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domingo, 12 de febrero de 2012

El apretón de manos

Hoy lunes se divulgó en los medios citando la página del equipo de Liverpool un mensaje de Luis Suárez, donde se retractaba de su conducta ante Patrice Evra por no haberle estrechado la mano. Su código del potrero tuvo que tragárselo porque la presión de los dirigentes del club y sus compañeros de equipo debe haber sido muy fuerte ya que están hartos de todo el circo creado. Una lástima que el sentido común y una intuición práctica  de la diplomacia futbolera, no hubiese predominado en el momento adecuado. Para la imagen de Luis Suárez puede llegar tarde su arrepentimiento. La tendrá que reafirmar a fuerza de goles.

Ayer la noticia de que Luis Suárez no le diera la mano a Patrice Evra fue la noticia que recorrió el mundo del fútbol y llenó páginas en los periódicos ingleses y de algunos otros en el extranjero. En el fútbol como en cualquier otro ámbito de la vida social, hay códigos que la gente respeta a rajatabla o rompe con ellos porque no cree que es lo correcto. Ayer, cuando Suárez jugador del Liverpool, se negó a darle la mano a Evra, jugador del Manchester United, se rompió un código de buena conducta entre jugadores rivales, según lo interpretan todos los medios de prensa que he leído. Ese código establecido tiene sin embargo una historia bastante corta y se establece por las autoridades deportivas británicas en su esfuerzo por erradicar a los hooligans que copaban los estadios en las décadas de los 70 y 80. Los conflictos dentro de la cancha los aprovechaban esas patotas para exacerbar aún más su rivalidad. Se pretendía con el apretón de manos entre otras muchas nuevas reglas que los partidos de fútbol fueran un ejemplo, protagonizado por buenos caballeros, y un espectáculo para un público menos fanatizado sin olvidar claro a las nuevas generaciones de deportistas que deberían seguir ese buen ejemplo.

Sin  embargo dentro de ese rectángulo de gramilla verde existe otro código que viene de mucho tiempo atrás, y que impone al jugador una conducta dentro de la cancha. Los insultos, las faltas más brutales las sanciona el árbitro, ya que son parte de esa forma de encarar el partido para neutralizar al rival. Pero esas agresiones causadas por la adrenalina y las ganas de ganar quedan, como la transpiración, absorbidas por ese césped que fue testigo de todas esas agresiones al finalizar la contienda. Hay jugadores que aceptan dar y recibir. Suárez es sin dudas uno de ellos ya que basta ver los partidos que protagoniza para darse cuenta que los defensores lo golpean a menudo, a veces brutalmente. Pero según su código de conducta, todo queda en el rectángulo verde limitado por la línea blanca de cal. Una vez finalizado el partido, todo quedó atrás, y fue parte de ese espectáculo organizado para que la gente siga entreteniéndose. Creo que esa es la forma como Luis Suárez piensa y por eso despreció a Patrice Evra por haber roto ese código no expresado. Es decir, haberlo denunciado por presuntos o verdaderos insultos racistas. Suárez seguramente piensa cuando lo golpean o lo insultan, siguiendo una tradición muy uruguaya: "Tengo aguante" -y no se le ocurriría denunciar a nadie por ello aunque sí le reclama al juez su ceguera ante las faltas que le cometen.

Patrice Evra en cambio, se impuso cumplir con las reglas de las autoridades, y no soportó la provocación si es que existió, que le impuso Luis Suárez en esos minutos en que estuvieron enfrentados. Si él insultó a su vez a su rival para devolverle la agresión, no lo sabemos ya que Suárez tampoco lo ha manifestado o bien porque no la hubo, o porque sigue el código que se ha impuesto. Evra vio entonces la oportunidad de desquitarse que le daban las reglas establecidas por las autoridades del fútbol inglés fuera del rectángulo de césped, y no dudó en romper aquél código antes mencionado. A Suárez le costó esa denuncia 8 partidos de suspensión. Y cuando todos pensaban que el apretón de manos era un símbolo de que las cosas volvían a la normalidad, Suárez otra vez rompió con el código de buena conducta, para expresarle a Evra que había roto con el código que vale dentro de la cancha, es decir Evra es un soplón que no se merece que le estrechen la mano.

Si este escenario se acerca a la verdad, podemos ver que ambos tienen razón según la perspectiva desde donde se la mire. Deberá convertirse cada partido de fútbol en un duelo de caballeros donde se minimicen las agresiones de todo tipo? O seguirán siendo los partidos un espectáculo donde los protagonistas dan rienda suelta a su adrenalina y donde sólo el árbitro en ese momento es la autoridad máxima para poner límite a las mismas? Para los que no participamos de esas contiendas probablemente la elección sea fácil. Para los que  pisan el césped esa conducta no es tan clara, y los códigos dentro de la cancha están tan bien amarrados para algunos como los cordones de sus botines.


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