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domingo, 7 de agosto de 2011

"La noche de los gitanos"

Niños y adultos romaníes en un campo de concentración alemán
Probablemente muchos recuerden una película que lleva como título Tiempo de Gitanos (1988) del (entonces) yugoslavo Emir Kosturica, donde la colectividad romaní que protagoniza la película, corre insólitas aventuras y romances a orillas del Danubio. La película es más que eso por supuesto, pero la referencia a esta obra de Kusturica está relacionada en realidad con el título de esta nota que recuerda a una trágica noche donde los protagonistas también fueron gitanos, pero esta vez iban camino a las cámaras de gas de los nazis en Auschwitz-Birkenau, el 2-3de agosto de 1944.
En muchos lugares de Europa recordaron los romaníes esta trágica fecha donde 3000 personas. niños, mujeres y ancianos perdieron la vida. Fue un episodio más de la política de exterminio practicada por Hitler contra esta colectividad étnica de la que se habla poco, aunque fueron unos 500 000 los que perdieron la vida a manos de los genocidas nazis. Esa tragedia ha quedado a la sombra del Holocausto judío, porque ni la prensa ni los gobiernos se han preocupado mucho en difundirla, incluso algunos la han ignorado.

En Suecia por ejemplo, los libros de historia en la escuela primaria y secundaria tampoco hacen referencia, o  apenas lo mencionan, nos dice Domino Kai, un sueco-romaní que procura que la discriminación contra los romaníes desaparezca más rápido de lo que en realidad lo hace. Pero el clima creado contra los romaníes en Europa en general, le ha dado un impulso a las manifestaciones violentas en su contra en los últimos años catapultados por la retórica xenofóbica de las propias autoridades. Un caso de resonancia internacional fue la decisión de la policía sueca de expulsar a más de cincuenta romaníes el verano del año pasado, a pesar que estaban legalmente en el país, ya que como ciudadanos rumanos y miembros de la Unión Europea, tenían tres meses para residir en Suecia sin necesidad de trámite alguno. Pero como pretendían vivir de la limosna, algo que no es ilegal en Suecia, pero sí una insoportable costumbre inmoral para los nórdicos en general, impregnados por el luteranismo. Es más, es  una humillante conducta que no es digna del ser humano. La policía apeló entonces a un artículo de la ley de extranjería que determina que ningún extranjero que no se pueda mantener de una forma honorable, será expulsado a su país de origen.

Este año la policía no ha apelado a ese artículo de la ley de extranjería, y se puede ver en algunos lugares de la ciudad a gente pidiendo limosna. Serán gitanos? se pregunta la gente. Probablemente lo sean por su apariencia física, pero nadie está seguro. En todo caso estos episodios muestran en toda su dimensión el conflicto que existe entre esta antigua colectividad étnica unida por fuertes lazos culturales con la mayoría que determina las normas sociales y políticas de la sociedad. Para los romaníes sus costumbres y forma de organizarse en clanes familiares, es un desafío y un riesgo porque cuando colectivamente aceptan vivir fuera de la sociedad moderna que exige estudios,trabajo y buena conducta, sus principios chocan con la muralla de las leyes y las normas morales que las mayorías dicen cumplir. Esta es una ecuación de las más difíciles de resolver para los gobiernos europeos que en sus expresiones más xenofóbicas tienen a Francia e Italia como sus mejores representantes.


No hemos vivido otra Noche de Gitanos como en 1944, pero el hecho que esta colectividad sea demonizada y sus individuos tratados todos como delincuentes, no crea las bases para un  mejor entendimiento entre lo moderno y lo tradicional. Es difícil pensar que esto pueda solucionarse a corto plazo, seguramente tomará varias generaciones más lograr romper esos lazos tradicionales que rigen en la minoría romaní. O tal vez nunca se logre, porque los bienes materiales y el consumo, sobre la que se basa la mayor parte de nuestra existencia, aunque no los queramos asumir, rigen buena parte de nuestras vidas y de la actividad que desarrollamos diariamente. Para el romaní que también necesita sobrevivir, el método es otro, es entretener con sus músicos callejeros o adivinarte la suerte en la versión más simpática. O desplegar su voz de niño prodigio en una estación de metro de Hamburgo, como aquél chico de 8-9 años que cantaba una balada que te ponía la piel de gallina cuando visité esa ciudad hace dos años.  Pero hay un lado oscuro que nadie puede ignorar, y es el tráfico de niños, de drogas y prostitución, sólo por nombrar unas pocas que algunos clanes gitanos realizan. Estas pequeñas y grandes contradicciones entre el grupo romaní y el resto de la sociedad es una ecuación con una incógnita sobre la que ni Albert Einstein tendría una solución a mano. Sólo la buena voluntad, el diálogo y el cambio de mentalidad pueden ayudar a salir del ostracismo al que está relegado este grupo humano. De lo contrario tal vez no demore mucho enfrentarnos a otros "2-3 de agosto de 1944", llamada La Noche de los Gitanos. Los progomos ya los hemos vivido.

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