El zapador de turno en Brasilia

“Ingeniero Zapador; bajo balas y metralla, en medio de la batalla,               
trabajando con ardor; Ingeniero Zapador, ¡tú serás siempre el mejor!”

La misión de los zapadores en los ejércitos de tierra es diversa. O bien le abren camino a las unidades de avanzada de sus filas, o bien le entorpecen el camino al enemigo minando el terreno, por ejemplo, impidiendo sus intentos de avanzar. 

En política también existen personajes con esas misiones: proponen instancias a soluciones y acuerdos para allanar caminos en temas de importancia y estratégicos, o por el contrario, ponen todas las piedras posibles en el camino (o palos en las ruedas como también se dice actualmente) en caso, por ejemplo, de que no quieran que se concreten ciertas metas y acuerdos transnacionales.

En estos últimos días del ”retiro presidencial” en Brasilia, después de una convocatoria del presidente Lula da Silva a sus colegas de América del Sur, pudimos ver a un ”zapador” político en acción. El papel de héroe investido de ingeniero zapador lo tuvo el presidente uruguayo Luis Lacalle, cuando al hacer uso de la palabra ante sus pares, criticó dos cosas: la idea de reconstituir la UNASUR (Unión de Naciones de América del Sur) argumentando que la misma tiene carácter ideológico de izquierdas, según lo entiende él que es un liberal, y que aparentemente jamás actúa ideológicamente. Su gobierno abandonó la UNASUR en 2020 apenas asumió el mandato. Puntualizó además que hay otras instituciones en el continente (algunas en estado más latente que pletóricas de vida: Alalc, Aladi, CAN, SELA, ALBA-TCP, SICA, Celac, Mercosur, que de por lejos no cumplen con las metas que se había fijado UNASUR, con grupos por ejemplo de trabajo que promovían el desarrollo en diversos temas como salud, educación, infraestructura, integración financiera, cultura,  energía, política, etc. 

Además el presidente Lacalle se permitió criticar otro tema surgido en la charla hecha pública entre Lula da Silva y el presidente  de Venezuela Nicolás Maduro. Lula le sugirió a Maduro que debía cambiar  la construcción narrativa que se ha transformado en la historia negra que se ha construido sobre su gobierno y el pasado de Hugo Chávez por tirios y troyanos. El esfuerzo de Lula por crear una atmósfera de no confrontación entre los países, y por el contrario ayudar a facilitar en este caso los procesos democráticos que Venezuela necesita, y debe cumplir para ser aceptada como una democracia plena, es a través de la integración y el fortalecimiento de los vínculos entre los países del continente ante los poderes dominantes que le aplicaron durísimas sanciones y que están en constante conflicto, como EEUU con China, y abierto como EEUU y UE con Rusia, lo que exige que esa unión iberoamericana tome impulso, y en los ámbitos internacionales hable con una sola voz. Porque ahí está la clave, también destacada por el propio Nicolás Maduro que no respondió a las críticas de Lacalle atacando su gobierno sino que destacó lo logrado por UNASUR mientras tuvo vigencia y tendiendo la mano más allá de las diferencias políticas entre los países. No vi que el poder mediático en Uruguay reprodujera ese discurso de mano extendida.

Desde la guerra de la independencia, primero los británicos y luego los norteamericanos, han logrado su objetivo: divide y triunfarás. Y para eso están los zapadores, haciendo el trabajo y regando con minas el terreno, haciendo lo imposible para que no se unan los países más allá del color político de sus gobiernos y tengan una sola voz. Claro, el temor es que en determinadas circunstancias no se alineen con los intereses del Gran Hermano.

 El discurso de Lacalle es la confirmación de las sospechas de que sigue los deseos y estrategia de ese Gran Hermano, y no los intereses de un continente olvidado cuando la realidad muestra cómo el proteccionismo y los nacionalismos otra vez ganan terreno en el mundo. Ante ellos, la falta de una estrategia conjunta continental, es aceptar seguir deambulando por los senderos donde las grandes potencias sí quieren arrastrarte de la nariz, como a los bueyes, para cumplir con sus fines, que no son los de Suramérica. 
 

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