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martes, 4 de mayo de 2010

Corrupción en el paraíso

La sociedad sueca ha sido destacada a menudo como una de las pocas colectivades nacionales donde la corrupción apenas existe. Pero esa imagen se disuelve cada vez más en el ácido de los escándalos que a menudo son denunciados en comunas, provincias y empresas estatales.


Corrupción y abuso de poder van de la mano. Ninguna sociedad está a salvo de que individuos con poder dentro del sector público y/o privado decidan cortar la torta como mejor les parezca en la medida en que se sientan impunes y puedan beneficiarse.


Esto ha ocurrido por ejemplo en la ciudad de Gotemburgo, donde el programa de la tv pública sueca, desnudó una trenza de corrupción entre funcionarios de la comuna y un constructor que les hacía costosos favores cuando se le asignaban contratos de contrucción o renovación de edificios valorados en millones de coronas. Un caso Gûrtel a la sueca, aunque aquí no había trajes como los que recibió Camps, sino villas renovadas, viajes y otros favores que no dejan dudas sobre la profunda corrupción de esos funcionarios. Y lo que es peor. A pesar de las repetidas advertencias de que había una trenza corrupta en la comuna nadie hizo nada por desenredarla y la dejaron seguir creciendo hasta que el programa de Svt destapó el escándalo.



Poco después el informativo Ekot de la radio pública, denunció cómo algunas clínicas privadas facturan dos veces y a veces más a cuenta de los gobiernos de las provincias por servicios que nunca prestaron. La estafa tiene dimensiones millonarias porque se había desarrollado como sistema para obtener el mayor beneficio posible. Así le robaban a los contribuyentes y a los que padecen enfermedades recursos que podrían mejorar el servicio.


Esos dos ejemplos ponen de manifiesto que la apariencia de una burocracia incorruptible como la sueca es sólo un sueño creado por el mito de la superioridad y la escondida arrogancia de los países nórdicos. Claro que esa corrupción se ha mantenido en jaque por funcionarios valientes y reporteros concientes de la importancia de poner al desnudo esa corrupción. Y tal vez sea esa la única ventaja que los países nórdicos tienen con respecto a otros que no gozan de libertad de prensa así como la obligación (y el derecho) por parte de los ciudadanos de denunciar la corrupción .


Sin esas garantías estaría Suecia a la altura de Grecia o Italia, por sólo nombrar dos países donde la corrupción es parte de la cultura de la sociedad, y sobre todo de algunos encumbrados ciudadanos. El día 3 de mayo se celebró el día de la Libertad de Prensa, y la sección sueca de la organización Reporteros sin Fronteras premió a la periodista colombiana Claudia Julieta Duque con el premio Libertad de prensa por su incansable tarea por publicar la verdad sobre la corrupción y el abuso de poder en Colombia. Esto a pesar de las amenazas y la persecución de la que es objeto a menudo, en un país que sabemos la profesión de periodista lleva marcada una bala en la frente del reportero, tan pronto esté dispuesto a denunciar a los corruptos, a los abusos y crímenes de los grupos armados y a la propia policía de seguridad.



Sin dudas la humanidad tendrá que convivir siempre con el flagelo de la corrupción, es inherente a la condición humana, como solía decirme un amigo. Y tal vez tenga razón.

Aunque también siempre habrá gente valiente para denunciarla. Tanto en Suecia pero también en Colombia y en tantos otros países, siempre habrá periodistas, policías y jueces que no se dejan corromper y se atreven a desafiar a esos ciudadanos que están fuera de toda sospecha.

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