No es común que escriba sobre temas que van por caminos que se alejen de la política o temas sociales, pero encontré la oportunidad de escribir sobre la visita a una bodega de vinos que quería conocer porque me gusta el vino. Me pareció que alejarme de los conflictos y las disputas políticas relatando la experiencia de una visita a un lugar donde los hombres se ocupan en producir vinos, y no guerras, era algo sanador. Me acompañó mi primo político Miguel en esta aventura por las tierras de Baco.
La familia Pizzorno es una de las numerosas familias italianas inmigradas a Uruguay a comienzos del siglo XX, con la meta de dejar atrás la miseria y las penurias que sufrían los campesinos de norte a sur, en la Italia y el resto de Europa de entonces. Las Américas, y el Río de la Plata en particular, prometía, a muchos de aquellos campesinos, una posibilidad. En Uruguay, como en otros países de la región, la encontraron sobre todo quienes supieron, por experiencias y conocimientos, aprovechar aquella oportunidad. La familia Pizzorno fue una de las tantas que logró cumplir ese sueño.
Próspero Giuseppe Pizzorno tuvo buen olfato para discernir qué tierras se adaptaban mejor a su idea de plantar viñas para la producción de vinos. En Canelones el suelo ondulado, arcilloso y calcáreo, la temperatura fría en invierno y calurosa en verano, la cercanía del ancho río y el sol que baña de luz los verdes campos de Canelones, fueron sin dudas un aliciente para aquel emprendimiento, poco después de su arribo al país que recién comenzaba a salir de los conflictos y revoluciones políticas del siglo XIX. Con su proyecto de cultivar la uva y producir vino, Próspero Pizzorno y sus hijos, aún muy jóvenes, fueron cultivando las 21 hectáreas en un terreno que se convertiría con el tiempo, en el ideal para cultivar la uva, especialmente la uva Tannat, que originaria de Francia, había sido casi exterminada su producción por la plaga de la Filoxera.
Esta iniciativa se sumó a la de otros muchos italianos arríbanos a estas tierras con la misma meta como proyecto de vida. La historia vitivinícola de Uruguay comienza con una producción y elaboración de vinos de baja calidad, lo importante entonces, era la cantidad y no el buen y mejor sabor de los vinos artesanales producidos, que consumían preferentemente los trabajadores de escasos recursos. Los que podían, por sus buenas posibilidades económicas, bebían vino importado de Francia, Italia o España.
Las características de producción de la bodega Pizzorno, cuyo nombre comercial es actualmente Pizzorno Family Estates, que hoy dirigen el nieto de Próspero, Carlos Pizzorno, director de la empresa y enólogo, y su hijo Francisco, quien es responsable del desarrollo comercial en el ámbito internacional, donde desde hace ya un tiempo sus vinos han ganado importantes premios internacionales.
Una de las características de la producción de vinos en esta bodega es que una buena parte del cuidado de las viñas y la elaboración del vino se hace de una manera artesanal, por ejemplo la cosecha de la uva se hace manualmente por unos treinta trabajadores zafrales. Una vez que la uva es depositada en grandes tanques de hormigón para iniciar el proceso de fermentación (los de acero inoxidable se están incorporando paulatinamente) el mosto va cumpliendo su proceso de producción de alcohol, y allí, según el tipo de vino que se quiera elaborar, permanece pocos o más días. A menos tiempo, se producen vinos jóvenes y suaves — y viceversa,. El vino, una vez separado del mosto, prolijamente filtrado, se lo embotella según si se desea comercializarlo como vino joven o se lo introduce y conserva en barricas de roble francés y americano, para después de unos meses embotellarlo. A grandes rasgos, este es el proceso que se realiza en esta bodega que produce anualmente más de 600 000 botellas de vino, con uvas no solo Tannat, sino también Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Petit Verdot, Merlot, Pinot Noir y Malbec, entre otros tintos. Entre los blancos se destacan el Sauvignon blanc, el Chardonnay, el Albariño, de reciente producción.
Demás está decir que después de la recorrida por el viñedo en compañía de Daniel, nuestro guía,
degustamos los vinos blancos mencionados y dos clases de Tannat, uno joven y otro madurado en las mencionadas barricas, todos de excelente calidad. La cata de vinos la dirigió un joven mendocino, Tomás, recientemente incorporado al personal de la bodega. A quienes les interese conocer de vinos, se recomienda esta visita a la bodega Pizzorno, por su personal capacitado y eficiente con la información, así como la posibilidad de degustar vinos de calidad. Actualmente hay casi 280 bodegas registradas en Uruguay, distribuidas en diversas regiones del país, donde se destaca el esfuerzo de algunas de ellas para hacerlas sostenibles y certificar sus procesos de producción. Más allá de si gustamos o no del vino, hay que reconocer que esta producción tiene probablemente más de cinco mil años, cuyo origen podría estar en la Georgia de hoy, en Asia, y que se fue expandiendo por el mundo para el placer de quienes beben… con moderación. Tal vez el tiempo me alcance para visitar otra bodega y corroborar que la calidad del vino en este país a pasado a ser cada vez mejor reconocida por el consumidor local e internacionalmente. Un grupo de brasileños que nos acompañó en la visita, fueron también testigos de estos logros y progresos.
Gracias por compartir la historia del vino uruguayo!
ResponderEliminarSalud!
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