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domingo, 8 de abril de 2018

Impresiones sobre un viaje a Tailandia

Nunca estuvo en mis planes viajar a Tailandia hasta que mi hijo Daniel me invitara a visitar Koh Samui, donde planeaba pasar unas vacaciones de tres semanas junto con su familia. Nos reunimos en el aeropuesto de Arlanda, en Estocolmo, para partir juntos en un vuelo de Air Singapore. Wani, su compañera y los chicos, Ida (9), Julia (3) y Emilio (2) y nosotros dos completábamos el grupo de seis personas. Un largo viaje de unas 16 horas nos esperaba, sin contar las que pasaríamos en los aeropuertos.

El viaje contaba además con dos escalas. La primera en Moscú, donde estuvimos unas dos horas para incorporar a muchos rusos que como nosotros estaban sedientos de calor, mar y sol. El aeropuerto de la capital rusa nos recibió con bastante frialdad, como el clima que reinaba afuera de las instalaciones. Funcionarios con mala cara, varios controles a pesar que estábamos en tránsito, una sala de espera estrecha y con asientos insuficientes para todos. Pura época de la Guerra Fría, se podía pensar.
La segunda era Singapur y su amplio y moderno aeropuerto Changi, a la medida de esta ciudad-isla vecina a la península de Malasia. Con casi 700 km2 y una población de poco más de 5,5 millones de habitantes, es el país más pequeño del sudeste asiático. Es una  república independiente, conocida entre otras cosas por sus adelantos tecnológicos, su extenso y formidable puerto, su limpieza y eficacia en los servicios y mucho más. Al regreso de nuestro viaje tendríamos la oportunidad de conocer un trocito de la ciudad, el Chinatown de esta metrópoli. 

No está demás añadir que Air Singapore es una línea aérea de alta calidad, aún viajando en la clase económica como lo hicimos nosotros. El avión, un Airbus 350-900 es un gigante del espacio aéreo. Los asientos son cómodos, con suficiente lugar para extender las piernas; la comida, juegos para los niños, menú especial para ellos, medias si deseas quitarte los zapatos, crema dental y cepillo de dientes, pantalla de tv propia, etc, etc - y el servicio de a bordo de simpáticas azafatas se diferencia bastante al de otras compañias si comparamos el precio del pasaje: sólo unos 600 euros ida y vuelta a Tailandia.
El ultimo tramo entre Singapur y la isla de Samui lo hicimos con la aerolínea Silkline, en un viaje de poco menos de 2 horas.

La primera sensación al llegar a Koh Samui, ubicada en el amplio golfo de Tailandia, es el fuerte frenazo del Airbus 330, que  debido a la reducida extensión de la pista del aeropuerto, impide frenar a la nave con más suavidad. Se escuchan algunos sonoros suspiros y algún grito contenido entre los pasajeros. A mí me dolían los oídos intensamente, por lo que me solidarizo con los niños que lloran ante semejante martirio. 

Al bajar el calor reinante era de 35 grados C. 

A un costado del avión nos espera un transporte abierto donde los pasajeros nos vamos acomodando lo mejor que podemos con los equipajes de mano. El vehículo, que me recuerda a esos transportes de sightseeing que hay en algunas ciudades,  recorre unos doscientos metros y la brisa que entra por los costados abiertos se agradece cuando el cuerpo empieza a sentir la diferencia de temperatura y a transpirar después de meses de haber olvidado esa función en el duro invierno sueco de este año.

El edificio del aeropuerto es pequeño, está rodeado de verdes y boscosos cerros, donde se destaca en uno de ellos la cúpula dorada de un templo budista y monasterio para los monjes. Las instalaciones del aeropuerto son muy sencillas: bancos de madera, sus paredes divisorias también son de madera; con tablones que no llegan al techo para que circule el aire de los ventiladores y la brisa que llega de afuera. 
Primero presentamos nuestros pasaportes y la visa ante funcionarios que apenas nos observan, parecen jubilados reubicados, pero seguro que no es más que un escenario donde nada se les escapa. Las computadoras que tienen a su frente seguramente les presenta una relevante información sobre cada pasajero.  La sala de arribos está dividido por canteros llenos de frondosas plantas donde en un rincón está ubicada la cinta transportadora que nos traerá el equipaje de la bodega del avión.

Todo bien, sin demoras, seguimos hasta la cinta, recogemos las valijas y nos ponemos en marcha. A la entrada del aeropuerto debería estar esperando un representante de la firma donde Daniel alquiló un vehículo para seis personas (y siete también) con un cartel con su nombre escrito. Hay muchos carteles con nombres pero no el suyo. Esperamos un rato en medio del calor, hasta que después de varias llamadas telefónicas aparece el muchacho que nos acerca el Toyota 3D, una máquina negra que impresiona. Se disculpa por el retraso y nos acompaña en una motoneta  hasta el lugar donde vamos a residir, que está cercano al aeropuerto.

Con el GPS encendido recorremos unos pocos quilómetros y descubrimos con alguna dificultad el chalet alquilado, ya que estaba un poco escondido en ese complejo habitacional llamado The Sanctuary. Una casa con comodidades para todos, amplia cocina, una terraza con reposeras y una piscina de 15 metros. Un lujo para quien está acostumbrado a hospedajes más sencillos, pero alguna vez habrá que disfrutar de algo de más categoría, me justifico a mí mismo, y por un módico precio comparando con otros lugares.


Después de visitar algunos sitios como los templos de Buda, mercados y playas, tengo la sensación de que la urbanización de la isla ha sido muy intensa en las últimas décadas, y muchos lugares son depredados por la industria de la construcción, por el avance del turismo y el creciente interés de muchos europeos y otros asiáticos por radicarse aquí. Antes veíamos las ”hordas” de japoneneses visitando Europa y fotografiando, aquí son los chinos los que ahora ”invaden” estas y otras tierras, jóvenes con ropas de marca, enfrascados en discusiones en mandarín, consumiendo en tiendas y en restaurantes, demostrando porqué las nuevas generaciones en China gozan del desarrollo material de la nueva época.

 A muchos cerros y colinas de Samui les han talado los bosques para construir complejos habitacionales o villas lujosas con vistas sobre la isla y el mar, causando heridas irreparables en la naturaleza, pero seguramente con vistas espectaculares. 

Este es un lugar aparentemente libre de policías, que tal vez vigilan y circulan anónimamente, pero después de tres semanas viviendo aquí no he visto un solo vehículo policial en la calle. No sé cuán grande es la delincuencia aquí, pero es extraño para un "occidental" no ver pandillas asolando las calles y robando a los ingenuos turistas. Los jóvenes que se ven están trabajando en los distintos servicios para los turistas, restaurantes, hoteles, transporte y otros servicios que se ofrecen directamente en la calle, donde las boutiques con regalos y artesanías, los comercios de alimentos, las farmacias, y sobre todo los que venden frutas, verduras, y comida hecha al instante, pululan por todos lados. Hay barrios que, salvando la distancia, me recuerdan por la informalidad y la sencillez a los balnearios de Rocha en Uruguay. Punta del Diablo, Valizas, son primos hermanos de esta Koh Samui tailandesa.
Aquí muchos de estos negocios tienen puestos bajo sencillos cobertizos, donde humean las ollas y las mujeres se afanan  cocinando para los clientes que llegan a comprar su desayuno o almuerzo. Y una característica es que hay muy poca comida preparada de antemano. Cuando uno pide lo que desea lo preparan en el momento con verduras y carnes frescas. Solo el arroz Jasmin está empaquetado en porciones en pequeñas bolsas de nailon.

Un desayuno que es muy popular son las gachas de arroz (en vez de avena) donde se mezclan trozos de pollo, hígado, un huevo hervido, hongos y quién sabe que otros productos para los que no tengo el nombre en castellano. Una verdadera ”bomba” para los que trabajan y que hace parte de la dieta diaria basada en la carne de pollo, cerdo, camarones y pescado, arroz y vegetales como la cebolla, hongos, cilantro y mucho más. El arroz glutinoso se lo hierve solo con un poco de sal y se lo sirve como si fuera el pan nuestro. En los restaurantes en cambio con forma de cono invertido en los platillos o bols. 
También se consumen los ”tallarines” o ”espaguetis” de arroz (nudlar ) presentes en muchas comidas tai. El arroz acompaña prácticamente  a todas los platos. Otro elemento muy usado en la cocina es el chili y la leche de coco. Aquí hay una sopa de leche de coco con camarones o pollo, chili y otros vegetales que no pude dejar de pedir cada vez que visitábamos un lugar de comidas, pequeños restaurantes donde comíamos por 3-4 dólares o llevábamos a casa el almuerzo o la cena. 
La forma de empaquetar la comida para llevarla a casa es muy original cuando se la compra en los puestos de comida callejeros. Utilizan las bolsas de nailon antes mencionadas, y allí meten las porciones de comida. Luego la cierran con una banda elástica, esas que se usan en las oficinas o en las escuelas, con una habilidad y rapidez asombrosa. Lo difícil es después desprenderlas porque están tan fuertemente ligadas que al comienzo me obligaron a quitarlas de las bolsas con métodos bastante ”violentos” como si fuera el nudo Gordiano. Después aprendí el método fácil para abrirlas sin dificultad gracias a Wani y Daniel. Todo tiene su técnica.

Aquí se bebe mucha cerveza rubia, siendo la Singha y la Chang las más populares. Leo es otra marca popular. También hay marcas europeas o americana importadas. El vino es importado de Australia por supuesto, y muy caro, así que tuve que hacer una pausa en mi costumbre de acompañar las comidas con el jugo de la uva. Además con el tipo de comida tai los sabores de unos y de otros no tienen mucho apego principalmente con el vino tinto. El vino blanco se adapta mejor. Pero el calor es otro factor negativo, ya que si no te traen un recipiente con hielo donde meter la botella de vino, rápidamente se convierte en un caldo tibio.

 En la isla no se ven tailandeses con sobrepeso, sólo los turistas extranjeros son una muestra de la pandemia que sufren los llamados "países desarrollados” de la hamburguesa y la Coca Cola. Y no es extraño, porque las comidas carecen de grasas saturadas y azúcar. La carne vacuna no la usan en sus comidas, solo los restaurantes para extranjeros la tienen y por supuesto es muy cara. Leche de vaca tampoco es popular, sí la de soja. El arroz, que como elemento indispensable en la dieta popular tiene la virtud de ser tan plurifuncional que, si ocurriera una catástrofe ambiental, causaría a su vez una catástrofe alimentaria  para estos pueblos de Asia.


La verdad es que si no fuera por el intenso tráfico de autos y motocicletas por las calles principales, este lugar sería el reino de la tranquilidad. La urbanización de la isla Samui se basa en una carretera que la rodea a lo largo de la costa. Luego se cruzan en su interior un entramado de calles estrechas y algunas avenidas,  al parecer sin mayor planificación urbana. Apenas hay veredas, por lo que la gente ”de a pie” corre riesgos de ser atropellada sino se cuida, aunque algunos caminan despreocupadamente, al parecer inconcientes del riesgo que corren. Esas vías están mal pavimentadas en muchos casos , con tendidos de cables que meten miedo por los miles de kilómetros y toneladas extendidos por la ciudad y que penden sobre la cabeza de los habitantes; por la falta de semáforos salvo alguna que otra excepción, y la ”herencia británica” de conducir vehículos por la izquierda.  

La isla me hace pensar en Italia por la enorme cantidad de motocicletas, aunque ver una Vespa aquí no es común. Los tailandeses usan el vehículo de dos ruedas no sólo para transportarse ellos y su familia, sino también como vehículo de carga. Ingeniosamente algunos han montado una caja abierta de metal a un costado de la motocicleta con su propia rueda, y allí cargan las más diversas cosas útiles que necesitan para su trabajo: herramientas, suplementos, cocinas ambulantes, garrafas de gas, mercaderías, etc etc. Aquí también hay hurgadores como en tantos lugares del mundo, recuperando lo que otros creían que solo era basura.

La gente humilde tiene jornadas de largas horas de trabajo, y ese esfuerzo no parece ser de una remuneración que les permita acceder a otros niveles de consumo. Sin embargo no parece preocuparles demasiado, su religión predica por el contrario el ascetismo, y probablemente muchos crean que en la próxima vida serán recompensados, según promete la inexorable reencarnación.

Hablando de reencarnación, según las estadísticas el 95 % de los habitantes de Tailandia son budistas, mientras que el resto se divide entre musulmanes, hindúes, cristianos y otras sectas.
El budismo tiene una larga historia, y su principal buda, Siddhartha Gautama, nació en el Tibet, en los límites con la India en el siglo V a.C y vivió 80 años. Siddartha en forma oral compiló, enseñó y predicó los principios que rigen esta religión sin dios, solo con principios, oraciones a deidades y al propio Buda (el iluminado). El budismo y el hinduismo, que es aún más antiguo, tienen mucho en común, ambas religiones no tienen dios. Sin embargo a Buda se lo representa de distintas formas y a la figura femenina de Guan Yin, que representa la misericordia, su nombre significa "la que oye los lamentos del mundo", es lo que en la iglesia católica llamarían una santa. A ella le ruegan las mujeres principalmente, ya que tambien, según la creencia de los budistas, ayuda a que la mujer pueda quedar embarazada.

La vida, según el budismo, es una rueda que por su forma circular, comienza y termina y vuelve a comenzar. Por eso esta foto ilustra de forma muy gráfica ese principio. Debo reconocer que este viaje me permitió profundizar en el conocimiento de esta religión, tan distinta a las que conocemos en Occidente de tradición judeo-cristiana. 
Nada del Dios omnipresente (más otros omnis…), severo, cruel y hasta vengativo, que llena de culpas a los humanos por el famoso ”pecado original” y amenaza con el ejemplar castigo del Infierno o el Purgatorio, o premia con el Paraíso; patriarcal, con templos donde se promete mucho para el Más Allá y se cumple muy poco en el Más Acá, incluso por los mismos que predican.

La base de la filosofía budista es ”el que hace el bien recibirá el bien, el que hace el mal recibirá el mal”. Cada uno con su propia conciencia, con la base de toda una filosofía para convertirse en un ser humano mejor. Es en mi opinión una religión mucha más abierta, no castradora, menos patriarcal, plural y más tolerante que las que dominan las almas de cristianos, judíos y musulmanes, solo por nombrar las tres de nuestros pagos occidentales. No existe una autoridad vertical como el Papa y el Vaticano, sino que son los textos sagrados los que rigen los principios de esta comunidad religiosa. La famosa ”herejía” y los ”herejes” con los que nos golpean las religiones antes mencionadas no existe en el budismo, no hay Guerra Santa para liquidar enemigos con otras religiones en nombre de Dios. 

El budismo es sin dudas una postura filosófica y espiritual (Nirvana = liberación) que culturalmente nos parece extraña por el mal conocimiento que tenemos de ella y de las sociedades donde se desarrollaron. Y es que mientras en ”Occidente” la vida y la satisfacción material fue cobrando cada vez más importancia, en estos países aún persisten los principios morales, meditar, cultivar sabiduría, renunciar a lo material innecesario, practicar la bondad y la compasión, y mucho más que no es el fin de esta crónica profundizar. Un detalle interesante es la aceptación en China de esta religión que existe allí desde hace miles de años, pero con la llegada del comunismo el país se convirtió oficialmente en ateo. Algo que aparentemente está cambiando en cuanto que es cada vez más aceptada su práctica por las autoridades, y al parecer el presidente Xi Jinping ha comprendido la importancia de sus valores en una China que se vuelca cada vez más hacia el materialismo consumista.

En Internet o en las bibliotecas hay suficiente material para quien quiera enterarse sobre el budismo, algo que debería difundirse más en los liceos cuando se enseña la historia de las religiones. Pero en muchos colegios con marca religiosa seguramente el budismo es una ”herejía”.
En cuanto a su sistema político es una monarquía constitucional cuyo rey es el jefe de Estado, tiene un Primer Ministro y un Parlamento con dos cámaras. Su historia política ha sido signada por los golpes de estado, el ultimo el de 2006, y la inestabilidad política que se refleja por ejemplo en la elaboración de diecinueve constituciones, la última la del año del golpe de estado. Las libertades están limitadas a pesar del sufragio universal y la existencia de varios partidos de distintas ideologías. La libertad de prensa y expresión también están bajo vigilancia , existe la censura, y los DDHH son restringidos. Las reglas del juego la impusieron los militares en 2006, y Tailandia no se diferencia mucho del "modelo" que rige en los países vecinos, salvo por la monarquía.

Las playas de Samui rodean toda la isla pero son de distinta calidad. No son ni arenas blancas ni de polvillo fino, yo diría que las que visité son parecidas a las de Rocha y Maldonado en Uruguay. La diferencia son las palmeras de cocos y plantas tropicales que crecen en sus orillas a diferencia de los pinos, laureles silvestres y otros arbustos que pueblan nuestras costas uruguayas o las costas suecas del sur del país.

Aquí sin embargo no es Pataya ni Phuket, las más conocidas entre los turistas, pero tiene una buena infraestructura de hoteles ”resort”, con cabañas  junto al mar, con muchas y distintas categorías según el poder adquisitivo del cliente. Es también muy familiar en muchos aspectos, aunque los juerguistas tienen en el barrio llamado Chaweng los bares, nightclubs y otros lugares de diversión, juego y prostitución. 

Nosotros visitábamos con frecuencia la playa de Choengmong cercana al aeropuerto, al norte de la isla. Es una playa que no era muy concurrida en esos días que estuvimos en Samui, muchas familias con hijos pequeños la prefieren porque es una ensenada donde prácticamente no hay olas, no es de aguas profundas hasta caminar 30-40 metros mar adentro, según la marea, aguas limpias, transparentes y verdes. 
Ida, Julia y Emilio se divierton mucho en este lugar. Los adultos disfrutamos también de las horas de descanso, con acceso a masajes que mujeres simpáticas y amables, con manos de ”acero”, te machacaban el cuerpo durante una hora; bebidas frescas naturales, batidos de fruta o comida caliente de los improvisados ”chiringuitos” montados en la playa misma, generalmente regenteados por mujeres mayores. Esas mismas mujeres y otras que trabajan en la zona, al caer la tarde y cuando la mayoría de los turistas desaparecen rumbo a sus hoteles, se reunen con sus familias para disfrutar un rato de la playa, el mar y sus niños, algunas buscando lo que en Italia llaman ”lingüini”, un molusco pequeño enterrado en la arena. 
Hasta los perros tienen en las playas sus lugares, no son perseguidos y conviven con los turistas y la gente que allí trabaja. No acosan a la gente sino que pacíficamente recorren la playa en busca de comida, tal vez son ”sagrados” como las vacas en la India, pero eso sí, muy celosos de su ”territorio”, expulsando a los otros perros que se atreven a invadir sin su permiso.


Le agradezco a Daniel y a Wani la oportunidad de haberlos acompañado y estar durante días conviviendo con ellos y mis nietos, conocerlos mejor y que me conozcan. En fin, disfrutar a pesar del esfuerzo que significa para ellos poner orden y diversión al mismo tiempo con tres gurises con los que hay que llegar a compromisos constantemente para que la convivencia se haga posible. Eso es familia -y volví a revivir los tiempos cuando yo ambién junto con María eramos los que conducíamos el barco.

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