Las vueltas de tuerca al sistema que Donald Dólar Trump pone a sus “amigos”, acostados bajo su bota con espuelas de doble filo, no tiene mejor ejemplo que el acuerdo arancelario del 15% entre la Unión Europea (UE) y EEUU, firmado hace pocos días por Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea y el presidente norteamericano “Dólar” Trump, que la UE por contrapartida, regala un arancel simbólico y humillante para los productos norteamericanos del 0%, una burla en la cara de todos los socios de la UE. “Podría haber sido peor”— se conforman los más sumisos.
¿Porqué EU a través de la Comisión, que no es elegida directamente por el voto de los ciudadanos europeos, firma semejante humillación con un precio muy alto a pagar para sus habitantes, aceptando sin chistar semejante nivel arancelario, que no es otra cosa que impuestos a esos productos importados? A esto hay que sumar otro tratado entre ambos “aliados”, donde la UE en su rol de siervo de la Casa Blanca, se compromete a comprar los combustibles fósiles (gas licuado y petróleo) por un monto de 700 mil millones de dólares ( un precio tres y cuatro veces más caro que comprar a Rusia) y una inversión por 600 mil millones de dólares en los próximos años en territorio de EEUU. Sumemos a eso la compra de un porcentaje mayoritario al complejo industrial militar norteamericano de la inversión en armamento fijado en 800 mil millones dólares, a la que llamaremos la “ruta del plomo”, y no de la seda, de Occidente, que solo beneficia a una de las partes de esta “alianza”, entre el señor feudal y sus lacayos, en este período de desquicio total. Por eso el apelativo Dólar Trump no parece descabellado viendo la sed de negocios y dólares muy favorables del hombre del copete rojo.
¿Cuál es el origen de esta humillación y servilismo europeo ante un presidente que se comporta como el matón del callejón, pateando las latas y las botellas esparcidas entre los adoquines descerebrados de la calle de Bruselas? Cierto, con unas pocas excepciones, pero que por ahora no dan un paso al costado, aunque el riesgo existe en el momento en que la cuerda se rompa y estallen las primeras bombas y misiles fuera de Ucrania. Porque lo harán si Alemania y Reino Unido siguen relamiéndose para iniciar una guerra directa con Rusia, ante la impotencia de Kiev y Zelensky de ganar una guerra perdida hace ya tiempo. Pero sin dudas que el servilismo europeo se inició después de la 2aGM en 1945. Entonces pasamos del keynesianismo industrial y de bienestar al keynesiamismo militar en unas pocas décadas, como lo afirman muchos expertos en geopolítica como el norteamericano Jeffries Sachs, o el noruego Glenn Diesen, entre otros.
La tensión geopolítica, que a nadie se le escapa, con las luces rojas que empiezan a titilar en las pantallas de bombas y misiles nucleares, allí donde estén, comienzan a despertar de un largo letargo en los silos y depósitos, sea en la superficie terrestre como en las profundidades del océano, o los transportados por los bombarderos. Todos esos átomos dormidos ponen a toda la humanidad en la mira, estemos o no donde estallen esas bombas nucleares. Nadie habla de paz ni de diplomacia, salvo China, que trata de frenar esos ímpetus belicistas de los que creen que es posible golpear primero y neutralizar al rival que no podrá responder. En Pekín o Beijing, está la élite más racional del planeta si consideramos a China, Rusia y EE.UU. como las tres potencias nucleares más representativas y con intereses contradictorios más enfrentados. Rusia se siente obligada a responder a las provocaciones de la OTAN y de Bruselas, que empuja a Ucrania a seguir sacrificando a sus soldados, a sus civiles y territorio, por negarse continuamente a negociar la paz . Un alto el fuego no alcanza, sólo servirá para que Ucrania se rearme y reacomode sus tropas para seguir la guerra. Eso lo tiene claro Moscú, que propone negociar la paz hasta llegar a un acuerdo, y es entonces el momento en que se detendrá guerra. En realidad, cada vez es más dudoso que Trump, con su aparente voluntad de detener la guerra, pueda tener éxito. Washington y Moscú parecen estar más alejados que nunca, si es que no hay negociaciones bajo la mesa y que desconocemos.
Ese simbólico y calculado tiempo que le queda al planeta para asegurar su existencia es de 80 segundos, según el Reloj del Fin del Mundo ( conocido por su nombre original en inglés, Doomsday Clock) , el que nos advierte de la vulnerabilidad del mundo ante una catástrofe global causada por las malas prácticas del ser humano, en este caso, los conflictos bélicos. Tick-Tack, Tick-Tack, debería ser el sonido que nos despierte a todos, civiles, militares y gobernantes. Dejar de creer que es posible ganar una guerra nuclear, por más que los planes elaborados por la IA indiquen que es posible. Es la inteligencia, los valores y el sentido común del ser humano quien debe marcar los límites de la locura y el desquicio de las élites más lanzadas a creer que sobrevivirán si se desata el infierno nuclear, y que ganarán otra vez la hegemonía unilateral. Porque es eso lo que buscan, en su desesperación y alienación por el poder.
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