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viernes, 27 de mayo de 2022

Una sociedad enferma de armas

El autor del tiroteo de la escuela primaria de Texas se atrincheró en un aula y mató allí a 19 menores y dos profesoras
Salvador Ramos, autor de la masacre

Es imposible permanecer indiferente ante las matanzas de niños y adultos que se producen repetidamente en la sociedad norteamericana por más habituados que estamos a ello. Un fenómeno alimentado por el insaciable apetito de aumentar sus beneficios los fabricantes y vendedores de armas y su lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA sus siglas en inglés).


Por un instante estos individuos (sí, pertenecen al género masculino) cobardes y frustrados psicópatas que se creen en ese momento dioses, aprietan el gatillo junto a los cinco millones de socios de la NRA y de los políticos que cierran los ojos y probablemente muchos de ellos reciban ”beneficios” de fabricantes y vendedores de esas armas que siegan vidas como si fueran trilladoras.


Está en la Constitución del país, un texto de 1787(!) cuando las leyes y los derechos eran un brote apenas visible en la rama del árbol de las leyes,  y las armas la única certeza de intentar sobrevivir en una sociedad plagada de hombres violentos, ignorantes e hijos de colonizadores que en sus filas traían gente de bien, pero también lo peor del género humano.


Es en esa cultura de la violencia que las generaciones de norteamericanos se criaron y siguen reproduciendo, esta vez en un un joven de 18 años en una escuela primaria, en un salón con niños y niñas de no más de 10 años. Allí mató 19 de ellos y dos maestras. Salvador Ramos se llamaba este asesino de niños. Con ese nombre fue bautizado y tal vez en su locura creyó salvar a esos alumnos del infierno que pasaba por su cabeza.


La sociedad norteamericana no sana estas heridas,  basta la indiferencia de tipos como Donald  Trump y sus seguidores, el Partido Republicano y la mencionada NRA  para seguir argumentando que el problema no son las armas, sino los individuos. Al mismo tiempo se niegan a restringir el derecho a la compra de armas mediante leyes o una reforma de la famosa Constitución de 1787. El asesino de 18 años de la ciudad de Uvalde (Texas), entró en un negocio de armas, compró un rifle semiautomático y una pistola sin que se le exigiera nada. Como si fuera un peluche o una pistola de plástico. 


El resultado es aterrador, y solo una sociedad enferma por la violencia, el mito del Far West y las guerras llevadas a las pantallas por Hollywood, puede reproducir semejantes atrocidades en una sociedad que quiere vender la imagen de ser la más democrática. Todos se preguntan: cuándo y dónde ocurrirá la próxima masacre en un ejercicio mental que demuestra la impotencia de una sociedad enferma de armas y escasez de valores y empatía. 


(Si te resulta interesante estimada lectora/lector, difúndela y se agradece).


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