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miércoles, 6 de diciembre de 2023

La guerra que no cesa

Como si fuera un juego macabro, el gobierno de Israel y sus  militares diseñaron un mapa de Gaza con zonas bien demarcadas y numeradas para que los palestinos, apelotonados en sus últimos refugios, se desplacen cuando los soldados así lo ordenen. Después del alto el fuego e intercambio de rehenes, porque también Israel los tiene, se reanudan los combates. Dos millones de palestinos arrinconados en el sur de Gaza, luego que el norte de la franja fuera convertido, en un alto porcentaje, en escombros. Ahora deben trasladarse como si fueran ganado, de un área demarcada a otra, para que el ejército hebreo realice sus operaciones contra Hamas.

Si alguien pensaba que en el siglo XXI  los humanos finalmente viviríamos en una sociedad donde regiría la armonía y la comprensión entre los estados y sus ciudadanos, hay suficientes pruebas y factores que lo desmienten: el caos y las guerras, la lucha por los privilegios de las élites y los recursos, tanto materiales como humanos, condicionan cada vez más nuestro presente... y el cambio climático ,cuyos principales responsables lo agravan con una sonrisa, brindando con petróleo. 

Como una mancha voraz esta distopía está invadiendo los continentes, tragándose violentamente vidas humanas y toda vida orgánica a su alrededor. Además se impone -por si fuera poco- el discurso de diversos personajes que prometen extirpar el cáncer del populismo, abriendo o ensanchado las grietas y las fracturas sociales, como los que existían en siglos anteriores, cuando los derechos que hoy consideramos esenciales, los disfrutaban sólo las élites de la aristocracia y sus testaferros. Actualmente no es necesario imponer monarquías, las que existen son de adorno, pero son necesarias como un factor más para la manipulación y la sumisión permanente de los ingenuos. Las repúblicas, en cambio, son copadas por lideres que se embarcan en aventuras neoliberales que dejan a Tatcher y Reagan como tímidos protagonistas del pasado.


Lo que ocurre en Gaza no es genocidio, dice Netanyahu y sus ministros. ¿Será que después de la experiencia de los judíos a lo largo de la historia y del Holocausto, el gobierno israelí tiene un cálculo matemático de cuando estamos frente a una tragedia de este tipo? Hay que ver las cifras de muertos, las imágenes y las declaraciones de las víctimas que están atrapadas y sin salida, en esa trampa mortal de la franja de Gaza, donde no hay, por mas que se pretenda, escape posible ni protección alguna para los palestinos. 


Hamas y su guerra puso al frente a sus civiles, niños, mujeres, ancianos y hombres sin afiliación alguna, dedicados a cuidar de sus familias y de su trabajo, si tenían la suerte de poseer una ocupación y un salario. Pero los combatientes del partido de Dios necesitan, sin mirar las consecuencias, crear las condiciones para que la guerra se extienda por la región, porque esa era y es la finalidad del ataque del 7 de octubre pasado contra Israel, a pesar de que la respuesta iba a tener el resultado que estamos viendo. Hamas lo sabía pero era una variable menor. La vida de los inocentes no tiene importancia para los que enarbolan las convenciones abstractas inventadas desde hace siglos como Patria, Dios, Territorio, Soberanía, etc. Estamos frente a  dos rivales irreconciliables, dos visiones del mundo donde el fanatismo político y religioso y, también mezclado, el odio mutuo visceral de buena parte de esos pueblos, forjado por siglos de rivalidad y respaldado por los que, en su momento, sacaron dividendos de esa rivalidad, la que probablemente termine en una catástrofe humanitaria de una dimensión aún peor de la que vemos ahora, y que todavía no sabemos como se resolverá, mientras alguien con autoridad no encuentre una salida, si es que existe, para ambos pueblos. La ONU no parece existir en este conflicto o no se la escucha.


Siempre hay algo más detrás de las guerras aparentemente surgidas por cuestiones y conflictos latentes de fronteras y amenazas más o menos reales, que no tienen aparentemente que ver con los intereses económicos de los beligerantes. 

Rusia invadió Ucrania no porque fueran nazis ni por la amenaza de la OTAN, que igual ya está establecida enfrente de su territorio y ademas ampliada (1), sino que la razón principal fue, aunque oculta y entre otros motivos, económicos: el potencial de la región en recursos de minerales, tierras raras que existen en esa región y las extensas y ricas áreas para la producción agrícola, que el Kremlin desea para sí, a pesar de poseer el territorio más extenso y varias veces más grande, de todo el planeta. Con esta guerra está enviando al infierno a una generación de jóvenes que en vez de aportar a su sociedad a través del trabajo, capacitación y desarrollo personal, mueren en las trincheras o carbonizados en sus blindados. Lo mismo ocurre con los jóvenes ucranianos. Esta guerra es una máquina de picar carne. Lo mismo que la de Gaza.


Sin dudas que este conflicto es parte, como ha ocurrido a menudo, de uno más global, donde se esfuma el mundo unipolar, donde USA hasta ahora era el único patrón y, ahora sin dudas, pierde aceleradamente su posición ante las nuevas potencias emergentes que lo desafían. China, Rusia, India, Brasil,  etc. países que se alinean, limando las ataduras de sus pueblos y estados, hasta ahora amarrados a través de la sutil soga que los ataba: la deuda en dólares creada por el FMI, Banco Mundial, etc. Desde los inicios del nacimiento de la nación norteamericana, la consigna y las políticas han sido: “Si no sometes por la guerra al país de turno, hazlo con la deuda... en dólares”, por supuesto. Ese lazo ya no tan sutil se está rompiendo y, sin dudas, se resquebraja el orden mundial establecido, con las consecuencias que vemos pasar por delante de la pantalla del televisor, si tenemos la suerte de que todavía no nos golpea del otro lado de la ventana.

(1) Suecia acaba de firmar en el día de ayer un tratado con EEUU (incluso antes de ser miembro pleno de la OTAN) que le permite  a ese país hacer uso de 17 bases militares: puertos, aeropuertos y bases terrestres, de norte a sur  a lo largo del extenso  territorio sueco, por tiempo indeterminado y, sin dejar claro, cuánto  personal y qué tipo de armamento dispondrán los norteamericanos cuando empiecen a usar esas bases. Los detalles los sabremos más adelante, si es que nos enteramos algún día, porque estos acuerdos encierran un alto secretismo. Gracias Putin, dirán los estrategas occidentales. Quisiste evitar Ucrania aliado a la OTAN y nos entregaste Suecia (y Finlandia),  la otrora nación neutral y libre de alianzas militares, en un tratado histórico. Así se va dibujando el mapa de la nueva disputa por los territorios y sus habitantes.

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