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"Nosotros los romaní también somos seres humanos" dice la pancarta llevada por esos niños. |
Sin embargo no hubo mejor ejemplo de que la discriminación no se borra por un libro presentado con bombos y platillos, que en realidad cuando se enumeran en su contenido los abusos cometidos contra los romanís parece un libro de color mierda, y no blanco como se lo denomina. El mismo día en que se realizaba la ceremonia en el hotel Sheraton en pleno centro de Estocolmo, personal de ese hotel le prohibía la entrada a una de las participantes del panel de la conferencia, una de las oradoras, a entrar en el salón donde los participantes desayunaban. La razón fue que estaba vestida con las ropas tradicionales de los romanís, una larga pollera negra y una blusa blanca, como ejemplo de su identidad de la que ella está orgullosa. O sea que en la misma cara del ministro de Integración Erik Ullenhag, maestro de ceremonias de esa conferencia, los prejuicios y la discriminación afloraban con toda su intensidad. "- Tú que haces aquí?", le espetaron en la cara cuando se dirigía al salón donde estaban reunidos los demás. Y le cortaron el paso.
Antes y después de la ceremonia del libro se ha revelado también - y relatado en uno de mis blogs -que por ejemplo la policía sueca tiene o ha tenido archivos que clasifican a los delincuentes no solo por sus antecedentes individuales como tales, sino como miembros del grupo étnico romaní donde su familia y parientes, niños, adultos y ancianos, también forman parte de esa lista que hace al entorno del acusado o procesado, pero que no tiene nada que ver con los delitos cometidos por esa persona. La ley prohibe terminantemente que se creen ese tipo de archivos donde el grupo étnico o de otro tipo al que pertenece el individuo sea parte de esos antecedentes. A ningún otro delincuente se lo clasifica de esa manera en el resto de los archivos, sólo por sus fechorías y delitos cometidos como debe ser en toda sociedad democrática. Fuera de este registro ilegal de la propia policía, también hay casos denunciados muchas veces por discriminación cuando se trata de un registro ilegal de romanís en el mercado de la vivienda donde no se les permite alquilar porque los vecinos se escandalizan y huyen del lugar, o incluso dentro del propio servicio social prestado por las comunas en favor de sus habitantes. Y ni que hablar del mercado laboral donde también se constatan permanentes discriminaciones. El grado de sospecha de que sólo piensan en delinquir es tan obsesivo, que las medidas en su contra como la sucedida en el hotel Sheraton, son a veces ridículas y acojonantes.
Muchos romanís y no-romanís opinan que no alcanza con presentar ese libro blanco, sino que oficialmente debe pedirse directamente perdón por todo lo ocurrido, establecer una comisión de la verdad y una compensación económica como en otros lugares, el ejemplo más cercano es Noruega, que ha creado un fondo especial para tal objetivo. Y de esa manera demostrar que la sociedad realmente quiere combatir prejuicios y abrirse para que el romaní pueda integrarse sin necesidad de pasar por un cernidor del que pocos se salvan de quedar atrapados. Estamos frente a un camino que se bifurca, el otro sendero es retomar las políticas de principios del siglo pasado, cuando a los "itinerantes" se les hacía la vida imposible porque ensuciaban la raza nórdica pura y activamente se los trataba de expulsar del país. Obligados a vivir en campamentos insalubres, como los que existen hoy creados por los romanís que llegan de Rumania y Bulgaria a mendigar, la vida fue un verdadero infierno en un medio ambiente helado por los vientos del polo norte. Entonces se les negaba el derecho a existir, y nunca pudieron beneficiarse del derecho a voto, de recibir una pensión, asignación familiar por sus hijos y otros derechos que gozaban los demás ciudadanos. Y lo más humillante y cruel de todo ese proceso fue la esterilización de miles de mujeres, por un lado para no empeorar la raza blanca nórdica y por otro para evitar en el futuro ayudar económicamente a esas madres. Muchos son los testimonios que le cambian el color al libro blanco, y como se viene desarrollando la política en este país con una ultraderecha cada vez más lanzada y ganando simpatizantes, no sería de extrañar que volviéramos a esa época donde romanís, junto ahora a judíos, árabes y subsaharianos, se conviertan en ciudadanos de segunda y tercera categoría, con el fin de evitar que no se "ensucie" la raza pura nórdica escandinava.