Siete años de mala suerte conlleva que se te rompa un espejo en un descuido. Después de la última operación que le realizaron en la cadera, uno se pregunta si el rey de España ha pasado por esa experiencia. Y es que no sólo lo afecta a él personalmente cuando como cazador furtivo, cargando una de esas escopetas consideradas como las más mortales por su potencia y calibre, se lanzó a una aventura "safariana" en Botsuana. Elefantes, leones, rinocerontes y búfalos pusieron las barbas en remojo en ese país africano, pero un escalón parece haberle hecho una zancadilla a don Juan Carlos, que le costó un traslado urgente a España para operarlo de esa cadera rota. Cuantos euros habrá costado la aventura a los contribuyentes? Cientos de miles dicen los críticos que le recuerdan al rey que en su mensaje de Navidad pedía austeridad a todos los españoles. Pero el hecho de ser monarca implica escapar por el momento de ese concepto totalizador. Además qué pensar de un rey que mata elefantes o leones cuando estos animales están amenazados de extinción en varios lugares de ese continente? No ha razonado todavía don Juan Carlos sobre este asunto, y ninguno de sus asesores le ha advertido que no es buena publicidad para la Casa Real? Para mayor mala pata, unos días antes uno de sus nietos se había disparado un tiro en un pie con otra escopeta perteneciente a la Casa Real. Estaría por cazar conejos o sólo apuntando a algún blanco móvil el chaval? Las armas las carga el diablo, se podría decir, aunque personalmente creo que tiene que ver con ese espejo roto del rey.
Después para colmo de males las investigaciones sobre su yerno Iñaki Urdangarin y una trama de corrupción que salpica a la Casa Real, hasta ahora aparentemente blindada a tales dolores de cabeza que han perseguido a tantos renombrados políticos españoles, cobra relieve en los tribunales y en los medios. Y por si fuera poca mala suerte, un asunto de caracter internacional también golpea indirectamente a la Casa Real. La presidenta argentina Cristina Fernandez decidió que el estado argentino adquiera el 51 por ciento de las acciones de la compañía YPF-Repsol, pegándole un empujón con la cadera bien sana de la presidenta a la petrolera, despojándola del bellón de oro al que se habían acostumbrado después que el ex-presidente Carlos Menem les diera el privilegio de explotar los recursos petrolíferos y de gas, donde Repsol en vez de reinvertir en nuevos proyectos, repartía entre sus accionistas una buena parte del botín. Como todo el gobierno español, e incluso el PSOE, dicen estar detrás de Repsol y sus intereses, al monarca no le corresponde más que cerrar filas detrás de ellos y olvidarse de ir a cazar ciervos y jabalíes al Calafate de Cristina.