¿Holocausto termonuclear o Pax negociada?

Las tendencias totalitarias más desnudas, o vestidas aún con ropas menores pero transparentes, siguen extendiéndose por el continente europeo. Las democracias liberales, teñidas en algunas ocasiones con los colores de la socialdemocracia y los verdes, logran, por ahora, asomar la nariz por encima de la ola autoritaria, pero cada vez más debilitados en la mayoría de los países. La recientemente institucionalizada postverdad invade las cabezas de las minorías que en pocos años se vuelven mayorías.

Pero la amenaza autoritaria más peligrosa está en este momento al este de Ucrania, llevando adelante una guerra que no llama guerra, para agrandar su territorio que llama la Nueva Rusia (como en época de las colonias) con la excusa de combatir el neonazismo en el país vecino, y la amenaza de la OTAN.  Conclusión lógica: Ucrania probablemente  integraría la Alianza Atlántica, y a partir de ahí Rusia, con toda seguridad, sería amenazada por los misiles nucleares norteamericanos ubicados en las narices mismas del Kremlin. Como si fuera necesario, dicen los expertos,  con la cantidad misiles intercontinentales que se guardan en los silos, en los submarinos nucleares que circulan alrededor de todos los continentes y en los bombarderos con cargas nucleares, etc.

Vladimir Putin, los generales y oligarcas que lo respaldan, justifican que el país más extenso del planeta (más de 17 millones de km2) lleve adelante una campaña bélica para ganar unos insignificantes km2 de territorio, si lo comparamos con su propia superficie, a costa del vecino. Aquí hay otros intereses de dominio geopolítico, planta nuclear construida, infraestructura para el gas y petróleo, minerales como el  litio, plutonio, tierras raras, etc.

Rusia ha violado la soberanía de Ucrania invadiendo con su ejército en una falsa Operación Especial, argumentando que lo hace para preservar su propia seguridad, y proteger las minorías rusa o rusaparlante, en un gesto humanitario inigualable, que luego de siete meses de guerra pocos son los que ponen en duda sus loables intenciones, sobretodo cuando millones de refugiados invaden países vecinos, bombardea objetivos civiles con las víctimas del caso, incluyendo además y repetidamente, la amenaza de usar la bomba termonuclear, sea táctica o estratégica. Tierra quemada o arrasada le llaman.

El futuro de mis hijos y nietos no parece ser muy promisorio si esto continúa. Personalmente he vivido épocas oscuras de dictadura, el terror sin embargo no venía con forma de obuses, misiles y la posibilidad de un regalo nuclear.

El presente es terror a gran escala y sin previo aviso con forma de misiles. Si los que hoy están enfrentados y enfrascados en esta guerra de prestigio, intereses económicos y geopolíticos no ponen fin a esta guerra, EEUU y Rusia, y empujan aún más fuerte para que se generalice, terminaremos  sumergiendo al continente y a los vecinos, otra vez, en la Edad Media, o peor aún, en la de los Picapiedras. Acuerdos de paz son más urgentes que nunca. Que el mundo es multipolar le vendría muy bien reconocer a la Casa Blanca, y a Rusia que la práctica militar solo produce odio, muertos y escombros que golpearán a su propio pueblo que dice proteger.

Nadie quiere, salvo algún psicópata,  el tan temido Holocausto termonuclear, donde las diferentes  etnias e ideologías sucumben juntos y pulverizados en el mismo cráter de un volcán sin fondo, mientras los personajes convertidos en falsos dioses observan, desde la platea de algún refugio antinuclear, cómo se volatiliza el escenario. ¿Marte o la Luna será la próxima parada? ¿Llegará Elon Musk a tiempo para construir la nueva Arca de Noé para salvarse él y las élites que puedan pagar el ticket? 

George Orwell se equivocó en el título de su novela 1984. Debió titularla 2022.

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