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sábado, 17 de agosto de 2019

ONCE UPON A TIME... IN HOLLYWOOD


Érase una vez en … Hollywood, la película de Quentin Tarantino nos lleva a la ciudad de los ángeles y las estrellas en 1968-69 con sus luces de neón, las fiestas en los jardines de productores millonarios, autos de seis-ocho metros de largo, palacios cerrados entre las verdes colinas y hippies viviendo una vida errática y marginada en comunidades donde se mezclan la religión, las drogas y el odio, todo recreado por la fotografía de Robert Richardson.

Ese mundo  -donde están ausentes las recientes protestas estudiantiles en ambas orillas del Atlántico, y las luchas contra la discriminación racial- cobra vida a través de los protagonistas Rick Dalton (Leonardo Di Caprio) una decadente estrella de las películas y series de vaqueros, y su despreocupado y simpático stuntman, Cliff Booth (Brad Pitt), un ”doble” que es un verdadero soporte al alicaído Rick en sus momentos más oscuros.  Ambos se enfrentan al comienzo del principio del fin de una época dorada de la industria cinematográfica, mientras las series de la TV inician la carrera por la conquista del público sentados en el sofá, con títulos que atrapan como The FBI, Bonanza, La familia Adams, El Fugitivo y decenas de otras famosas de la época. Al Pacino en el rol del agente Marvin Shwarz, es uno de esos tiburones de la industria del entretenimiento que merodea en las aguas turbias de los estudios cinematográficos, y con su cínico manejo de los actores los empuja a elegir entre la peste o la cólera.

En paralelo transcurre la vida de la pareja recién llegada a Los Ángeles, Roman Polansky - Sharon Tate (interpretados por Raphael Zawierucha y Margot Robbie) quienes se mudan vecinos a la villa de Rick Dalton en Cielo Street, una calle privada rodeada de mansiones de lujo. Es a través de unas secuencias de la vida de Sharon Tate, donde Polansky apenas aparece porque está ausente de la ciudad, que Tarantino nos va dando la pista hacia dónde se encamina el relato de esta trágica historia y el conocido desenlace protagonizado por el grupo de asesinos de La Familia de James Mason, que alentados y convencidos por su manipulador líder, deciden bajo el fuerte efecto de las drogas, que es hora de asesinar a los falsos cerdos del cine.

En tanto la vida de Rick Dalton, cada vez más alcoholizado, sufre nuevos embates al tener que abandonar su papel de héroe justiciero, cazador de asesinos por la recompensa o héroe de la 2a Guerra Mundial, asando a los nazis con un lanzallamas, para convertirse en el malo de la película por capricho de los directores y productores que ven su decadencia en ciernes, o protagonizando el papel de  villano en la nueva ola de películas de los llamados spaghetti italianos. 

Tarantino nos ofrece por momentos un espectáculo visual donde las escenas se suceden en los polvorientos escenarios de los pueblos del Oeste recreados en los estudios de Hollywood, o en las calles de Los Ángeles con un intenso frenesí. Allí esporádicamente aparecen actores como Steve McQueen (Damian Lewis) y el propio Kurt Russell entre otros muchos. Es una sinfonía visual de cómo era la intensa vida de los actores en aquéllos años, con algunos remansos donde los protagonistas de pronto cuestionan sus vidas como Rick Dalton, o tratan de ver la reacción del público en una sala de cine, Sharon Tate, donde proyectan su película recién estrenada, como una forma de satisfacer el ego ante el anonimato de las calles. 


En todo caso Tarantino tiene un as en la manga para cerrar los eslabones de esta historia que nos cuenta, y como virtuoso del cine de ficción te hace cómplice de una nueva verdad, en un clímax donde se conjugan todos los demonios de una sociedad materialista que descarrila cuando la violencia de las películas de Hollywood pasa a ser parte de la realidad cotidiana. Para algunos no hay salvación en esta selva de hormigón y asfalto, ni en sus falsas fachadas de cartón y madera de los estudios, ni en la automarginación de los hippies ni en las mansiones exclusivas. Sólo la muerte está al final del túnel en una catarsis que reivindica lo que pudo haber sido y no fue. 

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