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Sin embargo el canciller Timerman amenaza otra vez con La Haya, como si fuera la palabra mágica que haría desaparecer a la fábrica y al gobierno uruguayo a bajar la cabeza y ponderar las "pruebas" del canciller argentino. De todas maneras ya las autoridades uruguayas han dado a conocer lo valores de esa contaminación, y los mismos están por debajo de los niveles exigidos. Los de Timerman son parte de la campaña lanzada a un mes de las elecciones para envalentonar a los que luchan por mantener un gobierno que está cada vez más desgastado. Argentina tuvo en días pasados la oportunidad de influir en la empresa UPM y sus efluentes cuando el gobierno de Uruguay presentó todas las cartas sobre la mesa y puso también nuevas condiciones a la pastera. No, se eligió una vez más el camino de la confrontación. Hay sin dudas un fuerte contenido político en esa reacción argentina, que por supuesto los protagonistas lo niegan. La campaña electoral está en marcha y se necesitan enemigos. Las Malvinas no alcanzan, ahora UPM pasa a ser otro caballito de batalla para agitar los sentimientos de "patria y corazón".
Para el gobierno uruguayo esta disputa de nunca acabar no lo beneficia para nada en el avance de los acuerdos que están pendientes entre ambos países. La posibilidad de que los mismos se demoren o nunca lleguen a realizarse puede poner una vez más al desnudo las características y cualidades de quienes gobiernan Argentina. Pero los hechos son tozudos. La población no se enferma ni muere masivamente como prometían los autollamados ambientalistas. Pero sí que hay contaminación muy seria en la desembocadura del río Gualeguaychú por lo vertidos de sus fábricas y agricultura. Ahora lo sabemos con cifras que son irrefutables. El canciller Timerman lanzó un boomerang que le pegó en su propia frente y que una vez más demuestra que no hay que hacer trampas al solitario. Esa lista que presentó con su habitual arrogancia es producto de quien desea manipular a sus propios ciudadanos con datos falsos. Pone nombres de productos químicos que no se utilizan en la pastera y sí en la agricultura, y cuando le acierta, los índices sobrepasan por supuesto los establecidos. Pero no nombra la fuente de esos datos, ni las fechas ni quiénes las realizaron. Abracadabra, un nuevo mago hace su aparición. Así se maneja el canciller del país vecino. Las preguntas que surgen son obvias: Porqué no los dió a conocer antes y así ayudar a desterrar al dragón del Río Uruguay con esos datos? Es que fue cómplice del malvado Pepe Mujica que ha demostrado una vez más estar aliado con las multinacionales? Algo que por supuesto Argentina está libre de esos pecados. Sus fábricas de celulosa de pura cepa nacional están clasificadas como muy contaminantes, pero tampoco esto parece preocupar a las autoridades argentinas.
El futuro dirá quien tiene razón, y me palpita que no es el canciller argentino ni tampoco los testaferros que lo secundan.
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