se perdió la última cena.

PAELLA II


Paella mía que estás en los cielos

Desde el cielo la isla de Tabarca, larga y apenas visible, se parece al lomo de un cocodrilo que semisumergido espera que se acerque su presa para devorarla. Frente a la costa alicantina de Santa Pola, su hocico apunta hacia la playa acantilada donde la urbanización salvaje ha ido destrozando el paisaje semiárido y rocoso de la zona. Desde el agua, la isla no es mucho más que una extensión de tierra con algunas casas agrupadas a lo largo de dos calles, y un pequeño puerto para embarcaciones deportivas. 
Aquí viví una de mis experiencias paelleras cuando llegué a Alicante en 2002. Pero en realidad todo comenzó en Copenague, allá por 1985 cuando visité un restaurante español en la capital danesa. Con María festejábamos nuestro tercer aniversario, y en un paseo por la ciudad, descubrimos ese restaurante español, alojado en una antigua casa medieval con vigas de madera a la vista, un rústico piso de piedra alisada por el paso de los siglos, y paredes blancas cuyo revoque a veces dejaba ver a propósito, trozos desconchados de ladrillo rojo. La casa tenía un magnífico aspecto que invitaba a entrar, y allí nos metimos porque en la puerta habíamos visto que la paella era la especialidad del restaurante.

Y no nos equivocamos. Nos sirvieron en una paellera enorme un arroz dorado por el azafrán, y con aroma de mar, una paella adornada con mariscos y dos langostinos que nos miraban con sus ojos atónitos y resignados, hasta que nuestras manos los decapitaron y dimos cuenta de su blanca y tierna carne. El resto, es decir gambas, mejillones, trozos de pulpo, pollo y cerdo, ya lo habíamos engullido con un vino blanco también español, de las tierras de Jumilla.
Salimos satisfechos y prometiendo regresar a ese restaurante de ensueño. Pero las circunstancias nos llevaron a radicarnos en Estocolmo. Allí la paella quedó adormecida durante muchos años, aunque en el recuerdo de nuestras visitas a Copenague, saltaba a nuestra memoria aquél magnífico arroz, que cobraba vida cuando contábamos a nuestroa amigos aquélla experiencia culinaria.
Entonces llegó la experiencia alicantina. La insisitencia de Sonia y Juan, dos amigos que habían comprado un apartamento en Campello, un balneario cercano a Alicante, nos hizo conocer esta ciudad puerto del sudeste valenciano, y nos reencontramos con la paella. Aquí estaba la cuna de esta tradición culinaria  según los propios valencianos, aunque el verdadero origen geográfico y la receta original, se la disputen las distintas comarcas de la región en forma encarnizada. En todo caso esa disputa a traído como consecuencia una riqueza de variaciones que el sibarita más exigente debe agradecer a la imaginación de las/los cocineros por encontrar nuevas formas de adornar el arroz.

Con un libro de recetas nos turnamos María y yo a recrear esas recetas, y fuimos aprendiendo a manejar cada uno de los elementos que la componen de la manera que mejor se adaptaba a nuestra propia intuición y gusto. Así fuimos ganando en seguridad y comenzamos a invitar a nuestros amigos y familiares que llegaban por Estocolmo o por Alicante a visitarnos. Personalmente creo haber fracasado dos veces en la realización de este plato hasta el momento de escribir este relato. La última fue en Montevideo, cuando en la casa de Mercedes, la hija de mi prima Nelita, y Gustavo, su pareja, me comprometí a cocinar una paella. Como invitados estaban además otros primos con sus hijos y esposas/os, lo que hacía un grupo bastante numeroso de nueve adultos y cinco jóvenes, cuatro chicas y un chico.
Con Mercedes y Cecilia, mi prima, compramos los mariscos en el puerto deportivo del Buceo,  antiguo barrio donde vivieron mis padres antes de fallecer. Allí recorrimos los puestos de los propios pescadores, y compramos los mejillones, las gambas, pulpo, calamares, además de las verduras y legumbres para la ensalada y el adorno de la paella, es decir, dos morrones enormes y rojos como la sangre.
La paellera era de construcción casera. Miguel, oriundo de las tierras de Paysandú, y casado con Cecilia, mi prima, había construído una enorme paellera de un metro de diámetro. El espesor del metal era de por lo menos tres milímetros, y además tenía una profundidad de diez centímetros. La visión de semejante sartén no me amilanó, aunque me preguntaba cuanto arroz necesitaría para que se cubriera toda su superficie, y satisfacer las expectativa de trece bocas, incluso la mía, que ya estaban con ganas de masticar.
La fuente de calor para la paellera no podía ser la cocina a gas de la casa, sino que Mercedes alquiló una de esas construcciones de caños de aluminio con pequeños agujeros dispuestos a poca distancia uno de otro, y que se usan en cocinas improvisadas en lugares públicos. Son tres círculos concéntricos apoyados en cuatro patas,  al que se lo conecta a una garrafa de gas. Al apoyar la paellera en este calentador, pudimos constatar que sólo el círculo más pequeño directamente podía calentarla, mientras que el segundo quedaba unos milímetros por fuera, y el tercero completamente alejado. De todas formas la información que Miguel y Federico, mi otro primo, eran de que una vez se calentaba aquélla masa de metal, no había nada que no se cocinara, incluso el riesgo era que se recocinara si no se tenía cuidado con el calor.

Una vez pasados por una sartén pequeña el pollo y algunos de los mariscos, comenzó la tarea de fritar la cebolla y el tomate en la paellera, y agregar los muslos de pollo para que terminaran de cocinarse. Para que no molestaran a los otros ingredientes y al arroz que tenía que agregar, los puse en círculo y alejados del centro, donde el calor del gas no era tan  directo, pero siguiendo la opinión del constructor, allí habría de todas formas mucho calor. Después del arroz fui agregando entonces los mariscos y todo terminó adornándose con  langostinos y las tiras de morrones previamente fritadas en la sartén. El caldo hecho en base a los calamares, gambas y los mejillones, también fueron agregados al arroz en la paellera. Como el dispositivo estaba en el patio de la casa, debí improvisar y de pronto me econtré conque el azafrán no había sido agregado cuando ya estaban casi todos los ingredientes hirviendo en la paellera. De la mejor manera posible fuí agregando el azafrán uruguayo, una variedad que no se comercia seco como en España, sino que son hebras húmedas que no se pueden machacar en el mortero. De todas formas le dieron un cierto color al arroz que a fuego lento se fue cocinando junto a los mariscos y pollo. Así lo creía yo, pero al momento de cormerlo, cuando estábamos en la mesa, cuál fué mi sorpresa –y la de los otros comensales que no dijeron nada por discreción, que ha pesar de los cuarenta y cinco minutos que estuvo la paella cocinándose, los muslos de pollo todavía estaban semicrudos contra el hueso. El famoso calor del metal no había sido suficiente, y allí cayó derrotada “mi obra de arte” que mis primos Oscar, Federico y Cecilia habían seguido juntos a los chicos. En la foto se ve fantástica,y no quedó del todo mal, pero la cocción del pollo fue un detalle demasiado feroz para que un cocinero exigente se sintiera satisfecho con su obra. Tal vez debí encender el segundo círculo de gas que apenas escapaba del culo de la paellera, pero las grandes virtudes del metal y su capacidad para absorver el calor, me convencieron. Grave error, simulado por la buena voluntad de los comensales, que entre elogios me felicitaban, pero mi ojo crítico no podía ignorar por donde rengueaba mi obra culinaria.

La otra experiencia con gusto a frustración ocurrió en la mencionada isla de Tabarca, esa que desde el aire se parece al lomo de un cocodrilo. Con Axel, un amigo radicado en Alicante, decidimos visitar la isla navegando en su velero, que había traído en un viaje aventurero desde Suecia, atravesando Europa por los canales que unen el Mar del Norte con el Mediterráneo. Axel nació en Argentina, su padre era sueco y su madre francesa, y llegó a Estocolmo como refugiado a fines de los 70. Salimos una mañana con viento en popa, y en unas dos horas llegamos al puerto de Tabarca. Allí amarramos el velero, y recorrimos las pocas calles del poblado. Casas viejas, algunas de ellas con muchos años sobre sus techos, nos hablaban de un mundo apartado de la agitada vida de Alicante y sus alrededores. Aquí el tiempo tenía otra dimensión, y para un ojo atento y sensible, todavía podían apreciarse a la sombra de los árboles achaparrados a los viejos piratas árabes repartirse el botín de su última fechoría, o a los legionarios romanos deambular por las rocas donde rompe el mar. Sobre el puerto mismo se ubican algunos restaurantes que en Alicante tienen la fama de hacer las mejores paellas de la región. Así me lo comentaba Ángel, un veterano marinero tuerto, que había perdido el ojo izquierdo en un accidente, y que a través de sus gafas de sol parecía horadarte el alma con aquél ojo de vidrio fijo. Comiendo un pulpo a la gallega en un bar alicantino de Carolinas Altas, salió la conversación de que en Tabarca, efectivamente hacían la paella más sabrosa de Alicante.
Con esa expectativa entramos a unos de los tres o cuatro restaurantes que hay en la isla, a deleitarnos con el arte culinario de sus cocineros. Así que expectantes y con hambre, esperamos que llegaran los platos que nos acercarían al cielo, ya que estábamos rodeados de azul y verde esmeralda.
Lo que nos pusieron delante de nuestras narices fueron dos moldes de latón que probablemente habían estado demasiado tiempo en un horno. Era una masa compacta de arroz, de color oscuro, ni rastros del color dorado del azafrán, y donde se adivinaba algún que otro marisco en aquél escenario desolador. Traté de convencer a Axel de protestar e irnos sin pagar, pero su medio origen sueco triunfó sobre la otra mitad argentina, y prefirió comer sin protestar. Dejamos casi todo en los moldes de aluminio después de intentar descubrir algún sabor milagroso en el arroz recocido. No lo hubo, pero esto no me desanimó para seguir cocinando este plato que tanto placer nos ha dado en otras ocaciones. Los fracasos son fuente de inspiración para nuevos triunfos ... aunque claro, aquéllos también acechan a la vuelta de la esquina, como el de Montevideo.


miércoles, 12 de mayo de 2010

La boda y el puente


El sábado 8 de mayo mi hija Paula y Markus celebraron su boda, planificada con mucho detalle desde hacía un tiempo. Pero la misma tuvo sus momentos dramáticos antes de empezar la misma ceremonia. El tiempo, es decir la lluvia y el frío de ese día, tampoco ayudaban mucho a pensar en fotos donde los novios sonreían de cara al sol.



Pero el verdadero dramatismo comenzó cuando una parte de la comitiva estaba por cruzar uno de los puentes que llevan a Drottningholm. Por allí estábamos obligados a pasar para arribar a la iglesia de Lovö, una vieja iglesia de piedra del siglo XIII.

Estábamos apenas a unos pocos cientos de metros del puente cuando una larga cola de vehículos nos detuvo. Un accidente? eso era lo que pensábamos. Pasaban los minutos y nada ocurría. Al fin llegó la noticia que el puente que había sido abierto para que pasaran algunos yates y lanchas no podía volver a cerrarse. Algo fallaba en el mecanismo, así que no había garantías cuándo se podría cerrar de nuevo.



Como nada pasaba y los pronósticos eran que podía demorar hasta dos horas más el arreglo de la avería, parecía que estaba echada la suerte de Paula y Markus. Ese día no se casarían.



De pronto hubo sin embargo un luz en el túnel (puente): se podía pasar a pie. Así que la novia, el novio y su cortejo, que eran en realidad dos amigos, caminaron los 200 metros de puente bajo la lluvia hasta un coche que los estaba esperando al otro lado. La gente que los veía sacaba sus celulares para fotografiar aquélla exótica comitiva vestidos para una boda, que bajo la lluvia apuraban el paso para llegar cuanto antes.

De pronto, antes que llegaran al auto que los esperaba más lejos, una mujer que se encontraba en su coche les preguntó hasta dónde iban y les ofreció llevarlos hasta la iglesia. Un ángel caído del cielo? Bueno, alguien con buena voluntad. De esa forma pudieron llegar a la iglesia sin haberse empapado. Los otros invitados llegamos de la misma manera, aunque algunos que estaban atrasados, pasaron con sus coches porque el problema se solucionó antes de lo anunciado.



De todas formas la ceremonia comenzó casi una hora y media más tarde, ya que la pastora de la iglesia tuvo la buena voluntad y comprensión de esperar, y la suerte era que no había otra boda en camino. El ritual fue muy lindo, la primera vez que lo vivo en una iglesia, y aunque no soy creyente, no pude dejar de emocionarme con las canciones que un amigo de Markus interpretó y la solemnidad de la ceremonia y la felicidad de los novios.



La fiesta a continuación en una antigua villa de un viejo magnate del tabaco y del snus, ahora propiedad de la comuna, fue impecable. Desde la comida hasta los discursos pronunciados hasta la música para bailar estuvieron a tono con lo que nos esperábamos los invitados.

Algo para agradecer a los novios que se esforzaron por organizar hasta los últimos detalles de una boda que a pesar del puente, logró concretarse salvando todos los obstáculos.

Felicidad a los novios!




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martes, 4 de mayo de 2010

Corrupción en el paraíso

La sociedad sueca ha sido destacada a menudo como una de las pocas colectivades nacionales donde la corrupción apenas existe. Pero esa imagen se disuelve cada vez más en el ácido de los escándalos que a menudo son denunciados en comunas, provincias y empresas estatales.


Corrupción y abuso de poder van de la mano. Ninguna sociedad está a salvo de que individuos con poder dentro del sector público y/o privado decidan cortar la torta como mejor les parezca en la medida en que se sientan impunes y puedan beneficiarse.


Esto ha ocurrido por ejemplo en la ciudad de Gotemburgo, donde el programa de la tv pública sueca, desnudó una trenza de corrupción entre funcionarios de la comuna y un constructor que les hacía costosos favores cuando se le asignaban contratos de contrucción o renovación de edificios valorados en millones de coronas. Un caso Gûrtel a la sueca, aunque aquí no había trajes como los que recibió Camps, sino villas renovadas, viajes y otros favores que no dejan dudas sobre la profunda corrupción de esos funcionarios. Y lo que es peor. A pesar de las repetidas advertencias de que había una trenza corrupta en la comuna nadie hizo nada por desenredarla y la dejaron seguir creciendo hasta que el programa de Svt destapó el escándalo.



Poco después el informativo Ekot de la radio pública, denunció cómo algunas clínicas privadas facturan dos veces y a veces más a cuenta de los gobiernos de las provincias por servicios que nunca prestaron. La estafa tiene dimensiones millonarias porque se había desarrollado como sistema para obtener el mayor beneficio posible. Así le robaban a los contribuyentes y a los que padecen enfermedades recursos que podrían mejorar el servicio.


Esos dos ejemplos ponen de manifiesto que la apariencia de una burocracia incorruptible como la sueca es sólo un sueño creado por el mito de la superioridad y la escondida arrogancia de los países nórdicos. Claro que esa corrupción se ha mantenido en jaque por funcionarios valientes y reporteros concientes de la importancia de poner al desnudo esa corrupción. Y tal vez sea esa la única ventaja que los países nórdicos tienen con respecto a otros que no gozan de libertad de prensa así como la obligación (y el derecho) por parte de los ciudadanos de denunciar la corrupción .


Sin esas garantías estaría Suecia a la altura de Grecia o Italia, por sólo nombrar dos países donde la corrupción es parte de la cultura de la sociedad, y sobre todo de algunos encumbrados ciudadanos. El día 3 de mayo se celebró el día de la Libertad de Prensa, y la sección sueca de la organización Reporteros sin Fronteras premió a la periodista colombiana Claudia Julieta Duque con el premio Libertad de prensa por su incansable tarea por publicar la verdad sobre la corrupción y el abuso de poder en Colombia. Esto a pesar de las amenazas y la persecución de la que es objeto a menudo, en un país que sabemos la profesión de periodista lleva marcada una bala en la frente del reportero, tan pronto esté dispuesto a denunciar a los corruptos, a los abusos y crímenes de los grupos armados y a la propia policía de seguridad.



Sin dudas la humanidad tendrá que convivir siempre con el flagelo de la corrupción, es inherente a la condición humana, como solía decirme un amigo. Y tal vez tenga razón.

Aunque también siempre habrá gente valiente para denunciarla. Tanto en Suecia pero también en Colombia y en tantos otros países, siempre habrá periodistas, policías y jueces que no se dejan corromper y se atreven a desafiar a esos ciudadanos que están fuera de toda sospecha.

lunes, 3 de mayo de 2010

La promesa de Reinaldo

No podía haber quedado más conforme después de observar el final de su obra. El tornillo con forma de gancho en la extremidad estaba perfectamente ubicado en el centro del techo del armario, y era suficientemente grande y fuerte. Todas las medidas habían sido calculadas al detalle.

Ahora sólo faltaba poner el plan en marcha y cumplir con la promesa. Por eso Reinaldo se dirigió a su taller mecánico y empezó a ordenar los utensilios que necesitaba para llevar a cabo su plan. Nadie iba a detenerlo. Aunque él en todo caso no contaba con oposición alguna porque tenía bien vigilado el lugar y conocía las rutinas. No, nadie se le iba a interponer en el camino. Puso todo lo que necesitaba en un bolso y junto a una bolsa de arpillera, lo acomodó en el sidecar de su motocicleta. Se calzó los guantes y una gorra de lana porque la noche estaba fría. Empujó la moto hasta la calle y continuó así unos cuantos metros más. No quería despertar a su familia y preocuparla. A Reinaldo le gustaban los secretos, y prefería siempre mantener al margen a su familia de los planes que continuamente elaboraba. Por eso tenían todo lo que poseían. Nada de deudas y créditos. Trabajo, tesón y ahorro era su consigna. Respiró el aire frío de la madrugada y se sintió tranquilo. Se sentó y con una fuerte patada puso en marcha el motor de la vieja BMW que cuidaba como a una niña mimosa. Con el motor ronroneando suavemente se alejó calle arriba, y con la luz apagada. Reinaldo tampoco quería que algún vecino indiscreto del barrio lo viera partir a esas horas de la noche. Su plan no debía de contar con testigos, como tantas otras cosas en su vida.

*

El muro era alto y liso. Desde el otro lado de la calle y entre los árboles podía distinguir el alto y negro portón de hierro forjado. En la oscuridad de la noche apenas podía identificar los objetos con la nitidez que hubiera deseado. De todas formas podía ver con suficiente claridad el portón iluminado por una débil foco de luz rodeado por los insectos que encandilados se estrellaban contra la superficie de vidrio, haciendo aún más débil su amarillento resplandor.

Reinaldo recogió el bolso y con paso firme cruzó la calle y llegó hasta el portón que no se abrió a pesar de su vano intento de probar si realmente estaba cerrado con llave. Cuando lo hubo comprobado sin suerte, lanzó entonces el bolso y la bolsa de arpillera sobre el enrejado. Reinaldo se quedó quieto, aguardando alguna reacción. Como no la hubo se trepó por el enrejado y en pocos segundos había traspasado el primer obstáculo. Ahora estaba dentro del recinto, y una vez más aguardó un corto momento agazapado, para saber si alguien podía haber descubierto su presencia. Sabía que un sereno vigilaba el lugar, pero contaba con que dormiría a pata suelta. Así se lo había confesado el sereno mismo, entre cerveza y cerveza hacía pocos días en un bar cercano, cuando Reinaldo controlaba las rutinas del personal. El tipo era un idiota y jamás se enteraría de nada. Sintió que algunos pájaros –tal vez palomas- se revolvieron inquietos entre las ramas de los árboles. Pero pronto volvió a reinar el silencio. Entonces Reinaldo emprendió el camino hacia el lugar donde se encontraba lo que él buscaba.

*

Sus pasos hacían un leve ruido sobre la grava. Por fin se detuvo frente al sitio que conocía de memoria. Acarició la pared con sus dos manos y por sus fosas nasales penetró el olor dulzón y nauseabundo que impregnaba el aire que le rodeaba. Sonrió y se agachó para recoger los instrumentos de su bolso. Un pesado martillo y un largo punzón bastaban para ir debilitando la resistencia que ofrecía la placa de cemento recubierta de mármol que ocultaba lo que venía a buscar.

Para atenuar los golpes puso un trozo de trapo viejo sobre el punzón, y comenzó a romper con golpes medidos y acompasados la frágil y delgada superficie que unía la placa con la pared.

De vez en cuando se detenía para escuchar si el sereno había despertado. Nada indicaba esto, así que continuó con su labor, sistemáticamente como lo hacía en el taller. Cuando calculó que podía desprender la placa con la fuerza de sus brazos, puso el martillo y el punzón en el bolso. Sacó al mismo tiempo los guantes del bolsillo y fue probando sus fuerzas sacudiendo levemente la placa para no causar ningún ruido que llamara la atención. Sus músculos estaban tensos y comenzó a transpirar a pesar del frío de la madrugada. La placa cedió y tuvo que usar todas sus fuerzas para que no cayera estrepitosamente al suelo. La recostó contra la pared y dio un paso atrás. Una vez más controló si el sereno no se había despertado, y ya recuperada la respiración, miró hacia el negro agujero que guardaba su amado objeto. Retiró el largo cajón de madera con cuidado y lo abrió conteniendo la respiración.

*

Estaba amaneciendo cuando llegó a la casa con el motor de la motocicleta apagado. En el sidecar había acomodado la bolsa de arpillera que casi se parecía a una bolsa de papas recién comprada en el mercado de abasto. Con cuidado la alzó y la llevó al taller. Encendió las luces y inmediatamente se puso a trabajar sobre la larga mesa de metal. No podía perder tiempo.

Debía unir como un rompecabezas las partes sueltas y asegurarse que nada faltaba. Jamás se lo podría perdonar si cometía algún error. Sus hijas se lo reprocharían toda la vida, sabía lo exigentes que eran. Lo habían heredado de él, sin ninguna duda. Perforó y atornilló todo lo que era necesario; cepilló, limpió y lustró con líquidos apropiados para la ocasión, y por fin, una vez finalizada la obra, se dio un respiro para beber un vaso de agua. El frío líquido bajó por su garganta seca y sintió por un momento que las fuerzas lo abandonaban. Se sentó para no caer y cerró los ojos unos segundos. Una fuerte luz fue creciendo en aquella gruta imaginaria, y lo invadió reconfortándolo. Abrió los ojos y miró su obra. Nadie podría reprocharle nada. Era la promesa que había hecho. Y era la promesa que había hecho jurar a sus hijas cuando a él le llegara el turno. Por eso ahora que colgaba en el gancho del pesado armario no pudo menos que sentirse orgulloso. Lo había logrado sin ayuda de nadie, como tantas otras cosas en su vida. Su madre estaría agradecida.

*

Despertó a sus hijas y a su esposa. Las apuró para que se vistieran y las llevó hasta la habitación donde estaba el pesado armario. Las puertas con grandes espejos reflejaron las figuras de toda la familia. Abrazados y emocionados no podían simular el nerviosismo que los dominaba. Con cierto gesto teatral Reinaldo abrió las puertas del mueble de par en par, y les dijo a las chicas que guardaban un cerrado silencio:

- Saluden a su abuela, carajo!


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domingo, 2 de mayo de 2010

Asado y chorizo al pan

Ayer sábado 1 de mayo celebré con amigos el día de los trabajadores.
En una improvisada parrilla y un improvisado fogón a falta de parrillero, nos reunimos en casa de Daniel y Mariel, a orillas del lago Mälaren, al norte de Estocolmo, para deleitarnos con el tradicional asado criollo, con pulpa de lomo a falta de costillas, chorizos, y además boniatos, choclos, morrones y otras delicias vegetales.

Lo cómico de la situación fue que los dueños de casa que son vegetarianos, no pudieron resistirse a la tentación de probar los chorizos que fabrica otro coterráneo uruguayo, que los vende en su puesto de ventas en el Mercado de las Delicias de la popular i céntrica Hötorg de Estocolmo. Según él, la receta es de Cativelli Hnos, pero sea como sea, la verdad que estaban de primera.

Una reunión así, con amigos y nueva gente por conocer, fue una sensación tan reconfortante como el menú que compartimos, desde la tarta de choclo de entrada hasta el cheese cake de postre. Para no hablar de los vinos que bebimos, de distinto origen como la Mendoza argentina o la Toscana italiana.

Nos faltó sol, porque el cielo no quiso abrirse para dejar pasar sus rayos, pero de todas formas los chicos pudieron disfrutar de sus juegos en el amplio patio de la casa, y los adultos recrearnos en nuestro primer acto ritual de iniciación del verano alrededor del fogón, claro que adelantado, después de un largo y frío invierno.

Gracias Mariel y Daniel, por la hospitalidad ofrecida y el cariño que pusieron para que todos disfrutáramos de un día de asueto, conquistado por las luchas de millones de obreros a lo largo y ancho de este mundo en homenaje a aquéllos dos héroes de Chicago: Sacco y Vanzetti.

viernes, 30 de abril de 2010

El abuelo generoso

A mi primo Fredy

El carro se acercó a los ranchos de adobe entre crujidos de ejes mal engrasados y fuertes sacudones por un camino de dos huellas, desparejo y mal cuidado. Los chicos esperaban jugando en el patio la llegada del abuelo que venía todas las tardecitas después de jugar sus partidas de truco en el almacén de Ramos Generales del gringo Derduke. Rara vez se dejaba acompañar por alguno de ellos. Le gustaba ir solo, canturreando bajito durante la media hora de viaje hasta Arroyo Chico, el pueblo más cercano.

Fito, Malena, Roberto e Isidro se acercaron al carro del abuelo. Fito agarró a la yegua por el freno y saludó al abuelo que con cierta dificultad se bajó del carro sin hacerle caso. Probablemente había bebido de más esa tarde, y los chicos bajaron sus expectativas. Cuando el abuelo llegaba algo ebrio se ponía de mal humor y se pasaba por alto el ritual que ellos esperaban.

Pero ese día el abuelo, a pesar de su moderada embriaguez les dijo que se pusieran en fila contra la pared de adobe del rancho. Era invierno y el sol apenas entibiaba con sus últimos rayos la oscura pared donde los chicos apoyaban sus espaldas. Detrás del seto de transparentes el viento agitaba los arbustos al borde del campo recién labrado.

Roberto se secó la nariz, tratando de estar presentable a pesar del crónico resfrío que le provocaba un continuo drenar de mocos que colgaban irrespetuosamente de su nariz, para su propia vergüenza y de toda la familia. Malena se alisó el cabello despeinado por el pampero y se ajustó el delantal. Sabía que su abuelo nunca había aceptado del todo su inesperada y pecaminosa llegada al mundo; pero con los años el abuelo había suavizado su dureza contra ella y su madre. Isidro, siempre interesado en hacer buena letra con “el viejo” como lo llamaba a sus espaldas, lo ayudó a bajar algunos víveres y herramientas que había comprado en el almacén. Fito en cambio, decidió mantenerse a distancia luego que el abuelo lo ignorara, observando todos los movimientos, pero sin participar.

Desde que se había mudado temporalmente a la casa de los abuelos maternos, recordaba que rara vez se había perdido el ritual que el abuelo Felipe había impuesto a su llegada del almacén. Por eso ahora esperaba recostado a la pared que se iniciara la ceremonia. Lo que los otros primos no sabían, era que ese día estaba dispuesto a llevar adelante una idea que su tía Renata le había susurrado al oído. Por eso estaba algo nervioso y tenso, esperando el momento que el abuelo se acercara.

Y su espera no fue muy larga, porque el abuelo Felipe sonriendo socarronamente inpeccionó la fila que habían hecho los cuatro nietos, mirándolos con las manos en las caderas y los ojos entrecerrados. Por fin metió los cortos y gruesos dedos en su ancho cinturón de cuero, y de unos de los bolsillos del mismo sacó un pequeño objeto envuelto en papel astraza. A todos los chicos se les hizo agua la boca. El abuelo apartó el papel algo pegoteado y descubrió un chupa-chupa blanco veteado de colores rojo y verde, que en su mano grande y ruda parecía una moneda de plata. Malena que era la primera de la fila cerró los ojos cuando el abuelo acercó la golosina a sus labios y lo apresó unos segundos, tratando de retener lo más posible en su boca aquél ansiado chupetín.

Pero su placer desapareció rápidamente cuando el abuelo retiró de un tirón la golosina y rápidamente se la puso en la boca de Roberto, que ya resignado apenas si logró lamer el dulce sabor del caramelo. Éste aterrizó entre los labios de Isidro, que pudo darle una chupada más larga, ya que el abuelo premiaba su docilidad y obediencia cada vez que podía, en forma ostensible frente a los otros primos. Isidro que también había cerrado los ojos sintió que el chupa-chupa se le escapaba suavemente, y vió que después de un giro algo teatral era depositado en la boca ya abierta de Fito. Este esperaba su turno pacientemente, y abrió la boca justo cuando la golosina se acercaba con una impaciente rapidez. Miró al abuelo fijamente a los ojos, y sin dudarlo mordió con todas sus fuerzas el chupa-chupa que se partió en su boca inudándola con un sabor intensamente azucarado. Sorprendido por la audacia de su nieto, el abuelo Felipe retiró el delgado palillo de madera que lanzó hacia un costado con violencia, mientras Fito masticaba y tragaba la golosina a toda velocidad. Quería evitar que el abuelo Felipe le diera una cachetada y le hiciera arrojar de la boca el resto del azúcar que aún bailaba sobre su lengua.

Los otros primos no podían creer lo que veían. Entre divertidos y enojados por no haberse atrevido ellos mismos a dar aquél valiente mordisco, esperaban la reacción del abuelo. Sabían que Fito no podría escapar a un castigo ejemplar. Y este tampoco ignoraba que su hora había llegado. El abuelo Felipe había superado ya su sorpresa, y agarrando a Fito de una oreja lo apartó del grupo llevándolo hasta el borde del patio. Allí lo miró fijamente y le dijo:

- Mirá gurí de mierda, mientras estés aquí no vas a ver un chupa-chupa en tu puta vida. Así que desaparecé de mi vista y no vuelvas a ponerte en la fila cuando llegue del almacén. Ahora andá y dale de comer a los chanchos. Y poneles paja limpia. Luego voy yo a mirar si está todo en orden... Y pobre de vos que todo no esté en orden...

Fito se fue rumbo al chiquero con la cabeza gacha, pero en su fuero interno estaba contento. Todavía el sabor dulce del chupetín recorría su boca. Había ganado una batalla importante frente a su abuelo. Y la tarea que le había pedido en realidad no se diferenciaba mucho de los que acostumbraba a hacer en la chacra. Los alegres y rechonchos cerdos eran incluso viejos amigos que lo recibían siempre alborotados y aparentemente alegres a su llegada.

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miércoles, 28 de abril de 2010

Sitiados por productos químicos peligrosos

Nos rodean por todos lados. Alrededor y sobre nuestro cuerpo, en el aire y en los alimentos, la ropa, los zapatos y en los juguetes de nuestros hijos. Los cócteles químicos que la industria química fabrica es una amenaza tan o aún peor que el propio cambio climático, nos advierte el film documental recientemente estrenado del sueco Stefan Jarl, Underkastelsen, el Sometimiento o Sometidos sería una traducción aproximada del título de este director. En la película se afirma que existen unos 100 000 productos químicos que son peligrosos para la salud humana y la naturaleza. Estas afirmaciones son confirmadas por la directora de la Inspección General de Sustancias Químicas Ethel Forsberg.





Según Forsberg la amenaza que esas sustancias representan deben ser tomadas con la más absoluta seriedad ya que pueden dañar irreparablemente las posibilidades para los seres humanos de sobrevivir en el futuro. Esos cócteles químicos sabemos que causan cáncer y otros tipos de enfermedades y pueden afectar las posibilidades de reproducción en la gente que se expone a la acción directa de esas sustancias, dice Forsberg.





El gran problema que enfrentan los investigadores y la ciencia en general es que el trabajo para identificar los efectos de esas sustancias toman mucho tiempo, y mientras tanto la industria química y los que sacan rentabilidad de esas fórmulas químicas siuen actuando con la mayor impunidad. Así ocurrió con sustancias como el DDT o el asbesto que cobraron un sinnúmero de vidas y sufrimiento, ya que los que los fabricaban y los vendían afirmaban que no eran peligrosos.



Para Forsberg hay sin embargo una esperanza y la misma es el trabajo que se está haciendo a nivel de la Unión Europea por medio del programa REACH (Registro, evaluación, autorización y restricción de sustancias y preparados químicos) donde las obligaciones recaen sobre el fabricante o importador en territorio europeo, y en menor grado sobre los usuarios intermedios.


El reglamento de la UE dispone además que las sustancias consideradas peligrosas deberán pasar un un filtro muy fino para que pueda ser aprobado el permiso de su uso, algo que hasta el momento sería único en el mundo, según Forsberg.


Sobre el film Underkastelsen cree Forsberg que servirá para reavivar la polémica sobre el tema. La jefa de la dirección general de sustancias Químicas afirma además que no hay que sentirse impotente ante la realidad y amenaza que nos acosa a nivel molecular. La initiativa tomada por los políticos de la Unión Europea problamente tendrá un efecto positivo sobre la industria química y sus subsidiarias. Sin embargo el plan de control y eliminación de los cócteles se extenderá hasta 2018 debido al número de sustancias que están en juego. Tampoco se han asignado mayores recursos para la investigación en este frente aquí en Suecia, por lo que habrá que tratar de sobrevivir y evitar en la medida de los posible exponerse a los cócteles que nos sirven cuando nos vamos a poner una camisa nueva, unos zapatos flamantes o cuando ingerimos un plato delicioso.


El movimiento ecologista a criticado duramente este accionar de la UE, ya que se pierden según los verdes, años en investigaciones que por falta de recursos no pueden acelerar sus resultados y prevenciones. En todo caso nos queda el falso consuelo de que en la mayoría de los casos los efectos de esas sustancias son a largo plazo. Pero para los que ya se han enfermado a causa del cóctel de sustancias químicas de poco les sirve ese consuelo. La maldición de los laboratorios con sus complicadas ecuaciones y fórmulas ya se les ha caído encima irreversiblemente.





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lunes, 26 de abril de 2010

Adiós a un "amico"

Mauro, un amigo italiano, se ha despedido de este mundo luego de haber llevado en su cuerpo durante muchos años el virus de la Immunodeficiencia Humana (VIH). Mis amigos del Lazio me han escrito dándome esa noticia. Mauro vivió muchos años luchando contra esa enfermedad y sobrevivió a ella gracias a la ciencia, pero también a su porfiada disciplina de vivir plenamente pero con la responsabilidad de alguien que sabe que la vida pende de un hilo. Junto a su compañera pasó estos años dedicado a al trabajo artesanal, donde volcaba toda su fantasía y creatividad.
En mi casa tengo una de esas artesanías que plasmaba sobre un vidrio, dando forma y color a paisajes o cosas con las que nos tropezamos a diario. Mauro solía bromear sobre las cosas que nos pasan en la vida, con una distancia que probablemente toda persona que lleva esa condena dentro suyo, puede expresar sin mayores remordimientos y con distancia. En una ocasión le califiqué de "testa rurale" cuando nuestro intercambio de ideas se descarrilaba por senderos inescrutables.

Desgraciadamente ese apelativo se pegó como una ventosa, ya que mis amigos encontraron que era divertido, y de vez en cuando se lo aplicaban unos a otros, entre risas y bromas sobre lo ignorantes que podemos ser a veces cuando creemos tener razón.

A la memoria de Mauro, a la amistad y a la alegría del humor escribo estas líneas con dolor de haber perdido un amigo cuando la primavera tiñe de verde las colinas del Lazio.

Arrivederci amico!

sábado, 24 de abril de 2010

El fallo de la Haya

El Tribunal de la Haya se expidió por fin sobre el conflicto entre Argentina y Uruguay sobre la instalación de una planta de celulosa al borde del río Uruguay, en el departamento de Fray Bentos. El planteo argentino, que trataba de darle un cauce legal a las protestas piqueteras de los asambleístas de la ciudad de Gualeguaychú, se definió dándole la razón a la Argentina en un punto: Uruguay no cumplió correctamente con el Tratado del Río Uruguay (CARU) ya que no siguió el camino legal que se exige. De todas formas ese traspié no ocasionó el daño al medio ambiente que los piqueteros vienen mencionando ni causó los estragos a la salud que pronosticaban en sus habitantes. Tampoco los invade el olor a repollo o algo peor que auguraban. Todas sus diatribas contra la planta de Botnia, hoy UPM, se han visto respondidas con argumentos científicos que siguen negándose a aceptar. Tampoco el gobierno argentino pudo probar que la planta daña el medio ambiente a pesar del control que también ellos hacen de las aguas del río y del aire.

O sea, se han quedado sin argumentos y sólo tienen a una iglesia católica que les arma una misa de vez en cuando para que Dios probablemente descargue alguno de esos rayos fulminantes que aparecen en las Santas Escrituras y destruya esa creación de Satanás que es la pastera.

El domingo lo volverán a intentar, con esas manifestaciones que sí deberían hacerse para que las fábricas que contaminan el río Gualeguaychú sean modernizadas o desmanteladas, como lo ha constatado la propia Universidad argentina de la Plata. Ahí está el origen de toda la contaminación que de vez en cuando sufren las aguas del río Uruguay y las reacciones alérgicas de los bañistas que se aventuran en las playas de la costa argentina. Y ya que estamos nombrando causas de contaminación deberían protestar también por los herbicidas y otros tipos de substancias químicas que usan para proteger las miles de hectáreas de soja plantadas en la provincia, substancias que al ser arrastradas por las aguas de los afluentes del río Uruguay, producen una invasión de algas verdes que también causan daño a la piel.

Pero no, durante tres años han cerrado el puente San Martín con un piquete donde ya hacen visitas guiadas para turistas interesados en ver el dragón echando humo al otro lado del río.
Los piqueteros han tenido como objetivo una planta de celulosa que cumple con todos los requisitos medioambientales que la UE, Finlandia y Suecia han certificado. Países estos dos últimos con una gran cantidad de fábricas de pasta de celulosa que han desarrollado una tecnología acorde con las exigencias de las leyes medioambientales. Si esas plantas que en una buena cantidad de casos están ubicadas cerca de centros urbanos importantes no han causado los daños que los asambleístas predicen, porqué lo haría una planta incluso más moderna, en la costa del río Uruguay?

La razón de la sinrazón sigue predominando entre los llamados asambleístas, que amenazan a los propios habitantes de la ciudad que se oponen a esa forma de protesta que sólo ocasiona frustración y el ridículo para una ciudad que vive con los fantasmas de gobiernos y dictaduras que sólo les servían mentiras en bandeja. Les cuesta confiar en la transparencia de otros países y en empresas que pueden aceptar reglas de juego claras y justas, respetando la ley y las normas medioambientales que en el caso de Uruguay son exigentes.

Por eso este domingo le rezarán otra vez a Dios, a ver si se produce el milagro.

miércoles, 21 de abril de 2010

Pasión a todo precio


Ana González hechó un último vistazo al salón y a la cocina de su apartamento que había arreglado con mucho cuidado. Iba a recibir una visita muy importante para sus intereses y no quería descuidar detalles. De ello dependía la suerte que la esperaba allí al alcance de la mano, o el fracaso que estaba a la vuelta de la esquina.

Miró las copas de vinos que brillaban a la luz de las velas rojas que recién había encendido. En eso sonó el timbre de la puerta. Se miró por última vez en el espejo, se alisó el cabello y luego la falda, y con pasos lentos se dirigió a la puerta.

-Hola, anda pasa! - Le dijo a la recién llegada.
-Que tal? – dijo Ingrid Vitberga con voz vacilante y mirando por encima del hombro de Ana.
-Todo bien. Tranquila. Él no está aquí.
-Claro, pero cuándo llega?
-A eso de las once. Después que termina la guardia en el hospital.
-Ok. Todavía falta bastante.
-Pues sí. Por eso he preparado la mesa para que comamos algo y bebamos un poco de vino. Te parece?
-Bueno, si te has molestado- respondió Ingrid fríamente y algo sorprendida por la bienvenida y sin mucho entusiasmo.

Hacía meses que ambas mujeres se disputaban la atención y el amor de Luis Caicedo, un joven originario de alguna ciudad costera de algún país del Pacífico sudamericano, algo que todavía ninguna de las dos tenía muy en claro con precisión. Esto porque Luis siempre rehuía decir con exactitud si venía de Perú, Ecuador o la misma Colombia. Razones de seguridad, argumentaba misterioso, al mismo tiempo que hacía un gesto con la mano al alisarse el pelo ondeado que se estiraba con gomina. Disfrutaba con su aire de misterio de amante latino a pesar de sus piernas algo cortas y su cara marcada por el paso de la viruela. Sabía que su fealdad era un atractivo para muchas mujeres y lo aprovechaba al máximo explotando su simpatía y el aire ligero y bromista con que encaraba cada conquista.

Ingrid estaba convencida de que ella era la preferida de Luis, sobre todo ahora, cuando sentada frente a Ana la veía servir el vino, no podía dejar de ver que era una chica entrada en quilos, pechos enormes y un abultado vientre. Qué vería Luis en esa mujer? Se preguntaba al mismo tiempo que alzaba la copa y hacía un falso brindis con su copa sin mirar a los ojos a Ana.

-En mi país es obligación mirarse a los ojos cuando uno brinda- dijo con una sonrisa Ana.
-Disculpa, estaba distraída.
-No es nada. Salud! – dijo Ana y chocó la copa de Ingrid con más fuerza que la necesaria.
-Skål!- respondió Ingrid en sueco.
Ambas se llevaron la copa a los labios y bebieron del vino rojo como la sangre.
-Está bueno, no? Es un vino italiano muy apropado para la comida que estoy haciendo... sabes?
-Sí, es muy frutado- respondió Ingrid sin saber muy bien cuál era el adjetivo más correcto en esa ocasión.

Ana encaminó sus pasos a la cocina y apreció con una olla que humeaba y despedía un aroma delicioso a salsa preparada con hierbas, tomate fresco, basílica, ajo y cebolla, y flotando dentro de ella unas costillas de cordero que parecían estar gritando para que se las devoraran. Ingrid sintió que el nudo que tenía en el estómago se le aflojaba. El vino le había soltado un poco esa tensión que la había atenazado, y ahora el aroma de la comida desataba los últimos nudos de su resistencia, y sin darse cuenta bajaba la guardia ante el despertar de sus sentidos.

-Sabes, tengo pasión por los guisados y todo lo que se pueda meter en una olla. Mi tía abuela me enseñó a cocinar cuando era chica. Y desde entonces no pierdo oportunidad de preparar una buena comida guisada si tengo visitas- la voz de Ana resonó convincente y tranquila en los oídos de Ingrid. Tal vez esa cita no iba a trascurrir como ella había pensado, es decir en un clima de agresión y reproches de ambas partes.
-Sí, mi madre también solía hacer guisos muy sabrosos – dijo Ingrid con voz neutra y probó el primer bocado que le llenó la boca con un violento sabor picante.
-Ohhh! Está muy picante para tu gusto? – preguntó Ana mientras sus pestañas parpadeaban intensamente. – Es que nosotros estamos acostumbrados a poner mucho aliño a las comidas, y el ají no puede faltar.
-No hay problema. Yo creo que el vino aplacará esa primera impresión- dijo Ingrid mientras bebía de la copa. Sentía que el chile le quemaba desde la lengua hasta el mismo estómago, y el rostro se le encendía como una antorcha, aunque la penumbra del salón aplacaba los colores.

La cena transcurrió en silencio, interrumpida a veces con una oferta de Ana: Quieres más pan? Un poco más de vino? Y las sonrisas ya más francas que iban y venían por encima de los platos y las copas.
Cuando ambas acabaron de comer se recostaron en el sofá a tomar café bien cargado y una copa de cognac para “apagar el incendio del guiso”, dijo Ana.

-Bueno, es hora que discutamos nuestro pleito – djio Ana mientras acomodaba un almohadón en su espalda.
-No tengo nada en contra. Pero Luis me ha prometido que ya no tiene nada que ver contigo.
-Ja! eso te ha dicho? Pues te ha mentido en la cara. Aquí viene seguido a fifar conmigo.
-Fifar?
-Sí, cojer, garchar, singar, o si prefieres más fino, copular.
-No es necesario que hables así. Yo le creo a él que me ha jurado que tú ya no eres nada para él.
-Así? Pues Luis no demuestra esa indiferencia cuando me visita. Y esta noche podrás apreciar tú misma cómo llega hecho un caramelo. Lo único que tienes que hacer es estar quieta, oculta detrás de ese mueble. Ya verás...
-No te creo. Me parece que lo único que intentas es dañar la imagen que tengo de Luis.
-No seas estúpida, mujer. Como todas la suecas eres más ingenua que una gallina. A Luis lo tengo bien agarrado de las pelotas, y no sólo con las manos...
-Por favor, no seas grosera. Luis me ha prometido que se mudará al norte y que allí nos casaremos. Además sus planes son abrir su propia empresa y radicarse en mi pueblo, en Dalarna. Eso es la verdad para mí...

Ana se retorció en el sillón. La cara iba adquiriendo un tono cada vez más púrpura, como si la sangre se deslizara a borbotones por los capilares de su nariz, mejillas y frente. Y no era el ají lo que la encendía.

- Mira, no sabes nada de nada. Ya te demostraré que tengo razón.
-No trates de convencerme. Me voy ahora mismo.
-Qué? Quieres perderte lo mejor?
-Ya no me interesa. Creo que mientes. Todo ha sido una farsa. Crees que puedes manipularme pero estás equivocada. Fuí una idiota en creer que podías tener buenas intenciones.
-Eso crees verdad? Que te vas a zafar de esta muy fácilmente, no? Venir aquí con aires de superioridad y hacerme sentir como una mentirosa...
-No, eres tú la que se ha metido en este asunto. Yo no te he molestado nunca. Luis es mío y sé que no me miente.

Ana se revolvió en el sofá e inclinó su cuerpo hacia adelante al mismo tiempo que su mano derecha buscaba algo detrás del almohadón de seda rojo que había acomodado a su lado. Algo brillante y alrgo apreció en su mano, y reflejó las luces de las velas todavía encendidas. Ingrid comprendió que estaba en peligro y atinó a emitir un grito de terror que le salió de lo más profundo de sus entrañas.
Al mismo tiempo Ana se incorporó y atravesó la distancia como un relámpago blandiendo el puñal en alto. La primera puñalada alcanzó a Ingrid en el hombro ya que no había tenido tiempo de abandonar el sofá y ponerse a distancia más segura. Ana estaba concentrada en su agresión con una mirada feroz, el cabello agitándose como un remolino cuando lanzó la segunda estocada, cortando el brazo de Ingrid que trató de parar el puñal con su brazo. Otro grito estridente salió de su garganta. Cobró fuerzas y antes de que Ana pudiera lanzar otra puñalada la empujó y pudo pararse, tratando de buscar una salida que la pusiera a salvo. Pero Ana estaba de nuevo de pié y atacaba con nuevos bríos con el puñal otra vez en alto. Ingrid corrió a la cocina y atinó a agarrar la cafetera todavía caliente y la lanzó sobre la cara de Ana que al recibir el impacto rugió como una leona herida. Ese segundo de confusión le dió tiempo a Ingrid para correr hacia la puerta de salida, pero cuando estaba abriéndola sintió en su espalda algo que la quemaba . La puñalada le penetró un pulmón e inmediatamente sintió el gusto a sangre en la boca.
-Creías que ibas a escapar, verdad? Maldita puta, te voy a cortar en pedacitos.
-Ana, por Dios, no me mates, estás loca? Socorro! – gritó Ingrid con todas sus fuerzas al mismo tiempo que manoteaba el pelo de Ana para detener la nueva puñalada que sin fuerza le hizo una herida en el cuello.
Ya su cuerpo chorreaba a sangre por varios lugares, y atinó a escupir abundante sangre en la cara de Ana cuando esta buscaba una vez más clavar el puñal en el pecho de Ingrid. Ambas rodaron por el suelo mientras Ingrid seguía gritando.

-Cállate maldita cerda. Nadie va a venir a ayudarte. Te voy a matar como te prometí. Luis será mío, entiendes? Mío, mío.míoooo...
Ingrid logró agarrar el brazo armado de Ana y pudo dominar por un momento los intentos que ella hacía de clavarle el puñal en el pecho. Ambas forcejearon e Ingrid vió su oportunidad de atacar con una dentellada feroz la cara de Ana, que gritó de dolor.
-Maldita hija de puta! Me has estropeado la cara! – gritó Ana al sentir que la nariz y la mejilla izquierda sangraban abundantemente. De pronto sintió que las fuerzas la abandonaban, soltó el puñal, y se llevó las manos a la cara. Cuando pudo sacarse la sangre de los ojos y alzó la vista, vió que Ingrid no estaba a su lado. Se incorporó, tropezó y al fin logró orientarse en ese ambiente manchado de rojo. La puerta del apartamento estaba abierta, y allí en el dintel estaba Luis, su Luis.
Sonrió complacida a pesar del dolor. Extendió los brazos hacia aquél hombre de baja estatura y bigote recortado. Luis se acercó a ella, la tomó por el pelo y le dijo con voz suave:
-Hola querida. He venido a terminar el trabajo. Olvídate de Ingrid. Sólo estás tú y yo.
-Sí amor mío. Ella no quería creerme que sólo existimos el uno para el otro. Traté de explicarle, pero la muy empecinada se negaba a ver la realidad. Mira como me dejó la cara...
-No te preocupes, de ahora en adelante no sentirás nada.
Y en la mano de Luis apareció el puñal brillante de sangre que se hundió suavemente en el pecho de Ana, produciéndole una quemazón en el corazón, ese fuego que había sentido por su Luis, y con una sonrisa en los labios cerró los ojos entregada totalmente a su pasión*

martes, 20 de abril de 2010

Muerte en el subterráneo

Sucedió hoy alrededor de las 21.00 horas en la Ciudad Vieja de Estocolmo. Un hombre de unos 70 años cayó desplomado sobre el andén de la estación. Una chica joven y rubia que lo acompañaba se precipitó sobre él tratando de ayudarlo. Inmediatamente tres o cuatro personas se sumaron también para auxiliarlo.
Lo pusieron de costado y le dieron apoyo a su cabeza. Parecía haberse desmayado, eso creían los que estaban a su lado. La chica rubia que lo acompañaba comenzó a llorar quedamente. Me acerqué a ella y le pregunté si era era pariente suyo. Me dijo que no, pero que estaban juntos y venían de una conferencia. Le pregunté si sabía algo sobre el estado de su corazón y me dijo que conocía que ambos padres del anciano habían muerto de infarto. En tanto dos chicas y un muchacho trataban de sentir el pulso en el cuello y en la muñeca sin resultado.

- La ambulancia está en camino, dijo alguien a mis espaldas.

Los trenes llegaban y partían, y nuevos curiosos se agolpaban alrededor del grupo de auxilio. Estos habían puesto ahora de espaldas al anciano y trataban de reanimarlo con respiración boca a boca y masajes en el pecho. Después de unos 15 minutos llegó el personal de la ambulancia con una camilla y los elementos para reanimarlo.

Le desnudaron el pecho abriéndole la camisa, que dejó al descubierto una larga cicatriz de una antigua operación, probablemente al corazón. En eso llegaron tres guardias de seguridad y más personal de primeros auxilios y nos hicieron retirar más lejos a curiosos y los que directamente estaban tratando de reanimarlo. Una de las chicas que estuvieron desde el primer momento junto al anciano se apartó también para consolar a la chica rubia que no paraba de llorar. La otra se alejó un poco más y me acerqué a ella par preguntarle si había alguna esperanza.
- No, está muerto, me dijo mientras se restregaba las manos con alcohol con una mirada indiferente. Me imaginé que habría visto a muchos irse de este mundo.

La muerte del anciano me recordó otra muerte en el subte. Fue en 1988 cuando yo conducía los trenes de la llamada línea roja de Estocolmo. Me faltaba una semana para dejar ese trabajo y comenzar como periodista. En la estación de Karlaplan, a la salida del túnel, llegaba con el impulso final y comenzaba a frenar el tren cuando una mujer parada en el andén tomó impulso y se lanzó a la vía. Todavía la veo, con un paraguas en la mano, un sombrero rojo y una capa gris. Sentí el golpe del cuerpo contra el tren y frené con toda la capacidad que tenía el sistema, pero sabía que no había nada que hacer. La mujer estaría hecha picadillo debajo de las ruedas de metal que habían recorrido por lo menos unos 20 metros más.

En esa ocasión ninguna persona que estaba en el andén se acercó para ofrecer ayuda. Todos estaban paralizados. Para mayor mala suerte la radio del tren estaba averiada y no podía contactarme con el centro de comunicaciones de la compañía. Tampoco encontraba el teléfono que debía estar en alguna parte de la estación. Al final tuve que subir hasta la boletería para decirle al chico que atendía allí que me prestara el teléfono para pedir auxilio. Los bomberos llegaron al rato y el personal de la ambulancia. Los pasajeros dentro del tren estarían furiosos porque el sistema de altoparlantes de aquéllos viejos trenes estaban también averiados, y no se habían podido enterar de lo que pasaba.

Al final me retiraron de allí y otros se hicieron cargo del tren mientras la policía hacía preguntas a los presuntos testigos.
El subte es un lugar donde la muerte ronda a menudo. Algunos se quitan la vida voluntariamente. Otros sufren accidentes. Y otros abandonan este mundo en una estación, viajando en el subte de la eternidad*

El hombre araña

La pared era lisa como la superficie de un lago helado. Sin embargo Ramón sabía que tenía a su favor un caño de desagüe y el dintel de las ventanas. Subir hasta el quinto piso era una aventura más desde que se dedicó a robar apartamentos en el barrio de más categoría de la ciudad. Pero lo de hoy era distinto. Iba a robar en la casa de un vecino, de sus conocidos con los que charlaba casi todos los días en esos encuentros casuales que ocurren cuando la gente entra y sale del edificio. Su mujer le pidió dinero para comprar los útiles escolares que los chicos necesitaban para el primer día de clase, y no tenía tiempo de planear un robo en el piso de algún acaudalado ejecutivo.

Ramón se puso los guantes con superficie rugosa en las palmas de las manos, y probó la resistencia del caño de desagüe. Esa sería la vía por la que treparía hasta el departamento de Pedro y Remedios, una pareja septuagenaria que presumía de no confiar en los bancos, y por eso era más que seguro que el dinero lo guardaban en algún lugar del apartamento. Ramón los había visto partir a su casa de campo esa mañana, y seguro que no regresarían hasta el domingo a la tarde. El lunes o el martes los periódicos escribirían sobre el “hombre araña” otra vez. Ya veía los titulares de tinta negra: Otro Golpe del Hombre Araña, El Hombre Araña vuelve a sus Andanzas, Otra Víctima del Hombre Araña, y cosas parecidas. No podía ocultar la satisfacción que le daban esos titulares, y los comentarios de admiración que escuchaba en el bar cuando se reunía con sus amigos y todos hablaban de él como un héroe, sin saber que ese héroe estaba allí, junto a ellos!

Los primeros metros fueron fáciles. Sus brazos musculosos y entrenados para este tipo de ejercicios lo ayudaron a escalar, mientras se afirmaba con los pies descalzos en la delgada tubería. Por un momento dudó si realmente era una buena ocurrencia trepar por allí. La sola idea de que en algún lugar el caño estuviera herrumbrado y se pudiera partir como esos barquillos rellenos de chocolote que tanto le gustaban, le hizo un nudo en la garganta. El edificio era viejo y las reparaciones escasas. Pero ya estaba en el segundo piso, apoyando su pie derecho en el dintel de la ventana. Se afirmó para tomar un nuevo impulso, pero el pie resbaló y quedó colgado de sus brazos. Escuchó el gemido de la tubería al crecer la presión por el peso multiplicado de su cuerpo. Trató de no mirar hacia abajo, contener la respiración y no mover un sólo músculo de su cuerpo. La idea de yacer tendido en el suelo en un charco de sangre mientras su mujer y sus hijos, lamentaban su pérdida llorando desconsoladamente, lo hizo estremecer.

No pasó nada sin embargo, pero las dudas volvieron a crecer en su interior. Pero no podía permitirse el fracaso. El dinero era necesario y le había prometido a su mujer la suma que necesitaba, y algo más para dejarla contenta. Amaba a su mujer y no podía fallarle. Apoyó de nuevo el pie en el dintel y con un menor impulso logró trepar un metro más. Sus pies se abrazaron al caño y ejercieron presión para sostenerse y no resbalar, al mismo tiempo que le permitían liberar una de sus manos y aferrarse al caño un poco más arriba, y avanzar. Todos esos movimientos estaban bien coordinados, pensó Ramón. Era como tejer una telaraña por donde se desplazaba cómodamente. Jugó con la idea de comprarse un traje de Hombre Araña la próxima vez. Estaba orgulloso de su maestría. Nunca había sufrido un accidente desde que descubrió que esta era una buena forma de mantener a su familia desde que lo habían despedido de su trabajo de bombero. Y de financiar su debilidad que le había costado su puesto junto a los hombres que combatían el fuego, pero que le estaba apestando la vida. Se prometió en ese instante que lo abandonaría definitivamente “Sí, sí, mañana mismo dejaré todo ese mundillo de cartas y ruleta, y buscaré un trabajo decente”, juró en voz baja.

Alejó finalmente esas ideas de su cabeza y se concentró nuevamente en trepar. Observó las ventanas del edificio por si algún vecino se había percatado de su presencia, pero todo estaba tranquilo a esa hora de la noche. Sobre el pozo de luz estaban ubicadas las cocinas de los apartamentos, y a esa hora le gente miraba la televisión en la sala o se habían acostado a dormir. Ya estaba superando el tercer piso, cuando sintió a través de los guantes que la pintura del caño se desprendía con facilidad. En la oscuridad no podía ver si se trataba del herrumbre que había carcomido el metal y la pintura, o era basura que se había pegado a la tubería. Los guantes le quitaban además sensibilidad para apreciarlo. Quiso pensar en las hojas que se desprenden en el otoño, y que el viento las arrastra hasta que se alojan en los lugares más inverosímiles. El sudor corría por todo su cuerpo por el esfuerzo. Le ardían los ojos al penetrar en ellos las gotitas de sudor que caían de su frente. Los cerró y vió millones de estrellas amarillas que volaban en círculos, chocaban entre ellas como átomos, y se esparcían por el infinito espacio negro. ¿Estaría por marearse? Abrió los ojos y pestañeó repetidamente para alejar las gotitas de sudor y las molestas estrellas. Al llegar al cuarto piso se tomó una pausa más larga. Trató secarse el sudor restregando su cara contra la tela de la camisa a la altura de los hombros. Los brazos estaban adormecidos y tenía la impresión de que podían acalambrarse en cualquier momento. Pero alejó también esta idea, sencillamente porque nunca le había pasado antes.

Tres metros más y ya estaría a la altura del quinto piso. Con un destornillador podría abrir fácilmente la ventana corrediza del balcón interior de sus vecinos. Allí acostumbraban a tener el lavarropa y otros utensilios de limpieza. La gente incluso acostumbraba a dejarla entreabierta para que entrara aire fresco, confiados en que ningún ladrón podría llegar por ese camino. La inseguridad era algo que los medios destacaban todo el tiempo, el temor crecía en la ciudad, la policía parecía impotente o no hacía nada. La gente pensaba de todas formas que le podía pasar a otros, pero no a ellos, pensó Ramón. Aunque esta vez no sonrió, porque al fin y al cabo se trataba de vecinos a los que apreciaba.

Sus manos se agarraron con fuerza al caño y sus pies lo presionaron con determinación para esos tres impulsos finales que lo llevarían al quinto piso. De pronto sintió como el caño desaparecía debajo de sus manos y se hacía añicos como aquél sabroso barquillo relleno de chocolate en el que había pensado. La fuerza del impulso lo tiró hacia atrás y la presión de los pies no alcanzó para sostenerlo y comenzó a deslizarse lentamente. Quedó suspendido unos segundos mientras el caño cedía lentamente separándose de la pared, doblándose por el sitio más débil en algún lugar cerca del suelo. Ramón miró hacia abajo y sólo vió un pozo de oscuridad. Logró aferrarse de nuevo pero la tubería gimió, y con una explosión de metal partido se derrumbó arrastrando al vacío el cuerpo y el alarido de desesperación de Ramón. En esas décimas de segundo volvió a ver a su mujer y a sus hijos, pero esta vez no lloraban. La primera maldecía la suerte de haberlo encontrado, y los chicos que él fuera su padre. Después todo se tiñó de un rojo intenso en su cabeza, y la tela de araña se desvaneció definitivamente.

viernes, 16 de abril de 2010

Cuando la cruz se vuelve una maldición

El escándalo de los abusos sexuales realizados por sacerdotes católicos en Suecia comienza a crecer lentamente, pero como en otros lugares a lo mejor estamos viendo sólo la punta del iceberg.

El obispo Anders Arborelius trata de aliviar lo escandaloso de las denuncias con una actitud abierta y compasiva con las víctimas de esos abusos cuyas historias ha recibido hasta ahora vía de e-mail. No sabemos si todas esas denuncias que vienen cayendo gota a gota sobre el cáliz de la iglesia católica son anónimas, o si ya el obispo cuenta con nombres concretos. En todo caso se revela ahora que el obispo conocía un caso de una chica que sufrió abusos sexuales y no hizo nada para que el sacerdote implicado fuera denunciado por esos abusos. El secreto de la confesión, fue la causa por la que el obispo no siguió adelante con la investigación.

En todo caso las denuncias hechas hasta ahora tienen credibilidad aunque sean anónimas, ha dicho el obispo. El contenido de las mismas delata la pena, frustración y también la furia que guardan esas personas contra los sacerdotes que rompieron con todas las reglas que juraron cumplir, cometiendo un delito que desde el punto de vista de la religión que predican y de la ley es abominable.

Cuánta responsabilidad tiene la jerarquía eclesiástica sobre lo ocurrido puede ser que para algunos sea discutible. Pero para muchos es innegable que esa cultura de callar y ocultar le ha hecho mucho daño a una institución que con los siglos ha pasado por momentos extremos en su constante intención de controlar en lo posible a la clase política, económica y militar de las sociedades. No por eso es muy distinta a otras organizaciones, pero la iglesia católica en particular, ha estado aliada a fuerzas ultraconservadoras y le ha proporcionado a muchas sociedades personas formadas en su cátedras que hoy detentan puestos importantes en cargos de gobierno.

Ese afán de controlar el poder detrás de las bambalinas, y el esfuerzo por mantener todo el tiempo una imagen depurada y luminosa, ocultan detrás de esa fachada a individuos que aprovechan ese sistema y cultura, para vivir impunemente sus fantasías sexuales con chicos y chicas que confían ciegamente en ellos porque representan al Señor y a su intocable institución: la Iglesia.

Claro que hay en la iglesia católica sacerdotes que han entregado su vida por una causa justa, por la verdad y el humanismo. Son muchos y no hay que olvidarles. Pero esa imagen se difuma cuando existen miles de denuncias por abuso sexual en muchos países del mundo. Ha sido como el efecto que causa una botella de ketchup al apretarla. Salpica para todos lados y el mal es irreversible cuando cae sobre una camisa blanca.

Cómo saldrá de esta crisis la iglesia católica es difícil de dilucidar, pero una de los problemas que debe enfrentar con mayor premura es seguramente poder reclutar nuevos sacerdotes para seguir predicando lo que Jesús parece haber dicho. Encontrar jóvenes que quieran vivir una vida de celibato en un mundo donde sin dudas no faltan tentaciones para el pecado, hace enormemente difícil la tarea de convencerlos para que inicien una vida donde la renuncia a fornicar es apagada con padrenuestros y avemarías, y en los casos más difíciles con autoflagelamientos humillantes. Y entre esos que luchan contra el demonio, existen los que finalmente pierden su batalla individual. Algunos como el actual presidente y ex-obispo Fernando Lugo de Paraguay, eligieron "pecar" y después sobornar a sus conquistas cuando el resultado de sus aventuras les hinchaba la panza a las seducidas jóvenes, aunque en su caso no fue suficiente ya que salieron a luz sus aventuras amorosas, aunque el precio político parece haber sido mínimo.
Otros que no alcanzan tales éxitos, pasan a una especie de clandestinidad mudándose de parroquia en parroquia, clandestinidad que recién ahora comienza a resquebrajarse, y ya es hora que paguen por sus canalladas.

Las víctimas de esos abusos sexuales, y los que puedan aparecer en el futuro, son un testimonio de que algo huele mal en el reino del Señor...

Un ataúd para Dan Mitrione


El bar era un punto de reunión para los vecinos en la avenida Rivera, y allí me reuní con mi tío Julio en un encuentro fugaz en Montevideo, para compartir unas pizzas y unas copas de vino cuando de pronto salió la conversación sobre su antiguo trabajo de carpintero. Mi tío Julio se había jubilado hacía ya muchos años, y ahora cobraba su menguada pensión y hacía trabajitos como jardinero en los veranos en los chalets de Pocitos y Buceo. Mi tío tiene unos poderosos brazos que terminan en dos manos grandes con gruesos dedos, capaces de doblegar cualquier resistencia, y todavía olía a cedro, pino y barniz. La carpintería donde trabajaba era de uno de los tantos italianos que se habían radicado en Montevideo. Cavani se llamaba el propietario del taller de carpintería, donde trabajaban unos 10 empleados. Mi tío Julio era uno de los que hacían el trabajo de terminado fino de muebles y ataúdes.

Una mañana de 1970 llegó un alto oficial de la policía y un funcionario del gobierno a la carpintería. Pidieron hablar con el propietario, y mantuvieron con él una agitada conversación durante varios minutos. Finalmente se retiraron dándole un apretón de manos a Cavani y se marcharon en un patrullero.Cavani llamó entonces a los trabajadores que apagaron las sierras y otras máquinas quedando el taller bajo un pesado silencio. El patrón los miró a todos y dijo solemnemente:

- El gobierno ha elegido esta carpintería para enviar en un ataúd de prima qualitá a Dan Mitrione a su país. No preciso decir quién es este hombre, ustedes saben de quién se trata. Julio será el encargado de hacer el ataúd. Capisce? – enfatizó Cavani y agregó - Tenés tres días para terminar el trabajo, Julio. Si precisás ayuda, que te ayude Pancho.

Dió media vuelta y se marchó a su oficina, desde donde vigilaba la carpintería y a los obreros. Inmediatamente se puso a diseñar el ataúd según los deseos de la familia de Mitrione.

El tío Julio expresó con una mueca una sonrisa forzada. Los demás lo miraban como compadeciéndolo, aunque no faltaba quien lo envidiara. Julio miró la hora e hizo un cálculo del tiempo establecido y el ritmo de trabajo, y esperó que Cavani le entregara el plano del ataúd apurando el lustre final de un guardarropa con el que había estado ocupado la última semana.

Dan Mitrione era el hombre de la CIA en Uruguay en aquéllos años en que el MLN- Tupamaros llevaba una ofensiva de guerrilla urbana que sorprendía con sus tácticas a una policía y gobierno que no tenían experiencia en este tipo de confrontación política-militar, donde el secuestro de diplomáticos y funcionarios corruptos, los asaltos de bancos y copamientos eran pan casi diario en el Uruguay de entonces. Dan Mitrione estaba acusado por el MLN de entrenar en técnicas de tortura a la policía uruguaya. Por eso, luego de denuncias sobre casos donde los prisioneros habían perdido la vida, los Tupamaros decidieron golpear al corazón de la represión y al representante de Estados Unidos en el país.

La policía movilizó todos sus recursos para lograr ubicar a Mitrione, pero sin resultado. La exigencia del MLN era la liberación de una lista de presos de la organización, que el gobierno no estuvo dispuesto a cumplir, con el visto bueno del gobierno de Estados Unidos. La lucha contra la subversión como se la llamaba en aquél entonces, no permitía concesiones. Por eso cumplido los plazos, Mitrione recibió un balazo en la cabeza, y fue abandonado en un coche en un barrio de Montevideo.


Ahora mi tío Julio debía fabricar la última morada que Mitrione habitaría en la tierra hasta que se hiciera polvo. Un hermoso cajón de cedro lustrado, con manijas y adornos dorados que viajaría a Estados Unidos para ser enterrado en alguno de esos verdes cementerios de cruces blancas donde descansan los hombres y mujeres que sirvieron a su país, sin importar si fue por una causa justa o injusta. O tal vez en algún pueblo o ciudad donde los camposantos son un oasis de paz bajo los frondosos árboles.

Cavani llamó al tío Julio después de la pausa del almuerzo y le entregó el plano del ataúd. Largo y ancho, altura y repujados, y otros detalles que discutieron durante un rato. Al fin, una vez puestos de acuerdo, el tío Julio se marchó hacia su mesa de trabajo para elegir la madera y ponerse manos a la obra. Cavani sin embargo le advirtió antes de marcharse que vigilaría de cerca su trabajo, porque quería que todo fuera perfecto.

El tío Julio midió, cortó, unió, pegó, lijó, pulió, barnizó, forró y agregó las piezas de metal necesarias en forma meticulosa y precisa. Después de tres días de trabajo intenso donde las jornadas eran más largas de lo común, logró una pieza que con su brillo de tono oscuro maghony y metal dorado, resaltaba en el aire iluminado por el sol, y fascinaba a sus compañeros de trabajo que lo miraban compartiendo el orgullo del tío Julio. Cavani inspeccionó cada parte del ataúd, tocando y oliendo cada decímetro de la madera; observó que cada pieza coincidiera perfectamente, y que el cierre fuera impecable. Movió la cabeza en forma de aprobación y le dió una palmada en el brazo al tío Julio.

- Giulio, tu sei perfetto.

El tío Julio se restregó las manos como si todavía estuvieran manchadas de barniz y polvo de madera, y mirándome a los ojos con un movimiento de cabeza dijo:

- Esa fué la única vez que construí algo con el odio como fuerza motriz. Te das cuenta? Lo que hay que vivir en este mundo –expresó melancólicamente.

El tío Julio había guardado sin embargo un secreto jamás revelado a nadie, pero en este boliche que parecía no haber sufrido un sólo cambio desde aquéllos tempranos años de la década del 70, como las gastadas sillas y mesas, o la balanza y el extinguidor de fuego que acumulaban polvo desde hacía décadas, me confesó que había agregado algo en la parte interior del ataúd, de la que nadie se había percatado.

- Le puse en letras repujadas en la madera, en la cabecera, el siguiente epitafio: “Q.E.P.D. MLN”. Me pareció algo justo para alguien que había provocado mucho dolor – me dijo el tío Julio.

Nos despedimos esa noche en la parada del autobús. El tío Julio había contado por primera vez aquél secreto nunca antes confesado. Creo que se sintió aliviado. Sus manos grandes permanecen en mis manos y mi antebrazo desde aquélla despedida nocturna en la parada del autobús. Su aroma a madera y barniz todavía lo percibo a través del tiempo*

viernes, 9 de abril de 2010

El juez Garzón en el banquillo

España es como una caja de Pandora. De ella emergen las cosas más insólitas sobre las que no podemos dejar de sorprendernos. La corrupción sacude hasta los cimientos al Partido Popular y sus dirigentes miran hacia otro lado y se deshacen en excusas y ningundeos. El juez más independiente y más valiente que hasta ahora ha dado el país ibérico, Baltasar Gazón, es llevado ante los tribunales por haber abierto una investigación sobre los crímenes del franquismo!

Nada menos que unas 100 000 personas fueron víctimas de la persecución y ejecución masiva durante los años de la guerra civil española. Y luego esa persecución continuó causando una de las emigraciones masivas más grande de la época moderna en Europa, sobre todo al continente americano.


Pues bien, dos organizaciones con raíces en el fascismo español, Manos Limpias y Falange Española, han logrado convencer a un juez para que abra un proceso contra Garzón por prevaricación, ya que habría ignorado la ley de amnistía de 1977.


Tal vez todo no sea más que una cortina de humo del la derecha ultra para tratar de hacer daño o distraer la atención del escandaloso desarrollo de los casos de corrupción que se abaten sobre el PP.


Como sabemos la politización de la justicia en España todavía es feroz, y sus jerárquicos estamentos están plagados de conservadores y algunos pocos progres. Aunque sin dudas la herencia del franquismo y la hilacha que muestran los que ocupan los puestos más altos en esa jerarquía, no dejan dudas hacia donde van dirigidas sus simpatías.


HAy que ver los fallos sobre la corrupción en Valencia y el sobreseimiento de Camps por el tribunal de la provincia para darse cuenta hasta dónde están atados políticos y jueces en ese país.





LAs próximas semanas nos dirán cuál será el destino de Garzón: o bien suspendido de sus funciones como juez por 20 años, es decir a "cadena perpetua", o su reintegro al juzgado donde ejerce su profesión más fuerte que nunca.





De ocurrir lo primero, España quedará con los pantalones y los calzoncillos por el suelo, esperando que la ultraderecha siga ejerciendo el poder de seguir violándola hasta que gente con más espíritu democrático suplante a los carcamanes que hoy calientan los sillones del Supremo.

martes, 6 de abril de 2010

Críticas a la política de protección a la naturaleza

Un "libro blanco" sobre la política medioambiental del gobierno sueco de centro-derecha fue presentado por la Asociación para la Protección de la Naturaleza (Naturskyddsfòrening-NSF) el martes 6 de abril.
En el informe se destaca la rebaja de los recursos, cambios en las leyes y una política que tiende a contemplar más los intereses privados antes que la propia naturaleza.

La misma corre el riesgo de deteriorarse aún más ante los avances de empresas explotadoras de bosques y de comunas que extienden permisos de urbanización en lugares antes protegidos.
El ministro de Medio Ambiente Andreas Carlgren opina que la NSF tiene una visión obsoleta sobre la política del cuidado medioambiental.

Mikael Karlsson, presidente de NSF, señala que el gobierno a perdido el norte y ni siquiera cuenta con una política medioambiental para después de 2010. Esto a pesar que la propia UE ha decidido que los países miembros deben definirla inmediatamente y cumplir con esos objetivos para 2020.

Entre los temas más criticados por NSF están la explotación cada vez más creciente de los bosques y el uso de productos químicos que van al alza a pesar de los daños que causan a vegetales y animales que habitan en esos bosques.
Además, puntualiza NSF, se ha permitido la introducción al país de un abeto americano (contorta)que se desarrolla más rápido pero que tiende a expandirse eliminando a otras especies autóctonas. Actualmente hay 500 000 hectáreas plantadas con este abeto, y la tendencia es que los propietarios de bosques lo sigan plantando ya que demora en crecer entre 60 y 70 años, mientras los abetos autóctonos demoran entre 90-100 años.

Otro de los cambios producidos en este período de gobierno de centro-derecha es el deterioro del derecho del uso público de las playas y otros espacios naturales (allemansràtten). Según NSF muchos lugares atractivos fuera y dentro de los actuales centros urbanos más importantes como Estocolmo-Gotemburgo-Malmò están siendo ahora objeto de una acelerada urbanización que impide el libre uso de esos espacios hasta ahora comunes.

LA caza del lobo, del lince y del hurón es ahora permitida si alguno de estos animales ataca a un animal doméstico, lo cual deja la vía libre para que cazadores furtivos maten a cualquiera de esos animales y luego afirme que su perro fue atacado. Como generalmente no hay testigos la policía no tiene más remedio que creer en la versión del individuo. Además el número máximo estas especies se limitarán en el futuro a cantidades que arriesgan su supervivencia a largo plazo, afirma en su informe NSF.

Otras críticas de la asociación son por ejemplo la reducción en 100 millones de coronas al presupuesto que estimula la producción ecológica; la rebaja de los recursos para comprar zonas para la reserva ecológica que actualmente es sólo el 50 por ciento del presupuesto de 2006.

A pesar que el ministro Andreas Carlberg ha defendido su política calificándola de moderna y abierta a la opinión de los propietarios de bosques y otras fuerzas productivas, la tendencia parece ser - si el análisis de NSF es correcto - que los intereses privados y la explotación de los recursos naturales predominan sobre el interés colectivo que en general prefiere que el medio ambiente natural sea protegido y no explotado. Un conflicto que tiene sus vaivenes dependiendo de las fuerzas políticas que integran los gobiernos.

Según la actual ley sobre protección a la naturaleza sólo el 1,5 por ciento del territorio nacional es considerado como protegido,el 98,5 por ciento restante puede ser modificado y explotado de una u otra manera, siempre y cuando sea con el visto bueno de la autoridad correspondiente. Lo que abre amplias posibilidades para que los intereses económicos sigan predominando sobre las fuerzas que luchan por mantener una naturaleza que hasta ahora es la admiración y recreación de los habitantes de este país que hacen turismo ecológico, como de visitantes extranjeros que también aprecian profundamente visitar espacios que no han sido objeto de la explotación humana.

viernes, 2 de abril de 2010

Cuando las utopías se convierten en pesadillas

La humanidad siempre ha creído en fuerzas superiores que de una u otra forma manejan los hilos de la vida de cada individuo. Claro que siempre hubo escépticos, pero las grandes religiones monoteístas impusieron sus dominios sobre la conciencia de mujeres y hombres en su esfuerzo por controlar a esa descarriada raza humana. El premio a tanto sacrificio aquí en la tierra sería recompensado con el Paraíso en el Cielo o estar ante la Divina Presencia.

Luego llegó la modernidad, y después del renacimiento en occidente y de las teorías socialistas y de otros signos que se fueron expandiendo por el planeta, así como los avances acelerados de la ciencia , el escepticismo ganó nuevos adeptos que han dejado a las religiones y las utopías políticas un poco acorraladas en sus dogmas, pero no por eso vencidas ni mucho menos.

En todo caso la Nueva Era ha dado paso a otras utopías terrenales a falta de paraísos en el cielo, donde el ser humano protagonista indiscutible jugaría el papel de superhéroe para ganar la igualdad, la fraternidad, la justicia social perfecta, y nada menos que la libertad.

El siglo XX ha sido un buen laboratorio para que las ideas socialistas y de otros signos pudieran ponerse en práctica en su afán por llegar a la meta que los teóricos del siglo anterior habían fijado y que tantos millones de humanos esperábamos se hicieran realidad. Sin embargo la evolución inherente en esos procesos totalitarios terminaron por socavar su existencia, porque las bases que soportan las relaciones humanas están predeterminadas por un solo centro de poder donde el máximo control de los ciudadanos es una necesidad ineludible. De ahí la debilidad de esa estructura que acaba por implosionar cuando los soportes se debilitan ya que dentro del colectivo comienzan a dibujarse el perfil de cada individuo. Estos terminan imponiendo la idea y la meta que la necesidad de libertad es más importante que el control de las conciencias por el partido/estado.

Al mismo tiempo contemplábamos y sufríamos la utopía de las derechas, que abrazadas generalmente a los rituales y fe de la religión, convertían la tierra en un infierno donde el tango Cambalache describe con mucho atino a lo que la condición humana es capaz de arrastrarnos, si es que no queremos ser más serios y recordar el precio de las guerras de alta y baja intensidad, golpes de estado, dictaduras, etc, etc.

Sin embargo, aquéllos protagonistas con la conciencia tranquila de los que entienden que los fines justifican los medios, se valían (se valen) de la oración, algunos padres nuestros y aves marías, para que todo fuese perdonado - y al momento de dejar de respirar, allí estaba la recompensa esperándolos, es decir el paraíso donde todo es armonía y paz.

Por otro lado otra religión se ha hecho cada vez más importante en las capas sociales donde predomina el consumo y el materialismo: con su profeta Don Dinero y su padre, don Poder. Ambos unidos causan estragos desde hace mucho tiempo también en este planeta, no sólo entre los humanos sino también en el clima y el medio ambiente. La utopía de estos adoradores del poder y del dinero es convertir al mundo en un gran mercado, donde cada uno vende su cuerpo, su alma y su conocimiento al mejor postor sin intervención del estado o cualquier otra autoridad. Todo se compra todo se vende.

Ni la utopía de la izquierda ni la de la derecha, ni las otras que están en la cabeza de otros actores que hoy aparecen en el escenario de nuestras vidas en un mundo cada vez más globalizado, en esta primera década del siglo XXI, nos convencen cuando vemos los resultados de tanto sudor, sangre y sufrimiento de las víctimas de esas utopías. Porque si ese es el precio para llegar allí, cuál será el que deberán pagar los que vivan la realidad de esa utopía si logran imponerla. Ejemplos sobran para entender que todo no es más que una falacia de la mente humana asociada al mesianismo, le complicidad de los oportunistas y el cinismo de los indiferentes.

Los líderes mesiánicos desfilan ante nuestros ojos, ya sea con la cruz en la mano al mismo tiempo que acarician el cuello de un chico o una chica adolescente al cual con toda seguridad después violarán, mientras con la otra hacen el signo de la cruz para salvar otras almas descarriadas que los ven a esos misericordiosos representantes de Dios como puros e intocables.

Pero también puede ser ese otro actor que irrumpió en occidente, humillado y con los ojos inyectados de venganza, con la media luna en la frente y la espada en una mano, con un cinturón de bombas alrededor del cuerpo, dispuesto a volar por los aires junto a decenas de personas que visitan un mercado o una mezquita, viajan en tren, avión o en bus, con el deseo de convertirse en mártir, un mártir que como está escrito en su manual religioso aprendido de memoria, recibirá como premio las vírgenes que lo esperan con toneladas de leche y miel.

A todos estos profetas, mártires y utopistas les arde en el cerebro una sola cosa: conquistar el espíritu de los escépticos y convertirlos en otros tantos iluminados para cambiar el mundo. Algo nuevo en este planeta? No claro, sin embargo y a pesar de la lenta y trabada democratización de las sociedades, esas utopías aparecen cada vez más lejanas e inalcanzables porque en el proceso crece la importancia de cada individuo y el valor de su opinión y conducta.


Claro que todavía en el plano político y religioso tenemos a ese líder que agita su última obra impresa donde están grabados los principios que conducirán al colectivo a realizar aquí y ahora la obra más justa y monumental que la historia humana haya conocido, mientras todo se derrumba a su alrededor, y el conformismo achata a una sociedad que sólo tiene una meta: sobrevivir un día más.

Esa es la realidad que las imperfectas democracias parlamentarias y plurales enfrentan en un mundo fragmentado y contradictorio - y donde esa condición humana hecha de barro y de oro, busca sin embargo alejarse de las utopías para lograr un mundo accesible, sin dudas imperfecto e incluso muchas veces injusto, pero donde el esfuerzo por la justicia y la igualdad son la permanente meta que se construye en base al esfuerzo y valentía de los individuos y la fortaleza de las instituciones.

Por eso cada mañana hago mi oración a la Imperfección Humana para que impida que las utopías de leche y miel, paraísos celestiales y sociedades perfectas se hagan realidad. Y mejoremos con actitud cívica la imperfección que nos toca vivir hasta que al polvo regresemos. Amén.