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miércoles, 10 de agosto de 2016

El Honor - tradiciones que matan

Recientemente el periódico sueco  Göteborg Posten publicó un estudio de cómo en las redes sociales grupos de jóvenes radicados en este país, y cuyas familias provienen de países musulmanes, justificaban el asesinato de mujeres que habían destruido el honor de sus familias rompiendo las tradiciones que estas familias dicen respetar, predicar y ejecutar. Las mismas tradiciones culturales han sobrevivido también en muchos países europeos donde la fe cristiana, preferentemente católica, ha sido la predominante, pero con la diferencia de que una mujer o joven amenazada tiene, por lo menos hipotéticamente, la protección de las autoridades o la posibilidad de recibir apoyo en organizaciones feministas, en otros miembros de la familia, amigos, cambio de ambiente,etc. Algo que no tiene la mujer musulmana, a quien el estigma de haber ofendido el honor de la familia la lleva al aislamiento, el acoso de toda la comunidad y en el peor de los casos, a la muerte.

En Suecia ocurrieron dos casos muy publicitados en los medios en su momento, dos chicas  que se rebelaron contra esas tradiciones y quisieron elegir su propio camino en cuanto decidir con quien querían formar pareja. Tanto Fadime como Pela pagaron con sus vidas ese desafío, y fueron asesinadas por sus familiares. También ocurrieron algunos hechos que nunca fueron aclarados por la policía, y donde el balcón había servido como instrumento para terminar con la vida de otras jóvenes, es decir que aparentemente se habían suicidado, tirándose desde el balcón, pero quedaba la duda si no habían sido lanzadas desde ese lugar por los propios familiares al no haber surgido en la investigación policial señales de que esas chicas tenían intenciones de atentar contra sus vidas.

Las tradiciones patriarcales se resisten a desaparecer porque los hombres estamos acostumbrados a decidir para mantener el poder y el honor propio frente a otros hombres que a la menor duda, caracterizan al padre permisivo como débil, fracasado y socialmente repudiado por los otros clanes familiares que siempre ven como una amenaza que una joven quiera decidir por cuenta propia su propio destino.  Las madres de esas chicas, sometidas y sin posibilidad alguna de ir contra la opinión de su pareja,  terminan abrazando la herramienta de la opresión para no ir en contra del patriarca.
Las expresiones vertidas por muchachos  musulmanes, embebidos en esas tradiciones por sus propias familia, provenientes de principios que perduran en el tiempo y que pertenecen a sociedades arcaicas, representan el mayor peligro para las jóvenes que quieren rebelarse. Las controlan, las vigilan, les impiden salir y verse con amigas o amigos que no hayan sido elegidos por los padres. Si bien en los países europeos en general, la mujer es respetada, aunque probablemente a regañadientes por  muchos hombres de su entorno familiar y social, el estigma de la deshonra también planea sobre sus cabezas. Y la violencia machista cobra muchas vidas en estas sociedades. Pero aquí pueden organizarse, protegerse e impulsar leyes igualitarias. Esa lucha puede ser muy larga y costosa, pero al final la razón termina prevaleciendo frente a la estupidez del honor.

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