Esta semana vieron su estreno en pantallas de Folkets Bio tres películas memorables, dos francesas y una coreana. Memorables porque la realización de esas películas y los temas son muy conmovedores, dramáticos y trágicos también. A eso hay que agregarle esa carga donde es frecuente que en el ser humano se reúnan el bien y el mal como lo conocemos claro desde una perspectiva moral definida por esos códigos que no siempre son reconocidos, en una lucha permanente condicionados por el medio social y familiar que los rodea.
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Jacques Gamblin interpreta al cartero de una manera conmovedora ya que el personaje es sumamente introvertido, solitario, sólo expresa con la mirada y gestos muy opacos su aprobación o negación, sus sentimientos no afloran en palabras sino que recorren su delgado rostro escondido detrás de un espeso bigote que los demás protagonistas deben interpretar lo mejor que pueden. Pero el empeño de reunir piedras mientras reparte el correo en una carretilla para construir su palacio no ceja. Día a día con la desaprobación y dudas al comienzo sobre el proyecto de su nueva esposa, con su trabajo y perseverancia lo va transformando en un apoyo que Cheval necesita para no rendirse, incluso cuando Alice fallece siendo una niña a consecuencias de una enfermedad pulmonar. Curiosamente sin ningún conocimiento sobre arquitectura se inspira en tarjetas de la época que reproducen palacios en diferentes partes del mundo y levanta paredes montado en andamios de dudoso equilibrio. Así este cartero sigue sumando piedras a las paredes y torres de ese palacio donde pretende enterrar a su hija, algo que las autoridades le niegan. Sin embargo años más tarde, cuando ya superaba los 80 años de edad, una de sus nietas se casará y celebrará la fiesta en ese palacio construido piedra a piedra y que hoy es considerado un monumento del arte naif, visitado por arquitectos y especialistas de arte, turistas y prensa. En1968, André Malraux, el entonces Ministro de Cultura de Francia, declaró que el palacio es un monumento histórico. Le llevó a Cheval treinta y tres años construirlo, pero su voluntad convertida en piedra, ha dejado en el lugar un monumento a la creatividad humana inspirada en ese amor que no sabía expresar en palabras.
La película coreana Parásitos de Bong Joon-ho es una historia sobre la picardía humana convertida poco a poco en un abuso y que desemboca en una historia criminal también increíble en la lucha por la supervivencia en un medio descarnado y egoísta dela Corea del Sur de hoy. El director juega con la idea de que cada clase social, los ricos representados por el matrimonio Park y sus dos hijos (una adolescente y un niño) y los pobres, el matrimonio Ki-Taek con dos hijos (ambos jóvenes) se consideran despreciativamente como parásitos en una metáfora donde se reflejan los prejuicios arraigados en la sociedad. Sin embargo la circunstancias los llevan a depender unos de otros, en una convivencia aparentemente pacífica. En todo caso la familia Ki-Taek, viviendo en un sótano y sin trabajo por una casualidad ven la oportunidad de enredarse hábilmente en la mansión de los Park. Todo gracias a la habilidad de engañar a los patrones bastantes ingenuos. Uno a uno de los miembros de los Ki-Taek se van sumando al trabajo hogareño, como instructores de los niños, como chófer y como doméstica. La táctica es hacer despedir a lo que ya trabajan en la lujosa mansión en base a una serie de tretas muy ocurrentes y hasta graciosas, pero con consecuencias nefastas para los afectados. Todo va bien hasta que una noche de tormenta y con los dueños de casa acampando fuera de la ciudad, la familia Ki-Taek, ya con mucho alcohol en la sangre y comida en la panza, se creen dueños de la mansión y hacen planes. Algo inesperado ocurre que les interrumpen la placentera velada a lo que se suma el regreso de la familia Park obligada por la tormenta. El desenlace es una catarsis donde los sentimientos más agresivos y violentos se desbordan sin compasión. El director Bong Joon-ho logra plasmar en la pantalla sin piedad un verdadero fresco de la realidad social actual, donde nadie sabe a ciencia cierta dónde están los parásitos. (Palma de Oro en Cannes).
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