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martes, 30 de septiembre de 2014

La escuela de la discordia

Los ciudadanos siempre han visto el tema de la educación como algo fundamental en la construcción de la sociedad. Sin una buena educación básica y media y por supuesto universitaria, los países no evolucionan, se estancan y terminan empobreciéndose. Los ejemplos sobran. Pero el tema de fondo es cómo los gobiernos invierten en el futuro de las nuevas generaciones. Y aquí hay una buena diferencia de cómo piensa la derecha y la izquierda en un país como Suecia, cuya escuela fue en otro tiempo una de las más exitosas en cuanto al nivel de sus alumnos. Después de  ocho años de gobiernos de centro-derecha se ven los resultados: la alta deserción de los alumnos de bachillerato que no desean seguir preparándose para una profesión u oficio que les abra las puertas al mercado laboral.

Al ocurrir un cambio en la escena política sueca donde la izquierda tiene la oportunidad de formar gobierno, aunque de minoría, un tema central que definió a muchas personas para votar contra la Alianza de centro-derecha que gobernaba, fue la cuestión de la escuela. Y en estos primeros días donde todavía no han asumido las nuevas autoridades, se plantea la necesidad de hacer el bachillerato obligatorio. Las razones que exponen los socialdemócratas y verdes, y probablemente el Partido de Izquierdas, es evitar la alta deserción actual y darles a las nuevas generaciones un bagaje teórico y práctico para que el alumno tenga la posibilidad de acceder a estudios universitarios si así lo desea o aprender un oficio. La ambición del nuevo gobierno es entregarle más recursos a toda la enseñanza a través de mejores salarios a los maestros, más recursos materiales para las escuelas y un mayor apoyo  individual a los alumnos con dificultades en el aprendizaje o con menos disposición para concurrir a clase. Evitar el llamado "cansancio escolar" que ya ha creado una población de unos 70 000 jóvenes que ni estudian pero tampoco trabajan. El índice de desempleo entre los jóvenes entre 15 y 24 años es de algo más del 20 por ciento según datos oficiales en Suecia.

La derecha en cambio se opone a la obligatoriedad del bachillerato. Su argumento es que no todos los alumnos de la primaria y secundaria están dispuestos a prepararse para ingresar a la universidad y lo más sensato es darle la oportunidad de que haga prácticas en las empresas y sólo tengan un mínimo de clases teóricas. Un conjunto de mano de obra barata que las empresas aprovechan sin reparos. Esa es la política que han llevado adelante creando ese enorme conjunto de individuos que del desencanto muchos de ellos pasan a integrar el submundo de la delincuencia. Invertir en la enseñanza técnica y teórica es también crear ciudadanos más libres y mejor preparados para las nuevas exigencias que se plantean en la sociedad. Dejar que la ignorancia se expanda entre los jóvenes por no invertir recursos en la escuela pública y al mismo tiempo crear escuelas privadas solo para una élite, es como siempre la mejor receta para construir una sociedad donde el poder del conocimiento y el económico siempre descansan en ese pequeño porcentaje de privilegiados dispuestos a boicotear cualquier proyecto que tienda a redistribuir recursos y democratizar la sociedad.

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