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viernes, 23 de septiembre de 2011

El apagón comunicativo

En una reciente encuesta alrededor del 50 por ciento de los españoles respondieron que sentían ansiedad y no pocos angustia si se olvidaban de su celular en la casa o en el trabajo, según un informe de USP Hospitales. Con la llegada de los smartphones el problema se ha agudizado. Probablemente como un fenómeno más acuciante en los grandes centros urbanos combinados con el estrés diario. En mi caso lo puedo constatar cada día en el metro de Estocolmo. Estar "conectado" se ha vuelto una obsesión y la gente ausculta la pantalla de su teléfono como si estuviera buscando la revelación última de la existencia humana. Hace diez años en el metro la gente hablaba por su celular, gesticulaba y con cierta arrogancia, demostraba que poseía un "osito" como lo llaman cariñosamente en Suecia. Esa modalidad ha ido desapareciendo, y ahora los i-phones y los androides son los que ocupan la atención y la pasión, sobre todo de los jóvenes, que hipnoptizados esperan el mensaje de texto o una foto de una amiga/amigo o simplemente escuchan la música machacona creada en las computadoras. Los dedos se mueven febrilmente sobre el teclado digital cuando escriben mensajes y es imposible no admirar la velocidad con que logran muchos escribir esos textos, comparándolos claro con la lenta pachorra de mis dedos.

Siempre hemos desconfiado de las nuevas tecnologías hasta que las probamos y finalmente las adoptamos sin mayores remordimientos, y hasta nos sentimos felices de superar esa barrera que nos separaba de los demás "iluminados". En el trabajo ya es una herramienta indispensable para muchos independientemente de la edad. Sin embargo hay un nuevo (o viejo) riesgo o posibilidad en este mundo cada vez más digitalizado. Por un lado el control a la que estamos sometidos concientemente por las gigantescas empresas que dominan el mercado y sobre las que ignoramos cómo manejan esos trillones de datos que entran y salen de sus servidores. La segunda, y solo por nombrar dos, es el tema social de muchos jóvenes y adultos que se mueven en ese mundo virtual, y que con tanta ansiedad esperan que les llegue una señal de algún tipo, ese impalpable cordel que los va atando a otros cabos y maromas tan expectantes como las propias.
Según el informe "los jóvenes son el colectivo más vulnerable, ya que su actual patrón de sociabilidad y relación con los iguales ha cambiado desde hace una década atrás". Ahora se hace cada vez más a través de los teléfonos y no tanto a través del "mundo real". Por lo tanto lo que llaman "el apagón comunicativo" se hace un problema muy serio que desata la angustia y la ansiedad en los jóvenes cuando el teléfono no vibra o no chilla con la llegada del mensaje o una llamada.

Con la difusión masiva de los smartphones, esa obsesión se ha multiplicado porque las aplicaciones y funciones están creciendo aceleradamente, y nadie se atreve a creer que hay un punto final en el desarrollo de esta tecnología. Las generaciones más veteranas tratamos de seguir el paso a ese desarrollo y muchos nos sentimos también ansiosos cuando salimos sin el teléfono a cuestas. Sin embargo prontamente nos olvidamos que lo llevamos encima, y de pronto en medio de una función de cine, cuando la película está en su mejor momento, suena el celular del espectador en el asiento vecino, y toda la magia del momento se evapora con los timbrazos del "osito". Unos codazos de la mujer a su lado lo hacer reaccionar con la cara hecha un tomate, pero el daño ya está hecho. Pronto esa tecnología encerrada en un chip se incorporará a nuestros cuerpos con botones virtuales en las manos y un micrófono también virtual en la nariz. Y quien sabe,  a lo mejor entonces seremos más felices.

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