Son países alejados geográficamente, con economías y desarrollo económico diverso, uno con una importante producción tecnológica e industrial mientras que el otro se ha destacado por sus materias primas. Sin embargo algo en común han tenido a lo largo de la historia en el siglo pasado y presente hasta hace poco: el esfuerzo por desarrollar una economía y un estado de bienestar que sacara de la miseria a miles de personas, que otorgaran derechos antes nunca pensados o admitidos por las élites y servicios financiados por el estado a los ciudadanos con menos recursos. Me refiero a Suecia y Uruguay.
Transcurrido más de un año con la pandemia al galope en este siglo, hoy podemos ver que ambos gobiernos frente a esta pandemia han tenido políticas que se asemejan en cuanto a la poca severidad de las restricciones. Tanto Suecia como Uruguay se han negado a aplicar un cierre total de sus sociedades por un determinado tiempo como otros países han hecho, sino que apelan a la responsabilidad de sus ciudadanos- ”La libertad responsable” como le gusta denominarla el presidente uruguayo Luis Lacalle.
Sin embargo veamos con qué políticas encaran estos gobiernos para hacer efectivos los resultados de tanta liberalidad frente a la pandemia.
En tanto en Uruguay el gobierno multicolor liderado por el partido Nacional se esfuerza por el contrario en reducir el déficit fiscal en base a quitarle recursos a los sectores públicos como la salud y la educación; aumento de impuestos escondido en maniobras que consideran sutiles para que la gente los acepte sin mayores protestas; beneficios directos a los agroexportadores; carga a los empleados públicos con impuestos extraordinarios para un fondo del Covid-19, pero que por la doctrina neoliberal que domina su ideología no incluye al sector privado; ahorro en los comedores públicos de las escuelas; deficiente políticas en al educación y recortes de las becas en la cantidad de plazas para alumnos y profesores colgados de la brocha; jubilaciones y salarios devaluados por la inflación y reajustes con promesas que todos saben no cumplirán; escasa o ninguna contribución a los cientos de ollas populares por medio de las que todavía pueden alimentarse los hogares más vulnerables; más de 100 000 personas que caen por debajo del nivel de pobreza sumadas a las 300 000 que ya existían, etc, etc. Escaso o ningún apego a las pequeñas y medianas empresas. Desidia y poco empatía a esa creciente mayoría que muestra cada vez más su descontento con la gestión del gobierno y sus aliados. Uruguay tiene también músculo financiero para pedir préstamos e impulsar el consumo y la producción cada vez más deprimidos ya que los 15 años de gobiernos del FA crearon fortaleza y confianza. Pero hasta ahora nones.
Y estos son unos pocos botones de muestra para ilustrar en qué dirección van estos dos países en su estrategia para enfrentar la actual crisis.¿Están los gobiernos de ambas naciones preocupados por su gente y el futuro de sus respectivas sociedades?
Saque Ud. las conclusiones, estimado lector.
(*) ( Ya había puesto a disposición el año pasado USD 10 000 millones, cifra récord en la historia del país)
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