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jueves, 28 de noviembre de 2019

El Irlandés. Cuando la mafia se adueña de tu destino

En EEUU, cuyos habitantes son presentados a menudo en la literatura y el cine, como obsesionados por acumular fortuna y poder, sin importarle los medios, tiene un nuevo aporte. El último film de Martin Scorsese, El Irlandés, (The Irishman) es un ejemplo sobre esta lucha por trepar rápido y sin límites, protagonizado en este caso por los miembros de la ”piovra” italiana, ese pulpo que ha abrazado tantas ciudades y estrangulado a miles de individuos a lo largo y ancho del mundo en su afán de ”hacer negocios como es usual”.

La historia que nos cuenta Scorsese en El Irlandés es la trayectoria de Frank Sheeran (Robert de Niro), un ex-soldado de la 2aGM, emplazado en Italia, quien combatió en Sicilia, Anzio y otros lugares de la península itálica durante cuatro años de miedo y muerte bajo las órdenes del Gral. Patton. Este ex-combatiente aterriza en su ciudad natal, Filadelfia después de finalizada la guerra, y comienza a trabajar como chófer en un frigorífico conduciendo camiones que transportan carne vacuna. Y como muchos personajes a quienes se les da la oportunidad de ”hacer una extra”, entra en una red delictiva que provee de carne robada a las carnicerías controladas por la mafia italiana. Luego, después de un encuentro casual con Russell Bufalino (Joe Pesci), deja los camiones para ”pintar paredes”, una ocurrente metáfora de la mafia para describir la sangre que riega las paredes después de un asesinato. 
Así, Scorsese va reconstruyendo esa vida de Sheeran en episodios que el mismo protagonista cuenta retrospectivamente una vez que está internado en un hogar de ancianos, en una escena en que siempre parece estar solo con su conciencia, o con un intercultor invisible.

Russell Bufalino será el protector del irlandés y también su mentor, siempre detrás de toda la trayectoria de Frank Sheeran, que a pesar de no ser ”paesano”, es aceptado entre los italianos por su sangre fría cuando tiene que ”pintar paredes”. Lo hace muy a menudo sin cargo de conciencia. El espectador no desarrolla ninguna simpatía por el personaje y su implacable misión de sicario. Entonces, en ese entretejido de relaciones entre la mafia y los sindicatos, en las décadas de los ´60 y ´70, Jimmy Hoffa (Al Pacino) va adquiriendo poder y popularidad como presidente del sindicato del transporte, que administra más de mil millones de dólares provenientes de los fondos de pensiones.

La mafia necesita esos millones para invertir en casinos, hoteles y otros locales de entretenimiento para los turistas cuando los bancos les bloquean los préstamos. Aquí Jimmy Hoffa jugará un rol muy importante  en el desarrollo de Las Vegas y otros emprendimientos con esos dólares que los miembros del sindicato le han confiado. Y como la vida del sindicalista se vuelve peligrosa recurre a Bufalino para pedirle consejo y protección. Solícito y siempre servicial, Bufalino, el Don, le ofrece como ”protector” a Frank Sheeran, quien será el ángel guardián de Hoffa, y además, ambas familias intimarán, porque Scorsese no se olvida de esa esfera de la vida íntima de Frank, protagonizada especialmente por una de las hijas, la dulce Peggy (Anna Paquin), la única mujer (también como niña) que tiene un rol protagónico en la película. Las otras están sólo de adorno, como era costumbre entre los viejos mafiosos italianos de la época. Sin embargo todo adornado con una pátina religiosa con bautizos y ceremonias donde se lavan en la iglesia los crímenes más horrendos y las mujeres adquieren cierto protagonismo social.

Pero son épocas signadas por la Guerra Fría y la pesadilla de la Revolución cubana. Así como en la película El Padrino de Francis Ford Coppola, y JFK de Oliver Stone, Fidel Castro será una obsesión para la cúpula mafiosa integrada entre otros por los Luciano, Giancana, Marcello, Bonano, Trafficante y muchos más. Al mismo tiempo el popular John F. Kennedy, que financió en parte su campaña presidencial contra Nixon con fondos provenientes de la misma mafia, se vuelve impopular entre los padrinos luego de fracasar la invasión a Cuba en Bahía de Cochinos, y la persecución sistemática a los líderes de las famiglie que pone en práctica el hermano del presidente, Robert Kennedy. Ambos serán asesinados por alguno de los tentáculos del pulpo, pero todavía encubierto por la cerrazón de las complicidades y la impunidad de las élites que conducen al país.

Jimmy Hoffa también ha caído en desgracia, ha sido procesado por fraude y después de cinco años de prisión, regresa y desea volver a ser el presidente de los transportistas. Algo que no será fácil porque otros actores han ocupado su lugar y a la mafia le resulta más fácil entenderse con ellos. 
Hoffa, sin embargo, sigue controlando ciertos miembros que administran los fondos de pensiones, e impide que esos recursos caigan en las manos de los inversores mafiosos. Bufalino y Sheeran tratan de convencerlo repetidas veces de que abandone la idea de volver a liderar el sindicato, pero la personalidad y el carácter de Hoffa lo lleva finalmente a un desenlace inevitable. Aquí vemos entonces el momento más dramático de la vida del irlandés, a través de una mirada cargada de lágrimas que no emergen, ya que debe ser leal a la organización delictiva, al Don Bufalino, y traicionar a su amigo Jimmy si no quiere también él terminar sus días violentamente.

 Esa vida de traiciones y secretos terminan por dejarlo solo, rechazado y olvidado por sus hijas, y con sus camaradas muertos, será su Don, Russell Bufalino la única compañía por un tiempo en ese cottolengo donde pasan sus últimos días en sillas de ruedas recordando viejos tiempos y fechorías. La mayoría de los antiguos socios han sido asesinados en los arreglos de cuentas que nos tienen acostumbrados la organizaciones delictivas, aunque algunos creen que es sólo un fenómeno único del tiempo que les toca vivir. Aquello sí que era y es inseguridad. 

Habilidosamente el maquillaje y las nuevas técnicas digitales transforman a los protagonistas de jóvenes a viejos y viceversa, en ese ir y venir  del tiempo en que transcurre la historia. Una historia contada con rigor, que desnuda el universo de la mafia y sus códigos, su lógica y al final la sinrazón y barbaridad de una actividad que destruye  a la sociedadal y al individuo,  sea Don o soldado, que sólo busca poder y dinero apoyado en el crimen, la corrupción y la traición. Excelente puesta en escena que durante tres horas no baja en intensidad e interés por esa época que, inexorablemente, influirá y nos arrastrará a nuestra propia realidad actual - queramos o no.

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