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jueves, 13 de octubre de 2011

Los regalos del Pepe


En la Casa de Gobierno sueca en Estocolmo cundió la alarma esta tarde cuando dos paquetes de origen desconocido en ese momento, no mostraban con claridad su contenido al ser analizados por el escáner. Poco después la policía luego de haber cerrado la calle por casi una hora, confirmaba que no había nada peligroso en esos paquetes. Se trataba en realidad de los regalos del presidente José Mujica al primer ministro Fredrik Reinfeldt y al rey Carlos Gustavo. En esos paquetes o paquete que algún descuidado funcionario de seguridad se olvidó de analizar correctamente, había entre otros regalos amatistas con una edad de 300 millones de años, confirmaría el presidente Mujica durante su conferencia de prensa en la sede de la embajada uruguaya en Estocolmo un poco más tarde. La sospecha que la delegación uruguaya entregara cajas con explosivos quedó así descartada, algo que el presidente Mujica comentó con una discreta humorada.

En la conferencia de prensa que el presidente Mujica concedió participaron pocos medios de prensa suecos, ya que la mayoría estaban ocupados en el escándolo que está produciendo el nuevo presidente del partido socialdemócrata sueco, Håkan Juholt,  a quien se le investiga por una supuesta caso estafa, que el mismo niega ya que no tenía conocimiento de las reglas por la que se le sospecha de peculado, según ha declarado. Además devolverá el dinero que se le ha pagado demás por el alquiler de una segunda vivienda.

Uruguay ha sido un país donde hasta ahora no se le ha prestado mayor atención en Suecia, sino es por el fútbol. Tal vez la razón principal es que los medios suecos están interesados en los grandes países donde las inversiones de capital sueco realmente han sido históricamente importantes, como es el caso de Brasil, Argentina, México y otros. El tema de los paquetes tal vez lo hagan aparecer en pantalla al presidente Mujica, lo que habla mucho de los giros que puede tener el enfoque de las noticias cuando se buscan temas que resalten el dramatismo de la jornada.
De todos modos Uruguay comienza a aparecer en el horizonte sueco a pesar de que para visitar la embajada del país nórdico hay que cruzar el Río de la Plata hasta Buenos Aires, ya que la embajada sueca en Montevideo fue cerrada como muchas otras en el plan de ahorro del actual gobierno de centro derecha.

El presidente anunció que el objetivo de la visita a Suecia en particular era para estrechar lazos  tanto económicos como culturales, y agradecer a los gobiernos suecos por haber dado refugio a tantos uruguayos que buscaron asilo en el país nórdico, y aprovechar de paso para encontrarse con compatriotas que hacía mucho tiempo no veía. Una parte emotiva que en el contexto de los acartonados contactos diplomáticos le dio una nota diferente a esas formalidades de gente con rostros de cera.

En cuanto a los contactos con empresas suecas, el presidente puso como ejemplo de inversión que está realizando la empresa Stora Enso, de capital sueco-finlandés, cuya apuesta por construir una nueva planta de celulosa en Colonia, podría llegar a unos 3000 millones de dólares, algo que batiría todos los récords de inversiones en el país.

- Pero esas gigantescas inversiones nos traen también enormes problemas, problemas por todos lados. Tenemos que darle por ejemplo energía a la planta productora y para eso tenemos que construir torres de alta tensión. Y eso es un problema, porque a los dueños de los campos primero hay que convencerlos de la necesidad de que pasen por ese lugar, y después hay que pagarles, porque todos quieren cobrar para instalar las torres y colgar los cables, dijo sardónicamente el presidente Mujica mientras con su puño izquierdo golpeaba la mesa en un gesto de quien tiene varios acreedores detrás de los recursos del estado.

- En Uruguay la gente es muy “desinteresada” y todo el mundo aplaude el progreso, explicó con ácida ironía el presidente, agregando que la marcha del proyecto tiene que contemplar un ritmo sin pausas, porque por cada día que la empresa pierde de trabajar, esto se traduce en un millón de dólares en pérdidas, según cálculos de Stora Enso. Probablemente estaban en su cabeza las inversiones que deberá hacer el país en infraestructura de carreteras a lo largo y ancho de la la región maderera y su camino hacia los puertos.
Y al tema lo remachó con el dicho campero: “arreglado al carro son las estacas” , una metáfora que según el presidente Mujica cuando las ganancias son muy grandes las pérdidas también son muy grandes por lo que para el gobierno uruguayo esta inversión es un tema de estado.

En cuanto a la polémica originada por el expresidente Tabaré Vázquez en el cuál se manejó la hipótesis de una confrontación bélica con Argentina, el presidente corrió el micrófono a un lado donde estaba sentado el canciller uruguayo Luis Almagro, quien dijo lacónicamente “No coments”.

A José Mujica le preocupa mayormente que en Europa haya países que quieran imponer “a palos” la democracia a los demás, y si hay algo que la historia enseña es que esos procesos tienen “patas cortas”, dijo el presidente sin hacer referencia a ningún país en particular, pero sin duda pensando en los conflictos donde algunos países europeos con el visto bueno de la ONU han ayudado o están ayudando a derrocar a los líderes de turno para instalar un supuesta democracia.

- Siento que en algunos países se está perdiendo la tolerancia y la capacidad de convivir, dijo con cierta pesadumbre el presidente uruguayo, haciendo un llamado a los compatriotas para que aporten para que esa actitud cambie en el continente europeo.

Ante la pregunta sobre la marcha del proyecto de ley que evitaría que los crímenes de lesa humanidad prescribieran el mes próximo, y así puedan investigarse y castigarse a aquéllos militares que han incurrido en tales delitos, el presidente Mujica se refirió de la siguiente manera al debate sobre la posible inconstitucionalidad de la ley..

- En Uruguay no hay ley importante que se ponga en el tapete y se entre a discutir sin que alguien la considere inconstitucional. Yo no me meto en eso. Que discutan los que saben, expresó el presidente. Al final será la Suprema Corte de Justicia la que decidirá si la ley es o no es constitucional. El presidente Mujica subrayó que la elaboración del anteproyecto ha estado en manos de juristas de prestigio y ha sido impulsada por el Frente Amplio y no el gobierno, que de todas maneras la apoya.

Al final una pregunta de alguien que no se presentó, pero que afirmó dirigir un programa de radio de cercanías “Habana-Cuba”, le preguntó a Mujica qué obtiene Uruguay al mantener capitales extranjeros que en algunos casos explotarían la salud, la enseñanza y otros sectores económicos del país, “teniendo en cuanta el pensamiento de Artigas”.
Por el tono con el que el presidente le respondió, vimos aparecer a otro Mujica que hasta ahora había sido pausado y con un tono mesurado. Ahora levantó la voz y con cierta aspereza respondió:

- Usted me está haciendo una pregunta que es un panfleto. Ya trae la respuesta en sí. Yo no soy hacedor de la historia, soy partícipe de ella. Mi país tiene sus contradicciones pero le digo que no soy estatista. El enemigo número uno que ha tenido el socialismo ha sido el estado que ha servido en todas partes del mundo para crear burocracia. Todavía tengo la esperanza de que la humanidad pueda construir una sociedad más justa sin la influencia de un solo partido y la dirección de un patrón. La gente debe aprender a ser patrón de sí misma. Esta es mi manera libertaria de ver las cosas, enfatizó el presidente uruguayo. Y luego agregó que probablemente la sociedad cubana saque sus beneficios con las inversiones que hacen los canadienses en la minería del país caribeño.

La conferencia de prensa finalizó con estas tajantes palabras ya que el presidente Mujica y la delegación  que en ese momento lo acompañaba entre ellos el canciller Almagro, el ministro de industrias Kreimerman, y otros miembros del gabinete debían partir hacia Noruega apenas un par de horas más tarde. El viaje de la nutrida delegación visitará además de Noruega, otros países europeos,en una gira que se extiende hasta el 21 de octubre próximo. En todo caso el rastro del presidente uruguayo en los medios suecos quedó como una anédocta sobre la psicosis que los paquetes sospechosos causan en la policía y funcionarios, que en su fervor antiterrorista, cerraron el tráfico y dejaron a conductores y pasajeros de ómnibus y coches varados por más de una hora.












lunes, 26 de septiembre de 2011

El camión de Fredo



                                       
Esa mañana de enero amaneció calurosa como casi todo ese verano de soles atormentadores y noches en vela. El calor se instalaba en las habitaciones y nadie podía dormir, salvo los que se aventuraban a dormir en el fresco piso de baldosas. Pero Fredo ya no tenía aquélla resistencia de su juventud cuando dormía donde lo agarraba la noche.
 Por eso se levantó sin hacer ruido para no despertar a su mujer que dormía plácidamente, y un rato después ya estaba con el termo bajo el brazo izquierdo y el mate espumoso en su mano derecha. Con paso liviano caminó por el largo pasillo exterior rumbo a la calle donde todavía reinaba el silencio de los motores de motos y motonetas que pululaban en el barrio, y la algarabía de los chicos jugando a la pelota. Se sentó en el muro de su casa y contempló aquél camioncito, un Ford del 49 que lo tenía más que preocupado. Examinó la cabina de color rojo, todavía en buen estado a pesar de los años, y la caja de metal a la que podía agregarle un alto vallado de madera para ganar así en volumen de carga cuando lo necesitaba.

- Cuántos años de satisfacciones y dolores de cabeza, me has dado hijo de puta, murmuró para sí mismo con una sonrisa.

 Era su fuente de trabajo y hacía dos días que no podía usarlo para el transporte de la carga de la más distinta índole que le encargaban la Municipalidad, el bolichero de la esquina o la barraca del barrio. Bolsas de papas, de cemento o tablones para la construcción llenaban la caja del camión cada jornada que tenía la suerte de recibir un pedido. Y a veces algún chacarero le pedía que le transportara pollos y gallinas al mercado. Y en los carnavales lo llenaba con murgueros que meta tambor recorrían el pueblo de punta a punta. Pero eran tiempos difíciles esos meses, los noticieros estaban llenos de noticias y comentarios sobre una crisis mundial que Fredo apenas escuchaba, pero veía sus efectos en su actividad que perdía continuidad. Ahora al camión le estaban fallando los frenos, y estaba decidido a arreglar la avería por cuenta propia, no podía darse el lujo de ir al taller de Domínguez y pedirle que le hiciera el servicio y luego no poder pagarle hasta que volviera a tener un trabajo importante. Algo que por el momento no parecía posible.

Tomó dos o tres mates más a la sombra de los paraísos que bordeaban la vereda de su casa y después se puso manos a la obra. Se sumergió debajo del camión que estaba estacionado allí mismo en la calle, y empezó a manipular el sistema de frenos con más intuición que conocimiento. Un perro solitario se acercó curioso y comenzó a olfatear las ruedas, y al fin dándose por satisfecho, levantó su pata trasera y le regó una de las ruedas a pesar que Fredo trató de ahuyentarlo puteándolo de todas las formas posibles. En todo caso después de un rato de manipular debajo del camión se dio por satisfecho y secándose las manos empapadas de líquido de frenos con un trapo, se sentó en la cabina y empezó a probar el pedal del freno para comprobar que hacía resistencia. Dudó de que algo hubiese cambiado y suspiró pensando qué debía hacer. Al fin se le ocurrió que la mejor forma de confirmar si los frenos realmente estaban bien era realizar una prueba con el camión en marcha. Pero para eso necesitaba la ayuda de su yerno Sebastián y de alguien más, tal vez Ricardito, el chico que lo acostumbraba a ayudar cuando necesitaba cargar el camión. Sí, Ricardito le podía dar una mano esa mañana, seguro que estaba durmiendo y no le costaría mucho despertarlo.

Esperó un rato más hasta que sintió que la yerba ya no tenía sabor, y cuando observó que Sebastián había terminado su desayuno, le contó lo que pensaba hacer.

- Necesito probar los frenos, Seba. Tenés que ayudarme, no es complicado, sabés?

Sebastián lo miró con ojos interrogantes y nada convencido de que lo que pensaba hacer era algo que realmente no tenía una cuota de riesgo. Pero Fredo estaba convencido que aquéllo era un buen plan, así que casi corriendo se fue hasta el rancho de Ricardito, un negro desgarbado con ojos brillantes y siempre alegre. Estaba durmiendo como se temía Fredo, pero después de zammarrearlo varias veces logró despertarlo y le pidió que lo acompañara. Ricardito se levantó a regañadientes y le hizo prometer que debía invitarlo con una taza de café con leche  y media galleta, ya que no podía despertarse completamente sin haber tomado un “desayuno completo”, sonreía Ricardito.

- Está bien, te tomás una taza de café,y  también podés comer pan fresco, pero nada de perder el tiempo, ché, dijo Fredo, contento que  lo acompañara.

Por eso le pidió a Nora, su mujer, que le sirviera un desayuno con pan blanco, manteca y mermelada que su compinche de tareas engulló rápidamente. Después se limpió la boca con la manga de la camisa y con una ancha sonrisa dijo que estaba listo para la misión, aunque no sabía todavía de qué se trataba.

Fredo los reunió a los dos frente al camión y les explicó cual era su idea. Él haría arrancar el motor y apenas apretando el acelerador, dejaría que se deslizara lentamente por la empinada calle de su casa, y luego de unos pocos metros recorridos, empezaría a probar los frenos. Si el camión no paraba Sebastián tenía que estar preparado con un tronco de unos veinte centímetros de diámetro para arrojarlo debajo de una de las ruedas traseras del camión. Seguro que que se detenía porque la velocidad iba a ser mínima, decía Fredo. Sebastián se rascó la cabeza y sintió el peso del tronco de eucalipto que no tenía más de un metro de largo. La idea no lo convencía pero a Fredo era difícil de hacerlo cambiar de opinión cuando se le ocurría una idea.

- Vos Ricardito te parás en la esquina por las dudas que venga un auto, una bicicleta o cualquier cosa rodando o caminando. Ponete en el medio de la calle y lo parás haciéndole señas. Mirá que puedo chocar si el camión no se detiene y voy preso, que es lo único que me falta, dijo Fredo muy serio.

Ricardito asintió siempre riéndose, y rascándose su cabeza llena de motas, se marchó cuesta abajo hasta llegar a la esquina y esperó que Fredo pusiera en marcha el camión. Desde la cabina éste vio que su ayudante le hacía señas que ya estaba listo, y Sebastián también levantó un brazo confirmando que estaba preparado. Sacó la piedra que servía de freno de mano debajo de una de las ruedas, y puso en marcha el motor que arrancó con un ronroneo que le llenó el cuerpo de satisfacción. Puso primera y con un suspiro apretó el acelerador suavemente. El camión empezó a deslizarse pero con un poco más de velocidad de lo que había calculado. Apretó el freno y nada, el camión siguió cobrando velocidad a pesar que había retirado el pie del acelerador y bombeaba frenéticamente el pedal del freno. Miró a Sebastián que a unos treinta metros lo esperaba ya preparado con el tronco de eucalipto en sus manos y con la mirada más que preocupada por lo que se avecinaba.

–No dudes Seba, no dudes ahora que esto se va a la mierda, pensaba Fredo mientras su pie seguía bombeando el pedal sin resultado.

Sebastián calculó que ya debía acercarse con la bravura de un torero a aquél zumbante toro con forma de camión, y desafiar los cuernos con forma de falores para arrojar el tronco debajo de la rueda como estaba convenido. Vio la cara asustada de su suegro y con determinación dio un paso adelante y justo a tiempo puso el tronco en el camino de la rueda. Pero el camión, saltarín, pasó de largo con un gemido de hierros viejos y siguió cobrando velocidad rumbo  a Ricardito a quien la sonrisa se le había ya borrado de la cara.
Fredo dejó de apretar el freno y se preparó para algo que no había pensado, y era cómo detener el camión en aquélla bajada sin que tuviera que chocar contra un árbol para lograr poner fin a su loca idea de que él podía arreglar los frenos sin conocer el oficio de mecánico. La plata que quería ahorrarse con el gasto del taller se multiplicaría por cien si hacía pedazos el motor, los faros y quién sabe que cosas más.

De pronto vio a Ricardito que le hacía señas desesperadas y miró a la derecha como un coche se acercaba a toda velocidad levantando una nube de polvo en la calle de balasto.

– Negro pará ese coche, paralo hijo de putaaaa! -gritaba en la cabina sabiendo que Ricardito no lo escuchaba, y lo peor, no hacía como habían convenido, sino que saltaba a un costado y se despreocupaba del coche que se avecinaba.

Ricardito sólo se quedó allí parado  con los ojos desorbitados mientras el coche se acercaba inexorablemente a la esquina. Fredo tomó una determinación que sabía podía ser lo último que hacía en su vida. Con un giro violento en el volante torció a la izquierda evitando por centímetros al otro vehículo que también hizo una maniobra brusca y desapareció bajo la nube de polvo. Fredo había perdido el control parcialmente porque el camión se acercaba peligrosamente a la cuneta, y debido a la velocidad y el brusco giro a la izquierda estaba marchando sobre las dos ruedas derechas, mientras que las dos del costado izquierdo estaban en el aire.
Ricardito se agarraba la cabeza y Sebastián corría desesperado pensando lo peor cuando veía como el camión se inclinaba cada vez más y la suerte de Fredo parecía estar  sellada.

- Sin embargo, seguro que un ángel me estaba protegiendo ese día, recordaría después Fredo.

Porque el camión chocó antes de volcar con la pared de la cuneta suficientemente alta para que el Ford se enderezara sobre sus cuatro ruedas, y girando se detuviera en medio del polvo de la calle con un gemido de animal herido.
Fredo recostó su cabeza sobre el volante, miró a su alrededor y cuando comprobó que nada serio había pasado, se bajó con las piernas todavía temblando y la frente chorreando un sudor frío. Sebastián y Ricardito llegaron jadeando a su lado, atropellándose para preguntarle si estaba bien.
- Si no me pasó nada, dijo con un a voz apenas audible. Luego levantó la cabeza y miró a Ricardito que había recuperado la sonrisa.
- Negro, me cagaste, te dije que pararas a todo lo que venía por la calle y no te pusiste donde te dije para que ese coche parara. Qué desastre, mirá si lo choco, mirá si vuelco el camión, mirá si mato a alguien...

Ricardito lo miró compasivamente y dijo:

- Tomá pa´ vos que me voy a quedar en medio de la calle pa´ que me pase un auto por arriba. Ché, yo no tengo ganas que me pase semejante cosa por un desayuno con manteca y  mermelada, dijo Ricardito muy serio.

Sebastián lanzó una carcajada en medio de la calle que se estaba poblando de vecinos curiosos y preocupados. Fredo miró a Ricardito, dió dos pasos y lo abrazó riéndose de aquélla absurda escena donde por un pelo se salvó de provocar un desastre.
- Bueno, vamos a tomar unos mates y vemos cómo sacamos el camión de este lugar, dijo Fredo pasando sus brazos por los hombros de sus compañeros.
Los tres se fueron a paso lento y riéndose, mientras el Ford detenido sobre la calle, y con el radiador todavía humeante, era rodeado por los chicos que habían dejado de jugar a la pelota y comenzaban a saltar sobre la caja y se amontonaban en la cabina, dando gritos de alegría.

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