Vistas de página la semana pasada

martes, 10 de enero de 2017

Estocolmo - Montevideo tur och retur


                                                                       
La fría tarde sueca quedó atrás apenas el avión de Iberia despegó del aeropuerto de Arlanda. La última tormenta había dejado 50 centímetros de nieve y las temperaturas llegaron a los -20*C. Como siempre sucede en los aeropuertos la mayoría sufre de estrés para subir rápidamente al avión después de haber despachado sus valijas, donde algunos pasajeros, haciendo caso omiso a las restrictivas reglas de las compañías aéreas, llevan equipajes que sobrepasan  las medidas y el peso estipulado. Finalmente deben pagar el sobre coste y lo que parecía una audaz movida termina con lagrimas e insultos a los empleados.


A l fin nos acomodamos en los asientos y a mi lado se sienta una señora venezolana, que inmediatamente empieza a hablar del estado desastroso del país, y de su plan de marcharse de allí. Por eso ha ido a visitar a su hermana en Estocolmo, me dice, con la idea de mudarse a la capital sueca. Sin embargo a lo largo de su crítico discurso deja ver que ella " en realidad todavía goza de los privilegios que la gran mayoría de los venezolanos hoy carece" cuenta con desparpajo. En su incansable parloteo confiesa que tiene un amigo propietario de un supermercado, el cual apenas llegan los productos alimenticios "me avisa y compro en buenas cantidades,  suficientes por varias semanas para mí y otros familiares" dice muy orgullosa. "Eso sí, salgo por la puerta de atrás porque sino me roban los que hacen cola frente al supermercado". Me cuenta que en una oportunidad compró seis barras de queso uruguayo y durante meses no le faltó este producto lácteo que estaba empacado al vacío. "Estaba exquisito", agrega. Va con destino a Tenerife a pasar unos días al sol para sondear el ambiente con la idea de considerar la alternativa de establecerse allí. Bien, todavía hay personas con
planes en Venezuela, aunque abandonan el barco presurosamente.

Al otro lado una joven española regresa a España después de haber visitado a su madre que está radicada en la capital sueca, me cuenta. Está  amargada porque no tiene trabajo en España y tampoco oficio o profesión que la ayude a salir de esa situación de paro. Juega con la idea de irse a Suecia a trabajar pero se siente frustrada al pensar que no tiene dinero suficiente para mantenerse los primeros meses mientras busca trabajo, y su madre no parece poder ayudarla. Le comento que una posibilidad es entrar en contacto con la Oficina de Trabajo sueca y lograr que le financien un curso de capacitación que le ofrezca la posibilidad de acceder a un trabajo. "El idioma, es tan difícil que me achucha" comenta con pesar. En el sector de la salud hay una fuerte demanda de personal y tal vez pueda ser una alternativa, le comento. Creo que se fue más optimista del avión cuando llegamos a Madrid, ya que otra joven sentada a su lado le aportó más datos que podrían ayudarla a intentar la aventura escandinava.

Una vez instalado en el aeropuerto Adolfo Suárez, en esas largas caminatas para encontrar la puerta de salida para Montevideo, me encuentro con una pareja que por el acento constato que son compatriotas. También ellos viajan a Montevideo "a disfrutar de la ciudad que queda medio vacía por las vacaciones", comentan ambos. Ellos también viven en Suecia desde hace ya cuatro décadas. Entablamos una variada conversación sobre lugares comunes, cocina mediterránea, política y cambio climático, donde surgen coincidencias y discrepancias. Luego nos vamos a comer a un restaurante que como la gran mayoría de estos locales en los aeropuertos tienen comidas recalentadas o de una pobre elaboración. Pido pollo thai, un plato al cual deberían cambiarle la nacionalidad por la lejanía que tiene con Thailandia. Daniel, así se llama el compatriota, me invita con la cena, así que le quedo debiendo una invitación para nuestro regreso, acordamos al despedirnos.

Llegada la hora de partir nos ubicamos en nuestros respectivos asientos y a mi lado se ubica una chica española que saluda y pide permiso para acceder a su asiento al lado de la ventanilla.
Se llama Victoria y a lo largo de nuestra conversación me cuenta que es arquitecta, nació en Argentina, vivió en Uruguay y finalmente se instaló en Barcelona. Es bella y habla ya con acento castellano. " Después de unos días hablo como los uruguayos" me dice sonriente. Está  muy
disconforme con la situación de España, la corrupción, la inseguridad laboral, el caos político en la izquierda, y la impunidad que sirve de refugio a los corruptos. Al final el viaje de doce horas se hace demasiado largo para estar despiertos, así que todos o casi todos los pasajeros terminamos durmiéndonos con los suaves sacudones de las turbulencias que en este viaje han sido frecuentes. Aterrizamos a la 08:35, a la hora exacta prevista y nos despedimos con Victoria deseándonos una buena estadía en el país que, coincidimos, llevamos siempre en el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Le agradecemos su comentario referido al tema. Cada aporte es una gota de reflexión sobre temas que interesan o preocupan. Suscríbase si desea seguir leyendo las notas y relatos de este blog.Es gratis.