Capítulo II
Nápoles a la sombra del Vesuvio
Jueves 22 de Junio
Giulia, que se había convertido en mi hada madrina, me pasó a buscar temprano con el coche, cargamos el equipaje, y nos fuimos a desayunar a una cafetería vecina a la playa regenteada por gente amiga. Luego me acompañó hasta la estación de trenes y allí nos despedimos. Yo me subí al tren que me dejaría en la estación de la ciudad de Campoleone, donde haría el trasbordo hasta mi próxima meta: Nápoles.
Después de bajar allí en Campoleone cambié de andén y me senté a la sombra. Debía esperar una media hora el arribo del tren que me llevaría a la ciudad del Vesubio. Allí entablé una conversación con un hombre que vestía uniforme de fajina de la Fuerza Aérea italiana. Me preguntó si iba a Nápoles y le contesté que sí, que iba a visitar por primera vez la ciudad y también a Pompeya. Como se dio cuenta por mi italiano castellanizado que era extranjero, me preguntó de donde venía. Le expliqué mi doble nacionalidad y se interesó por Suecia y la vida en el país nórdico. Estaba interesado en saber si las suecas eran tan liberales y abiertas a las relaciones amorosas, por decirlo de una manera educada. Le dije que seguro que habría diferencias entre una napolitana y una sueca, pero al final es la mujer la que elige. Creo que no se quedó muy conforme con la respuesta, pero ya no me preguntó más sobre el asunto. Luego me contó de su servicio militar en la Fuerza Aérea donde trabajaba como personal de tierra; contaba con tres días de descanso y luego regresaría al norte, donde estaba destinado. Por último me advirtió con una sonrisa que cuidara de mis bolsillos en Nápoles. Su familia habitaba en un suburbio de la ciudad, y se bajó en una estación anterior al destino final, donde yo descendí poco después, cargado de expectativas.
La bautizaron como ya dijimos Nea Polis. Nada tiene de leyenda el posterior desarrollo de
la historia de la ciudad y la región de Campania, azotada por las continuas guerras entre Roma y los etruscos, voscos y sabinos, entre otros,y siglos más tarde las confrontaciones entre los reinos de la propia península itálica, con la España de los borbones, con la Francia de Napoleón, con la Austria de los Hagsburgo e Inglaterra, siempre intentando expandirse sobre todos los mares. Voy a mencionar solo que en Italia la corona de Aragón fue la que conquistó territorios ya en 1242, y desde entonces España disputó distintos reinos en el norte, sur de la península y Sicilia. El final de la presencia española es la caída del reino de las Dos Sicilias en 1860, que comprendía la Italia meridional y la isla de Sicilia, con Nápoles como capital.
la historia de la ciudad y la región de Campania, azotada por las continuas guerras entre Roma y los etruscos, voscos y sabinos, entre otros,y siglos más tarde las confrontaciones entre los reinos de la propia península itálica, con la España de los borbones, con la Francia de Napoleón, con la Austria de los Hagsburgo e Inglaterra, siempre intentando expandirse sobre todos los mares. Voy a mencionar solo que en Italia la corona de Aragón fue la que conquistó territorios ya en 1242, y desde entonces España disputó distintos reinos en el norte, sur de la península y Sicilia. El final de la presencia española es la caída del reino de las Dos Sicilias en 1860, que comprendía la Italia meridional y la isla de Sicilia, con Nápoles como capital.
Vista de la Piazza Garibaldi |
Al final me acerqué a una pizzería donde pregunté al camarero que estaba parado en la puerta si conocía el albergue. ”Sí, aquí al lado, en el palazzo”, me dijo lacónicamente. Tal vez aburrido de que le preguntaran. E l palazzo era un edificio viejo, probablemente del 1800 y tantos, que había conocido mejores épocas. Había que ingresar por una amplia entrada abovedada. A un costado había un portal que llevaba a una escalera, y allí estaba el nombre del albergue modelado en un discreto cartel. Subí hasta el primer piso y detrás de un pequeño mostrador me recibió Carmen, una chica napolitana que trabajaba en la recepción por el verano en el hotel, según me dijo. Entonces me di cuenta que en realidad el albergue era parte Hotel Cine Holiday, y se escondía de esta forma probablemente para engañar a la DGI. Buongiorno Italia!
La verdad es que hay que armarse de coraje para cruzar las avenidas con el semáforo en rojo como lo hace una buena parte de los peatones. Esperar la luz verde parece ser una idiotez para los que desafían el destino. con el riesgo de sucumbir como los marineros que se ahogaban por perseguir sirenas frente a la isla de Capri.
Después de recorrer algunas calles encontré un restaurante donde el menú del día ofrecía una serie de platos, entre ellos unos gnocchi a la salernitana. Curioso y con hambre me decidí por este plato, una ensalada mixta y una botella de agua. La ”salsa salernitana” de los ñoquis estaba hecha con mucho tomate, ajo y hierbas como el romero y la albahaca para darle sabor. En todo caso ninguna receta que fuera una sorpresa como había creído. Pero el plato estaba bueno, los ñoquis tenían un buen porcentaje de papas y un discreto sabor a nuez moscada.
Después regresé a la Plaza Garibaldi, que en parte estaba siendo remodelada y la habían cerrado con un alto y extenso muro de plástico. La parte abierta donde circula la gente tiene dos niveles. El de superficie está adornado con una estructura de metal y de vidrio que sirve de techo a la parte inferior subterránea donde hay algunas tiendas de ropa de moda, y las entradas y salidas a la estación del trenes y del Metro.
La zona alrededor de la plaza se extienden barrios con edificios maltratados por el tiempo, con muchas, albergues, pensiones y hoteles. Resalta la cantidad de inmigrantes que deambulan por las calles, sobre todo africanos, tanto árabes del norte del continente como los subsaharianos. Algunos que no tienen donde dormir e improvisan con cartones las ”camas” en la misma plaza que ocupan después de pasada la medianoche con el beneplácito de la policía. Es muy palpable la marginación de la población africana en Nápoles, gente que está llegando a Italia a través del Mediterráneo. Subsisten en el ambiente ilegal de los que se aprovechan de ellos para vender drogas, cometer delitos, prostitución, extorsión o simplemente vagabundear porque no tienen donde ir. Los chinos inmigrantes, son menos visibles en las calles de Nápoles, los emplean en fábricas clandestinas de ropa, carteras y otros artículos que luego se distribuyen en Europa con el sello de marcas reconocidas pero a bajos precios. Los turistas suelen ser buenos clientes para estos artículos. La mafia napolitana, conocida como La Camorra, es la que maneja los hilos de buena parte de la economía sumergida de la ciudad y la provincia de Campania. También la legal como el caso de la recolección de basura que ha sido muy comentado internacionalmente cuando una larga huelga tapó de basura a la ciudad. La película Gomorra es uno de los últimos aportes dramático-documentales del cine basado en el libro de Roberto Saviano, sobre hechos reales.
Viernes 23 de Junio
Como todo museo es de grandes proporciones el tiempo que lleva recorrerlo se puede extender por muchas horas, tal vez días. Todo depende de la ambición de cada uno en cuanto a profundizar en las distintas expresiones artísticas o documentales de la época y comprenderlas en su contexto. Yo estuve seis horas y no pude llegar a recorrerlo todo. El cansancio me fue invadiendo y la certeza de que me esperaba otra caminata de casi una hora para llegar al hotel. Nada de gracia me causaba pensar en esta perspectiva que al final tuve que cumplirla como me había propuesto: evitar buses y taxis. Había que conocer las ciudades a pie.
Sábado 24 de Junio
Hoy iba a concretar una de las metas más deseadas en este viaje: la visita a Pompeya. La tragedia de esta ciudad ocurrida hace 2 milenios creo que es un episodio que despierta el interés y la curiosidad desde que en la escuela nos enteramos de que realmente hay una ciudad excavada de las cenizas que el Vesubio lanzó cuando entró en erupción. Desayuné en el albergue un capuchino y dos cruasanes y me largué a la calle rumbo a la estación de trenes. Allí debía esperar el tren de la línea Circumvenusiana que recorre las ciudades que rodean la falda del volcán y tienen su estación final en Sorrento. Como la mayoría de estos trenes locales tienen muchos años rodando por los rieles, y la construcción de los vagones no está construida sin un aislamiento eficaz, si es que lo tienen, el nivel del ruido cuando marcha a veces se hace insoportable. Pero es Napoli, donde la gente parece estar acostumbrada a compartir los espacios públicos, tengan ruedas o no, sin mayores exigencias, con un grado de tolerancia mucho más alto que en otras ciudades de Italia.
En el hotel me advirtieron de que los carteristas frecuentan este tren debido a la cantidad de turistas, muchos desprevenidos. Y para confirmar que no es un mito ocurrió un incidente en el vagón donde viajaba. Una mujer fue víctima al parecer de un intento de robo protagonizado por un individuo que quiso abrirle la cartera, pero al parecer fracasó en su intento. Como el vagón estaba muy lleno de pasajeros, muchos iban parados, sólo pude escuchar las voces de protesta de la víctima que era italiana , o por lo menos lo hablaba muy bien, y la de otros pasajeros que le reprochaban al carterista su frustrado intento. No hubo violencia, pero el tren se detuvo en la próxima estación y al tipo lo bajaron. Ignoro si la policía llegó a intervenir.
Una vez en la cola de la boletería pude constatar que apenas si había unas veinte personas esperando comprar su entrada. Yo lo había hecho por internet, así que no tuve que esperar y el sendero me llevó directamente a la Puerta Marina.
En este deambular por los callejones de Pompeya me encontré con una pareja de peruanos residentes en EEUU y dos argentinas de BsAs según me contaron. Saqué fotos a todos ellos que estaban muy entusiasmados en poder enviar fotos a familia y amigos. Las calles y veredas de la antigua ciudad es recorrida por gente de las más diversas partes del mundo, una constelación de gente que entran en los edificios en ruinas, se admiran de los detalles plasmados en esculturas, mosaicos o murales, muchos reconstruidos con la minuciosidad de quienes saben que este es un tesoro único, Patrimonio de la Humanidad.
A la salida de las ruinas se levanta una estatua de Dédalos, otro personaje de la mitología griega (Foto izq), que parece inclinar la cabeza apesumbrado por la dimensión de la tragedia pompeyana. Fue construido por el escultor polaco Igor Mitiraj. Aún permanecen varias de sus esculturas en Pompeya.
Uno de los lugares que no alcancé a visitar fue el enorme anfiteatro de la ciudad. Su construcción data del año 70 a.C. y según los arqueólogos fue el primer anfiteatro romano edificado en piedra. Tenía una capacidad para 20 000 espectadores. Recién un siglo después sería construido el Coliseo de la misma manera, es decir con la piedra caliza.
Por lo general en ese entonces estos lugares de espectáculos de gladiadores y otros entretenimientos eran construidos en madera.
Otra construcción interesante fue la del acueducto que proveía de agua a la ciudad, donde se instalaron fuentes y donde los habitantes podían proveerse de agua fresca llenando sus ánforas para el consumo hogareño. Ese sistema todavía provee de agua a los turistas sedientos, yo entre ellos.
Pompeya era además puerto fluvial ubicado a orillas del río Sarno para la entrada y salida de productos que en una buena parte eran enviados a Roma. El final de este período de prosperidad empezó en realidad en el año 62 d.C cuando un terremoto asoló la ciudad destruyendo muchas casas y palacios. Luego vendría la erupción del Vesubio en el año 79d.C para terminar de darle el golpe final y enterrarla por casi dos mil años.
Domingo 25 de Junio
Hoy me he propuesto llegar hasta el llamado barrio español. Una zona empinada con negocios pequeños, trattorias, pizzerias y restaurantes. Los hoteles también abundan. La via Toledo es una peatonal donde la gente va de compras porque allí se concentran también las tiendas y negocios que venden productos de marca. Aquí no es popular la consigna No Logo.
La pizza es uno de los pilares de la gastronomía napolitana, me habían dicho mis amigos. Sin embargo mi experiencia no fue mucho mejor que en otros lugares. Es cierto, me recomendaron un par de pizzerías a las que no fui, y no lo hice simplemente porque quería probar otros platos más elaborados o tradicionales. De todas formas sí probé la pizza en dos pizzerías diferentes, y en una no pude terminarla porque realmente en el centro la masa parecía un chicle, y en la otra no se habían esmerado demasiado en condimentarla y darle un sabor más agradable. También me sentí desilusionado con una trattoria donde intenté comer un plato típico. Un fracaso.
Me despedí de Nápoles con sentimientos contradictorios por el caos y la decadencia de una ciudad que en épocas pasadas fue el centro más importante de la Italia Meridional. Seguramente lo sigue siendo, pero el deterioro de sus edificios, (cuando llegué a Suecia me enteré que se había derrumbado uno provocando víctimas mortales) el caos del tránsito y la pálida impresión que me dieron la mayoría de los lugares donde fui a comer, ayudaron a llevarme esa imagen. Seguramente con más dinero, un mejor hotel en otro lugar me llevaría otra sensación de la ciudad. ¿O tal vez no? En fin, mañana parto rumbo a Palermo.
(Continuará)
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