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lunes, 27 de marzo de 2017

Cuentos en la nube. Perros callejeros

En muchas ciudades del mundo los perros callejeros se multiplican y empiezan a ser un problema para los habitantes de esos lugares , sobre todo donde no era común este fenómeno. Aquí contamos la historia de uno de ellos que trata de sobrevivir en la calle rodeado de peligros, pero se las ingenia para sobrevivir.

He devenido en perro callejero desde hace tres meses. He deambulado por las calles de este pueblo indiferente a los perros abandonados sin encontrar un amo que me proteja. Es cierto, soy tan grande que cualquiera puede pensar que puedo protegerme solo. Mi pelaje completamente negro y mis ojos que se ponen rojos cuando estoy enfurecido hacen temblar al más valiente. Pero los perros de mi raza necesitan un amo que nos gobierne con mano firme. Para eso me entrenaron hasta que unos ladrones robaron en la casa de mi amo y me llevaron con ellos a pesar de mi resistencia, pero con los palos que me dieron se me fueron las ganas de pelear. Después me soltaron con una patada en el culo y desde entonces ando revolcándome en la mugre, comiendo basura, recibiendo piedras en el lomo y ataques de otros perros callejeros. Pretendí volver a la casa de mi amo pero me despreció por no haber espantado a los ladrones. Quise unirme a la primera jauría que se cruzó en mi camino pero eran tantos y tan agresivos que no pude convencerlos que yo era un valor con el que podían contar. Estaban temerosos de que me hiciera con el liderazgo de la pandilla. Eran tantos los que me acosaron que me pusieron con las patas en polvorosa. Este pueblo está lleno de perros de todas las razas que deambulan buscando un refugio y un trozo de carne. Yo extraño principalmente el alimento para perros que mi amo compraba en el supermercado y el hueso falso para morder que me calmaba la ansiedad que me producía el encierro.

Ahora he encontrado un rincón en una casa de barrio. Me obligaron los perros sueltos de ese lugar a arrinconarme en este pasillo donde podía defenderme de los ataques. Solo de frente podían atacarme y no fueron muchos los que se atrevieron cuando no podían atacar en grupo. Y se llevaron la marca de mis colmillos.
 Un muro y una pared me protegen y ahora puedo descansar. Tengo sed pero aquí me quedo un buen rato hasta que se calmen los sabuesos que me rodeaban. Siento sin embargo ruidos en la casa, constato que es un tipo rabioso que maldice porque le invadí la propiedad sagrada y en eso una ventana se abre y aparece la cabeza de un hombre emitiendo sonidos como ladridos y amenazando con los brazos en movimiento. No parece tan malo en realidad, no le gusta mi presencia en este rincón, pero voy a gruñir un poco con tono feroz para asustarlo. A los humanos les hace falta bien poco para poner la cola entre las patas. Después de tres gruñidos con colmillos de buen calibre a la vista se convenció que no es fácil asustarme y desapareció de la ventana. Al poco rato apareció de nuevo, otra vez agitando los brazos y gritando, como si sus gruñidos humanos me fueran a impresionar, pobre diablo, le voy a mostrar un poco de espuma blanca en mi hocico para que empiece a pensar que estoy rabioso. Gruño más fuerte que antes y dejo que la baba blanca resbale por mis fauces. El hombre abre los ojos como platos y cierra la ventana apresuradamente, no parece tener muchos cojones, y como pensaba antes, es evidentemente un hombre pacífico que no le gusta la violencia.

Después de un rato se abre la ventana de nuevo y aparece una mujer. No veo al hombre pero parece que discuten entre ellos. El tipo está furioso y trata de convencer a la mujer de que no se asome a la ventana.  El tono de voz sube pero ella se asoma y me  dice algo en en voz baja.
"¡Fuera chicho! Lárguese de aquí!"  Por supuesto no entiendo nada esos sonidos, tiene cara de buena y no parece enojada, más bien asustada la pobrecita. De pronto saca el brazo y me muestra ¡un pedazo de carne! Dice cosas que parecen una invitación mientras sigue agitando el pedazo de carne y luego lo lanza sobre el muro. Los otros perros se han marchado y el hambre que me atenaza la barriga, me empuja hacia la carne. Con un rápido desplazamiento atravieso el portón y me apodero de tan sabroso manjar.  Vuelvo rápidamente a echarme en el rincón y saborear lo que descubro es una sabrosa chuleta de ternera. Veo las miradas decepcionadas de la mujer y  del hombre que está a su lado. Vuelven a discutir entre ellos alzando la voz y el hombre desaparece de la ventana. A los pocos instantes aparece en el pasillo, atraviesa el portón  y se ubica en la vereda con un garrote en la mano. Parece que se ha envalentonado, me grita cosas y gesticula con el palo en la mano. "¡Chucho de mierda, fuera de aquí!" Otra vez le gruño mostrando los colmillos con la mirada clavada en la yugular. "¡Te voy a machacar, hijo e puta"! Me lanza un par de golpes temerosos que no duelen y empieza a envalentonarse aún más. Me devuelve la mirada desafiándome "Te lo has buscado y ya verás lo que te pasa, ¡perro maricón!" y me da otro par de golpes en el lomo que esta vez duelen un poco. Entonces le ladro con el registro más alto que puedo, lo he entrenado durante los meses de destierro y da resultado porque el hombre recula asustado. Ya decía yo que no tiene cojones. Se aleja y desaparece de mi vista. Entonces aparece de nuevo la mujer en la ventana. Vuelve a decirme cosas sin gritar, hasta parece simpática, y en su mano aparece otra chuleta sabrosa. Yo bajo las orejas y gimo un poco haciéndome la víctima, es tan fácil engañar a los humanos con estos pequeños gestos de sumisión que la mujer lanza otra vez sobre el muro la carne que aterriza en la vereda. Me levanto, atrapo la carne entre mis colmillos y gruño suavemente para que no se crea que no voy a regresar al rincón. Ella sigue diciendo cosas como "Fuera chicho, váyase m'hijo, no vuelva y aléjese antes que pase algo peor" y cosas así que los humanos dicen cuando están asustados, siempre tienen un buen repertorio para esto. La miro sin embargo con agradecimiento y me como la chuleta en el rincón sin que nadie me moleste. El hueso está delicioso y cuando lo trituro entre los dientes el ruido asusta aún más a la mujer. No obstante me intriga el tipo que ha desaparecido, hace un rato que no aparece aunque veo que los vecinos se han acercado al muro para observarme de lejos con miradas preocupadas. Mi aspecto les causa miedo, lo leo en sus ojos y en el olor que emana de sus cuerpos. Al mismo tiempo están curiosos de ver cómo se resuelve esta situación que ha puesto en el brete a nuestro hombre de la ventana. No parece que simpatizan mucho con él. Tal vez algunas disputas de vecinos los tienen enemistados. Los humanos no son muy distintos de nosotros los perros al fin y al cabo. De pronto aparece un coche con luces de colores en el techo con dos hombres uniformados que hablan con el hombre que ha regresado. Me miran y discuten entre ellos y con el hombre que trata de convencerlos de que intenten sacarme de su propiedad. Creo que no están muy convencidos de que su intervención sea necesaria. Tampoco tienen cojones para sacarme de aquí, lo veo en sus miradas, así que me echo tranquilo otra vez y los vigilo con un ojo abierto por las dudas que se les ocurra alguna estratagema de esas que se inventan los humanos cuando no se atreven a venir de frente. Al poco rato se marchan bajo las protestas del hombre, los vecinos hacen lo mismo y el hombre queda solo en la vereda sacudiendo la cabeza y gesticulando con lo brazos, vencido. Me da lástima el pobre, ha tratado por todos los medios de echarme del rincón y no ha podido. Resignado entra en la casa de nuevo. Ahora bajo la guardia y me recuesto a la puerta que está vecina al rincón y empiezo a dormirme. En eso siento unos golpes en la madera de la puerta que interrumpen el dulce sueño en el que estoy cayendo. Son golpes fuertes y me molestan. Este rincón ya no es lo que pensaba con estos golpes, alguien está tratando de joderme el sueño, olfateo al pesado que está detrás de la puerta y no parece estar dispuesto a dejar de dar golpes en la madera, así que mejor aprovecho la tranquilidad del barrio y me marcho a otro lugar menos complicado. Al otro lado de la calle hay un baldío lleno de botellas y otra basura inservible que alguien a juntado y que no parece ser refugio para los otros canes. Por alguna razón evitan ese lugar siniestro. Allí me iré a dormir. A lo mejor alguien me agradece por cuidar el lugar. Después de todo fue una linda aventura estar en este rincón, y fuera de los palos que no fueron muy dolorosos, creo que es buena gente, si hasta me dieron de comer carne deliciosa, así que sin dudas regresaré en otra ocasión  a probar las chuletas de la señora de la casa.  ¡Estaban requetebuenas!

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