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miércoles, 31 de mayo de 2017

Mario Arregui y el eco de sus cuentos



Esta mañana revisando los libros de mi biblioteca descubrí uno de la editorial ARCA de Uruguay, apenas de 130 páginas, escondido entre otros más panzones y de dura encuadernación. Me sorprendió agradablemente que al liberarlo de aquel apretón reconocer la tapa del mismo. Su título es Ramos Generales del autor Mario Arregui. No es el único escritor  de nuestro Flores natal que ha aportado a las letras de la literatura uruguaya, aunque su creación, y espero no equivocarme, es la que más trascendencia ha tenido en el género del cuento, del relato corto que comprime espacio y tiempo con ese desenlace mágico y a menudo inesperado.

Mario era un hombre ya bordeando la edad de los cincuenta años (nació en 1917) cuando lo conocí en el café Beyruti a mediados de los 60 donde solía ir a tomar café y charlar con amigos de su generación, pero como eran reuniones abiertas y espontáneas, nadie ponía muchos reparos que dos o tres “pendejos” como nos llamaban, nos arrimáramos a escuchar. Eramos chicos que salíamos de la adolescencia, 16 - 17 años,  pero estábamos hambrientos de literatura y de escuchar a tan renombrado prosista y tertuliano. Porque Mario Arregui no solo era escritor, también era un aficionado a contar anécdotas sobre sus viajes o experiencias que resultaban siempre exóticas a nuestros oídos de muchachos provincianos que apenas habíamos salido del cascarón  pueblerino de Trinidad, la ciudad donde él también había crecido y cursado sus primeros años de estudios primarios y secundarios.

A través de sus dos hijos, Martín y Alejandro, con quien habíamos cursado juntos la escuela y el liceo, llegué a visitar la casa de Mario emplazada en una esquina, frente a la Plaza Flores. Eran los años de la emergente Revolución cubana. La invasión de Bahia de Cochinos y la crisis de los misiles habían quedado atrás, pero en Uruguay observábamos con interés la incipiente lucha tupamara y los debates sobre la necesidad de unir a la izquierda en un gran frente amplio.

Mario era miembro del Partido Comunista uruguayo, incluso fue su candidato en las elecciones departamentales, aunque no recuerdo que fuera un marxista-leninista ortodoxo, por el contrario era un hombre que había recogido de muchas fuentes una ideología abierta de izquierda, consciente de las iniquidades del sistema capitalista, de las injusticias y desigualdades a las que nos enfrentábamos en aquéllos años. Defendía con ahínco a la revolución de los barbudos cubanos en debates que tenían lugar en el el cine Plaza, cuando todavía era posible debatir sobre estos temas. Pero estaba bastante solo, nuestro pueblo era conservador, y en parte lo sigue siendo, pero el sueño de la nueva sociedad y el hombre nuevo parecían realizables en nuestro ingenuo fervor juvenil por la revolución en aquéllos años donde la juventud se levantaba contra la guerra de Vietnam y participaba en Europa en el Mayo del 68.

El libro mencionado Ramos Generales removió en mi memoria al encontrarlo aquéllos años, más precisamente 1967, en que buscando la forma de empezar a redondear un cuento inspirado en mis lecturas de Horacio Quiroga, William Faulkner y el propio Mario Arregui le pregunté a Martín  si podía prestar la máquina de escribir de su padre y además sentarme  en la pieza donde tenía el escritorio y la biblioteca. Mario solía ausentarse muchos días a veces por su trabajo en el campo, y su casa abierta era el ágora para algunos amigos que buscábamos libros y comentábamos las impresiones de lo último leído.  Yo deseaba fervientemente llevar un cuento mío de las hojas de un cuaderno escrito a mano a plasmarlo sobre un folio blanco.  Recuerdo que aquella máquina de escribir  era una vieja y pesada Remington, si es que la memoria no me traiciona, seguramente de los años cincuenta y pesaba probablemente más de diez quilos pero sus teclas eran livianas y repiqueteaban sobre el papel con una música acompasada cuando lograba escribir varias palabras sin equivocarme.

Corría el año 1971,  era año de elecciones en Uruguay y formalmente se había constituido el Frente Amplio. En esos agitados meses un puñado de jóvenes nos habíamos organizado en comités de base, pertenecientes a distintos grupos de izquierda, socialistas, comunistas, cristianos y otros, mayoritariamente estudiantes de bachillerato,y así participar activamente en la campaña electoral. Recuerdo que repartíamos volantes con la propaganda política del Frente y del partido en que cada uno militaba, y teníamos a Mario como uno de los baluartes que con su moto BMW con sidecar nos acompañaba cuando disponía de tiempo a distintos barrios del pueblo, o nos fue a buscar en una ocasión a la comisaría cuando la policía nos había arrestado por repartir “volantes subversivos”.

La primera edición de Ramos Generales fue impresa en 1985, el año de su fallecimiento. Mario tenía 67 años cuando murió en Montevideo.  La misma edad que hoy tengo yo al recordarlo, muy lejos de nuestra ciudad natal. Tal vez esta casualidad de encontrar su libro a esta edad me ha empujado a escribir estas líneas en honor a su recuerdo. En este libro mencionado Mario se explaya sobre el género “cuentos” como la forma más antigua de la humanidad de comunicar anécdotas, episodios, experiencias, pero en forma oral cuando la palabra escrita todavía no existía.
  “El cuento parece ser hijo del fuego y de la noche” escribió Mario mentando entre otros a los gauchos orientales como parte de esa tradición oral rodeando los fogones. Y luego arremete a dilucidar si su narrativa era criollista o gauchesca, algo que rechaza a pesar que muchos de sus cuentos tienen el ámbito rural como escenario. Él identificaba sus narraciones con “… la literatura a secas que no se constriñe  a un hombre circunstancial sino que persigue e interroga al hombre también a secas, y solamente se ve limitada por las limitaciones de su creador”. Cree que la literatura es una “rama de la Antropología -sin duda la rama más deleitosa, (la cursiva es mía) tal vez la más afinada, la más rica, la más potenciada de aventura”.

Algunos años más tarde de aquella emocionante experiencia personal de sentarme frente a la primera máquina de escribir en mi vida de muchacho imberbe para escribir el primer cuento, aunque este cuento finalmente fuera a parar al cesto de la basura,  recuerdo que Mario había regresado  de un viaje a Europa y a Cuba donde había participado como miembro del jurado en el certamen "Cuentos" de la editorial Casa de las Américas. A este viaje lo llama 20 000 Leguas de viaje,donde cuenta anécdotas de los lugares emblemáticos que visitó en Praga y en París. Recorriendo a pie esas ciudades en invierno se perdía conscientemente  por los barrios de ambas ciudades, dejándose llevar probablemente por la intuición de que detrás de cada esquina había algo nuevo por descubrir. Quedó fascinado con Praga pero la Ciudad Luz no lo impresionó tanto, nos cuenta. Voló luego por encima de España rumbo a Portugal y maldijo la hora de no poder visitar el país, de donde seguramente venían sus antepasados, por causa de la dictadura de Franco. Aterrizó en cambio en Lisboa y lo que allí vio le desagradó tanto por la impronta fascista y la situación de una ciudad muy empobrecida que partió hacia las Canarias para regresar desde allí a Uruguay. Hoy Lisboa es una ciudad adorada por quien la visita, lejos de aquella gris e invernal que él nos describe.

Mario fue un escritor escrupuloso y obsesionado con la forma e inventor de palabras, o mejor dicho un “retorcedor"  de las mismas para transformarlas sin quitarle el sentido original. Poseía un lenguaje serpenteante que se deslizaba en sus textos, generalmente apoyado en una erudición que muchos escritores uruguayos de la llamada generación del 45 ostentaban. 
Sartre, Breton, Malraux, Hemingway, Kafka, Onetti, Borges, E.A. Poe y otros escritores europeos y americanos  aparecen en estos capítulos más  personales de Ramos Generales y acuden a su auxilio a medida que va hilvanando la costura del relato. Autores que alguna vez leímos, otros aún son una deuda que tenemos con la literatura, y que Mario había leído  en profundidad. El libro se completa con nueve cuentos inéditos que se suman  al universo arreguista con variados personajes y escenarios.

Su ocupación de escritor la combinaba con el trabajo en la estancia que había heredado de su padre. De ahí su cabal conocimiento de los ambientes que muchas veces aparecen en sus cuentos, la mentalidad de los personajes y lo inexorable de sus destinos. Son cuentos sobre hombres duros, curtidos por sus vidas azarosas, hombres atenazados por las culpas, ambiciones, ignorancia, soledad, locura que los van acorralando hasta encontrar el destino final. Las mujeres rara vez aparecen como protagonistas, algo que Mario reconoce al recibir la crítica de un escritor cubano que señala sin decirlo directamente  que el machismo está presente en sus relatos. “Cada uno nace en el año destinado y en el lugar que le toca en suerte, y no puede escapar de ellos, yo nací en el Uruguay de 1917…” escribe a modo de disculpa.

No pocas veces es la muerte la que  termina sellando los cuentos de Mario. Porque la muerte es un mastín implacable  presente en mucho de sus cuentos, definitiva y liberadora. El último relato del libro, Abejas, tiene el tono autobiográfico de alguien que presiente y “escucha" el zumbar de la muerte. Era el zumbido de las abejas que emitían los muertos según una creencia de los antiguos griegos, escribe Mario. “Fumo con la misma lentitud, y lo mucho de muerto que hay en un hombre de mi edad que agradece fraternalmente la cortesía de las abejas”. Era diciembre de 1984. Pasado un poco más de un año, el 8 de febrero de 1985, moría este referente de la literatura y narrativa de nuestra pequeña patria trinitaria. También a él irremediablemente le alcanzó esa fatal protagonista de sus cuentos. Y los que todavía estamos vivos esperando el zumbido, le agradecemos a Mario la herencia que nos dejó, y la historia dirá si humildemente pudimos aportar nuestro granito de arena a esa inmensa playa que es la Literatura con mayúscula.
OBRAS
Noche de San Juan (Número, Montevideo, 1956).
Hombres y caballos (Alfa, Montevideo, 1960).
La sed y el agua (Alfa, Montevideo, 1964).
La puerta abierta (1966).
Tres libros de cuentos (Arca, Montevideo, 1969), recopilación de sus tres primeros libros con un estudio crítico de Ángel Rama. Fue reeditado por Irrupciones (Montevideo, 2010) con prólogo de Elvio Gandolfo.
Cuentos (Col. La Honda, Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1971), selección de cuentos.
El narrador (Biblioteca de Marcha, Montevideo, 1972), antología con algunos cuentos inéditos.
Veinte cuentos (Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba, 1978). Selección y prólogo de Virgilio López Lemus.
La escoba de la bruja, (Ácali Editorial, Montevideo, 1979).
Líber Falco (Arca, Montevideo, 1980), emotivo esbozo biográfico del poeta.
Ramos Generales (Arca, Montevideo, 1985).
Correspondencia, 1981-1985 (1990).å
Los mejores cuentos, (Ediciones de la Banda Oriental, 1996).
Un cuento con un pozo y otros escritos (Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, Vol. 182, Montevideo, 2009), antología.
Diálogos sem fronteira. Mario Arregui y Sergio Faraco: Correspondencia. Porto Alegre: L&PM, 2009 (en portugués).


Fuente: Wikipedia

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