Este cuento lo escribí poco antes de la ola del #Metoo con la venganza como motivo. Está emparentado con la serie noir, la serie negra de relatos, pero sin policías ni asesinos clásicos que ocupen el centro de la narración. El deseo de venganza puede llevar a un delito extremo, aunque no siempre. El subgénero de la novela negra siempre me interesó y en algunos cuentos que he escrito me acerco a esta forma literaria. Pero si la novela negra es como ”un veneno lento, el cuento es como un navajazo” como lo definió la escritora española Marina Mayoral. Y es lo que pretendo cuando escribo mis relatos, aunque claro, a veces el navajazo puede resultar solo un rasguño.
Motivos oscuros
Le temblaba la mano al marcar los números del teléfono de Lidia. Había buscado el dato en la guía telefónica de la ciudad. No fue difícil averiguarlo, ya que una buena cantidad de sus datos estaban allí. Si uno se descuidaba hasta el talle de la ropa y del calzado se sumaba a la información personal que impunemente pirateaban estas empresas privadas que publicaban guías telefónicas en la red. Rita escuchó cómo el familiar sonido de la llamada se repetía cinco veces hasta que una voz femenina respondió.
- Sí? Quién habla?
- Hola, hablo con Lidia?
- Quien pregunta?
- Disculpá, me llamo Rita, en realidad no nos conocemos pero te llamo por un tema muy delicado.
- No entiendo. No nos conocemos y querés hablar conmigo de un tema muy delicado. Cómo es eso?
- Entiendo tu pregunta. Se trata de Nando, tu ex-marido.
- Y vos quien sos? Su abogada?
Un silencio se interpuso entre las dos. Rita se alisó el pelo castaño que bajaba hasta sus hombros. Aún nerviosa jugó con los botones de la chaqueta de lana azul con su mano derecha y clavó su mirada en el espejo que tenía enfrente, como si fuera Lidia la que la estuviera observando. Suspiró y dijo:
- La ex-amante en realidad. Me llamo Rita. Hace tiempo que dejamos de vernos con Nando, es cierto. A mí todavía me duele que me haya abandonado sin más ni más, alegando pendejadas después de haberme prometido que se casaría conmigo…
- … claro, después del divorciarse de mí, el malparido. Me engañó contigo, y apenas descubrí el engaño se marchó sin más aviso que una nota sobre la mesa de la cocina. Creía que ahora estaba compartiendo la mesa y la cama contigo. Mirá de lo que me entero.
- Pues no es así. A las dos nos ha dejado plantadas y seguro que anda detrás de otros culos sin importarle las consecuencias.
- Bueno, y para que me llamás, no será para llorar sobre mi hombro.
- No. Quiero vengarme y saber si vos también estás dispuesta a humillarlo y bajarlo del pedestal machista donde se ha subido, el muy hijo de puta.
Lidia guardó silencio. Todo el pasado volvió a surgir frente suyo como una película acelerada, la época feliz que pasó a transformarse en peleas, discusiones, maltrato, humillaciones.
- Bueno, ganas no me han faltado, querida. Pero a veces pienso que no vale la pena.
- Yo creo que sí. Y tengo un plan..
- No me digas? De qué se trata?
- No te lo puedo decir por teléfono, sería mejor que nos encontráramos a charlar.
- Dónde y cuándo?- En el centro, en la cafetería de la Casa de la Cultura.- Hmmm, mucha gente conocida. Mejor en El Gato Pardo.
- Ok, allí a las cinco, después de mi trabajo en la oficina.
- Está bien, a las cinco entonces.
El Gato Pardo era una cafetería conocida por sus pastas, dulces y tortas de origen italiano de larga tradición, un lugar exclusivo en un barrio donde sus habitantes habitualmente alardeaban sin timidez de su riqueza. El lugar tenía como clientes mayoritariamente a las mujeres de buena posición social que vivían en la zona. Allí se reunían en grupos a tomar té o capuccino, charlar e intercambiar información sobre vidas y milagros de sus vecinas y familias. Los hombres, que no eran muchos en número, hacían negocios mientras bebían un expreso doble y devoraban los cannoli rellenos de mascarpone.
Rita entró en el ambiente bullanguero de la cafetería donde las conversaciones se confundían con las risas cantarinas de las clientes, el entrechocar de la porcelana y las órdenes de los mozos a las chicas que servían los pedidos detrás del mostrador. El delicioso aroma del café Arábica reinaba también en el aire del local. La única mujer sola sentada junto a la ventana que daba a la plaza no podía ser otra que Lidia, adivinó certeramente Rita. Durante el corto trayecto no sabía muy bien qué tipo de sonrisa dibujar en su rostro, si es que correspondía tener alguna. Esa era la mujer con la que había disputado el amor de Nando. Y ambas habían sido traicionadas. Al llegar a la mesa su rostro tenía una expresión neutra, casi una máscara de cera que se enfrentó a otra tan rígida como la suya.
- Hola, eres Lidia, verdad?
- Así es. Aquí estoy para escuchar tu famoso plan - respondió Lidia sin más preámbulo.
Rita colgó su cartera en el respaldo de la silla, se quitó la chaqueta con soltura y se sentó frente a la desconocida que desde el inicio de su relación con Nando había considerado como enemiga, convencida que él estaba dispuesto a renunciar al matrimonio por ella.
- Quiero tenderle una trampa a Nando para ver cómo responde, descubrir su cinismo y falta de escrúpulos, y vengarme -dijo Rita sintiendo como la adrenalina circulaba a tope en su cuerpo.
- Ya ha dado una buena muestra de ello, no te parece?
- Cierto, pero quiero ver hasta dónde está dispuesto a llegar con su machismo e idolatría de sí mismo, y hundirlo para siempre. Anoche lo seguí y ya estaba embaucando a una chica muy joven que trabaja en una empresa que tiene su oficina en el mismo edificio que el mío. Como la conozco de verla en el restaurante, busqué su número de teléfono y le envié un mensaje advirtiéndole con quien estaba saliendo. Por suerte se dio cuenta y se fue intempestivamente.
- Caramba! Haciendo guerra de guerrillas con el desgraciado. Bueno, escucho, ese plan, dijo Lidia cada vez más entusiasmada, acomodándose en la mullida silla de la cafetería.Dentro de tres días es el 14 de febrero, el día de los enamorados, según el karma de los comercios. Las dos le enviamos ese día un mensaje en forma de símbolo, un corazón roto, unos labios pintados de rojo mordiendo una frutilla, un par de tetas con estrellas rojas en los pezones.. yo que sé, cosas así que los enamorados acostumbran a intercambiarse.
- Y entonces?- Y entonces esperamos su reacción. Veamos si responde a alguna de las dos, o a las dos. Dependiendo de la respuesta decidimos que paso damos después.
- No parece muy sofisticado tu plan. Mas bien diría yo que bastante ingenuo.Yo en cambio le cortaría las pelotas. Mejor venganza que esa no me imagino.
- Bueno, ese puede ser el siguiente paso si vemos que persiste en querer volver a relacionarse con nosotras para echarse un polvo sin importarle nuestros sentimientos.
- Estarías dispuesta de verdad?…
Ambas rieron simultáneamente. La pregunta quedó en el aire al ser interrumpida la conversación por el mozo que depositó el pedido sobre la mesa de mármol. Dos tazas humeantes de té verde y jengibre, acompañadas de un puñado de cantuccini que resplandecieron ante sus ojos.
Bebieron el té en silencio. Luego comenzaron a hablar en voz baja, negando y afirmando mientras avanzaba la conversación. Al final ambas sonrieron haciendo gestos afirmativos con sus cabezas. Casi divertidas. Ninguna de las dos tocó las duras galletitas dulces de almendra que quedaron formando un pequeño ramo dentro del recipiente en el centro de la mesa. Se despidieron en silencio. Lidia salió primero, Rita esperó un par de minutos. Juntas pero no revueltas, parecían decir las dos al separarse.
El 14 de febrero Nando se despertó más tarde que nunca. Empezaba su horario de trabajo después del mediodía, así que se desperezó, emitió unos murmullos de protesta, se rascó algunas partes sensibles de su cuerpo, expelió algunos efluvios malolientes y sonoros, y finalmente abrió los ojos. Otro día con el que luchar contra la rutina y el aburrimiento, pensó mientras se sentaba en la cama. Su economía estaba casi a cero, solo soportada apenas por una tarjeta de débito ya vacía y otra de crédito llegando al límite hasta cobrar su sueldo en unos días. Trabajaba en un estudio jurídico como abogado especialista en comercio internacional. Tenía buenos ingresos, pero el nuevo coche BMW, la hipoteca y las juergas con amigos y amigas costaban caro, y a pesar de haberle prometido a su madre que comenzaría a ahorrar para su jubilación futura, todavía demoraba con iniciar el proyecto porque la misma estaba tan lejana que para qué preocuparse. Vieja loca, pensaba. Había dormido solo en su cama, algo raro en su deliciosa costumbre de acostarse acompañado. Hacía dos noches había tratado de seducir a una chica preciosa, pero ella se disculpó y lo dejó plantado cuando todo parecía estar bien atado. “Mi madre se siente mal” se excusó la muchacha luego de recibir un sms en su celular. Y se marchó apenas con un beso lanzado a distancia. Ya insistiría en otra ocasión, la chica valía la pena.
Tomó una larga ducha en el amplio baño de su moderno apartamento, se vistió con una camisa celeste, se ajustó la corbata de rayas anchas oblicuas que combinaban con el traje azul marino que eligió para esa ocasión. Era verano y había que ponerse la ropa más liviana posible. Se preparó una taza de café bien fuerte, comió un par de tostadas con mantequilla y mermelada de naranja y abrió su computadora. Chequeó la larga lista de correos electrónicos, la mayoría referentes a su trabajo. Pero dio un respingo cuando reconoció los nombres de Lidia y Rita en dos correos-e enviados a distintas horas. Uno a las tres de la madrugada y el otro a las siete de la mañana.
Abrió el de Rita primero, un corazón atravesado por una flecha sangrando. No había nada más. Se quedó pensando un instante en cómo interpretar el mensaje. No pudo encontrar otro motivo de que ella estaba sufriendo por la separación y aún lo amaba. Aún más intrigado abrió el de Lidia. Este era un mensaje en letras rojas ya preparado sobre un fondo dorado:
¿Verdad que fuimos felices y aún es tiempo?
Su sonrisa de lobo, mostrando una pareja linea de dientes bien cuidados se ensanchó al máximo cuando no pudo evitar pensar que su poder de seducción estaba intacto. “Ah, estas mujeres solo piensan en los momentos románticos que vivieron conmigo, y fueron muchos, y ahora me buscan otra vez. Y como decirles que no a tan atractivas y amorosas sirenas que te hechizan con sus cantos” murmuró en voz baja, elevando el nivel poético de su pensamiento acerca de las mujeres, que comúnmente solía ser menos poético y bastante grosero, según lo manifestaban sus propios amigos. Recogió su portafolio cargado de documentos y folios de los asuntos de la oficina y se marchó rumbo al trabajo. Circuló por la rambla en su flamante BMW, y no podía dejar de notar las miradas de envidia de otros conductores cuando se detenía ante la señal roja de los semáforos. Se consideraba un hombre de éxito. Para eso usó la influencia de su familia, sus ágiles piernas para trepar, sus afilados codos y una habilidad innata para seducir a quien fuera necesario.
Apenas llegó al alto edificio de cristal y hormigón que compartían muchos estudios jurídicos en el centro de la ciudad, abrió su computadora personal y escribió sendos mensajes a Rita y Lina.
“ Rita, no te olvido y sangra mi corazón como el tuyo”.
“ Lidia, tu intenso amor no se ha borrado en mi alma. Está marcado a fuego”
Satisfecho volvió a su trabajo. Le quedaba una larga tarde de trámites y reuniones por realizar.
Apenas Rita recibió el mensaje de Nando llamó por teléfono a Lidia. No había tiempo que perder, pensó, mientras esperaba la respuesta de su aliada.
- Si, yo también recibí un mensaje - se adelantó Lidia al ver quien llamaba.
- A ver que te parece. Le digo que quiero encontrarlo. Si tiene tiempo seguro que acepta. Pero tenemos que asegurarnos que no use su auto. Yo usaré el mío.
- No hay problema, ya pensé como solucionar el tema de su coche como quedamos de acuerdo.
- Vaya, no perdés el tiempo en arreglar los detalles.
- Es en ellos donde está la clave de que esto termine bien para nosotras, claro. Enviame un sms apenas concretés la cita.
Rita abrió su iPhone y escribió en el iMessenger un mensaje para Nando: “Te espero a las 20:00 horas a la salida de tu trabajo. Estoy desesperada por verte”.
Eran las 16:40 cuando el pling! del anuncio del mensaje se mostró en la pantalla del teléfono de Nando. Sonrió socarronamente y siguió con su tarea. A las 19:47 cerró su oficina y se dirigió al garaje a buscar su auto. Apenas se acercó se dio cuenta que algo estaba mal, estaba algo inclinado sobre el costado izquierdo. La rueda delantera estaba desinflada, seguramente había pinchado en camino al trabajo, pensó. Maldijo cien veces su mala suerte. Nunca había cambiado una rueda y el servicio de auxilio seguramente demoraría un buen rato. Tenía que llamar a Rita.
Sacó su celular y llamó al número de la joven.
- Hola Rita, tengo un problema. Estoy desesperado. Tengo una rueda pinchada y no puedo pasar a buscarte.
- Oh! que pena! Pero yo estoy en mi coche. Dejá para mañana el arreglo del tuyo y vení a buscarme a la playa de estacionamiento público detrás de tu edificio, segundo piso - dijo ella con contenida emoción.
-No sé, mañana voy a necesitar el coche, sí o sí.
- Mirá, dejémonos de rodeos, te venís conmigo en mi auto, te quedás si querés a dormir en mi apartamento y mañana temprano te llevo a tu trabajo, avisás al servicio de auxilio, te cambian la rueda y ya lo tenés listo para lo que lo necesités.
- Oye, como siempre, muy efectiva y sos muy generosa. Nunca creí que después de lo que pasó entre nosotros estaríamos conversando de esta manera. Sos una mujer maravillosa. Esperame que ya subo - dijo Nando entusiasmado y ya olvidado de su problema.
En el segundo piso del estacionamiento reconoció enseguida el auto de Rita, un Toyota Prius de color bordó. Abrió la puerta del pasajero y se inclinó hacia Rita para besarla. Ella respondió al beso y ambos rieron con ganas. Rita triunfante porque todo estaba saliendo como estaba planeado y Nando porque creía que le esperaba una estimulante noche de placer.
- Adónde vamos? - preguntó cuando el coche se puso en marcha.
- Ah! Es una sorpresa, tenemos una hora de viaje. Relajate y descansá mientras viajamos, ya verás lo lindo que vamos a pasarlo - contestó Rita con una guiñada.
Nando cambió el respaldo del asiento a una posición más cómoda y se recostó suspirando. Un día de estrés exigía sin dudas que se relajara mientras iban rumbo a la sorpresa. Y no demoró en dormirse, lo que facilitó el plan de las dos mujeres. Porque acostada y tapada con una manta en el piso del auto junto al asiento trasero, estaba Lidia que apenas escuchó tararear a Rita la canción de los Beatles Yesterday, se incorporó detrás de Nando. Era la señal convenida. Entonces abrió una caja de plástico de color verde de donde extrajo un par de guantes de látex, un frasco con cloroformo y unas compresas que empapó con el líquido. Tuvo la precaución de mantenerlo lo más lejano posible porque tenía terror de autoanestesiarse por efecto del volátil gas. Inmediatamente lo aplicó sobre el rostro de Nando que apenas movió la cabeza en un acto inconsciente de resistencia, y luego se relajó completamente.
Rita, que ya circulaba por una carretera secundaria, siguió un par de quilómetros más y guió el auto hasta un bosque de pinos. Allí lo detuvo en la espesura, y ambas se bajaron. Abrieron la puerta del asiento donde estaba Nando, lo inclinaron al máximo hacia atrás, le abrieron la chaqueta, le subieron la camisa y le desabrocharon el pantalón.
- Pobre tipo - comentó un chico adolescente a su amigo. Ambos llevaban patinetas bajo sus brazos y observaban al hombre sentado en un banco de la rambla. Estaba recostado como si estuviera durmiendo en una posición incómoda. Parecía borracho o drogado. Pero llamaba la atención sobre todo porque tenía desprendido el pantalón y la camisa subida hasta el cuello. Y algo más.
- Es horrible lo que le hicieron. Estará drogado? - dijo una mujer.- Seguro que esto es obra de una amante despechada -dijo un viejo con rencor.
- Ya no se puede pasear por la rambla sin ver estos espectáculos horribles. Qué hace la policía? Ya no hay seguridad en este país - protestó una mujer mayor persignándose.
- Alguien puede leer lo que está escrito en la panza? - inquirió una joven que no se atrevía a acercarse a Nando que empezaba a dar señales de despertarse.
- En la frente le tatuaron Predator y en la panza Soy Perverso -dijo el otro chico de la patineta.
En ese momento llegó la ambulancia y un patrullero. Los camilleros acomodaron a Nando en el vehículo y partieron rumbo al hospital. Al otro lado de la rambla, dividida por un cantero de flores, Rita y Lidia sentadas en el interior del auto habían vigilado el desarrollo de su obra y la celebraban calladamente, pero con un sabor amargo en la boca. Es el sabor de la venganza, pensaron ambas al unísono, pero no lo expresaron en voz alta. Nunca más volvieron a encontrarse.