En el fútbol, como en otros deportes, se afirma que no hay mejor defensa que un buen ataque. Pues parece que esa ha sido la conclusión del régimen israelí cuando en horas de la noche y la madrugada de hoy, lanzó varias olas de ataques aéreos y misiles contra objetivos militares, nucleares y civiles de Irán. El presidente Benjamín Netanyahu justificó el ataque, con el que venía amenazando desde hace semanas, pero que tenía fecha fija para el próximo domingo, según lo acordado con EEUU, que pedía tiempo para negociar con Irán, con el objetivo de lograr un nuevo acuerdo, incluso con la participación de Rusia. Sin embargo, se impuso el principio de la sorpresa y el volumen del ataque, para neutralizar al enemigo, con o sin armas nucleares.
Así, Israel justificaba su ofensiva bélica para evitar un peligro inminente: la fabricación de hipotéticas nueve bombas nucleares por Irán, que ponían en riesgo la existencia de Israel, según lo afirmó el propio Benjamín Netanyahu, en una conferencia de prensa en los momentos en que ocurría el ataque. Lo definió como una acción preventiva, y no menos justa, contra el régimen de los ayatollahs. Nada de lo que afirma Netanyahu se ha comprobado que sea cierto hasta este momento, y quién sabe si se podrá comprobar al anularse la posibilidad de inspecciones por la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) después de lo que está sucediendo.
El genocidio contra los palestinos de Gaza y Cisjordania, la condena cada vez más generalizada de la comunidad internacional y el supuesto pedido de moderación de la ofensiva militar en Gaza por parte de la Casa Blanca, contra el pueblo palestino, no podía ser mejor neutralizado que iniciar otra ofensiva de gran potencia destructiva, aún más lejos geográficamente de Palestina, Líbano, Siria y Yemen, con el justificativo de ser una medida preventiva ante el inminente riesgo.
Altos oficiales militares y científicos nucleares fueron asesinados por sorpresa en este ataque, que los iraníes,una vez más, no supieron o no pudieron prevenir. También se afirma de pérdidas de vidas civiles, al ser objetivo de las bombas israelíes los barrios residenciales de Teherán, donde habitaban esos altos mandos militares y los científicos nucleares con su familias. Sin dudas, esto es una agresión más de un gobierno que no mide las consecuencias ni el daño para las víctimas de sus ataques ni para el resto del mundo, en su ambición final: destruir cualquier poder rival en la región, y crear el Gran Israel a costa de sus vecinos y otros pueblos.
Eso de que la historia se repite, recuerdan algunos analistas, es una réplica de lo que EEUU denominó la “teoría de la guerra justa”, utilizada para justificar el ataque a Irak, cuando afirmaba que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva en 2003, que constituían un peligro inminente para la seguridad de los países vecinos y para los norteamericanos. Una gran mentira que los países de la ONU se tragaron y aceptaron casi en su totalidad.
Cómo responderá militarmente Irán, si es que puede, es una incógnita. Por ahora, fuera de algunos pocos cientos de drones y algún misil de mediano alcance, no parece posible que tengan mayor efecto sus esfuerzos, si no alcanza a nivelar la contundencia e intensidad de su enemigo, por más que en su propaganda bélica amenazara con daños irreparables. Sin embargo, la respuesta iraní de últimas horas parecen decir lo contrario. Irán no cuenta con el respaldo que Israel tiene en EEUU, Europa y otros países alineados con el hegemón el norte. Rusia y China, a pesar de los lazos comerciales y diplomáticos con Teherán, en caso de conflicto bélico, no están en condiciones de ir más allá de lo que han ido, venderles armas y apoyo diplomático, pero darle un apoyo logístico que equipare lo que la Casa Blanca y el Pentágono vienen haciendo desde hace décadas con Israel, no parece posible. No obstante, Pakistán estaría dispuesto a apoyar a Irán, lo que ampliaría el conflicto hacia un país con armas nucleares.
Por otro lado, que Donald Trump no supiera de este ataque, es difícil de creer. Por lo menos dieron luz verde para obligar a Teherán a negociar desde posiciones más vulnerables, se puede especular, claro que sin certeza documentada. De todas maneras, ¿tendrá éxito una estrategia diseñada de esta forma? Lo único que se lograría es que esos ataques iraníes unan nuevamente el debilitado apoyo a Israel de la UE y EEUU, lo que fortalecería al criticado y desprestigiado gobierno de Netanyahu, y recuperar así el papel de eterna víctima, que obliga, a pesar de la hipocresía de europeos y norteamericanos, a respaldar sus acciones violentas contra otros pueblos. Toda crítica será calificada como
antisemitismo, el concepto estrella que la eterna víctima utiliza para paralizar a sus críticos.
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