En el Líbano el ataque contra Hizbulá no solo tuvo su escalada en un siniestro episodio cuando se hizo estallar los dispositivos, celulares y walkie-talkie, programados por los servicios secretos de Israel, según los expertos que conocen cómo se las ingenia el Mosad, en estas cuestiones de larga y complicadas operaciones. Fue dirigido contra miles de personas la semana pasada, donde murieron niños y civiles que nada tenían que ver con Hizbulá, como también miembros de este partido, aunque no fueran parte del brazo armado de esa organización. No faltaron quienes aplaudieron semejante destreza y habilidad para preparar esa trampa que se cobró víctimas colaterales como los niños, las mujeres y ancianos que, por casualidad, estaban cerca de esos aparatos. A eso no se le llama terrorismo, sino acciones audaces por la prensa amiga. Después vino la lluvia de bombas, y la huida masiva de los habitantes del sur del Líbano, que en vehículos y a pie, marchan hacia Beirut, buscando salvarse de los ataques desde el aire. Aquí también se amplía ahora la superficie del cementerio que construye Israel, junto al Mediterráneo, probablemente todavía muchas víctimas están sin enterrar, porque en la huida los sobrevivientes se preocupan más en ponerse a salvo que a enterrar a sus muertos, impotentes, antes los bombardeos de los F15 de fabricación norteamericana, así como las bombas de 250 kilos y otras, probablemente más destructivas.
Según la corresponsal de la TV pública sueca, el primer día de iniciados los bombardeos masivos, fueron 600 las operaciones aéreas, y al segundo 1600, una enorme cantidad de toneladas de explosivos contra un enemigo que respondió con esos misiles que, en su mayoría, son desbaratados por la defensa antiaérea israelí antes de llegar a tierra. Militarmente es Hizbulá una pulga en la pata de un lobo. Su fuerza está en la parte política y organizativa de la población del sur del Líbano, con representantes en el parlamento, y cuya población es mayoritariamente una mezcla entre libaneses y palestinos, antiguos refugiados y sus descendientes, que fueron afincándose allí después de las anteriores invasiones de Israel a este país, desalojados de Palestina por millares a lo largo de esas décadas pasadas. Cuánto tiempo permanecerá esa estructura política y militar de Hizbulá después de esta desigual “batalla”, estará por verse. En todo caso, Israel y los países que lo apoyan, continuarán enfrentando a una población resiliente, a pesar de las graves pérdidas humanas y materiales causadas por bombas, misiles y obuses.
La pregunta es si, como prevén la mayoría de los analistas, las tropas israelíes invadirán y ocuparán otra vez, como en años anteriores, territorio libanés, si llegarán hasta Beirut, y cuándo detendrán sus tanques y blindados. O evitarán ocupar territorio, o como en la década del 80, ¿establecerán una franja de “seguridad” en el sur del Líbano? Francia y EEUU pidieron en la ONU un alto el fuego por 21 días para detener la masacre y la desbandada de la población, con la intención de detener una posible ampliación de la guerra que incluya a otros países de la región (1).
La cuestión es si Irán pondrá freno a su estrategia geopolítica de intervenir indirectamente con las milicias armadas, como Hizbulá y Hamás, ¿o lo hará directamente? La perspectiva no puede ser peor para esta parte del planeta, no muy lejos de la guerra de Ucrania y otros conflictos menos publicitados por los medios hegemónicos que miran para otro lado si no hay intereses propios en juego, conflictos que derraman terror y sufrimiento en ese permanente río de sangre con el que paga buena parte de la humanidad la ambición de mantenerse en el poder de las élites hegemónicas y gobiernos imperialistas. Hoy como ayer, están dispuestos a arrasar con los pueblos que resisten sus abusos y explotación, considerados y tratados como ciudadanos de segunda o tercera clase, siempre sumisos y obedientes, de lo contrario, son terroristas cuando se deciden a gritar ¡basta ya!
(1) Esta guerra traerá probablemente una nueva corriente de refugiados que la UE teme por las consecuencias que les traerá a sus políticas cada vez más restrictivas a la inmigración y a los refugiados. Después de ver la película Green Border, de la directora polaca Agnieszka Holland, donde se relata la cruel realidad de los refugiados de Medio Oriente y África, que llegan a Bielorrusia confiados en que podrán continuar a otros países de la UE, se encuentran con la cruel realidad de que son objeto de explotación y manipulación entre dos gobiernos que se cagan en las reglas humanitarias, siendo juguetes de guardias fronterizos corruptos, que los expulsan clandestinamente a Polonia, obligándoles a atravesar los sistemas de alambres de cuchillas dispuestos en el límite entre los dos países, para ser devueltos por guardias de frontera polacos , también corruptos, a través de los mismos alambres de cuchilla a Bielorrusia, repitiéndose esta operación de dos sistemas que los tratan como animales. No son pocas las víctimas de ese macabro teatro de operaciones entre los dos países en los espesos bosques de abetos y abedules, llenos de marismas y pantanos. Si el Mediterráneo se traga a miles de migrantes, los bosques de Bielorrusia y Polonia no son menos. Según cifras publicadas al final de esta película, serían unos 30 000 los refugiados que perdieron la vida hasta ahora en esos campos olvidados de Dios y de las autoridades de dos países que sacan pecho como los más justos del planeta. Los que tienen un poco de suerte son auxiliados por las ONGs de polacos que arriesgan su libertad y seguridad cuando los ayudan. Esa es la cara de la Europa de hoy. Racista, egoísta , donde la palabra solidaridad solo vive en esos grupos de personas que no olvidan su humanidad y empatía con los desvalidos y víctimas de tales crueldades. Las derechas de todo pelo, y los liberales transformados en neoconservadores, están ganando la batalla cultural con su relato demonizador contra el refugiado, como Trump lo hace en EEUU y los neonazis en Europa. No nos esperan años de paz ni convivencia, los hegemones han decidido jugársela cueste lo que cueste.
Me quedo sin palabras ante estos atrocidades. Gracias por tus comentarios.
ResponderEliminar