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sábado, 24 de julio de 2021

¿Una encrucijada pero una sola dirección?

¿Así será nuestra vida futura?
¿Un permanente show para los que
desean controlar cada paso de los
ciudadanos?
 El verano boreal nos pone sin dudas en un impasse donde los acontecimientos parecen opacarse en algunas sociedades, sobre todo las europeas si no son por las catástrofes naturales. Esas catástrofes que han sido advertidas repetidamente pero que desde las tribunas del poder político y económico se ha tardado en reaccionar, incluso con medidas más tímidas que eficaces. Sin embargo golpeó fuerte la revelación de que un programa espía, el Pegasus, desarrollado por una compañía privada israelí, fue comprado por los gobiernos de diversos países para espiar a un amplio abanico de políticos, periodistas, abogados, jueces y quien sabe qué otros miembros de las élites cuyas vidas personales les interesaba conocer al detalle a través del contenido de sus dispositivos y controlarles así sus opiniones, contactos e intenciones.

En realidad es difícil pensar que esto sea aislado y algo nuevo. No lo es, lo único aparentemente nuevo es cómo gobiernos como los de Hungría y México (solo para poner dos ejemplos) o sus policías de seguridad, han tenido acceso a un programa tan sofisticado y lo han usado en forma secreta, quien sabe si con un conocimiento parcial o total de los gobernantes. Porque las policías de seguridad y sus directores pueden responder a los gobernantes, o a un sector del mismo, o a intereses fuera del mismo sirviendo menudencias al gobierno y parlamento si lo tienen, mientras la verdadera información la reciben otros sectores que pagan por los servicios sin importarles el precio ya que la información es poder y se paga solo.

Los espías norteamericanos y sus agencias han espiado a todo el mundo hasta el color de los calzoncillos y lo siguen haciendo impunemente. Los rusos y los chinos y otros tantos países recolectan también información de sus enemigos potenciales o reales por lo que las redes de espionajes y contraespionaje son cada vez más sofisticadas con robots y computadoras que analizan al segundo la información recolectada tanto legalmente como ilegalmente, esto último en caso de que las leyes del país tengan agujeros negros donde no alcanza la imaginación del legislador y sus consejeros, o si hay ausencia de tales alternativas. Los hackers dañan intereses económicos o procesos electorales destrozando los últimos  flecos de las democracias cada vez más horadadas por los grupos que no se conforman con un trozo del pastel. Lo quieren todo. Estamos en los comienzos de una era donde cada paso que demos, la idea que expresemos por la plataforma que sea, tomarán un camino donde cada letra, cada frase será disecada buscando desentrañar las intenciones del autor. Así se irá acotando la libertad de expresión, la autocensura limitará la libertad de pensamiento con una mordaza en las neuronas por el temor a las represalias. 

No sé si evitaremos caer en regímenes cada vez más autoritarios, aún ostentando el cartel luminoso de "Democracia", pero cada vez me convenzo más que
hacia allí vamos empujados por el consumismo, el desastre medio ambiental y climático, la ambición y avaricia sin límites de las élites que desde sus tronos mueven las perillas (parafraseando a un "líder mundial") para someter a una humanidad cada vez más acorralada. Tal vez alguien de las nuevas generaciones ya está pensando en la segunda parte de la novela "1984". ¿La llamará inequívocamente "2084"?

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