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viernes, 16 de septiembre de 2011

Brindemos con petróleo





Ambos llegaron casi juntos, levantaron sus brazos en señal de victoria en Trípoli y prometieron seguir bombardeando el resto de los últimos reductos de las tropas de Gaddafi. Nicolás Sarkozy, presidente de Francia y David Cameron, primer ministro británico,  no fueron a celebrar la instauración de la flamante democracia libia, sino a asegurar negocios con los ex-aliados de Gaddafi. Se trata de Mahmoud Jibril y Mustafa Abdul Jalil, líderes del National Transitional Council (NTC). Jabril prometia  en la misma conferencia de prensa que aquéllos países que habían ayudado militarmente  a los rebeldes, tendrían la oportunidad de explotar los campos de petróleo y reconstruir la infraestructura destruída. 
La intervención de la OTAN en Libia ha sido sin dudas la más descarada de los últimos tiempos bajo la cobertura de la bandera de la ONU y el beneplácito de su Secretario General Ban ki-Moon, que no hizo nada para detener un conflicto que hasta ahora ha causado decenas de miles de víctimas, en parte por las miles de bombas de la OTAN que han caído sobre las ciudades libias.

La misión de la ONU era proteger la población civil, pero no pasaron muchas semanas antes que la finalidad de la misión quedara muy clara: derrocar a Gaddafi y una vez por todas controlar directa o indirectamente la explotación del petróleo, y las diversas áreas de negocios que ofrece el país ahora que el nacionalismo panárabe gaddafiano ha sido pulverizado. Bajo aquélla dudosa excusa democrática se tomó partido abiertamente por un grupo de rebeldes, que comandados por dos de los viejos aliados de Gaddafi, los ya nombrados Mahmoud Jibril y  Mustafa Abdul Jalil, los cuales se pusieron frente a la rebelión apenas olfatearon que la OTAN prepraraba sus ataques, y reconocieron estar dispuestos a abrir las puertas a las inversiones de las antiguas potencias coloniales. Una ironía más de la historia.

El cinismo con que la prensa occidental en general ha tratado el tema es escandaloso, aceptando la intervención sin ningún análisis crítico a lo que se planteaba, y sirviendo de megáfono a la  retórica de la lucha por los derechos humanos y la democracia de los que azuzaron a la guerra civil. Y no es que Libia no necesitara más libertades y un régimen más democrático, y un Gaddafi que se retirara a su tienda famosa, sino porque el NTC que han apoyado no da ninguna garantía de que la nueva Libia sea más democrática, abierta y su población más libre. Al contrario, los elementos islamistas que hay entre los rebeldes ya están mostrando los dientes y esforzándose por imponer por la fuerza su proyecto, entre otros reducir a un segundo plano a la mujer libia, que en muchos casos había logrado tirar a la basura el velo islámico y conquistado derechos que en otros países musulmanes no los tienen. Al mismo tiempo estos “protegidos”  fusilaban  indiscriminadamente a los africanos negros que hay en el país, acusándolos de ser mercenarios de Gaddafi, lo cual ha sido denunciado por Amnesty International y otras organizaciones humanitarias.
Nicolas Sarkozy en Francia y David Cameron en Gran bretana estarán orgullosos de haber cosechado tanto apoyo entre los ciudadanos en sus respectivos países en esta guerra que nuevamente ha destruido otro país, ya que el colega Silvio Berlusconi en Italia, acosado por las demandas judiciales y su crisis financiera, ha tenido que quedarse en casa tratando de apagar diversos incendios en el foro romano.

Las democracias jamás inician una guerra, decían orgullosos los líderes occidentales en el siglo pasado . Sin embargo ya hay demasiados ejemplos en la anterior centuria , y en esta que se inicia, como para enterrar definitivamente ese mito que apenas fue verdad en alguna ocasión, pero insuficiente como para convertirse en una paradigma universal. Si los clanes libios no se ponen de acuerdo, este país que fue fundado en 1951 como un acuerdo entre las potencias coloniales, puede balcanizarse y terminar como la antigua Yugoslavia, desmembrada por una nueva guerra fratricida protagonizada por los distintos intereses económicos, políticos y religiosos que hoy bullen en las entrañas de ese caótico e imprevisible movimiento rebelde. Que Alá los ayude.


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