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domingo, 5 de diciembre de 2010

Biutiful is beatiful - y además es sensacional

Foto: Wikipedia
Te deja sin aliento, así he sentido la última película de Alejandro González Iñárritu, Biutiful, con un Javier Bardem excepcional en su rol de padre separado, que lucha día a día por sobrevivir a una enfermedad incurable y a una Barcelona implacable.

Un drama humano donde se reúnen los destinos personales de una familia dividida y castigada por la miseria moral, la enfermedad psíquica y física, que confluye con ese mundo enfermo que la mayoría desea ignorar, la de los inmigrantes ilegales. Chinos, africanos y otros tantos venidos de tan lejos sobreviven en la semiesclavitud  produciendo y vendiendo carteras o copias de películas para la satisfacción de los que profitan a su costa -y de ese otro sector de la sociedad que cierra los ojos y vive de la apariencia y en la indiferencia. Una Gomorra a la española.

Son dos horas y media de una película con una fotografía y una música que hacen que ese tiempo sea una ilusión, ya que el dramatismo va in crescendo- y en cada secuencia ocurre algo inesperado, y a veces previsible, porque el destino de los parias apenas tiene más alternativas que la ruta que otros les han marcado.

Este de drama González Iñárritu  muestra una vez más la grandeza y la miseria  humana como en otras de sus tantas películas como 21 Gramos, Amores Perros, Babel.


Y Javier Bardem desarrolla un personaje conmovedor e inolvidable, distinto al pintor bohemio que  interpretó en la película de Woody Allen, Vicki, Cristina, Barcelona, o en papel de psicópata en  No es país para hombres viejos de los hermanos Cohen - o en aquél Manuel de  Mar adentro, de Alejandro Amenábar, por sólo nombrar unas pocas de sus fantásticas interpretaciones.

En Biutiful  es un padre lleno de sentimientos de culpa por lo que quiso ser y no pudo, por sentirse insuficiente al no poder entregarle a sus hijos una existencia más segura y confortable, y darle todo el amor posible a una mujer que poco a poco va perdiendo el sentido de la realidad y la empatía- y  por no poder darles a ese grupo de parias llegados de lugares tan remotos, una existencia más digna y justa, y que finalizará en una tragedia lamentablemente anunciada.


En fin, una mea culpa que finaliza en una escena que recuerda el final de El Gladiador, donde el reino de los muertos y de los vivos puede fundirse en una caminata por un campo de trigo - o en un nevado bosque de abetos como en Biutiful.

En una entrevista con un periódico sueco le dijo Javier Bardem a la periodista que después de terminado el rodaje tuvo que plantearse "quién era yo realmente".
Tan fuerte es el personaje que interpreta, que también uno como espectador debería hacerse la misma pregunta.




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