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domingo, 14 de junio de 2015

España empieza a cambiar la piel

La constitución de los nuevos gobiernos en las alcaldías, provincias y las Comunidades Autónomas de España es una buena prueba de que el reinado de Rajoy y su Partido Popular es menos popular a medida que pasa el tiempo. Su discurso altisonante y repetitivo de que el país está saliendo de la crisis suena hueco y hasta provocador para las decenas de miles de español@s que han sido golpeados brutalmente por el desempleo, los desahucios, la emigración y la rebaja de salarios entre múltiples cosas más que aumentaron la miseria. El empleo basura que se crea mayoritariamente no es una prueba de que son las mayorías las que se benefician del crecimiento de la macroeconomía. Por el contrario los que medran en ese laboratorio son los bancos y las grandes empresas multinacionales.

Las alianzas o los acuerdos en cada lugar le han dado además un nuevo giro al mapa político español al resquebrajarse el bipartidismo dominante desde que se inició en el período post-franquista. Ahora se han multiplicado los movimientos y partidos, tanto a nivel nacional como regional, sumando voluntades no sólo con la intención de mejorar las condiciones materiales de los ciudadanos de esos lugares, sino también prometiendo transparencia y combatir la corrupción, ese impresentable azote que ha socavado la confianza de la mayoría de la gente. Ver cómo desfilan ante los tribunales esa larga fila de imputados es una satisfacción aunque en su inicio le costó el puesto a los jueces Baltasar Garzón y más tarde a Elpidio Silva, que se atrevieron a abrir la caja de Pandora para dejar al descubierto cuanta estafa de dineros públicos estaba beneficiando a esos políticos y defraudadores de todo pelo.

Todo está por verse por supuesto, una cosa es este momento de euforia al desplazar al PP a su guarida de la calle Génova y otra es gobernar con criterio, justicia y el equilibrio que demandará el hecho de que son fuerzas políticas que representan diversos grupos sociales, muchas veces con intereses opuestos. Pero ahí está la prueba de madurez democrática que deberá demostrar la sociedad española al enfrentarse a esa nueva realidad. Y seguramente vendrán momentos difíciles e incluso se abrirán brechas entre esos grupos políticos cuyos nuevos representantes han recibido los bastones de mando en las distintas comunidades, provincias y alcaldías. Pero también es probable que salgan nuevas experiencias de cooperación y acuerdos que le den un nuevo impulso a la tan devaluada democracia española. Sí, un cambio de piel que pueda demostrar que también es posible hacer política de otra manera y abrir el camino para mejores resultados en noviembre cuando tengan lugar las elecciones nacionales.

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