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martes, 20 de agosto de 2013

Cuando el velo islámico se convierte en el enemigo

Sucedió en el suburbio de Farsta, en Estocolmo. Una mujer embarazada,portadora del velo islámico entre otras prendas tradicionales de la mujer musulmana, fue atacada por un individuo que se lo arrancó con violencia y luego  le estrelló la cabeza contra el techo de un auto estacionado en un parking,  hasta que la mujer perdió el sentido. Una vez cometida la hazaña, el individuo se dió a la fuga, su tarea de proteger a la cultura sueca de la invasión musulmana estaba cumplida.


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Este acto cobarde tuvo reacciones inmediatas en otras mujeres, principalmente representantes de varias organizaciones sociales y políticas, cuyas representantes decidieron ponerse el velo aunque no fueran musulmanas, en un demostración de solidaridad con la víctima. Por suerte el feto no sufrió aparentemente ningún daño y la mujer se recupera del daño físico, aunque del daño psicológico tal vez no se recupere nunca a pesar de todo el apoyo que ha recibido de la sociedad. Su desgracia es pertencer a una cultura y religión identificada hoy con el terrorismo, la crueldad y la sumisión total a una fe que no es la occidental y cristiana. Y otras muchas mujeres que usan el velo compartirán probablemente ese miedo.

Como en otros países europeos el proyecto de crear una sociedad plural y multicultural que algunos políticos visionarios tenían en los 80 y 90 hace agua por todos lados, cuando actualmente la derecha y ultraderecha  ganan espacios en la mente de mucha gente y en el escenario político del país.  Ahora hay muchos que  tienen la oportunidad de sacudirse la bronca y frustración que llevan adentro, desquitándose con los más débiles o los "diferentes",  por ignorancia, resentimiento u otro motivo. Suecia no es una excepción y aquélla visión pasada de  convivencia entre diversas culturas está cada vez más lejana, aún cuando todavía existe la voluntad de muchos agentes sociales y políticos de luchar porque la idea siga viva. Pero tienen por el momento muchas cosas en su contra en un país que cambia aceleradamente hacia un proyecto más individualista, egoísta y de sálvese quien pueda. Cuando la educación y la salud, por ejemplo,  se han transformado en un negocio lucrativo, y no en un servicio financiado colectivamente para toda la población y sin carriles especiales para los más poderosos y ricos, se está hallanando el camino para ese otro proyecto. Revertir ese escenario es una tarea de titanes, o incluso algo más que eso. Aún cuando el velo sea o se interprete como un símbolo opresivo que obliga a la mujer a ponérselo, en una sociedad libre y tolerante, existe el derecho de usarlo, por más extraño o desagradable que nos parezca.

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