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sábado, 15 de diciembre de 2012

La hora de los cambios

Palacio Legislativo 
Las nuevas leyes aprobadas o por aprobarse en la sociedad uruguaya, así como el estilo de vida de su presidente José Mujica, han trascendido fronteras con una intensidad nunca vistas. Si antes conocían al país  por el fútbol y los bifes, hoy se han incorporado en la canasta de la fama la legalización del cannabis, la ley del aborto, las ceibalitas y otras reformas no menos importantes que ponen al país a la vanguardia de los cambios emprendidos por los gobiernos latinoamericanos. Incluso que un abanico tan amplio de partidos y organizaciones políticas que conforman el Frente Amplio, hayan podido mantener la unidad a pesar de ser gobierno durante tantos años, es también una meta que muchos desearían alcanzar y que en la mayoría de los casos es imposible. Aún cuando es mucho más fácil mantener la unión de fuerzas en la oposición que gobernando, la oposición de los dos partidos tradicionales muestra un nivel de improvisación y búsqueda de rentabilidad política, que a los ojos de una mayoría de los ciudadanos se la encuentra reprobable, y no pocas veces repudiable.

Que algunos sectores minoritarios de la izquierda desearían cambios más profundos, y un líder carismático de por vida, que encarne esos deseos de reformas sociales, económicas y políticas en nombre de ideologías del siglo pasado,e incluso más antiguas, es parte de ese amplio abanico. Que luego la misma experiencia se  encargue de ir minando esos proyectos hasta transformarlos en meras utopías que, en el caso de haberse cumplido, exigieron pasar a los ciudadanos por duras experiencias y sacrificios, donde los que pagaron el mayor precio fueron los sectores populares y muchos de los propios protagonistas, aún cuando las intenciones eran las contrarias. Ejemplos hay de sobra para los que se atrevan a ver la realidad sin anteojeras y desde una perspectiva despojada de verdades indiscutibles.  Y luego están los que defienden viejos privilegios y a quienes los cambios aterrorizan porque los obliga a compartir una parte de sus fortunas. Ponen el grito en el cielo y llenan de titulares las páginas de los periódicos que aún controlan. Lo que era un privilegio basado en el poder económico, ahora es la ley la que le otorga a todos los ciudadanos los derechos por los que han luchado. Con todos los defectos y posibles retrocesos, las injusticias que todavía puedan existir y las metas por lograr, hay una dinámica originada por esa misma pelea de intereses que renueva el aire político de un país que respeta el pluralismo de las ideas. Incluso cuando la polémica es más demagógica y existan actores que intenten manipular la realidad y la verdad, la firmeza y la capacidad de comunicar a los ciudadanos los medios y los fines de las decisiones que se toman, crean un caldo de cultivo que empuja a la sociedad hacia adelante.

La debatida ley de la interrupción del embarazo es un buen ejemplo de lo que hasta hace poco era un tabú y un privilegio de las familias ricas que a menudo visitaban las iglesias, y que a espalda de Dios internaban a sus hijas en clínicas privadas y seguras. Y probablemente lo seguirán haciendo y continuarán diciendo que defienden la vida. Pero hoy es un derecho para todas las mujeres uruguayas poder acceder a esa posibilidad.  Es cierto que hay razones religiosas sinceras y hasta demográficas que se oponen a esta reforma de la ley, pero un análisis racional y desapasionado concluye que muchas cosas que se hacían clandestinamente hoy son legales, dándole a la mujer la seguridad de que esa intervención no sólo ha sido discutida con un grupo de profesionales antes de tomar ella misma la decisión final, sino que se hará en condiciones donde su vida corra el mínimo peligro posible. Esa reforma, que fue un proyecto debatido en todos los niveles posibles, es el fruto de los aportes de muchas fuerzas políticas del gobierno, la oposición y de otros grupos de la sociedad. Una muestra más de que allí donde estés, los que se sientan llamados a aportar argumentos, puedan influir en el resultado final de esos proyectos, logrando compromisos que son uno de los pilares del consenso político.  Pero como hay que tomar una decisión, y a la hora de votar se impone la mayoría, el sentimiento de derrota puede ser muy duro. No obstante no por eso el debate y las iniciativas mueren con el texto de la nueva ley plasmado en el papel o en la pantalla de la computadora. Por eso creo que los ciudadanos uruguayos deben sentirse orgullosos de pertenecer a un país donde a pesar de sus defectos, errores y carencias, todos los quieran y puedan hacerlo, contribuyen a la dinámica del proceso que busca una sociedad más justa y democrática.

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