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Playa de Valizas |
Regresar a la tierra natal después de algunos años de ausencia es siempre un acontecimiento lleno de emociones. Fuera de una fugaz visita en 2008 por temas de trabajo no regresaba a Uruguay desde 2005. Encontrarse con familiares y amigos calienta el corazón cuando se comparten afectos, anécdotas y una perspectiva distinta de cómo la gente vive los problemas de la sociedad más allá de lo que los medios de prensa describen o analizan. Siempre existen puntos de vista diversos para apreciar la realidad, lo cual es una ventaja porque para quien viene de afuera le ayuda a ver con más amplitud cómo afectan a cada uno las decisiones personales propias, las del vecino o las que toman las autoridades, ya sea el gobierno o el municipio. Sin embargo, más allá de estas historias indivividuales está la realidad que vive el país, inmerso en un boom económico que ha llevado al desempleo a niveles históricos, es decir alrededor del 5 por ciento según cifras oficiales. El crecimiento de la economía es de los más dinámicos de la región y la afluencia de capital extranjero en inversiones productivas es alentador, ya que diversifica el abanico de emprendimientos ya sea para la exportación o para el propio consumo interno. Un buena mayoría de esos sectores demanda hoy una fuerza de trabajo que no está en el país. La construcción por ejemplo, está alentando a los que alguna vez se fueron a España a trabajar en ese sector a que regresen para suplir así la falta de obreros y especialistas que retrasan la realización de los proyectos.
Como en la mayoría de los casos esas cifras positivas en el empleo, las exportaciones y los índicies de producción de servicios como el turismo o los industriales como el de la pulpa de papel o los software, fuera de los tradicionales como la carne, los lácteos o los cereales, no ocultan que la sociedad uruguaya todavía mantiene una marcada diferencia entre los sectores que tienen en sus manos los recursos económicos y los que viven de sus salarios. Pero los que están aún peor ya que no gozan de ningún tipo de ingreso o derechos que estén dentro del sistema, son los habitantes de esos bolsones de miseria que se ganan la vida recogiendo basura, mendigando o haciendo "changas" esporádicas, y habitando en frágiles y miserables ranchos o casuchas que al menor soplo violento del pampero, pierden la mitad de las chapas o cartones que sirven de techo o de pared. Proponer soluciones concretas para mejorar las condiciones materiales y educativas de esa población que vive en la miseria es sin dudas uno de los desafíos más grandes que tiene delante suyo el gobierno de centro-izquierda del Frente Amplio.