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sábado, 14 de junio de 2014

Hecho a la medida?

Estadio de Marcaná
Los rumores sobre si Brasil ya está destinado de antemano a ganar el Mundial de fútbol corre como reguero de pólvora en todas las plataformas sociales, por algún que otro comentarista de los medios establecidos que se anima a opinar por cuenta propia, y por muchos amigos y conocidos. No es para menos después del espectáculo ofrecido por el árbitro japonés Yuisi Nishimura en el partido de inauguración Brasil-Croacia, que regaló un penal al equipo local, anuló una jugada legitima que pudo terminar en gol para los croatas, y torció el rumbo de un partido que en sí mismo era entretenido y dramático por el juego de los contrincantes.

Para confirmar que algo huele mal en el reino de la FIFA el partido de México contra Camerún parecía demostrar que las sospechas no eran en vano, después de ver como dos goles legítimos anulados a los mexicanos por el árbitro colombiano Wilmar Roldán  y su colaborador, así como otras erróneas decisiones arbitrales,  casi echan por tierra el buen juego de la "Tri". Los jueces de los partidos posteriores Holanda-España y Chile-Australia reivindicaron a los hombres del pito ya que arbitraron con más tino y profesionalidad. Que la FIFA le haya dado la responsabilidad a jueces tan mediocres como el colombiano y el japonés deja por supuesto espacio para las especulaciones más audaces. Las mismas construyen un escenario donde se desprendería la siguiente lógica: Brasil debe ganar este campeonato después de los miles y miles de millones de dólares invertidos en esos estadios monumentales construidos mientras miles de personas manifestaban en las calles reclamando más recursos para la salud, vivienda y educación . Y la forma de conseguirlo es sobornando a los principales miembros de la FIFA y a ciertos árbitros para que conduzcan irreversiblemente a la selección brasileña hacia ese destino, alzar la copa Jules Rimet en medio de la algarabía del Maracaná.

El gobierno de la presidenta Dilma Roussef se encuentra sin duda en una encrucijada donde los intereses deportivos y de prestigio se chocan con esos legítimos reclamos sociales. Ganar una competencia como este Mundial donde tanto prestigio se juegan no solo Brasil sino también otras naciones,  con la ayuda de jueces corruptos,  sería tan descarado y bochornoso para este deporte, con el fin de evitar un nuevo Maracanazo, que al final cuesta creérselo hasta que por lo menos no finalice el campeonato y tengamos todas las evidencias. Si Brasil no gana el gobierno de Roussef tendrá que enfrentarse no solo a la frustración y desencanto de perder otro campeonato en tierra propia, sino lo inútil que fue invertir tantos recursos materiales y humanos en esas arenas que peligran convertirse en verdaderas arenas movedizas. Para Brasil, el país más grande do mundo sería otra humillación aún más grande que la de 1950. Como recuerdo de esa nueva "catástrofe" si es que se cumple, quedarían esos Colosseum construidos con dinero de los contribuyentes, y un costo político para el Partido de los Trabajadores que no es difícil de imaginar. Así es la importancia del fútbol en la sociedad actual, y millones de espectadores en las tribunas o pegados al sofá  mirando hipnotizados en la pantalla de la tv como corre la pelota,  excitados y fanatizados  por el "opio" de los pueblos. Y yo entre ellos.

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