La noticia corrió como un reguero de pólvora encendido dando cuenta de la
muerte del presidente de Venezuela Hugo Chávez. Y no ha sido una sorpresa de
esta muerte anunciada cuando vemos cómo se iba preparando el terreno sobre cómo
evolucionaba su salud. Por razones políticas y de orden público se anunciaba su
mejora de salud cuando estaba en la Habana. Una vez montado el escenario en
Caracas comenzaron los escuetos comunicados sobre el empeoramiento de su salud.
Esa manipulación de la verdad no le hace bien al chaviasmo, ya sin su líder
histórico, porque todo el tinglado montado es una burda farsa en lugar de
elegir la transparencia y la sinceridad. Qué responsabilidad tuvo Chávez en
esta estrategia tal vez lo conozcamos algún día. Pero la imagen del
vicepresidente Nicolás Maduro con sus acusaciones sin ninguna prueba de que
Chávez había sido víctima de un ataque que le provocó el cáncer muestra la
clase de político que es. Para rematarla expulsó a dos miembros de la embajada
de EEUU, acusados de espiar, como si fuera una novedad a lo que se dedican
muchos funcionarios de las embajadas de las grandes potencias. Acusar a los norteamericanos sin pruebas fehacientes sólo ahonda la distancia entre los dos países y crea una tensión innecesaria en este momento. Además desplazó al presidente del Congreso Diosdado Cabello de su función de presidir Venezuela durante los 30 días que la constitución establece para llamar a nuevas elecciones.
Sin embargo el aporte del chavismo a las sociedades lationoamericanas y
venezolana en particular, ha sido muy
importante, aún cuando la misma se basara en los miles de millones de dólares que
le reportaba el petróleo. Chávez rompió con la hegemonía de las élites
económicas que acumulaban riqueza, también basada en el petróleo, y que habían arrastrado
a Venezuela a un estado de corrupción e injusticia social donde la ambición de
sus políticos no tenía fronteras. Gozaban de todos sus privilegios, la mejor educación para sus hijos, los medios de prensa
para sus amigos, y los privilegios
económicos para sus socios. El nuevo orden que Chávez bautizó con « socialismo del siglo XXI » logró
dar un golpe de timón a ese status quo impuesto por la oligarquía
venezolana y trajo mejores escuelas, mejor atención sanitaria y planes para
mejorar la calidad de vida de los venezolanos, entre muchas otras cosas. Que esos planes
tuvieran sus carencias o defectos, no le quita mérito a su intención de repartir
la torta de una manera más justa al presidente Chávez.
Ahora está por verse si Venezuela, después de recuperarse del duelo por su
carismático presidente, tiene líderes capaces de administrar el legado de
Chávez, si podrán continuar con su política social y brindar a sus ciudadanos la
garantía de una Venezuela libre y democrática. O eligen el camino totalitario
o el de la democracia y la libertad, más allá de las limitaciones en la que se
encuentra el país. El primer camino a mediano y largo plazo tendrá un final previsible, y será un retorno a lo más
oscuro de un capitalismo fagocitador de reformas populares, justicia y también
de libertades y democracia. Su revolución bolivariana estará llena de baches y
retórica tremendista, pero sin dudas también de aciertos y gestos solidarios.
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