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sábado, 5 de agosto de 2017

Recorriendo Italia. Nápoles y Pompeya (2)

Capítulo II

Nápoles a la sombra del Vesuvio

Jueves 22 de Junio

Giulia, que se había convertido en mi hada madrina, me pasó a buscar temprano con el coche, cargamos el equipaje, y nos fuimos a desayunar a una cafetería  vecina a la playa regenteada por gente amiga. Luego me acompañó hasta la estación de trenes y allí nos despedimos. Yo me subí al tren que me dejaría en la estación de la ciudad de Campoleone, donde haría el trasbordo hasta mi próxima meta: Nápoles

Después de bajar allí en Campoleone cambié de andén y me senté a la sombra. Debía esperar una media hora el arribo del tren que me llevaría a la ciudad del Vesubio. Allí entablé una conversación con un hombre que vestía uniforme de fajina de la Fuerza Aérea italiana. Me preguntó si iba a Nápoles y le contesté que sí, que iba a visitar por primera vez la ciudad y también a Pompeya. Como se dio cuenta por mi italiano castellanizado que era  extranjero, me preguntó de donde venía. Le expliqué mi doble nacionalidad y se interesó por Suecia y la vida en el país nórdico. Estaba interesado en saber si las suecas eran tan liberales y abiertas a las relaciones amorosas, por decirlo de una manera educada. Le dije que seguro que habría diferencias entre una napolitana y una sueca, pero al final es la mujer la que elige. Creo que no se quedó muy conforme con la respuesta, pero ya no me preguntó más sobre el asunto. Luego me contó de su servicio militar en la Fuerza Aérea donde trabajaba como personal de tierra; contaba con tres días de descanso y luego regresaría al norte, donde estaba destinado. Por último me advirtió con una sonrisa que cuidara de mis bolsillos en Nápoles. Su familia habitaba en un suburbio de la ciudad, y se bajó en una estación anterior al destino  final, donde yo descendí poco después, cargado de expectativas.

Nea Polis es la denominación griega de Ciudad Nueva que según la historia de esta región fue construida por los colonos griegos a poca distancia de otra que ya existía,  denominada Parténope o Palépolis (Ciudad Vieja). El primer nombre hace referencia una vez más al mito de la Odisea. Ulises cuando continuó su viaje después de la prolífica estadía junto a Circe, navegó rumbo a Itaca, pero rápidamente se vio atraído junto a sus hombres por el canto de las sirenas desde la Isla de Capri. Estas eran tres, y Parténope era la menor de ellas, las que con sus dulces cánticos hechizaban a los marineros que se lanzaban al agua en su busca, para morir ahogados en su desventura y arriesgada apuesta. Ulises, previendo la tragedia que podía esperarle se hizo atar al palo mayor de su nave, y disfrutar de la bella música de las voces de las sirenas sin correr el riesgo de ahogarse. La que se ahogó fue en cambio Parténope. Cuenta la leyenda que murió de pena por fracasar en atraer a Ulises al fatal destino. El cuerpo de la sirena llegó a la costa de Palépolis, y por alguna razón, tal vez por temor a los dioses o por alguna maldición sobre el lugar donde encontraron a la sirena, los nuevos colonos griegos eligieron levantar la nueva ciudad a cierta distancia de allí. 

La bautizaron como ya dijimos Nea Polis. Nada tiene de leyenda el posterior desarrollo de 
la historia de la ciudad y la región de Campania,  azotada por las continuas guerras entre Roma y los etruscos, voscos y sabinos, entre otros,y siglos más tarde las confrontaciones entre los reinos de la propia península itálica, con la España de los borbones, con la Francia de Napoleón, con la Austria de los Hagsburgo e Inglaterra, siempre intentando expandirse sobre todos los mares. Voy a mencionar solo que en Italia la corona de Aragón fue la que conquistó territorios ya en 1242, y desde entonces España disputó distintos reinos en el norte, sur de la península y Sicilia.  El final de la presencia española es la caída del reino de las Dos Sicilias en 1860, que comprendía la Italia meridional y la isla de Sicilia, con Nápoles como capital.

 Vista de la Piazza Garibaldi

El tren arribó finalmente a la estación Central de Nápoles. Una moderna y funcional construcción de vidrio y acero unida a una plaza de grandes dimensiones, la Plaza Garibaldi. El hotel, mejor dicho el albergue Bed&Breakfast  Anna´s Home, que había reservado desde Suecia, quedaba muy cerca de la estación de trenes, apenas unos 300 metros. La idea era instalarme sin necesidad de viajar en taxi o en ómnibus. Llegué a la Via Silvio Spaventa, pavimentada con adoquines relucientes como muchas calles de la ciudad. Me puse a buscar el número 18 como estaba indicado en el aviso
, pero no había número visible en muchas de las puertas, y el cartel con nombre del albergue no figuraba en ninguna fachada. Había  tres hoteles en la misma calle cuyos carteles se veían claramente, pero de Anna´s Home ni sombra. 
Al final me acerqué a una pizzería donde pregunté al camarero que estaba parado en la puerta si conocía el albergue. ”Sí, aquí al lado, en el palazzo”, me dijo lacónicamente. Tal vez aburrido de que le preguntaran. E l palazzo era un edificio viejo, probablemente del 1800 y tantos, que había conocido mejores épocas. Había que ingresar por una amplia  entrada abovedada. A un costado había un portal que llevaba a una escalera, y allí estaba el nombre del albergue modelado en un discreto cartel. Subí hasta el primer piso y detrás de un pequeño mostrador me recibió Carmen, una chica napolitana que trabajaba en la recepción por el verano en el hotel, según me dijo.  Entonces me di cuenta que en realidad el albergue era parte Hotel Cine Holiday, y se escondía de esta forma probablemente para engañar a la DGI. Buongiorno Italia! 

Lo constaté al registrarme cuando Carmen delicadamente me advirtió que debía pagar contante y sonante al retirarme el último día. "Nada de tarjeta, signore".  Una forma sutil de engañar al estado y burlarle el IVA, me imagino. Recibí una habitación amplia con baño privado, aire acondicionado, TV y con ventana a la calle en el primer piso. El precio no era más barato que una habitación de un hotel de tres estrellas.  Tengo que reconocerle a Ana, la propietaria con la que hablé al otro día, que había adornado con mucho gusto las habitaciones del hotel y albergue con afiches y fotos de artistas y películas americanas e italianas, preferentemente de las décadas de los 50 y 60 además de la recepción. Así que en el comedor el desayuno lo hacía en compañía de Sofía Loren, Marcelo Mastroianni, Ana Magnani, Gregory Peck y otros. En la habitación Marilyn Monroe me hacía compañía. 

Salí entonces del albergue y me decidí a hacer un reconocimiento por la zona y buscar un restaurante donde almorzar. Ya eran casi las tres de la tarde y la panza estaba rezongando. Pronto comprobé que el caos en las calles de Nápoles era un sistema donde autos, motociclos de todo tipo y peatones eluden las luces del tráfico pero por esas reglas culturales establecidas entre unos y otros se evitan al parecer muchos accidentes. Aunque no me caben dudas que los más desprevenidos pagan el precio de la audacia.
La verdad es que hay que armarse de coraje para cruzar las avenidas con el semáforo en rojo como lo hace una buena parte de los peatones. Esperar la luz verde parece ser una idiotez para los que desafían el destino. con el riesgo de sucumbir como los marineros que se ahogaban por perseguir sirenas frente a la isla de Capri. 

Después de recorrer algunas calles encontré un restaurante donde el menú del día ofrecía una serie de platos, entre ellos unos gnocchi a la salernitana. Curioso y con hambre me decidí por este plato, una ensalada mixta y una botella de agua. La ”salsa salernitana” de los ñoquis estaba hecha con mucho tomate, ajo y hierbas como el romero y la albahaca para darle sabor. En todo caso ninguna receta que fuera una sorpresa como había creído. Pero el plato estaba bueno, los ñoquis tenían un buen porcentaje de papas y un discreto sabor a nuez moscada. 

Después regresé a la Plaza Garibaldi, que en parte estaba siendo remodelada y la habían cerrado con un alto y extenso muro de plástico. La parte abierta donde circula la gente  tiene dos niveles. El de superficie  está adornado con una estructura de metal y de vidrio que sirve de techo a la parte inferior subterránea donde hay algunas tiendas de ropa de moda, y las entradas y salidas a la estación del trenes y del Metro.
La zona alrededor de la plaza se extienden barrios con edificios maltratados por el tiempo, con muchas, albergues, pensiones y hoteles. Resalta la cantidad de inmigrantes que deambulan por las calles, sobre todo africanos, tanto árabes del norte del continente como los subsaharianos. Algunos que no tienen donde dormir e improvisan con cartones las ”camas” en la misma plaza que ocupan después de pasada la medianoche con el beneplácito de la policía. Es muy palpable la marginación de la población africana en Nápoles, gente que está llegando a Italia a través del Mediterráneo. Subsisten en el ambiente ilegal de los que se aprovechan de ellos para vender drogas, cometer delitos, prostitución, extorsión o simplemente vagabundear porque no tienen donde ir. Los chinos inmigrantes, son menos visibles en las calles de Nápoles, los emplean en fábricas clandestinas de ropa, carteras y otros artículos que luego se distribuyen en Europa con el sello de marcas reconocidas pero a bajos precios. Los turistas suelen ser buenos clientes para estos artículos. La mafia napolitana, conocida como La Camorra, es la que maneja los hilos de buena parte de la economía sumergida de la ciudad y la provincia de Campania. También la legal como el caso de la recolección de basura que ha sido muy comentado internacionalmente cuando una larga huelga tapó de basura a la ciudad. La película Gomorra es uno de los últimos aportes dramático-documentales del cine basado en el libro de Roberto Saviano, sobre hechos reales.

Viernes 23 de Junio 


 Después del desayuno, me he decidido visitar el Museo Arqueológico de Nápoles (foto), muy conocido por reunir exposiciones itinerantes y permanentes, con muchos material procedente de las ruinas de Pompeya y Herculano. Con la ayuda del mapa de Google me largo a la calle para recorrer el camino hasta allí. Calculo unos 45 minutos de caminata. Me pierdo por algunos callejones a pesar de la ayuda del satélite. Qué ironía caminar ayudado de esta manera en un barrio que es un laberinto. Al fin doy con vía Duomo y me oriento nuevamente. Llego al museo y compro el billete. Allí me entero que con mi tarjeta de periodista hubiera podido entrar gratis. No la había llevado conmigo porque simplemente iba de turista y la había dejado en casa. 

El museo expone este verano esculturas que pertenecieron a la familia renacentista Farnese, son gigantescas esculturas de mármol que representan a dioses y semidioses griegos, romanos y otras figuras. Es imposible evitar admirar e impresionarse por estas esculturas no solo por su dimensión, sino por la perfección con que fueron creadas, los detalles de los músculos, los pliegues de la ropa, o por la escena del Toro Farnese donde dos hombres y una mujer intentan dominar al animal enfurecido. El museo contiene también una sección de las culturas de Mesoamérica, de numismática, escritos antiguos en papiro y una muy particular en el llamado Gabinete Secreto. Esta es en realidad una exposición de figuras  en bronce, cuadros y esculturas en distintos materiales de arte erótico. Hay un marcado culto al falo en estas distintas expresiones artísticas y artesanales, así como las posiciones del acto sexual que eran tal vez las más populares en aquélla época. Lo más  llamativo y exótico sin dudas es la escena de una escultura donde el Dios Pan de la Fertlidad, es representado en el momento de fecundar a una cabra. Una escena muy fuerte para los ojos de la gente en general, aunque probablemente quien la hizo quiso dejar plasmado en la escultura la intervención de un dios pagano en el éxito de tal fecundación y una cuota de humor para las futuras generaciones. Hoy la pornografía invade nuestros hogares a través de internet o la tv, los antiguos ciudadanos del imperio romano se
  regocijaban con estas figuras. Es la tecnología la que cambia, la mente de los hombres, y hablo sobretodo del género masculino, poco ha cambiado en dos mil años.
Como todo museo es de grandes proporciones el tiempo que lleva recorrerlo se puede extender por muchas horas, tal vez días. Todo depende de la ambición de cada uno en cuanto a profundizar en las distintas expresiones artísticas o documentales de la época y comprenderlas en su contexto. Yo estuve seis horas y no pude llegar a recorrerlo todo. El cansancio me fue invadiendo y la certeza de que me esperaba otra caminata de casi una hora para llegar al hotel. Nada de gracia me causaba pensar en esta perspectiva que al final tuve que cumplirla como me había propuesto: evitar buses y taxis. Había que conocer las ciudades a pie.

Sábado 24 de Junio

Hoy iba a concretar una de las metas más deseadas en este viaje: la visita a Pompeya. La tragedia de esta ciudad ocurrida hace 2 milenios creo que es un episodio que despierta el interés y la curiosidad desde que en la escuela nos enteramos de que realmente hay una ciudad excavada de las cenizas que el Vesubio lanzó cuando entró en erupción. Desayuné en el albergue un capuchino y dos cruasanes y me largué a la calle rumbo a la estación de trenes. Allí debía esperar el tren de la línea Circumvenusiana que recorre las ciudades que rodean la falda del volcán y tienen su estación final en Sorrento. Como la mayoría de estos trenes locales tienen muchos años rodando por los rieles, y la construcción de los vagones no está construida sin un aislamiento eficaz, si es que lo tienen, el nivel del ruido cuando marcha a veces se hace insoportable. Pero es Napoli, donde la gente parece estar acostumbrada a compartir los espacios públicos, tengan ruedas o no,  sin mayores exigencias, con un grado de tolerancia mucho más alto que en otras ciudades de Italia. 


En el hotel me advirtieron de que los carteristas frecuentan este tren debido a la cantidad de turistas, muchos desprevenidos. Y para confirmar que no es un mito ocurrió un incidente en el vagón donde viajaba. Una mujer fue víctima al parecer de un intento de robo protagonizado por  un individuo que quiso abrirle la cartera, pero al parecer fracasó en su intento. Como el vagón estaba muy lleno de pasajeros, muchos iban parados, sólo pude escuchar las voces de protesta de la víctima que era italiana , o por lo menos lo hablaba muy bien, y la de otros pasajeros que le reprochaban al carterista su frustrado intento. No hubo violencia, pero el tren se detuvo en la próxima estación y al tipo lo bajaron. Ignoro si la policía llegó a intervenir.

Al llegar a Pompei Scavi muchos descendimos del tren y nos dirigimos a la entrada del complejo que comprende el núcleo hasta ahora excavado, y que es  muy extenso. Se le atribuye las primeras excavaciones al rey Carlos III de España, quien ordenó desenterrar en Herculano las primeras ruinas  en 1738, y  en 1748  las ruinas  de Pompeya. Roque Joaquín Alcubierre fue el ingeniero aragonés que dirigió estas primeras obras por orden del rey antes  mencionado, con el fin de extraer los tesoros artísticos y materiales que hoy se exhiben en Madrid, Roma y Nápoles. No había intención científica al parecer, sólo un intento de hacer con valiosas piezas que guardaban las familias sicilianas.  Luego el trabajo adquiriría una finalidad más científica y arqueológica.
Una vez en la cola de la boletería pude constatar que apenas si había unas veinte personas esperando comprar su entrada. Yo lo había hecho por internet, así que no tuve que esperar y el sendero me llevó directamente a la Puerta   Marina.
Las calles empedradas, los restos del Foro y la Basílica, las casas de las familias identificadas, las termas, los teatros, burdeles, los detalles todavía conservados como los murales, los mosaicos, la continuidad de las paredes de las casas que no se derrumbaron, solo los techos cayeron por el sismo, forman ese entramado urbano que sorprende una y otra vez. Y las figuras humanas de  yeso cuyas formas se recuperaron por el relleno de los huecos dejados en las cenizas endurecidas y que dan  muestra de la terrible agonía que muchos padecieron en el momento de morir. La vida cultural más representativa sin duda están en la existencia de dos teatros, el grande y el pequeño. 
La Basílica era donde se impartía la justicia.  Era el edificio público más importante de la ciudad. Según los datos de su contrucción se remontaría al siglo I a.C. (Foto der.)

En del Foro (Foto izq) podemos apreciar su dimensión ya  que era el centro de la vida cívica de las ciudades romanas y también donde parte del mercado desarrollaba sus actividades comerciales, fuera del macellun, edificio donde se instalaban los puestos fijos de los vendedores.  Estaba rodeado por columnas en tres de sus lados y en uno de sus extremos se levantaba el templo de Júpiter Maximus, el dios supremo de los romanos. Según los datos tenía un área de casi 150 metros de longitud por 40 metros de ancho. Allí se exponían las tablillas que informaban a los ciudadanos  sobre noticias de interés público, particulares que anunciaban sus productos e incluso otros que escribían en tablillas de cera sus quejas contra abusos de poder u otras críticas. La ciudadanía romana fue otorgada a sus habitantes después de la llamada guerra social, donde Pompeya se había aliado contra la expansión de Roma. Lucio Cornellio Sila fue quien cimentó sin embargo en el 80 a.C. la dominación romana y Pompeya pasó a ser parte de lo que se convertiría más tarde en el Imperio Romano.

En este deambular por los callejones de Pompeya me encontré con una pareja de peruanos residentes en EEUU y dos argentinas de BsAs según me contaron. Saqué fotos a todos ellos que estaban muy entusiasmados en poder enviar fotos a familia y amigos.  Las calles y veredas de la antigua ciudad es recorrida por gente de las más diversas partes del mundo, una constelación de gente que entran en los edificios en ruinas, se admiran de los detalles plasmados en esculturas, mosaicos o murales, muchos reconstruidos con la minuciosidad de quienes saben que este es un tesoro único, Patrimonio de la Humanidad.
              
A la salida de las ruinas se levanta una estatua de Dédalos, otro personaje de la mitología griega (Foto izq), que parece inclinar la cabeza apesumbrado por la dimensión de la tragedia pompeyana. Fue construido por el escultor polaco Igor Mitiraj. Aún permanecen varias de sus esculturas en Pompeya.
La foto de la Casa del Menandro (izq. y der.), donde podemos ver las pinturas que adornan la pared y el jardín de la casa rodeada de columnas, asombra que la vivienda se mantuvo en pie casi enteramente. Fue recuperada de las cenizas entre 1926 y 1932. El nombre tiene su origen en el comediógrafo griego Menandro quien aparece retratado en una de las paredes de la casa. Es una de las villas más ricas de la ciudad. Se especula que su propietario debió ser un aristócrata, probablemente activo en la política de la ciudad. En esta villa hay pinturas y mosaicos que decoraban diversas partes de la vivienda.Se percibe además las preferencias y el estilo de vida de aquél personaje así como los gustos de la época en la Pompeya antes de que se desatara la tragedia. 
Recorrí Pompeya durante cinco horas y tampoco aquí me dio el tiempo para conocer todo lo que quería ver. Las calles  y las veredas empedradas también agotan  por haber perdido con los siglos el nivel más parejo que seguramente tenían. Hay que reconocer cuando ya el calor y el cansancio te llevan a tomar la decisión de finalizar el paseo, con el sentimiento de haber quedado en deuda con la visita a la ciudad. En esta imagen vemos la sombra del Vesubio detrás de los muros y los techos de las casas. La nubes cubren veladamente su cumbre.
 Uno de los lugares que no alcancé a visitar fue el enorme anfiteatro de la ciudad.  Su construcción  data del año 70 a.C. y según los arqueólogos fue el primer anfiteatro romano edificado en piedra. Tenía una capacidad para 20 000 espectadores. Recién un siglo después sería construido el Coliseo de la misma manera, es decir con la piedra caliza. 
Por lo general en ese entonces estos lugares de espectáculos de gladiadores y otros entretenimientos eran construidos en madera.
Otra construcción interesante fue la del acueducto  que proveía de agua a la ciudad, donde se instalaron fuentes y donde los habitantes podían proveerse de agua fresca llenando sus ánforas para el consumo hogareño. Ese sistema todavía provee de agua a los turistas sedientos, yo entre ellos.

Pompeya era además puerto fluvial ubicado a orillas del río Sarno para la entrada y salida de productos que en una buena parte eran enviados a Roma. El final de este período de prosperidad empezó en realidad en el año 62 d.C cuando un terremoto asoló la ciudad destruyendo muchas casas y palacios. Luego vendría la erupción del Vesubio en el año 79d.C para terminar de darle el golpe final y enterrarla por casi dos mil años.


Domingo 25 de Junio 

Hoy me he propuesto llegar hasta el llamado barrio español. Una zona empinada con negocios pequeños, trattorias, pizzerias y restaurantes. Los hoteles también abundan. La via Toledo es una peatonal donde la gente va de compras porque allí se concentran también las tiendas y negocios que venden productos de marca. Aquí no es popular la consigna  No Logo.

En ese recorrido llegué hasta el Palacio Real, la antigua residencia de los Borbones provenientes de España. No voy  a extenderme en esta historia porque es muy complicada por la permanente intervención de las potencias europeas de la época que se disputaban fervientemente estos territorios de la bota italiana durante siglos. De todas formas ya en siglo XIII el reino de Aragón había conquistado territorios en esa parte de Italia. Solo haré referencia a que los borbones españoles fundaron el reino de las Dos Sicilias después de un largo proceso en 1816. Más tarde, Giuseppe Garibaldi daría fin a la dominación española en 1860.
Frente al Palacio Real se extiende la Plaza del Pleibiscito y se alza la gigantesca Basílica de San Francisco de Paula (Foto der.) cuya construcción estuvo organizada por el rey Fernando I. Muy cerca de estos dos monumentales edificios se encuentra otro lugar de visita para los turistas, el llamado Nápoles subterráneo. Sin embargo el cansancio acumulado me hizo renunciar a otra caminata de una hora por estrechos pasadizos donde se prometían algunas sorpresas, pero como siempre en estos casos, es más lo que se promete de lo que en realidad se obtiene como resultado. Me quedé sentado en un banco de piedra a la sombra, con la espalda apoyada en una de las gruesas paredes de la fachada del Palacio Real (Foto izq.), tomando agua y viendo el deambular de la gente por la plaza. Luego regresé caminando ya mejor orientado al albergue y me dormí una siesta bien merecida cuando el termómetro marcaba 35°C a las 16.00 horas. 

Esperé que refrescara un poco para ir al restaurante que estaba frente al albergue, donde pensé en comer en esta ocasión algo que venía deseando desde que llegué a Nápoles, esto es una esnsalada de pulpo y a continuación una pasta con frutti de mare, regado con un vino blanco Pinot Grigio. No tuve que arrepentirme de haber elegido esos platos.  

La pizza es uno de los pilares de la gastronomía napolitana, me habían dicho mis amigos. Sin embargo mi experiencia no fue mucho mejor que en otros lugares. Es cierto, me recomendaron un par de pizzerías a las que no fui, y no lo hice simplemente porque quería probar otros platos más elaborados o tradicionales. De todas formas sí probé la pizza en dos pizzerías diferentes, y en una no pude terminarla porque realmente en el centro la masa parecía un chicle, y en la otra no se habían esmerado demasiado en condimentarla y darle un sabor más agradable. También me sentí desilusionado con una trattoria donde intenté comer un plato típico. Un fracaso.

Me despedí de Nápoles con sentimientos contradictorios por el caos y la decadencia de una ciudad que en épocas pasadas fue el centro más importante de la Italia Meridional. Seguramente lo sigue siendo, pero el deterioro de sus edificios, (cuando llegué a Suecia me enteré que se había derrumbado uno provocando víctimas mortales) el caos del tránsito y la pálida impresión que me dieron la mayoría de los lugares donde fui a comer, ayudaron a llevarme esa imagen. Seguramente con más dinero, un mejor hotel en otro lugar me llevaría otra sensación de la ciudad. ¿O tal vez no? En fin, mañana parto rumbo a Palermo.

(Continuará) 

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