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martes, 25 de junio de 2013

Una marea humana harta de tanta corrupción

No tienen una sola ideología ni religión. Algunos están afiliados a un partido. Otros prefieren no hacerlo. Pero tienen en común su decisión de salir a la calle a protestar contra los recortes a los servicios públicos, las privatizaciones muchas veces injustificadas y vergonzosamente realizadas, el deterioro de las leyes que rigen los derechos de los trabajadores, y la corrupción, ese flagelo que va carcomiendo los cimientos mismos de sociedades triunfantes ante el totalitarismo de dictaduras de distinto pelo, que creían estar avanzando hacia sociedades más transparentes y democráticas. Pero las viejas estructuras de poder son muchas veces como un camaleón cuando la ambición y el fin no es una sociedad más justa y transparente. Esos mismos personajes que profitaban a la sombra de un dictador o de una democracia devaluada, cambiaron de ropaje para seguir haciéndolo con trajes de demócratas. Dos casos en occidente demuestran lo profundo que ha calado la corrupción en sociedades como la brasileña y la española.

En la católica y monárquica España hay más de trecientos políticos imputados, la gran mayoría del partido de gobierno, el Partido Popular (PP) que realmente ha logrado popularizar la corrupción entre sus miembros. Sus principales dirigentes han sido premiados durante años con fondos provenientes de las empresas que esperaban y recibirían sin duda contratos multimillonarios una vez obtenido el triunfo en las urnas. Pero la corrupción también ha salpicado al Partido socialista (PSOE), con alcaldes imputados también por negocios fraudalentos, o a los sindicalistas  por manejar indebidamente dineros públicos, incluso en beneficio propio, según han denunciado los medios.

En Brasil la corrupción hace décadas que está presente en el sistema y más de un ministro e incluso un antiguo presidente, Fernando Color de Mello,  debieron pasar ante los tribunales enredados en las tramas de corrupción. También en aquéllos años la gente salió a la calle a pedir justicia. Por eso una vez más las  ciudades brasileñas y españolas se llenan de pancartas y mensajes que demuestran lo hartos que están los ciudadanos de países tan diversos, pero sometidos a una clase política y sectores financieros, industriales y comerciales que los sostienen en base de sobornos millonarios, para que ejecuten las políticas más convenientes a sus intereses. Mientras en Brasil la presidenta Dilma Rouseff  le da la bienvenida a esas manifestaciones, en España el gobierno los trata de terroristas.
 Es la corrupción inherente al ser humano?
Cada uno encontrará su respuesta en base a su experiencia, pero el fenómeno está presente en casi todos los ámbitos de la sociedad, incluso entre los que tienen el deber de combatirla. Pero es bueno constatar que cada vez tiene menos espacio cuando la gente se une y recurre a una forma de demostrar su descontento: las protestas multitudinarias que desbordan las calles exigiendo los cambios. Recogerán los partidos políticos esos mensajes o todo desembocará en una anarquía destructiva que finalizará con la intervención de un general iluminado llamado a salvar la patria?
 

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