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miércoles, 30 de junio de 2010

Mascando arena mientras brilla el sol

Los inmigrantes en España

Las playas españolas no sólo son un ambiente de recreación y disfrute del sol y el mar. También entre las sombrillas y las reposeras donde la gente se tiende para descansar deambulan cientos de africanos que venden relojes, ropa, lentes de sol y otros artículos que cargan en sus brazos o a su espalda. Junto a ellos en ese recorrido incansable por la pesada y caliente arena, se unen los asiáticos, probablemente chinos, que ofrecen masajes relajantes y los clásicos vendedores de bebidas y refrescos.

La playa se ha convertido en una intensa zona de trabajo para los nuevos inmigrantes de África y Asia, con condiciones deplorables de trabajo.
Mamadou e Ibrahima son dos muchachos de Senegal que llegaron a España en las frágiles pateras, y lograron escabullirse de la policía. Pero como la gran mayoría de los inmigrantes que logran escapar al muro de Europa su vida en la tierra prometida no es más que largas jornadas tras unos pocos euros, caminando bajo un sol machacador por la arena o los cantos rodados donde están los potenciales clientes.

A estos dos senegaleses los encontré en una parada de bus en el balneario San Juan, vecina a Alicante, una playa de finas arenas que se extiende seis kilómetros hasta el Campello, otra pequeña ciudad, otrora puerto de pescadores. Ambos hablan ya un poco de castellano, y hace tres años que viven en España.
Están cansados después de diez horas de recorrer esos kilómetros de arena, y amargados porque la gente apenas si compra algo.

Desde que se desató la crisis económica en España -y en el resto de Europa- tanto lo españoles como los turistas compran menos copias de Rolex y Lacoste.
- Sí, mucho menos. Vendemos menos de la mitad que antes,se lamenta Ibrahima.

Estos inmigrantes reciben de un "mayorista" los artículos que se fabrican en Asia o en algún lugar de Europa, como en Nápoles, donde la Camorra tiene su negocio y donde miles de trabajadores son explotados por salarios de hambre. En el libro de Roberto Saviano "Gomorra" se puede apreciar en toda su dimensión y  crudeza esa realidad que también se vive en la civilizada Europa.

En el balneario San Juan, habitan muchos españoles de la clase media alicantina, profesionales que tienen clínicas con distintas especialidades, abogados, escribanos, agencias inmobiliarias, etc. además de los turistas nacionales y extranjeros. Los restaurantes vecinos a la playa han ocupado parte del paseo de la rambla con sus mesas, sillas y parasoles para los clientes que desean comer al aire libre. Mientras tanto los vendedores ambulantes africanos se sientan a descansar en el muro que separa la playa  del paseo de la rambla, justo frente a los comensales que disfrutan de su almuerzo. Y la imagen de esa gente comiendo en mesas bien servidas y los africanos sentados frente a ellos, flacos y desgarbados, con sus carteras, gafas de sol, relojes y otras chucherías tendidas en el suelo sobre un pedazo de tela, es una fotografía del abismo que separa a ambos grupos.

Ibrahima y Mamadou viven en un deteriorado suburbio de Alicante, en un barrio de inmigrantes, hacinados en un apartamento de tres ambientes que comparten con otros ocho senegaleses.

La vida que soñaban en Europa se ha hecho añicos. Esto no es nada nuevo para los que se preocupan por el destino de esas nuevas generaciones de migrantes que arriban a los países ricos, porque esa es la realidad para millones de personas en todo el mundo. Estos dos muchachos senegaleses desconocen qué pasará con sus vidas de "ilegales" en España. Regresar a Senegal es algo que no está en sus planes, dicen. Pero qué les espera en la indiferente Europa?
Por el momento seguir masticando arena cuando el viento de Levante castiga las playas valencianas.

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