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domingo, 19 de junio de 2011

Pobreza infantil en el Estado de Bienestar

Foto: Rädda Barnen
La noticia confirmó algo que ya intuíamos, pero desconocíamos su dimensión. Más del 11 por ciento de los niños suecos viven por debajo de la línea de la pobreza. Y cuando hablamos de pobreza no es la que vemos en los países de otros continentes donde el hambre y la miseria cosechan miles de vidas diariamente. Pero si bien no estamos ante un caso extremo de ese tipo, el informe de la organización no-gubernamental Rädda Barnen (Salvar a la infancia), demuestra que el estado de bienestar sueco se resquebraja desde hace ya muchos años, y empieza a dejar a la vista las ronchas y las llagas de una política familiar que cada vez es más injusta.  Ningún sistema basado en la redistribución de la riqueza puede ser perfecto, pero en el mundo moderno, el sueco se destacó durante muchas décadas por ser vanguardia. Sin embargo, incluso durante los últimos gobiernos de la fundadora de esa política, la socialdemocracia, el proceso de empobrecimiento de las familias se hizo muy marcado.
Las políticas orientadas a la asistencia económica para las familias había sido uno de los pilares del estado de bienestar. De esa forma se estimulaba el consumo acrecentando el poder económico de las familias y se las estimulaba para que tuvieran más hijos,  buscando así que la sociedad aportara fuerza de trabajo joven al mercado laboral y evitara el envejecimiento de la población, algo que hoy castiga a la mayor parte de los países europeos. 

Actualmente el gobierno de centro-derecha que está en el poder desde 2006, ha orientado su política económica hacia una rebaja sistemática de los impuestos, para estimular, afirman, que las personas se activen y  busquen trabajo allí donde lo ofrezcan, en lugar de vivir de los seguros de distinto tipo a los que aportan  trabajadores y patrones , como por ejemplo los seguros para la familia, el de desempleo, y en el peor de los casos,  la ayuda social para aquéllos que han quedado totalmente desprotegidos y desempleados por largos períodos. Durante costosas y efectivas campañas se logró por parte de los que querían pagar menos impuestos (léase empresarios de todo tipo, asalariados con altos ingresos) y los partidos que los representaban, cambiar el paradigma de una sociedad solidaria a otra donde el bienestar depende del esfuerzo individual de quien acepta trabajar bajo las condiciones que sean, sacrificando no pocas veces los derechos fundamentales de los trabajadores.

Las estadísticas son implacables. Según el informe de RB actualmente son unos 220 000 niños, de los dos millones que viven en el país, los que están por debajo de la línea de pobreza. La misma sería mucho más dramática si la recortada política de ayuda familiar no existiera. Los cálculos de esta ONG indican que la pobreza de las familias alcanzaría niveles del 24-26 por ciento si el estado decidiera eliminar totalmente  las recortadas políticas de ayuda. Una polarización que hoy vemos en muchos países con un desarrollo pujante pero con escasas o ninguna política familiar.
RB intenta que el actual gobierno y los sucesivos se replanteen las políticas de ayuda familiar. Parten del axioma que los niños no pueden ser víctimas de la inseguridad y la pobreza relativa por la situación económica de sus progenitores, que finalmente termina discriminándolos.  Los estudios realizados por distintos centros académicos suecos demuestran que los niños que viven en situación de pobreza corren  tres veces más el riesgo de ser víctimas de la violencia familiar; el 50 por ciento de esos niños están, por ejemplo, expuestos a  ser acosados psíquica y físicamente en la escuela. Y sus posibilidades de recreación, de participación en actividades organizadas donde se debe abonar una cuota, disminuyen radicalmente porque los padres no pueden pagar. Finalmente se establece en el informe que son tres tipos de hogares los que han sufrido más el deterioro de las políticas familiares: las familias de inmigrantes, las que habitan los suburbios más pobres de las ciudades más grandes del país y los hijos que viven con un solo progenitor. Al mismo tiempo crece la fortuna de las familias más ricas y los ingresos de los asalariados de "clase media".
Este es el resultado de la política neoliberal que en el laboratorio reproduce una serie de círculos concéntricos originados por la riqueza amasada y cuyos efectos esperan lleguen a la orilla donde los menos privilegiados pacientemente aguardan. Esos principios, que aquí en Suecia han sido muy bien empaquetados con papel de seda para nos asustar con el lobo, siguen siendo en esencia los mismos, es decir, lo pobres tienen que esperar a que los ricos amasen más fortuna para que las olas de bienestar que lleguen a la orilla, finalmente los bañen como un salmo, y con ese cántico de sirena sueñen  una vida feliz gracias a tanta solidaridad y generosidad. La realidad muestra sin embargo que una buena parte de la sociedad sueca vive en el limbo; la inseguridad y la delincuencia se hacen más palpables en el país; la corrupción disimulada y la abierta invade territorios antes intocables. Si no hay un golpe de timón, probablemente vamos camino a unos arrecifes donde nos esperan otros tiburones que ya afilan sus dientes en las rocas.





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