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sábado, 13 de junio de 2015

La red y el trapecista

La dependencia de internet se hace insoportable cuando hacemos uso de la misma con menor o mayor intensidad. Tanto para el que está prendido todo el día de la pantalla de su computadora, tablet o de su teléfono móvil como para los más moderados significa un hecho trascendente, es decir sentirse conectado,  esa nueva sensación de seguridad y tranquilidad que los humanos hemos inventado a falta de otra cosa que satisfaga nuestro ego y ganas de comunicarnos. Hace veinte días que estaba sin el servicio de internet en mi casa y esto me impedía volver a escribir en el blog. No estaba mayormente impaciente, pero sí encabronado con la empresa que hizo la instalación de fibra óptica en nuestro edificio, ya que las repetidas denuncias del fallo técnico que yo hacía sólo generaban respuestas evasivas con la promesa de que un técnico controlaría la instalación y el equipo, y en caso de que fuera mi equipo el responsable del problema tendría que pagar unos 100 euros.

Y con esa promesa/advertencia colgada como una espada de Damocles esperé y esperé hasta que ayer  por fin una llamada telefónica me puso en alerta, parecía que el técnico me  visitaría para arreglar el problema. Pero no fue así, la persona que llamaba quería antes de mandar a alguien hacer un test de las instalaciones y determinar así la posibilidad de arreglar el problema a distancia. Así que tuve que arrastrar un pesado mueble para hacer espacio y acostarme en el piso con el fin de controlar la consola principal que había sido instalada a diez centímetros del piso para ver si estaba funcionando correctamente. Una vez comprobado esto me pidieron que cambiara de lugar dos cables, es decir revertir su orden.

El asunto es que esta sencilla operación terminó con la falta de conexión a la red para este trapecista y ahora volvemos al espacio cibernético y digital para reflexionar sobre distintos temas públicos y otros más o menos privados. Como este de las conexiones. Es difícil pensar una sociedad sin esta prodigiosa herramienta aunque si miramos cinco décadas atrás esta red que hoy usan millones de trapecistas era un sueño imposible y algo que para nuestro modo de vida de entonces, más lento pero con menos estrés, significaba más tiempo para nuestros amigos y familiares de carne y hueso. Es cierto que internet se presta para todo, tanto cosas buenas como malas en ese afán por trascender. Antes se trascendía pero era más común hacerlo cara a cara, incluso los malos estaban obligados a dar la cara tarde o temprano. Ahora los miserables que desean hacerle daño a otros se ocultan bajo el velo total del anonimato con pocas chances de que lo descubran.  Esos son los trapecistas que saltan al vacío sin red que los proteja porque a la hora de la verdad el duro colchón de una celda es lo más que se le puede ofrecer. En cuanto a la compañía que debió darme inmediatamente el servicio de reparación del problema, espero que cambien para mejor el servicio al cliente, porque también de chantas está cargada la red.

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