El hombre llegó a la emergencia de un hospital en una ciudad del centro de Suecia con una deficiencia cardíaca y con síntomas de sufrir un infarto. Lo atendieron en la recepción pidiéndole que esperara en la sala que ya vendrían a buscarlo. Rodeado por su familia el paciente era algo atípico para el personal que en ese momento estaba de guardia. Su nombre, Gabriel Taikon, probablemente habrá despertado sospechas de que tanto él como la numerosa familia que lo acompañaba, exageraban con el estado de su salud, dramatizaban según los prejuicios dominantes sobre los romaníes, o gitanos como se les conoce popularmente. Pasaban los minutos, y según las propias declaraciones del enfermo, él se desmayó dos veces y el personal siguió prácticamente indiferente, siempre según su versión.Incluso otros pacientes que también esperaban ser atendidos comenzaron a protestar. Según las normas y rutinas referidas a un paciente con signos de infarto este debe ser atendido antes de los 10 minutos. En el caso de Taikon pasaron 55 minutos antes de que el personal especializado pudiera atenderlo y finalmente rescatarlo lo que podría haber sido un final trágico para él.
Ante el dramatismo de lo acontecido la jefa de Emergencia pidió al paciente y también públicamente disculpas por lo acontecido, y afirmó que una investigación sobre todo lo ocurrido se había puesto en marcha.
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| Un paciente duerme en el piso mientras espera su turno en Emergencia. Foto: Olgica Lindquist. |
El actual modelo impuesto por el gobierno, pone en la encrucijada a los policlínicos privados y públicos donde se atiende al paciente en primera instancia. A mayor cantidad de pacientes y diagnósticos establecidos, más es la compensación económica que reciben de los fondos públicos. Lo que lleva a espolear la competencia entre los policlínicos y exacerbar la cantidad de pacientes atendidos y la de diagnósticos que no en pocos casos están en desacuerdo con la enfermedad, lo que es altamente riesgoso, establece una invetigación de la Dirección Nacional de Asuntos Sociales. Todo sea por la santa misión de recibir más ingresos de las arcas públicas.
La comprensión de lo que sufre el paciente, y la comunicación conélla/él, así como el resultado de los análisis es central para que el médico pueda dar un diagnóstico fehaciente de la enfermedad. Y sus conocimientos. Personalmente tengo conocidos que han pasado por esa experiencia alucinante. Dos han muerto. La causa? Una política de sierra y machete que termina auyentando a los mejores profesionales mientras el temor de recibir un falso diagnóstico crece entre población. Tienen la culpa los trabajadores de la salud que demoraron en atender a Gabriel Taikon en este caso? Creo que no, el responsable es un sistema que está más enfermo que los propios pacientes abandonados a su suerte. Hora de darle una vuelta al timón?

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