El motivo de esta protesta es que la edad de jubilación pase de 62 a 64 años de edad porque sencillamente la gente vive más años, argumenta el gobierno. De lo contrario el sistema no se sostiene. Como es frecuente, los cálculos de los gobiernos neoliberales hacen tabla rasa con todos los grupos sociales y sin considerar las diferencias del desgaste físico y mental entre las profesiones y oficios de los trabajadores. Las estadísticas muestran, según los estudios realizados en Francia, que la esperanza de vida es menor cuanto más baja es la categoría social. Si se toma como referencia una franja del 75% de los varones franceses más pobres, de ese grupo sólo el 5% de ellos llega a los 62 años de edad. Mientras tanto si se observa cuál es el porcentaje entre los varones más ricos, se constata que dentro de ese porcentaje del 5% de la población, el 95% alcanza esa edad de 62 años, para no hablar de los que la superan también en relación con el otro grupo (cita de Arsenio Cuenca, sociólogo Universidad de Sevilla- Revista Nuevo Orden Mundial) Una sustancial diferencia que por supuesto se hace menos visible cuando se analizan las consecuencias para los sectores sociales medios. Trabajar más años para ganar menos, es la conclusión que se extrae de la reforma. Esto no deja dudas del carácter clasista de la reforma que a pesar del masivo rechazo popular, el gobierno de Macron logró superar dos mociones de censura contra su gobierno con la complicidad de una mayoría de la Asamblea Nacional que votó en contra de esa censura, lo que habla de la complicidad de diversos partidos que, como Pilatos, se lavan las manos.
Otra reforma jubilatoria neoliberal es la que intenta aprobarse en Uruguay a iniciativa del gobierno del presidente Luis Lacalle, y a la que llaman "reforma social", que también levanta ronchas bien grandes, aunque todavía sin las protestas masivas de actividades en las calles, pero con movilizaciones y paros parciales de los sindicatos y agitación constante de los partidos de la oposición reunidos en el Frente Amplio. Aquí el cambio en la edad de jubilarse es más notorio, porque hasta ahora la mayoría de los colectivos se jubilaban entre los 60 y 62 años. Con la propuesta del gobierno en cambio pasarían a jubilarse todos al barrer a los 65 años, es decir con un aumento de los años de aportes y un resultado que económicamente los perjudica, ya que ganarían menos que con el sistema actual. Según la central sindical PIT-CNT la iniciativa del gobierno sobre la seguridad social tiene la finalidad de debilitar además los mecanismos de protección de la gente, no solo de los que han generado recursos para sus jubilaciones a través de los años de trabajo, sino que perjudica también y directamente a las pensiones por viudez, por discapacidades y a los aportes para la infancia, que el mercado y el sistema de jubilaciones privado (AFAP) no contempla.
El presidente Lacalle todavía no se atreve a usar el método macrónico del decretazo porque seguramente se le resquebrajaría la base que lo sustenta, y probablemente sea inconstitucional, pero está empecinado en querer que se apruebe un sistema que evitó negociar con sindicatos y la oposición como es su praxis de gobierno, cada vez más volcado al campo de la ultraderecha sin freno porque en 2024 tienen lugar las elecciones. Las organizaciones populares tienen una visión de que tanto los trabajadores como los empresarios deberían aportar por igual o estos últimos en mayor proporción al Banco de Previsión Social, que es la institución que administra esos fondos que financian jubilaciones y pensiones. Lacalle y las Cámaras de Empresariales se oponen terminantemente ya que hasta ahora se han visto beneficiadas aportando mucho menos que los propios trabajadores, a pesar de que sus beneficios los logran no solo por su capital invertido sino por la labor de sus empleados, algo que al capitalista nunca reconoce a pesar de las evidencias.
Por último, debo mencionar las protestas que tienen lugar en Israel contra la reforma del Poder Judicial que intenta aprobar Netanyahu, otro presidente que se siente tentado a aumentar su cuota de poder desafiando la independencia de las instituciones de un estado que se hace llamar liberal, pero que le van quedando solo los flecos de ese liberalismo, ante un autoritarismo cada vez más marcado. Aquí también son decenas de miles los que protestan en las calles para impedir esta ofensiva de la ortodoxia política y religiosa de los sectores más ultranacionalistas con metas muy claras, una de ellas desalojar lo más rápido posible a los palestinos de sus territorios y seguir construyendo nuevos asentamientos. Que el Poder Ejecutivo pueda recurrir fallos de la Suprema Corte y anularlos, es dar un paso al totalitarismo vestido con el talit, el manto ritual de los rabinos y judíos más ortodoxos.
En definitiva, tres conflictos donde el perfil cada vez más autoritario de sociedades cuyas fuerzas políticas más derechistas y neoliberales con sus particularidades, intentan dar otra vuelta de tuerca para pasar a un modelo de sociedad donde las élites pretenden tener todo el poder sin excepción.
¡Bienvenidos a un Mundo Feliz!
(1) Mención a un personaje de la novela "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez.
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