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sábado, 7 de enero de 2023

No todo tiempo pasado fue mejor, pero...

La repetida frase de "que todo tiempo pasado fue mejor" crea suspicacias y sonrisas entre los que la escuchan, sobre todo si son personas de generaciones posteriores, lo que es lógico. Cada generación tienen un entorno social, económico y cultural presente, el que influye en la formación de cada individuo. Pero ahí está la clave de porqué  muchos de los que pertenecen a mi generación que tuvo su infancia en la década del ´50 del siglo pasado (vaya que estamos mayorcitos) reafirman cuando hablan de su niñez que de divertían más que los niños de esta época.

Sabemos que todo esto es muy subjetivo, pero una cosa es objetiva, y es que el desarrollo de las tecnologías con dispositivos al alcance de las familias con poder adquisitivo suficientes para adquirirlos le ofrecen a hijos e hijas la posibilidad de aprender a manejarlos y que se entretengan jugando a los múltiples juegos que se ofrecen en el mercado. Este fenómeno ocurre en los países con un desarrollo económico suficiente como para que la población en general pueda acceder a ellos, pero como notamos en el entorno de los barrios marginados o en los países más carenciados, la gente se las ingenia para tener su propio aparato de TV, luego su computadora y mas tarde el celular. 

Lo que diferencia a estas generaciones en la forma de jugar y entretenerse es que en mi época de infancia los juegos eran generalmente colectivos, lo que no quiere decir que no jugáramos solos. Pero era muy frecuentes jugar en grupo donde cada uno/una trataba de mostrar sus habilidades, al mismo tiempo que se desarrollaba una amistad muy fuerte, aún cuando eran juegos que exigían una dura competencia, sobre todo si había algún objeto en juego. No pocas veces había conflictos que hasta podían llegar a las piñas entre los varones o algún tirón de pelos entre las niñas. Pero también con frecuencia se hacían las paces y la vida continuaba en esa red de amistades del barrio, donde se iba aprendiendo de unos y de otros valores y no poca veces picardías para engañar a chicos y mayores.

Lo que a los de mi generación en general sorprende es el tiempo que utilizan los niños y en menor grado las chicas, en jugar con sus dispositivos, que para ellos es un drama no tenerlos al alcance y utilizarlos. Las discusiones con los mayores que intentan poner límites es evidente, mientras que otros lo dejan al albedrío de cada chico ya que de esa forma "no molesta" o no requiere la atención que el adulto no puede ofrecerle en esos instantes por la razón que sea.

Mis dos hijas e hijo se criaron en el momento de ese cambio bisagra en la sociedad. Vivieron mucho de las actividades colectivas en los centros de tiempos libres después de la escuela, y con amigos o amigas de esa misma escuela donde se hacían las primeras amistades. A veces podía coincidir con relaciones creadas en el barrio, pero en Suecia es distinto a lo que era en mi país de origen, Uruguay. A lo que voy en definitiva es que a medida que se desarrollan las posibilidades de encerrarse a jugar con un dispositivo, y cuanto mayor tiempo se enfrasca el niño o niña en esos juegos, menos tiempo dispone para el encuentro con otros chicos y chicas, menos juegos resales compartidos aunque lo haga a través del celular con otros. Se terminó el juego y el intercambio se evaporó dejando sensaciones que no favorecen a crear un tejido social de amistades, solo un superficial vínculo que si desaparece no tiene mayor sentido.  Sé que las vivencias que tienen por lo general los chicos son otras, sobre todo cuando se trata de juegos bélicos con un uso de armas poderosas, a diferencia de nuestros revólveres de madera o de metal con fulminantes. En eso no nos diferenciamos los que somos producto de la "cultura occidental" impregnada de violencia y heroísmos, (falsos o verdaderos) que a través de los años fuimos aprendiendo. Las chicas juegan, en general,  en esos dispositivos a otros juegos mucho más humanos y de carácter social o creativo, aunque habrá excepciones, claro.

Este individualismo que se viene desarrollando a través de los juegos se acentúa en la vida del trabajo del adulto. La sociedad capitalista neoliberal ha logrado o pretende hacer de cada individuo, sobre todo a los más jóvenes por supuesto, a convertirse en hábiles emprendedores, a crear sus propias empresas, y a dejar de ser parte de ese proletariado organizado en sindicatos que tantos dolores de cabeza le produce al patrón o a la compañía nacional o multinacional. En conclusión, creo que estas nuevas generaciones se introducen cada vez más en ese universo de relaciones donde si bien las compañías y empresas siguen existiendo, dentro de cada una de ellas tiene lugar esa individualización donde se hace presente lo personal antes de lo colectivo. Es lento pero los robots en el sector industrial, por ejemplo, también juegan su papel en ese ambiente. En los servicios no es muy diferente. El desafío es cada vez mayor para mantener un colectivo que se atomiza cada vez más. Ya no es posible que haya revoluciones, ha manifestado por ejemplo Byung Chul Han en sus diferentes textos, al observar que de sociedades represivas durante el industrialismo, pasamos a las sociedades manipuladoras donde líderes con su discurso cautivador pueden seducir a su público a pesar de que solo venden humo. Resumido en el siguiente artículo  (https://elpais.com/elpais/2014/09/22/opinion/1411396771_691913.html)  que fue publicado en El País de España, Chui Han resume parte de sus ideas  allí expresadas, las que son un buen ejemplo de su tesitura. Son cambios más o menos lentos según el país, pero están ocurriendo. Un fenómeno que lo ilustra es el  sentimiento del fracaso, el cual es insoportable para muchos: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad", escribe el filósofo coreano-alemán. ¿Será este sentimiento la causa de muchos suicidios en países con un alto índice de ellos?

Trato de ser optimista, de que el neoliberalismo se agotará en algún momento, pero el horizonte me oculta todavía ese cambio de paradigma social cuando cada vez más máquinas y dispositivos se esfuerzan por alejarlo.

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