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lunes, 1 de febrero de 2016

Días de Cine LA JUVENTUD

En un apartado valle de Suiza, refugiados en un hotel donde solo las celebridades descansan (y pueden pagar), dos amigos comparten los ratos de ocio con paseos, baños, masajes y cenas en un ambiente aparentemente placentero. Detrás de esa apariencia se esconden sin embargo tensiones y frustraciones cuando los dos amigos tratan de recordar los años de su juventud, sus relaciones,  vocaciones y carreras artísticas. Fred (Michael Caine) es compositor y director de orquesta, pero ya retirado,  y Mick (Harvey Keitel) todavía un activo director de cine en su ocaso. También aparecen en ese pequeño mundo rodeado de picos montañosos y verdes bosques de pinos y abetos, personajes reconocibles que con sus apariciones le dan una cuota de humor y realidad al intenso drama con esos personajes camino a la decrepitud.

La Juventud (Youth) relata lo que Fred y Mick están pasando en ese momento de sus vidas donde la hora de la cuenta final ha llegado, y pesan las culpas guardadas en cajas herméticas que comienzan a resquebrajarse y dejan pasar la luz para iluminar las zonas más egoístas y estériles de sus vidas, aparentemente productivas y brillantes a los ojos de los demás.
Lena, la hija de Fred, pone en relieve lo que fue la relación con su padre dedicado exclusivamente a la música mientras ella anhelaba la caricia y la ternura que nunca llegó. Escenario, fotografía y protagonistas le dan un magnífico relieve a una película que da cuenta con creces de lo que es la  condición humana.
               
                   Dirección: Paolo Sorrentino

Michael CaineFred Ballinger
Harvey KeitelMick Boyle
Rachel WeiszLena Ballinger
Paul DanoJimmy Tree
Jane FondaBrenda Morel
Tom LipinskiGuionista enamorado
Ed StoppardJulian
Madalina Diana GheneaMiss Universo

viernes, 29 de enero de 2016

Días de Cine LA GRAN APUESTA



Así se llama en español la película americana The Big Short, una historia basada en la gran crisis financiera de los últimos años en EEUU que llevó a la ruina a varias instituciones bancarias que aparentemente parecían ser sólidas y tan altas como las montañas Rocosas. La debacle arrastró a la cárcel a sus directores y gerentes hasta ese momento ciudadanos fuera de toda sospecha. Se trata del pinchazo de la burbuja inmobiliaria más grande en tiempos modernos que estos bancos causaron dando créditos hipotecarios a diestra y siniestra,  las llamadas hipotecas basura,  La ambición de los banqueros de multiplicar sus fortunas exponencialmente y en el tiempo más corto posible terminó por explotar en sus propias manos. Hasta ese momento, año 2008, los bancos y las instituciones financieras, así como los medios de comunicación y los órganos gubernamentales hacían caso omiso a las advertencias, pero unos pocos outsiders que nunca faltan en Wall Street, apostaron a que todo se derrumbaría en un corto tiempo. Y su diagnóstico no falló.

Y de ellos trata la película, dirigida por Adam McKay, quien para no ser aburrido construye la historia con secuencias cortas y con mucha movilidad de la cámara. Pero a mi parecer, los diálogos enredan al público con la insoportable jerga financiera que sólo dominan los que habitan esa burbuja, y termina aburriendo, creo, al más interesado. Con lo complejo que se ha vuelto todo ese mundo de especulación, probablemente no había forma de hacer la película más sencilla, pero entre bonos truchos, préstamos hipotecarios morosos, y decenas de inventos financieros fraudulentos sale uno mareado. Y hay que agregar el genial invento de uno de estos protagonistas, Michael Burry (Christian Bale), es decir el llamado "seguro de impago de deuda", una herramienta financiera que los hace multimillonarios a estos nuevos actores cuando todo se derrumba a su alrededor. Las consecuencias son catastróficas para millones de personas que perdieron sus casas, sus trabajos y engrosaron el ejército de los indigentes en las calles  de muchas ciudades norteamericanas  donde se creía que el "sueño americano" era posible. Mi consejo: si está dispuest@  a soportar la jerga de Wall Street seguro que aprecia el mensaje: hacer fortuna nos cambia, y no para mejor.

Ficha técnica
DirectorADAM MCKAY

Reparto
Christian BaleMichael Burry
Ryan GoslingJared Vennett
Steve CarellMark Baum
John MagaroCharlie Geller
Brad PittBen Rickert
Karen GillanEvie
Marisa TomeiCynthia Baum
Melissa LeoGeorgia Hale
Finn WittrockJamie Shipley

jueves, 21 de enero de 2016

Días de Cine TRUMBO Y TRUMAN

TRUMBO
Dalton Trumbo  (Ryan Cranston) es el personaje  que fue víctima de la persecución macarthista en 1947 en EE.UU. Truman fue un escritor y guionista brillante (Espartaco, Papillon) galardonado con premios importantes por sus guiones, entre ellos dos Oscar, se ve acorralado por el montaje que el gobierno norteamericano permitió llevar a cabo  a un comité de actividades anti-estadounidenses encargada de combatir a los presuntos comunistas aliados de Moscú.
La película desnuda la hipocresía y el miedo reinante en la sociedad y los justificados temores en  actores y guionistas de ser acusados por simpatizar o ser miembro del PC norteamericano, o simplemente ser liberal de izquierda.

Cranston con su interpretación de Dalton Trumbo y el director Jay Roach, le dan a la historia un dinamismo y sólido realismo en la  lucha por sobrevivir en medio del acoso y la traición. Por medio de seudónimos sigue escribiendo guiones para productoras de segunda categoría que le pagan poco pero saben que el producto es de buena calidad.

El apoyo irrenunciable de su mujer Cleo (Diane Lane) y los hijos sostienen a Trumbo para mantenerse firme en sus convicciones y pagar con la cárcel y el exilio en México, su negativa a colaborar con el Comité. Y en la bañera con agua caliente, donde se sienta siempre con el pucho siempre humeante, para plasmar  sobre una tabla que sirve de apoyo a su máquina de escribir, nuevas historias. Dueño de un incasable talento creador, logra superar todos los obstáculos que le ponen en el camino y al final la industria de Hollywood debe rendirse a sus pies: nadie escribe guiones de tanto éxito para películas muy taquilleras, es decir que dan jugosas ganancias. Al final es lo que les importa, verdad?

Basada en la novela de Bruce Cook.

***** de 5

TRUMAN

Truman, es una película sobre la amistad y la lealtad entre tres personajes, Julián (Ricardo Darín), Tomás (Javier Cámara)  y Truman, un perro viejo y cansado compañero de Julián de toda la vida.
Julián padece un cáncer y le queda poco tiempo de vida, por eso su amigo Tomás decide viajar desde Canadá, donde está radicado, a Madrid para visitarlo y retomar la larga amistad que los une. El film va desnudando los sentimientos y miedos de ambos ante la certeza del conocido final, pero también refleja el proceso de una amistad que a veces parece resquebrajarse, y en otras ocaciones crece con ternura y humildad. Truman es el elemento unificador cuando las tensiones se hacen palpables.

Paula (Dolores Fonzi) es otra protagonista a quien le cuesta aceptar que su amigo persista en rechazar  a continuar con el tratamiento de quimioterapia. El drama pone en evidencia para quienes sufren de una enfermedad de este tipo, el pánico que produce tomar la decisión de terminar con su existencia dignamente o en cambio seguir los tratamientos que alargan un deterioro y muerte inevitable. La película también apunta a la soledad de Julián, separado de Gloria, su ex-mujer (Elvira Minguez)  y la ausencia de su  hijo Nico (Oriol Pla) con quien apenas se comunica, y del cual sabe muy poco ya que reside en Amsterdam donde estudia. La necesidad de cerrar las cuentas sentimentales pendientes con quienes han sido importantes en su vida llevan a Julián a tomar decisiones que le otorgarán la paz espiritual que necesita para enfrentar la muerte. Y Truman cambiará de aires.

Producción argentina-española, dirigida por Cesc Gay.

***** de 5.










sábado, 16 de enero de 2016

Días de Cine EL RENACIDO

Montañas heladas, animales salvajes en un bosque inhóspito, ríos vertiginosos  y depredadores humanos en busca de pieles y otras riquezas naturales son el escenario donde se desarrolla lo que al principio podría apreciarse como una película de aventuras. Pero detrás de esa fachada que tiene su origen en un personaje real, está la historia de un legendario cazador, Hugh Glass (Leonardo di Caprio) y su hijo mestizo (Forrest Goodluck), fruto de la relación amorosa entre el cazador con una indígena Pawnee que sería asesinada por el ejército francés en una expedición de castigo contra su asentamiento.

Ese conflicto con los indígenas de la región y los inmigrantes europeos, especialmente franceses, son el segundo escenario de la película, donde la persecución de los indígenas al grupo de cazadores es implacable, ya que buscan rescatar la hija raptada del cacique. Y el tercero que resulta ser el núcleo central de la historia es la venganza, que como en la mayoría de las culturas se impone a un padre cuyo hijo ha sido asesinado ante la ausencia de la ley y la justicia. Con una espléndida fotografía, actores compenetrados con sus roles, un Leonardo di Caprio estupendo, un Tom Hardy convincente en el papel del malo, y un director, Alejandro G. Iñárritu, que nos sigue sorprendiendo por su versatilidad y su compromiso con el cine como arte, El Renacido es una experiencia visual y emocional que no hay que perderse.

El Renacido ganó tres Globos de Oro y esta nominado a doce premios Oscar de la Academia de Cine.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cuentos en la Nube. Una historia de Navidad el día de Lucía.

Este es un relato  unos días antes de la Navidad,  el día de Lucía, el 12 de diciembre. En los países nórdicos se celebra esta tradición con una ceremonia protagonizada por niñas y niños que cantan una emotiva canción a la virgen mientras visitan distintos lugares para un público diverso - y en las escuelas y guarderías. Al mismo tiempo ideas oscuras abrazadas a la xenofobia y al racismo gana las mentes de muchos europeos resucitando un viejo fantasma. Los motivos pueden ser variados, pero las víctimas son todos aquéllos y aquéllas que simplemente son diferentes por el color de la piel y/o su cultura. La Navidad según la tradición cristiana debería acercarnos a pesar de los prejuicios. Pero no siempre es así. (La foto no tiene ningún vínculo con el relato, es solo una ilustración)


Una historia de Navidad el día de Lucía.

Todavía era noche oscura en la ciudad a pesar de que el reloj del salón de la Casa de Salud había dado las 07.30. Todos los ancianos allí reunidos esperaban expectantes la entrada de las niñas adolescentes vestidas con túnicas blancas que portaban velas encendidas en forma de corona sobre sus cabezas, y cantando la melancólica canción a Santa Lucía que todos los niños y adultos cantaban ese día. Ya sea como integrantes de un coro o como publico de la celebración. Para muchos era el comienzo de las fiestas navideñas a pesar que recién estaban a 13 de diciembre. Pero en esa fecha, pensó Ingrid una anciana de 90 años sentada en una silla de ruedas, se celebraba el fin de la noche más larga del año  y comenzaba el regreso de la luz. Ella  estaba muy emocionada y las lágrimas ya corrían por sus mejillas  al ver entrar al grupo de niñas y niños cantando "Santa Lucía" con voces armoniosas. Los recuerdos se agolparon en su mente y la llevaron a las celebraciones en que ella misma había participado cuando era niña mientras en Europa, y no muy lejos  de allí, de desarrollaba una terrible matanza con millones de muertos.

- Qué bella es la Lucía - dijo Göran, otro anciano que ya había superado las 80 décadas, sentado a su lado y señalando con su mano extendida a la chica que encabezaba el grupo. Era distinta, podían todos comprobarlo. De piel morena y cabellos renegridos y ojos del mismo color contrastaba con el resto de las otras adolescentes de cabellos rubios, ojos azules y muy blancas de piel. Los ancianos de aquélla Casa de Salud estaban sentados en semicírculo en el gran salón y el grupo de niñas recorrió la fila lentamente  mientras cantaban. Detrás venían tres varones con disfraces marrones de galletitas de jengibre, otra tradición que en esos días era imposible obviar. Y otros tres más llevaban trajes de Papá Noel. Las galletitas de jengibre de verdad con forma de corazón no podían faltar en los hogares y tampoco faltaban en el hogar de ancianos, quienes en ese momento las masticaban y acompañaban con café.

Ingrid no pudo evitar saciar su curiosidad por saber el origen de aquélla Santa Lucía tan distinta a las que estaba acostumbrada a ver. Cuando las niñas terminaron de cantar entre entusiastas aplausos le hizo una señal a la "Lucía"y ella se acercó presurosa para satisfacer la curiosidad de la anciana porque adivinaba lo que iba a preguntarle.

- Hola señora, qué desea? -preguntó con dulzura sin acento extraño, algo que los habitantes
del país  esperaban generalmente cuando iniciaban una conversación con una persona que no tenía aspecto nórdico. Ingrid no era ajena a esa costumbre, por eso no mencionó aquello de "Qué bien hablas el sueco ... aunque se nota que no eres de aquí".

- Querida, quería comentarte que han hecho un espectáculo hermoso y que eres muy bella. Cómo te llamas?-dijo con voz tímida Ingrid.
- Me llamo Florencia y mis padres son peruanos.
- Qué nombre más bonito!
- Gracias señora, nos da mucha ilusión poder alegrar un rato este hogar con un público tan entusiasta.
- Pues no todos estamos contentos - dijo una voz ronca desde el fondo de la sala. Era Lasse, un setentón que siempre estaba malhumorado y nada le venía bien.
- Disculpe, que quiere decir con eso? -respondió Ingrid irritada.
- Que donde se ha visto una Santa Lucía negra. No calza con nada, no te han hecho ningún favor hija-dijo con tono paternal que no simulaba la acidez del comentario.
- No tienes vergüenza Lasse! Decirle eso a la niña que vino a alegrarnos la mañana -comentó irritada Ingrid.
- Pues es la verdad, sino pregúntale a todos aquí - enfatizó Lasse con aire de triunfo.
- No se preocupe señora, no es la primera vez que me pasa esto. Yo entiendo que se rompe una tradición con esto de que las "Lucías" tienen que ser rubias. Pero no me preocupa, el señor Lasse tendrá que acostumbrarse a soportar a las "Lucías" morenas, amarillas y coloradas - respondió mirándolo directamente a los ojos.
- Atrevida! Cómo te atreves a contestarme de esa manera cuando este país le ha dado de comer a tus padres y a ti. Desagradecida! Si fuera por mí los echaba a todos a sus países de origen con un pasaje solo de ida.

El silencio se había extendido alrededor de los tres.  Los ancianos y los chicos que acompañaban a Florencia no podían salir de su asombro. La profesora que acompañaba al grupo empezó a reunirlos para irse cuanto antes al ver el cariz que tomaba la situación.
Pero Florencia no se movía, mirando fijamente al anciano y hechando chispas por los ojos le dijo.

- Es usted un malvado, le importa más el color de la piel que lo que la gente  lleva por dentro. Mis padres siempre me han dicho que personas como usted están acosados por el miedo a lo desconocido. Se creen superiores pero no lo son. Sólo un grupo de conejos asustados!
- Pero no hay nadie que haga callar a esta "cabeza negra". Stefan, tú opinas lo mismo que yo. Y Lotta, también a ti te parecía bochornoso el espectáculo. Es que me van a dejar solo en esto? No ven que el año próximo vamos a ver cantando a un grupo de monos?
- Eres realmente despreciable Lasse. No tienes respeto por nada ni nadie. A ver qué opinan los demás, no tienen nada que decir? -dijo Ingrid mirando al grupo de ancianos. Todos habían bajado la cabeza, hasta Göran que había estado de acuerdo con el emotivo momento que los chicos habían protagonizado.

Entonces Ingrid se incorporó de su silla de ruedas con mucha dificultad y recorrió con su mirada el salón lleno de caras compungidas.
- Ya me lo imaginaba. Son unos cobardes! les espetó en la cara. Florencia tiene razón.
- Señora, no se preocupe, el señor Lasse es sin dudas el líder de este hogar, y hasta ahora nadie le ha cuestionado ese liderazgo. Ignora que hace miles de años llegaron de África miles de humanos que emigraron buscando nuevas tierras. Ellos eran negros probablemente, y el señor Lasse tiene en su venas y en el ADN sangre de negros circulando. No lo siente señor en sus arterias y es por eso que tiene miedo?

Lasse hizo un esfuerzo por levantarse y al hacerlo se llevó la mano al corazón. El rostro estaba pálido y contraído.
- Es un infarto! - gritó Stefan tratando de sostenerlo para que no cayera y se golpeara.

Todos se miraron impotentes. Dos cuidadores que estaban presentes quedaron parados como estatuas. Entonces Florencia se acercó a Stefan y le pidió que acostara a Lasse en el suelo. Pidió una chaqueta y se la puso debajo de la cabeza como una almohada. Luego juntó sus manos sobre el pecho del anciano y empezó a contar mientras sus brazos bajaban y subían rítmicamente tratando de reactivar el corazón con un masaje intenso. Pero nada sucedía, Lasse estaba inerte y cada vez más pálido. Entonces Florencia apretó con dos dedos la nariz del anciano y comenzó a hacerle respiración boca a boca. Sintió el sabor del café y las galletitas de jengibre, y apenas pudo contener la náusea que la invadía. Siguió luego con el masaje al corazón y a la quinta vez Lasse pegó un ronquido y abrió los ojos.
Un largo suspiro recorrió el salón y pronto dos ancianos ayudaron a Lasse todavía aturdido a sentarse en un cómodo sillón.
Poco a poco fue recuperando el sentido y miró a su alrededor sin entender mucho lo que pasaba.
- Tuviste un infarto, Lasse. Y casi te nos vas. Pero ... - y ahí Stefan se detuvo simulando recuperar la voz que extrañamente había desaparecido.
- Pero quién me salvó? Cómo pude recuperarme? -preguntó a los demás, pero nadie respondió.
Entonces levantó la vista y se encontró con los ojos negros de Florencia. Y comprendió. Le tembló todo el cuerpo y unas gruesas lágrimas corrieron incontenibles por sus fláccidas mejillas.
- Perdón -atinó a decir.
Pero Florencia no lo escuchó. Ya había partido a reunirse con sus compañeros de clase.


                                                                                    ***
Este relato pertenece al libro de la colección Cuentos en la Nube (I) Una luz en la noche y otros cuentos que publiqué en Amazon 2018. A los/las interesadas en estos relatos de ficción pueden hacerlo a través de esta página en los comentarios.


domingo, 2 de agosto de 2015

Cuentos en la Nube - UN ATAÚD PARA JACK LONE

En estos días se publicó en Uruguay el libro de Ricardo Butazzoni, Una Historia Americana. Se trata de la muerte del agente norteamericano Dan Mitrione en 1970 en manos del MLN-Tupamaros. He comenzado a leerlo, no tengo elementos para dilucidar cuanto de ficción y  realidad hay en el libro, salvo los datos más conocidos publicados en su momento.  El libro tiene un ritmo vertiginoso, es una lectura difícil de abandonar una vez que te sumerges en los meandros del relato. Un thriller que no es muy común en la literatura uruguaya.

Hace ya un tiempo escribí un relato puramente de ficción referido a un episodio posterior a la ejecución por parte del MLN de Dan Mitrione y la recuperación de su cuerpo. Lo hice por la anécdota misma que me contaron y porque recordé que era muy común escribir epitafios en las tumbas de los antiguos romanos para destacar la importancia de quien allí encontraba su descanso final. Probablemente todo era producto de una fantasía de quien me contó aquél episodio, pero lo transcribo como él me lo contó.

Un ataúd para Jack Lone

El café era un punto de reunión para los vecinos en la esquina de la concurrida avenida Gravina. Allí me reuní como acto de despedida con mi amigo Jacinto después de una corta visita a la capital, en un encuentro también fugaz, para compartir unas pizzas y unas copas de vino. En medio de las anécdotas surgió de pronto en la conversación su antiguo trabajo de carpintero.

Jacinto se había jubilado hacía ya algunos años y ahora cobraba su menguada pensión y hacía trabajitos como jardinero en los chalets de los barrios de gente rica con villas y parques suntuosos.
Al mirar sus poderosos  brazos  que terminaban en dos manos grandes y fuertes, manchadas para siempre de barniz y aceite, daba la sensación de que todavía olían a cedro y pino. La carpintería donde había trabajado pertenecía al tano Lombardo, uno de los tantos italianos que se habían radicado en la capital. En la carpintería trabajaban unos 10 empleados, y mi amigo Jacinto era uno de los tres especialistas que ejecutaban el trabajo fino al final del proceso de producción de muebles y ataúdes, que tanto prestigio le habían dado al taller de Lombardo.

Una mañana de agosto de 1970 llegó a la carpintería un alto oficial de la policía, un funcionario del gobierno y un gringo que nadie supo identificar. Pidieron hablar con el propietario y mantuvieron con él una agitada conversación durante varios minutos. Finalmente se retiraron dándole un apretón de manos a Lombardo y se marcharon en un patrullero.
Lombardo llamó entonces a los trabajadores que apagaron las sierras y otras máquinas, dejando el taller bajo un pesado silencio.
El   patrón  los  miró  a   todos  y     dijo solemnemente:

- El gobierno ha elegido a esta carpintería para enviar a Jack Lone a su país en un ataúd de prima qualitá. No preciso decir quién es este hombre. Ustedes saben de quién se trata. Jacinto  será  el  encargado  de  hacer  el ataúd ¿Capisce? – enfatizó Lombardo. Tenés tres días para finalizar il lavoro, Jacinto. Si precisás ayuda, que te ayude el Chino.


Dio media vuelta y se marchó a su oficina desde donde vigilaba la carpintería y a los obreros. Inmediatamente se puso a diseñar el ataúd según los deseos de la familia de Lone. Jacinto hizo una mueca y rió forzado ante esta misión relámpago que nadie hubiera deseado hacer. Los demás lo miraron como compadeciéndolo, aunque no faltó quien lo envidiara. Jacinto miró la hora e hizo un cálculo del tiempo acordado y de la rapidez del trabajo. Luego esperó que Lombardo le entregara las medidas y diseño del ataúd. La incomodidad entre los trabajadores por el encargo de la policía prosiguió aún después de que Lombardo se hubiera retirado del taller.

      -     Porqué diablos nos vienen a traer ese trabajo a nosotros? Vamos a quedar pegados cuando la gente se entere que hicimos el ataúd a un agente extranjero - dijo el Chino, mientras revolvía entre sus herramientas buscando una garlopa.
- No es para tanto -respondió Lucio, otro oficial de carpintería. Nosotros hacemos los trabajos para quien sea. Al fin y al cabo es lo último que recibe un ser humano, sea quien sea, un cajón donde lentamente se transforme en un puñado de polvo.
- Cómo puedes ignorar que este tipo era un asesor de la policía en torturas y otras calamidades para sacarle información a los presos? -respondió el Chino indignado.

- Pues a ese deberían incinerarlo dos veces. La primera ahora mismo y después en el infierno -gruñó Pepe desde el otro lado de la sierra donde se aprestaba a cortar los tablones de cedro para el ataúd.

- Eh! muchachos, no compliquen las cosas, - les reclamó Jacinto. Vamos a hacer un trabajo profesional y lo vamos a entregar a tiempo. No les parece suficiente que haya recibido un tiro en la cabeza?
      -    Está bien -acordó Pepe y empezó a cortar la madera mientras el ruido de la sierra apagaba las últimas voces.

Jacinto se puso manos a la obra sin más rodeos abandonando por el momento otra tarea que tenía entre manos, y así poder emprender el nuevo trabajo. Construiría un hermoso cajón de cedro lustrado, pensó, con manijas y adornos dorados que viajaría a Estados Unidos encerrando los restos de un hombre que sería sepultado en alguno de  esos verdes cementerios de cruces blancas donde descansan los hombres y mujeres que sirvieron a su país, sin importar si fue por una causa justa o injusta, pensó Jacinto. O tal vez la familia elegiría sepultarlo en uno de esos pueblos donde las lápidas de los camposantos forman también ordenadas filas en una colina. Jacinto vio interrumpidos sus pensamientos sobre la habitación de los muertos cuando Lombardo lo llamó para entregarle el plano del ataúd con las medidas y otros detalles que discutieron durante un rato. Si bien Lombardo prefería ser responsable de cada trabajo, escuchaba con atención los puntos de vista de Jacinto que no siempre coincidían con los suyos.

Después de ponerse de acuerdo  sobre todos los detalles Jacinto regresó a su mesa de trabajo para elegir la madera cortada por Pepe y ponerse manos a la obra. Lombardo sin embargo, le advirtió antes de marcharse que vigilaría de cerca el trabajo, porque quería que todo resultara perfecto.
Jacinto midió, cortó, unió, pegó, lijó, pulió, barnizó, forró y agregó las piezas de metal necesarias en forma meticulosa y precisa.   Después   de   tres   días   de   trabajo intenso donde las jornadas se alargaban más allá de lo común, logró construir una pieza a la que dio un color caoba oscuro con piezas de metal dorado que resaltaban en el ambiente iluminado por el sol y fascinaba a sus compañeros de trabajo, que lo miraban compartiendo el orgullo de Jacinto.

Lombardo inspeccionó cada parte del ataúd, tocando y oliendo cada centímetro de la madera; se cercioró de que cada pieza coincidiera perfectamente, y de que el cierre fuera impecable. Movió la cabeza en forma de aprobación y le dio una palmada en el brazo de Jacinto.
      -    Figlio mio, tu sei perfetto - dijo con emoción Lombardo.
Jacinto se restregó las manos como si todavía estuvieran manchadas de barniz y el polvo de madera, y mirándome a los ojos con un movimiento de cabeza dijo:

- Esa fue la única vez que construí algo utilizando un reprimido odio como fuerza motriz. ¿Te das cuenta? ¡Las de cosas que nos toca vivir en este mundo! – expresó melancólicamente.
Sin embargo, Jacinto se había guardado un secreto que  jamás  le  había  revelado a nadie. Me confesó entonces que había añadido algo en la parte interior del ataúd, de la que nadie se había percatado porque estaba escondido detrás de la tela del forro que lo cubría.
- En la cabecera, oculto por el forro escribí un epitafio que me pareció justo por la actividad que ese hombre había realizado.
- En serio? - alcancé a preguntar asombrado porque si alguien era prudente ese era Jacinto.
    -    Sí amigo, el epitafio rezaba así: “Aquí yace un hombre que causó mucho dolor y sufrimiento. El que las hace las paga”.
- Carajo! - fue lo único que pude decir todavía asombrado por su audacia.

Esa noche, Jacinto me acompañó hasta la parada del autobús y allí nos despedimos. Ya en en marcha no pude dejar de pensar en su relato. Creo que se sintió aliviado por compartir aquél secreto. Han pasado ya muchos años después de aquélla confesión y nunca más me encontré con Jacinto. Y aún permanece en mí el recuerdo de aquél abrazo final con olor a madera y barniz y la lucidez de su epitafio.


viernes, 24 de julio de 2015

Cuentos en la Nube GORRIÓN

La ausencia de un padre puede ser muy dolorosa aunque la familia se esfuerce por desviar las preguntas y tenga una historia mas o menos creíble que contar. Pero a veces de la forma mas inesperada se revela la verdad.


Gorrión


El agua hirviendo cayó sobre la pileta de hormigón llena de sábanas y ropa blanca. Las manos de doña Liboria estaban rojas pero ella decía que estaba acostumbrada a los fríos del invierno y al agua caliente. Y de alguna forma era cierto, porque en aquéllas manos callosas de tanto restregar cuellos, manchas y mugre de diverso tipo, y mantener en orden la casa y el amplio patio de su humilde vivienda, cada día la tarea se prolongaba unas diez horas diarias, excepto los domingos. Las dos piletas de lavar estaban ubicadas alrededor del tronco de una higuera que en esa época del año presentaba un aspecto triste con sus hojas marchitas.

El pequeño Gorrión ya estaba pateando una pelota de goma contra la pared de la casa con la esperanza de que su primo Eduardo llegara más temprano que tarde a jugar “de arco a arco”, una disputa que consistía en hacer con dos piedras un arco imaginario de cada lado del patio o en la calle, y mostrar las mejores habilidades simultáneamente como arqueros y goleadores cuando se enfrentaban.

Doña Liboria sonrió al ver a su nieto enfrascado en una de las pocos juegos que, en la dura realidad de la familia, el chico podía disfrutar con aquella pelota de goma. Incluso al precio que volara por los aires alguna que otra lechuga o cantero de flores que con tanto esmero cuidaba Eulogio, su marido. Volvió en su divagar mientras restregaba la ropa a pensar en la desgracia del chico por no haber conocido a su padre, que creía había viajado a un país lejano cuando era pequeño para nunca más volver. Hasta ella había aceptado sin creerlo,  la historia que su hija Begoña les contó cuando al fin reconoció que estaba embarazada. 

Alejó esos pensamientos y se concentró en enjuagar la ropa preparándola para retorcerla con la ayuda de una de sus hijas, Manuela o Begoña, que en la habitación más grande de la casa se dedicaban a planchar la ropa, doblarla y acomodarla en las bolsas de tela para entregarlas a la tarde.

Ramiro, su hijo mayor, salió de la humeante cocina después de desayunar más tarde que los demás. Había nacido físicamente normal pero más tarde comprobarían una cierta discapacidad intelectual que le impidió ir a la escuela pública.  Escuelas especiales privadas no existían en el pueblo, por lo que Ramiro se pasaba dando vueltas por el barrio imitando al sonido de una trompeta apenas alguien se lo pedía. 
        
        -    Eh! Ramiro, como suena la trompeta del gran Louis Amstrong?

Y Ramiro comenzaba a emitir sonidos muy parecidos a una trompeta interpretando incluso con un similar parecido algunos tonos de What a wonderful world para asombro de los que por primera vez escuchaban los tonos que salían de la boca del muchacho, mientras que los brazos y los dedos simulaba tocar el instrumento.

Doña Liboria no renunció a tener más hijos a pesar de las advertencias, así que luego nacerían Manuela y Begoña para felicidad del matrimonio. Habían ya pasado treinta años desde que Ramiro naciera, recordó emocionada. Se acomodó su largo pelo blanco y crespo detrás de las orejas que le estaba molestando,  y siguió con su tarea aunque tuvo que hacer una pausa cuando los cristales de sus anteojos se empañaron por el vapor del agua caliente y tuvo que secarlos con la tela de su delantal.

En eso estaba cuando sintió que alguien golpeaba las manos en el portón de entrada. Pensó que seguro era el panadero o el lechero que venían algo retrasados esa mañana, pero inmediatamente llegó Gorrión corriendo. Estaba agitado y cuando vio a la abuela mirarlo de reojo y con el ceño fruncido frenó sus pasos. Por fin secándose las manos Liboria le preguntó qué le pasaba. Y Gorrión balbuceó algunas palabras incomprensibles para la abuela.

     - Hablá claro gurí! No ves que no entiendo ni jota de lo que estás diciendo….
- Abuelita, hay un señor con una bolsa de ropa y dice que está sucia y no limpia como se le prometió.
La abuela Liboria con los brazos en jarras escuchaba a su nieto y no podía creerlo. Que la ropa estaba sucia?
Que venían a reclamarle por algo que ella estaba segura habían entregado completamente limpia? Era demasiado para su orgullo y dignidad como lavandera de toda una vida.

- A ver, adónde está ese tipo?
- En el portón, abuelita. Está enojado, parece, -dijo el Gorrión no muy seguro de lo que decía. Se había ganado el sobrenombre por lo menudo de su cuerpo y por la costumbre de estar siempre brincando por más que le pidieran que se calmara. 

      -    Bueno, iré allí a ver que quiere ese desgraciado.

El hombre estaba parado a un costado del portón. Cargaba una bolsa blanca de algodón como las que ellas usaban para entregar la ropa.

- Qué se le ofrece, caballero? preguntó doña Liboria con desconfianza cuando no reconoció al hombre que tenía enfrente ¿Como es eso de que le entregamos la ropa sucia?
- Buenos días señora, la verdad es que el chico debe haber entendido mal. Vengo a preguntar si podrían lavarme alguna ropa ya que estoy de paso por el pueblo. Y como en la pensión donde me alojo no tienen ese servicio me aconsejaron que la trajera aquí.

Doña Liboria miró de reojo a Gorrión pero bajó el ceño y se relajó ante la explicación del hombre.

- A ver Gorrión, llevá la bolsa y traé la lista de precios para que este señor… ¿como dijo que se llamaba? … para que tenga una idea de lo que cobramos por el lavado de cada prenda.

El hombre sonrió tímidamente, le alcanzó la bolsa al niño y le pasó la mano por la cabeza en señal de simpatía y como perdonándolo por la confusión que se había creado.
En ese instante salieron al patio Manuela y Begoña para curiosear quien había llegado.

        ⁃ Buenos días, atinó el hombre a saludar a las muchachas, pero palideció inmediatamente al reconocer a Begoña allí, parada ante él. Y la joven sintió que se mareaba ante la presencia del hombre. Manuela respondió al saludo algo extrañada al ver las reacciones de su hermana y el hombre que como avergonzado miraba al suelo.
Doña Liboria ocupada en repasar la lista que Gorrión le había alcanzado no se percató de la situación que se había creado.

     ⁃ ¿Entendió lo que cuesta el lavado de cada prenda que también le entregamos  planchada, verdad?
- Eeeh! Si señora. El precio está bien. No hay problema - ¿Cuando puedo venir a recogerla? balbuceó el hombre confundido.
- Venga mañana al mediodía y la tendrá lista, respondió doña Liboria.
- Muy bien, entonces mañana al mediodía. Ah! Me llamo Ricardo, disculpe que no me presenté -dijo con tono compungido.

Doña Liboria apenas le prestó atención y saludó con la cabeza y dio media vuelta dejando al hombre frente a las dos hermanas y a Gorrión que todavía estaba allí fascinado mirando al extraño. Entonces Begoña se adelantó dos pasos y le dijo con una mirada llena de rencor:

- Hijo de puta! Me prometiste que volverías en una semana después de encontrarnos en aquélla kermesse, y nunca más supe de vos. Diez años esperándote! Y de pronto te presentás aquí con tus calzoncillos mugrientos.

⁃ No tenía la menor idea que vivías aquí, Begoña. Perdoname, es que no pude volver, vos sabés que en la capital la vida es muy agitada y el trabajo de un vendedor ambulante es incierta. No tuve oportunidad de volver. Además cómo iba a saber que estabas embarazada? -trató de disculparse Ricardo.

Manuela y Gorrión observaban atónitos la escena presentada ante ellos y no se explicaban lo que realmente estaba ocurriendo.

      ⁃    ¿Sabés Ricardito? Te estuve esperando todos estos años y le he mentido a mis padres, a toda mi familia y a mis vecinos. Y cuando más te necesitaba no apareciste - dijo Begoña apretando los dientes.
      - Pero nena, esa noche de fiesta creí que lo que había ocurrido era solo algo pasajero entre nosotros. Vos sabés que esas promesas hechas en esos bailongos son tan volátiles como el humo. Nunca creí que en realidad te hubieras enamorado de mí - se defendió angustiado Ricardo.

  ⁃ Desgraciado, dijiste que era amor a primera vista, que era ese tipo de amor que es como un flechazo. Pues sí, fue tan certero ese flechazo que aquí tenés a tu hijo! -  dijo Begoña empujando a Gorrión hacia adelante.
Ricardo sintió como unas gotas de sudor caían por su frente y le ardían en los ojos.  También las manos se les empaparon de sudor y tuvo que meterlas en los bolsillos para que permanecieran quietas.

Entonces Gorrión dio unos saltitos y se adelantó con una ancha y resplandeciente sonrisa, y con los ojos llenos de esperanza dijo bien alto:

       ⁃ Hola papá!


lunes, 20 de julio de 2015

Cuentos en la Nube EL NÚMERO DE LA SUERTE


El número de la suerte

La mañana comenzó nublada y Toto agradeció a Dios que le hiciera la jornada más aliviada. Ese verano las temperaturas eran muy altas, y recorrer el pueblo en bicicleta bajo el ardiente sol era un suplicio.

- Viejo, ¿te vas ahora? - le preguntó Ramona, su mujer.
- Sí, después que infle las ruedas de la chiva.

Toto abrió el bolso y sacó los números de lotería que tenía para ofrecer a sus clientes. Y tuvo una fantasía. Miró su humilde casa y la revistió de colores, comodidades y un jardín espectacular donde las flores competían con los tonos del arcoiris. ¡Carajo! si a él le tocara alguna vez ganar la Grande, pensó. Se rió de sí mismo y  miró  los  números,  y  como  se  los s a b í a  de memoria fue recorriendo mentalmente  la  lista  de  clientes  a quienes debía visitar.
Su mujer salió hasta el portón de la casa y lo despidió otra vez mientras Pompeyo, su perro, jadeaba a su costado, esperando la señal para que corriera detrás de la rueda. Pero el silbido no llegó esta vez, y Pompeyo se quedó clavado en el suelo moviendo la cola frenéticamente y mirando como su amo se alejaba pedaleando raudamente.

Toto se dirigió al  primer  lugar  que  debía visitar y que quedaba cerca de su casa. Era el bar del gallego Manolo. Bajó de la bicicleta, saludó a un cliente que salía del bar, y entró saludando a los otros parroquianos.
 - Buen día, buen día…¿un numerito para la Grande muchachos. Elijan, elijan por favor.      Hoy nos toca a nosotros, señores - anunció optimista.
 -  Dale negro, hace tiempo que esa promesa es una chantada. Ya  no te creemos un pito de lo que nos prometés... - le reprochó uno de los aficionados al billar.
Toto  le  sonrió  a  los  pesimistas  que  estaban alrededor de la mesa de billar y se dirigió al mostrador, donde Manolo lo esperaba secando las copas con una sonrisa que ampliaba sus cachetes rosados.

 - Mucha gente esta mañana, - constató Toto alegremente mientras sacaba de su bolso varios décimos y los ponía prolijamente por orden numérico sobre el lustroso mostrador de madera esperando que se acercaran los clientes, incluso los más pesimistas.

Manolo eligió un décimo, pagó y le invitó con una copa de grapa a medio llenar.

- Tomá negro, para que entrés en calor, -le dijo con una sonrisa cómplice.

Toto agradeció, bebió y siguió su viaje, esta vez con los perros del barrio prendidos a sus pantalones y ladrando ante aquél intruso. Alcanzó a darle una patada en el hocico a uno de ellos y terminó con la persecución. Ahora tenía que pensar en la cuesta que le esperaba para llegar hasta la panadería del tano Locatelli. Allí casi todos los empleados le compraban a menudo un décimo y aprovechaban para hacer una pausa y bromear con él. Pedaleó con todas sus fuerzas tratando de no perder velocidad y logró mantenerla hasta que llegó a la cima de la cuesta donde estaba ubicada la panadería. Agitado por el esfuerzo se secó el sudor de la frente con el pañuelo limpio y bien planchado por   su   mujer,  y que   siempre  llevaba  en el bolsillo de su vaquero. 

-  Hola negro, ¿ya venís con la yeta? A ver si por favor algún día nos traés la suerte para poder rajar de este pueblo de mierda... le dijo Julio, uno de los empleados con cara de amargado, mientras preparaba la masa del pan.
   -  No se quejen, ché. ¿Dónde van a estar mejor que aquí? Pero a ver si eligen bien, porque tengo un presentimiento de que hoy la pegamos... - les dijo a modo de consuelo.

Cuatro décimos logró venderles, no mucho es verdad, pero en otras ocasiones no les había vendido nada. Montó otra vez en la bicicleta y se dirigió hacia el centro. Calles asfaltadas, veredas a la sombra de los frondosos plátanos y varios clientes más para golpearles las puertas.

-¿Y como viene eso? Le preguntó el vasco Arteaga, el único cliente que tenía costumbre de permitir que Toto le eligiera el número.
- A ver  si  me  das  suerte  esta  vez, negrito…  ¿Así que me das la terminación 47? Con ese puto número seguro que soy 2000 pesos más pobre.

 Toto sonrió y le deseó suerte, pero no quiso perder tiempo con Arteaga que le gustaba retetir rumores y chismes,  y recibirlos por supuesto del propio Toto que era una buena fuente de información. Pero Toto prefirió seguir su camino.

Completó la visita a varios clientes más y se dio cuenta de que había agotado prácticamente todos los números que llevaba consigo, menos el que siempre reservaba para don Gerardo Montelongo. Aquél número era sagrado para este cliente. Hacía ya quince años que había sacado millones con ese número, y desde entonces volvía a jugarlo empecinadamente todos los sorteos de la Grande.
Golpeó el zaguán de la casa con el llamador  con  forma  de  mano  cerrada  sobre una esfera de metal y esperó atento a los sonidos al otro lado de la gruesa puerta de madera de la lujosa y  bien conservada  mansión de los Montelongo.
Golpeó de nuevo y nada. Aquello le alarmó porque don Gerardo siempre estaba en la casa a esa hora y Toto no sabía nada del porqué de esa inesperada ausencia.
¿Estaría de viaje? Su incertidumbre duró poco. Una vecina que aparentó salir casualmente con la escoba en sus manos para barrer la  vereda de su casa, lo llamó agitando la mano, y susurrando le contó que toda la familia Montelongo había llegado de un viaje esa madrugada, muy tarde. Seguro que estaban durmiendo todavía. Ella era la única que conocía lo de ese viaje, porque don Gerardo no quería que nadie se enterara que habían partido.

- Por los ladrones, usted sabe - prosiguió susurrando.

Le agradeció a la mujer que después de unos pocos escobazos se metió en la casa. ¿Qué hacer? Se preguntó Toto desconcertado. Si no retenía el número don Gerardo lo maldeciría por el resto de su vida. A lo mejor había comprado el entero allí donde había viajado. Pero si habían estado en el extranjero era imposible. Conocía además el genio de su cliente que entraba en ebullición por pocos motivos. Todos le temían. Y mire si sale el número, pensó mientras acariciaba los décimos del entero.

El 03865 era el número de lotería que don Gerardo apostaba sistemáticamente y que Toto siempre reservaba para él. Al fin se decidió. El pagaría con su propio dinero el entero 03865 y se lo entregaría con o sin premio. Seguro que don Gerardo se lo agradecería. Recordaba que cuando había ganado la Grande la vez pasada, don Gerardo le había obsequiado con una par de quilos de yerba mate.

- De la mejor, negrito, de la mejor! Le gritaba mientras le palmeaba la espalda. Toto se marchó con dos quilos de yerba más rico, mientras la fiesta continuaba en el patio de la casa de don Gerardo, y donde no le ofrecieron ni siquiera un vaso de agua.
Pensó en sus ahorros y estaba seguro que le alcanzaría para comprar el entero. Le explicaría a su mujer lo complicado de la situación, y ella sin dudas comprendería su dilema. Así que fue al banco y llenó el formulario para extraer el dinero de su cuenta.

-¿Para qué querés tanta guita, negro? ¿Te vas a comprar un auto?  -le  preguntó burlonamente el empleado.
  -  No me alcanza ni pa´ las ruedas. Pero quiero hacerle un favor a don Gerardo
 - Vos hacerle un favor a ese viejo amarrete? No se lo hagas, negro. Y sea lo que sea hacete vos el favor, negrito. Olvidate de ese miserable.
 - No puedo. Es un cliente de muchos años -dijo Toto con tono reservado.
 -  Bueno, aquí tenés la guita. Y cuidado con los chorros y carteristas que están como buitres a la salida del banco - le advirtió el cajero con una sonrisa burlona.

Toto  montó  rápidamente  en  su  bicicleta  sin dejar de mirar a todos lados por las dudas que lo siguieran los malandras que él pensaba podían estar acechando como le había advertido el cajero del banco, y en pocos minutos llegó raudo a la oficina de loterías.

-   Hola, que tal las chicas más lindas del pueblo? - dijo a modo de saludo.

Las empleadas de la agencia lo saludaron riéndose y le abrieron la puerta de seguridad.
Al fondo había un pequeño escritorio donde don Ángel, el jefe de la oficina, estaba revisando el resultado de las ventas.

     - Que tal don Ángel, saludó Toto.
-   Mmmmm - salió un murmullo de la boca del jefe de la agencia.
  -   Aquí tengo la plata de la venta y solo me sobraron estos tres décimos.
- Mmmmm - volvió a confirmar Ángel mientras contaba el dinero. Luego le alcanzó un formulario que ambos firmaron, después de observar que todo estaba correcto.
- Sabe una cosa? Le pagué el entero a don Gerardo porque no pude hablar con él. Me costó unos buenos mangos, pero seguro que me lo agradecerá.
-  Mmmmm?!!
-  Bueno, creo que no habrá problemas, en el fondo es un buen hombre . Entonces, nos vemos la próxima semana, que pase bien - se despidió Toto.
-  Mmmmm - repitió a modo de despedida don Ángel. Toto no se esperaba más que aquélla  especie de mugidos. Siempre ocupado, el jefe de la oficina  de loterías del pueblo apenas hablaba con las empleadas, pero por lo menos a él no le decía negro o negrito, ese sobrenombre a causa del color de su piel que tanto lo fastidiaba y que nunca se había podido sacar de encima.
Montó otra vez en la bicicleta y pedaleó hasta el bar del gallego Manolo. Faltaban quince minutos para que comenzara el sorteo y quería tomarse una cerveza hasta que los niños cantores anunciaran los premios.
  
  -Llegó la hora de la verdad, negro. Si no nos toca aunque sea la devolución vas a tener que pagar la vuelta - le dijo José, uno de los parroquianos.
   - No se pongan nerviosos, señores - respondió Toto sin alterarse.

La vieja radio colocada sobre la vitrina de las bebidas carraspeó un rato mientras Manolo la sintonizaba, hasta que pudo distinguirse con nitidez la voz de un locutor que anunció, con una música de suspenso de fondo, el inicio del sorteo.
A dos voces una niña y un niño comenzaron a cantar los números y premios correspondientes.

En el bar todos estaban en silencio. Caras tensas, divertidas y burlonas rodeaban el mostrador, donde todos se habían arrimado para escuchar mejor.
De pronto se pusieron más atentos, los chicos estaban cantando el número de la Grande y las manos apretaban los décimos que habían comprado.
-   El 03865 con 20 millooooones de peeeesos!! -gritaron los chicos cantores repetidas veces.
Toto demoró unos segundos en reaccionar. De pronto sintió que se le aflojaban las piernas y un dolor intenso le invadió el pecho. Era el número de don Gerardo! Pero él lo había pagado.¿ Qué hacer?
Con los millones que le tocarían en suerte fantaseó de nuevo con una nueva casa reluciente, con techos de tejas, flores en un jardín bien cuidado por él y su mujer que se vestiría con elegancia, la casa con amplios  ventanales; Pompeyo saltando tratando de apresar un hueso falso que su mujer le lanzaba lejos para que corriera a buscarlo. Y sus hijos vistiendo ropas nuevas, hamacándose bajo un castaño, felices de dejar atrás tantas privaciones.
Concentrado como estaba en tomar una decisión crucial, no escuchaba las voces de los demás cuando le reprochaban haberles vendido números sin premio alguno.
Pensó que si él cobraba el premio sería visto como un estafador, ya que don Gerardo, que tenía poder en el pueblo, se encargaría de proclamar a toda voz que lo había traicionado.

Y si bien no era ilegal cobrar ese dinero, moralmente quedaría marcado como el hombre que se apropió de la fortuna del respetable vecino Gerardo Montelongo. Sabía que la opinión de una buena mayoría del pueblo sería esa. ¿Como un negro pobre iba a guardarse para su propio beneficio el entero que le correspondía a don Montelongo?
En esas elucubraciones estaba cuando el mismo don Gerardo entró como un vendaval en el bar con los ojos desorbitados

- ¡Negro, que me hiciste! ¡No me entregaste esta vez el número de la suerte! Cómo pudiste hacerme eso! - gritaba al mismo tiempo que agitaba los brazos completamente fuera de sí. - Te voy a aplastar como un gusano hijo de puta! - vociferó con los puños cerrados.
- Pero don Gerardo si estuve golpeando su puerta para dejarle el número - respondió Toto tartamudeado. - Y una vecina me dijo que había estado de viaje.

Todos miraban a Toto serios y compungidos por las consecuencias que le acarrearía el problema si don Gerardo perdía esa fortuna. Él era el hombre fuerte del pueblo, el que hacía y deshacía a su antojo, y al que por clientelismo o temor, o ambas cosas, idolatraban de los labios para afuera.
 - Negro de mierda me has jodido. Te voy a machacar y hasta tus hijos van a pagar por esta estafa que me hiciste.

Toto bajó la cabeza y sus manos abrieron el bolso temblando. De allí sacó el entero del número premiado y todavía sin levantar la mirada le dijo a don Gerardo.
- Mire don, aquí tiene su entero. Yo  mismo lo pagué pensando en que usted lo reclamaría.
Los ojos de don Gerardo se saltaron de las órbitas. La ira que lo invadía  se transformó por arte de magia en una carcajada estridente y corrió para abrazar a Toto.

- Negrito divino. Sabía que no me fallarías! ¡Esto es supremo! ¡Aprendan lo que es la lealtad de un hombre! - Gritaba, mientras pasaba el brazo por la espalda de Toto y le golpeaba frenéticamente - Gracias macho, de esta no me voy a olvidar. A ver gallego, ¡serví una vuelta para todos! - ordenó a Manolo mientras revisaba una y otra vez aquél papel que significaba su nuevo golpe de suerte.
 - Y bien muchachos, me voy a festejar con mi familia que todavía no sabe nada - dijo en forma de despedida.

Toto todavía amedrentado levantó la cabeza y vio como don Gerardo se aprestaba a salir del local. Y cuando llegaba a la puerta se atrevió a decirle:

- Por favor don Gerardo, no se olvide de pagarme el entero porque lo compré con mis ahorros - dijo con voz sumisa. 
- Seguro morenito. Pero ahora tengo cosas más importantes que arreglar, así que tendrás que esperar a que arregle esos asuntos - dijo con tono despreciativo, y se marchó a grandes zancadas tarareando una canción de moda.

En  el bar nadie dijo nada.

jueves, 25 de junio de 2015

La secreta historia de la semifinal Chile-Uruguay

No es ni siquiera el equipo de veteranos de algún país, sino
                            Mundialistas, que no necesitan hacer trampas, aunque pierdan
   todos los partidos.
El escandaloso final del partido entre Chile y Uruguay que terminó con las expulsiones de Cavani y Fucile tiene una trama de película , de un thriller que  por lo menos puede obtener una mención al Oscar.
La historia comienza en la mesa directiva de la Conmebol, organizadora del evento Copa América 2015. Luego de repartidos los equipos de los países participantes en sus respectivas series, comienza el análisis de qué equipos deben estar en la competencia a partir de los cuartos de final donde sin dudas comienzan los partidos con más público y que son de vida o muerte.
Estos señores ven en la primera semifinal, Chile - Uruguay un riesgo de que el dueño de casa se quede por el camino. La costumbre charrúa de amargarle al dueño de casa la disputa de la final es una amenaza con serias consecuencias: los estadios vacíos, y a su vez vacías las arcas con que se deben pagar los premios, los viajes de los equipos, alojamientos, y el contante y sonante para el propio bolsillo lo que significa la ruina de Conmebol.

Al Sr. X se le encarga entonces que cree un plan para neutralizar una posible derrota de Chile, sea durante el partido o en la definición por penales. El Sr. X se pone entonces en acción. Con la complicidad de uno de los jueces acuerdan que llegado el momento "nuestro hombre en la cancha" como lo define el Sr.X, provocará a uno
de los celestes para que sea expulsado. Cuando a Chile se le hacía cada vez más difícil convertir un gol por la férrea defensa uruguaya y la peligrosidad de los contragolpes, decide el Sr. X dar la orden al árbitro cómplice que de inicio a lo planeado. Como estaba acordado será por supuesto recompensado.

Así las cosas se determina que el más sensible a las provocaciones es Edison Cavani, que se encuentra irritable por una situación familiar en Uruguay, y ya tiene una tarjeta amarilla en su mochila. Entonces "nuestro hombre en la cancha" recibe la orden de actuar. Cuando la pelota está lejos y la atención del juez concentrada en otra parte, le toca el culo con dedo incluido a Cavani que lo aparta con el brazo. El jugador chileno simula entonces haber recibido un golpe y se tira aparatosamente al suelo. (vale recordar que en 2013 un defensa chileno, el mismo? le agarró los genitales a Luis Suárez lo que despierta ciertas sospechas sobre las tendencias sexuales de estos chicos). El juez corre entonces hacia el lugar del incidente y consulta al juez que estaba más cerca de la acción, y oh casualidad era el "segundo hombre en la cancha", y este confirma sin dudar el golpe tremendo de Cavani a su rival. Roja directa para el jugador al que no le valieron las protestas ni de las de sus compañeros. Aún con diez hombres se hacía difícil doblegar a esos uruguayos empecinados, hasta que llegó el gol de Chile. Pero la celeste no se amilanó por eso y siguió intentando el empate, y ante ese riesgo llegó la segunda orden: hay que expulsar a otro para debilitar la resistencia y los riesgos de los penales. Así le llegó el turno a Fucile, que limpiamente le quitó la pelota a Sánchez, que en su ímpetu tropezó con el jugador uruguayo y simuló él también una falta tremenda y dolorosa. Ya estaba el escenario servido. Tarjeta roja.

Con nueve hombres la celeste aún resistió la superioridad chilena, incluso atacó el arco rival aunque sin resultado y Chile pasó a las semifinales. El Sr X y el resto de la pandilla suspiró satisfecho y firmó los cheques a sus dos hombres en la cancha. El estadio nacional, sede del deporte más popular del país, y todavía con los gritos de los torturados bajo la dictadura en sus entrañas, se desbordó de alegría. Chile le había ganado a la bestia negra al que no le había podido derrotar en décadas. Cierto que con cierta ayuda de Dios, que esa noche cenaba con los integrantes de la Conmebol en el restaurante del estadio. Todo estaba en orden, podían seguir con los estadios llenos, recaudando el dinero a costa del bolsillo de los entusiasmados chilenos. Y nadie podrá dudar de la entereza moral de los jueces, porque al fin de cuentas son humanos y pueden equivocarse como cualquier hijo de vecino. Verdad?

Bueno, si esto tiene algo que ver con la realidad es pura casualidad. Los thriller son así, asquerosamente irreales.

domingo, 14 de junio de 2015

España empieza a cambiar la piel

La constitución de los nuevos gobiernos en las alcaldías, provincias y las Comunidades Autónomas de España es una buena prueba de que el reinado de Rajoy y su Partido Popular es menos popular a medida que pasa el tiempo. Su discurso altisonante y repetitivo de que el país está saliendo de la crisis suena hueco y hasta provocador para las decenas de miles de español@s que han sido golpeados brutalmente por el desempleo, los desahucios, la emigración y la rebaja de salarios entre múltiples cosas más que aumentaron la miseria. El empleo basura que se crea mayoritariamente no es una prueba de que son las mayorías las que se benefician del crecimiento de la macroeconomía. Por el contrario los que medran en ese laboratorio son los bancos y las grandes empresas multinacionales.

Las alianzas o los acuerdos en cada lugar le han dado además un nuevo giro al mapa político español al resquebrajarse el bipartidismo dominante desde que se inició en el período post-franquista. Ahora se han multiplicado los movimientos y partidos, tanto a nivel nacional como regional, sumando voluntades no sólo con la intención de mejorar las condiciones materiales de los ciudadanos de esos lugares, sino también prometiendo transparencia y combatir la corrupción, ese impresentable azote que ha socavado la confianza de la mayoría de la gente. Ver cómo desfilan ante los tribunales esa larga fila de imputados es una satisfacción aunque en su inicio le costó el puesto a los jueces Baltasar Garzón y más tarde a Elpidio Silva, que se atrevieron a abrir la caja de Pandora para dejar al descubierto cuanta estafa de dineros públicos estaba beneficiando a esos políticos y defraudadores de todo pelo.

Todo está por verse por supuesto, una cosa es este momento de euforia al desplazar al PP a su guarida de la calle Génova y otra es gobernar con criterio, justicia y el equilibrio que demandará el hecho de que son fuerzas políticas que representan diversos grupos sociales, muchas veces con intereses opuestos. Pero ahí está la prueba de madurez democrática que deberá demostrar la sociedad española al enfrentarse a esa nueva realidad. Y seguramente vendrán momentos difíciles e incluso se abrirán brechas entre esos grupos políticos cuyos nuevos representantes han recibido los bastones de mando en las distintas comunidades, provincias y alcaldías. Pero también es probable que salgan nuevas experiencias de cooperación y acuerdos que le den un nuevo impulso a la tan devaluada democracia española. Sí, un cambio de piel que pueda demostrar que también es posible hacer política de otra manera y abrir el camino para mejores resultados en noviembre cuando tengan lugar las elecciones nacionales.

sábado, 13 de junio de 2015

La red y el trapecista

La dependencia de internet se hace insoportable cuando hacemos uso de la misma con menor o mayor intensidad. Tanto para el que está prendido todo el día de la pantalla de su computadora, tablet o de su teléfono móvil como para los más moderados significa un hecho trascendente, es decir sentirse conectado,  esa nueva sensación de seguridad y tranquilidad que los humanos hemos inventado a falta de otra cosa que satisfaga nuestro ego y ganas de comunicarnos. Hace veinte días que estaba sin el servicio de internet en mi casa y esto me impedía volver a escribir en el blog. No estaba mayormente impaciente, pero sí encabronado con la empresa que hizo la instalación de fibra óptica en nuestro edificio, ya que las repetidas denuncias del fallo técnico que yo hacía sólo generaban respuestas evasivas con la promesa de que un técnico controlaría la instalación y el equipo, y en caso de que fuera mi equipo el responsable del problema tendría que pagar unos 100 euros.

Y con esa promesa/advertencia colgada como una espada de Damocles esperé y esperé hasta que ayer  por fin una llamada telefónica me puso en alerta, parecía que el técnico me  visitaría para arreglar el problema. Pero no fue así, la persona que llamaba quería antes de mandar a alguien hacer un test de las instalaciones y determinar así la posibilidad de arreglar el problema a distancia. Así que tuve que arrastrar un pesado mueble para hacer espacio y acostarme en el piso con el fin de controlar la consola principal que había sido instalada a diez centímetros del piso para ver si estaba funcionando correctamente. Una vez comprobado esto me pidieron que cambiara de lugar dos cables, es decir revertir su orden.

El asunto es que esta sencilla operación terminó con la falta de conexión a la red para este trapecista y ahora volvemos al espacio cibernético y digital para reflexionar sobre distintos temas públicos y otros más o menos privados. Como este de las conexiones. Es difícil pensar una sociedad sin esta prodigiosa herramienta aunque si miramos cinco décadas atrás esta red que hoy usan millones de trapecistas era un sueño imposible y algo que para nuestro modo de vida de entonces, más lento pero con menos estrés, significaba más tiempo para nuestros amigos y familiares de carne y hueso. Es cierto que internet se presta para todo, tanto cosas buenas como malas en ese afán por trascender. Antes se trascendía pero era más común hacerlo cara a cara, incluso los malos estaban obligados a dar la cara tarde o temprano. Ahora los miserables que desean hacerle daño a otros se ocultan bajo el velo total del anonimato con pocas chances de que lo descubran.  Esos son los trapecistas que saltan al vacío sin red que los proteja porque a la hora de la verdad el duro colchón de una celda es lo más que se le puede ofrecer. En cuanto a la compañía que debió darme inmediatamente el servicio de reparación del problema, espero que cambien para mejor el servicio al cliente, porque también de chantas está cargada la red.