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martes, 9 de abril de 2013

Vientos de guerra, vientos de odio.

La amenaza de Corea del Norte de iniciar un conflicto bélico contra la Corea del sur y EEUU tiene a todo el mundo en vilo. Y no sin razón, porque si es cierto que la Corea del joven Kim Jong-Un posee armas nucleares y las utiliza, con toda seguridad veremos algunos hongos atómicos crecer hasta el cielo. Las probabilidades no son sin embargo altas, porque algo de reflexión lógica debe quedarle al mando militar que le rodea, porque de iniciar una guerra las represalias serían desvastadoras para una población que a menudo se debate entre el hambre y la represión. Sí, es cierto que cuando muere alguno de los miembros de la dinastía fundada por Kim Il Sung vemos en las pantallas a miles de personas llorando desconsoladamente. Pero el amor y las lágrimas por el padre de la patria parecen más una escena montada para el resto del mundo que para los millones que, nos guste o no, sufren a un régimen implacable que prefiere invertir en armas desvastadoras en lugar de apostar por sus ciudadanos. Ahora, el último de  la estirpe Jong amenaza con una guerra superando en el tono a su padre y abuelo. Tal vez las lecturas de Walt Disney o algún film que miró a escondidas, lo ha influído para buscar el destino del héroe perpetuo. Ojalá que siga leyendo las revistas del Pato Donald, antes de seguir su aventura bélica con un final ya escrito en las ojivas de los misiles.

En Sudamérica se define el destino de Venezuela entre dos rivales que invocan a Dios para convencer al electorado que son ellos sus profetas en la tierra de Bolívar. Hasta un pajarito se hizo famoso por unos días cuando se le apareció en el balcón del sr. Maduro. Incluso contó ante la multitud que hubo una comunicación a través de los trinos intercambiados. El otro no se queda atrás y también se viste de profeta. Mientras tanto crece el odio entre ambas facciones y no existen ni antes ni ahora un tono de respeto, sino que el fanatismo se extiende y gana la mente de la gente, que prefiere creer ciegamente con el corazón que exigirle a los candidatos a través de la razón, programas concretos que lleven a crear una sociedad lejos de los revanchismos y el odio, con justicia social y seguridad. Una expresión de deseos que muchos comparten en la Venezuela de hoy, justo en esta semana en que se define el destino de un país donde parece que al contrario de los deseos de los candidatos, Dios mira para otro lado.

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