El debate protagonizado por los dos candidatos a presidente de EEUU. demostró lo que muchos preveían, un Donald Trump agresivo, descalificando a su adversario político, mintiendo descaradamente, como acostumbra a hacerlo sobre temas y episodios ocurridos antes, durante y después de su mandato; eludiendo responder directamente a las preguntas que le hacían los moderadores; y un Joe Biden desmemoriado, en ocasiones impreciso e inaudible, confundido en el peor de los casos en la nebulosa de unas neuronas que la edad le está bloqueando. Esos son los candidatos de los partidos Republicano y Demócrata que tiene el sistema político norteamericano para ofrecerle a los ciudadanos del país. Un sistema donde los cabildantes de los sectores del complejo industrial militar; la agropecuaria; la financiera y las tecnológicas, son las que marcan la cancha a los que sientan sus reales en el salón oval de la Casa Blanca.
Pensar que cualquiera de los dos puede gobernar el país más poderoso, militarmente del mundo, con políticos que por sus características particulares pueden poner en riesgo la seguridad en todo el planeta, es decir tomar pésimas decisiones para seguir intentando mantener su predominancia internacional, es algo que debería poner en alerta a los propios norteamericanos, y a los que observan en primera línea como evolucionan los procesos políticos en ese país y al resto de los habitantes de este planeta.
Tal vez es mucho pedir a una sociedad que desde hace décadas viene emborrachándose de consumismo, de ver al resto del mundo como un gran patio trasero, o delantero, para hacer y deshacer tan pronto le sirva a sus intereses, frente a gobiernos sumisos, que siguen el paso del baile según la música que les imponga la banda imperial de los todopoderosos. Si Biden insiste en ser reelegido presidente por los Demócratas, probablemente le abra la puerta a Trump para un segundo período de gobierno porque es evidente que una parte de su electorado le dará la espalda. Y ya sabemos lo que está elucubrando el gran Donald contra los inmigrantes, contra los más vulnerables, contra las mujeres, contra sus rivales comerciales, China principalmente, y una dudosa política de paz en Ucrania, una promesa frágil de cumplir, porque es ir en contra del complejo militar industrial, lo que es difícil de creer que pueda cumplirla. Su amigo Putin tal vez tenga expectativas, pero tendrá que remar muy fuerte para llegar a esa orilla sin afectar tantos intereses creados por la guerra. Si la ultraderecha avanza en la UE, con un parlamento cada vez más escorado a la derecha. y EEUU pone al frente del gobierno al hombre del copete rojo, correr la aguja hacia la zona más roja de nuestro aparato de calcular la pesimismometría sobre el futuro más inmediato. Por todas las regiones del planeta se pide más presupuesto para armas que para atender a esa humanidad desesperada que muere en las aguas del Mediterráneo o en el desierto del Sahara. También esta violencia se está naturalizando, cuando hay recursos para auxiliar a todos esos miles de víctimas de la violencia, sea bélica, social, ambiental.
En tanto, en Bolivia se abortó un intento de golpe de estado protagonizado por el ex comandante del ejército, el gral JJ Zúñiga, quien con soldados y algunos blindados, copó el palacio de gobierno en un intento de derrocar al gobierno civil de Luis Arce. Otro episodio golpista de las decenas que presenciamos en el siglo pasado en Bolivia, golpes militares que bañaron con la sangre de
El golpista JJ Zuñiga con rostro mesiánico |
Y el 27 de junio (de 1973) tiene también su significado en Uruguay, al cumplirse el 50 aniversario del golpe militar que en aquel momento derrocó al sistema parlamentario nacional, e instituyó con el propio presidente en ejercicio, JM Bordaberry, el poder absoluto del Poder Ejecutivo, integrado en un gobierno cívico-militar. En 1985 se restituyó en parte la democracia, ya que los milicos acordaron para abandonar el poder áreas de impunidad con los partidos políticos, que fueron condescendientes, debido a la supuesta diferencia y asimetría en la relación de fuerzas de poder. El ruido de los sables todavía los ponía en desventaja, pero también por los motivos más o menos ocultos, que mostraban algunos sectores y partidos frente a las FFAA, a las que preferían perdonar sus abusos y crímenes, mientras se mantuvieran en los cuarteles y en definitiva los protegieran de las fuerzas “subversivas” del comunismo. La suerte de las naciones y sus procesos democráticos van cambiando a través de los años, y el pueblo uruguayo pudo después de gobiernos liberales, revertir durante quince años a partir de 2005, la ruta del neoliberalismo de blancos y colorados, eligiendo gobiernos del Frente Amplio. Sin embargo, tropezó, por fallas propias, con una piedra que le hizo caer en la ceguera de pensar que bastaba, y así le entregó otra vez el poder a la derecha conservadora en 2019. Ahora, con las elecciones nacionales de octubre próximo, se espera retomar el camino si una mayoría decide no dejarse engañar otra vez por las falsas promesas que solo traen los Partidos de derecha, sean blancos o colorados que solo pretenden agrandar esa grieta entre la élite y los que viven de su trabajo, o los que por la edad dejaron de hacerlo. Ojalá que esa grieta vuelva otra vez a ser reducida, aunque nunca será suficiente, porque no hay sociedad, por más justa que sea, que elimine todas las diferencias. Pero es un gran progreso humano que las reduzca, y las nuevas generaciones puedan transitar en un medio más igualitario y con oportunidad para todos. Al final, es a los que aspiran las grandes mayorías.