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viernes, 4 de octubre de 2013

El dragón del río Uruguay otra vez en la mira

Una vez más la diplomacia fracasó en solucionar un tema que desde su inicio ha inflamado los sentimientos de uruguayos y argentinos, especialmente los de Gualeguaychú,  los que se ven amenazados por los daños ambientales que sospechan se producen en la fábrica finlandesa de celulosa  UPM, instalada a orillas del río Uruguay. La decisión del presidente uruguayo José Mujica de autorizar a la pastera  aumentar su producción hasta 1 millón 200 mil toneladas, es decir 100 000 toneladas más de los que había producido hasta ahora, levantó ronchas en la Casa Rosada y en la ciudad entrerriana de Gualeguaychú. Tanto el elocuente cancilller argentino Hector Timerman como algunos llamados ecologistas de esa ciudad han reaccionado con el furor de los que siempre ven el mal al otro lado del río, y desgraciadamente ignoran las propias. Ahora es UPM, ese dragón que hecha humo la que les contamina el aire y el agua, según sus afirmaciones basadas en las demagógicas y manipuladoras palabras del canciller Hector Timerman y de otros políticos locales apenas conocido la decisión del gobierno uruguayo.  Las fábricas obsoletas de Gualeguaychú  y la producción intensiva de soja, cuyos suelos son contaminados por ejemplo con fósforo y otros químicos usados en la agricultura, no son problema para estos ecologistas. Olímpicamente se ignoran para volcar su frustración sobre el "enemigo exterior", lo cual es una vieja treta de los políticos sin argumentos o los testaferros que los secundan. Cuando la gente quiere ser ciega ninguna verdad que se le ponga por delante es suficiente. UPM es una fábrica que usa la tecnología de última generación, y que sí contamina, pero por debajo de los parámetros exigidos por Uruguay, la UE y otros organisamos medioambientalistas del planeta. Lo comprueban los parámetros de la empresa canadiense que mide regularmente los índices de contaminación y que ambos países aceptaron.

Sin embargo el canciller Timerman amenaza otra vez con La Haya,  como si fuera la palabra mágica que haría desaparecer a la fábrica y al gobierno uruguayo a bajar la cabeza y ponderar las "pruebas" del canciller argentino. De todas maneras ya las autoridades uruguayas han dado a conocer lo valores de esa contaminación, y los mismos están por debajo de los niveles exigidos. Los de Timerman son parte de la campaña lanzada a un mes de las elecciones para envalentonar a los que luchan por mantener un gobierno que está cada vez más desgastado. Argentina tuvo en días pasados la oportunidad de influir en la empresa UPM y sus efluentes cuando el gobierno de Uruguay presentó todas las cartas sobre la mesa y puso también  nuevas condiciones a la pastera. No, se eligió una vez más el camino de la confrontación. Hay sin dudas un fuerte contenido político en esa reacción argentina, que por supuesto los protagonistas lo niegan. La campaña electoral está en marcha y se necesitan enemigos. Las Malvinas no alcanzan, ahora UPM pasa a ser otro caballito de batalla para agitar los sentimientos de "patria y corazón".

Para el gobierno uruguayo esta disputa de nunca acabar no lo beneficia para nada en el avance de los acuerdos que están pendientes entre ambos países. La posibilidad de que los mismos se demoren o nunca lleguen a realizarse puede poner una vez más al desnudo las características y cualidades de quienes gobiernan Argentina. Pero los hechos son tozudos. La población no se enferma ni muere masivamente como prometían los autollamados ambientalistas. Pero sí que hay contaminación muy seria en la desembocadura del río Gualeguaychú por lo vertidos de sus fábricas y agricultura. Ahora lo sabemos con cifras que son irrefutables. El canciller Timerman lanzó un boomerang que le pegó en su propia frente y que una vez más demuestra que no hay que hacer trampas al solitario. Esa lista que presentó con su habitual arrogancia es producto de quien desea manipular a sus propios ciudadanos con datos falsos. Pone nombres de productos químicos que no se utilizan en la pastera y sí en la agricultura, y cuando le acierta, los índices sobrepasan por supuesto los establecidos. Pero no nombra la fuente de esos datos, ni las fechas ni quiénes las realizaron. Abracadabra, un nuevo mago hace su aparición. Así se maneja el canciller del país vecino. Las preguntas que surgen son obvias: Porqué no los dió a conocer antes y así ayudar a desterrar al dragón del Río Uruguay con esos datos? Es que fue cómplice del malvado Pepe Mujica que ha demostrado una vez más estar aliado con las multinacionales? Algo que por supuesto Argentina está libre de esos pecados. Sus fábricas de celulosa de pura cepa nacional  están clasificadas como muy contaminantes, pero tampoco esto parece preocupar a las autoridades argentinas.
El futuro dirá quien tiene razón, y me palpita que no es el canciller argentino ni tampoco los testaferros que lo secundan.

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