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sábado, 8 de junio de 2013

El final de los dino...cines

Frente del cine Plaza en Trinidad, Flores/Uruguay
Las salas de cine como las conocimos allá por las décadas de los 50-60 han ido desapareciendo y se fueron convirtiendo en locales comerciales o en templos religiosos donde hay un solo artista. En el mejor de los casos esas superficies para 500-800 espectadores fueron transformadas en cines más pequeños y siguieron difundiendo las películas que se producen en los distintos ámbitos del arte cinematografico. Pero una cosa es constatar este dato objetivo, y otra es vivir la experiencia de estar sentado solo en compañía de tu mujer, en una sala de cine con capacidad para 800 personas, en este caso en Alicante, España. Esa enorme sala semioscura que parecía poblada de voces y rostros de aquéllas estrellas del cine del pasado y donde reinaba un pesado silencio, me hizo pensar en aquéllos   dinosaurios que agonizaron a causa del impacto de uno o más meteoritos.

En el caso de los cines el meteorito son las nuevas tecnologías que hacen de esas salas algo obsoleto para las grandes mayorías cuando las películas pueden verse por medio del DVD, la TV o en la pantalla de la computadora, sin necesidad de cumplir horario ni las estrictas reglas que suelen regir en esas salas. Pero vivir la experiencia de disponer de una enorme sala para ver en este caso una inusual y tragicómica película paraguaya, Las siete cajas, fue un buen ejemplo de asistir personalmente al desierto en que se han convertido las viejas salas de cine que no se han adaptado a los nuevos tiempos. Y en Alicante quedan todavía unos pocos de esos dinocines con esas dimensiones que rememoramos, no sin cierta nostalgia. En otros tiempos y en otro continente asistimos en nuestra ciudad natal a aquéllas matinée, vermouth o funciones nocturnas cuando la edad lo permitía, con salas colmadas hasta la última butaca, donde se oían los suspiros, gritos de miedo o risas y hasta comentarios divertidos o soeces de los hipnotizados espectadores. Y donde nos dimos con las chicas nuestros primeros besos apasionados con la cómplice penumbra de la última fila.

Los dinocines desaparecen lentamente, silenciosamente, dejando las pantallas en blanco donde aquéllos directores como Ingmar Bergman, John Ford, Chaplin, Rosellini, Fellini, Scorsese y otras tantas decenas de directores de diverso origen, que plasmaron en esas pantallas los rostros y las acciones de nuestros héroes del oeste, de los barrios marginales neoyorkinos, del Montmartre parisino o del Transtévere romano. Seres miserables o admirables interpretados por artistas como la Cardinale o  Mastroiani, Greta Garbo, John Wayne, Clint Eastwood, Yves Montand, Sofia Loren o Ava Gardner y una larga, larga lista de otros maravillosos intérpretes en escenarios montados por cientos de trabajadores en los estudios de Hollywood o  Cinecittá en Roma. Sí, las viejas salas de cine sucumben lentamente a la "picota fatal del progreso", pero que lindos recuerdos despiertan, como en aquélla legendaria película italiana de Giuseppe Tornatore, Cinema Paradiso, o la Ultima película, de Peter Bogdanovichdonde los sueños de jóvenes o adolescentes podían  concretarse o hacerse añicos frente a una dura realidad.

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