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martes, 1 de noviembre de 2022

Bolsonarismo encrespado y subversivo

 Jair Bolsonaro se ha expresado a medias hasta el momento de escribir estas líneas sobre el resultado que lo da como perdedor en las elecciones brasileñas ante Lula Da Silva ¿Qué espera para darse por vencido? ¿Es una forma de buscar que el descontento de sus partidarios se materialice como está sucediendo en bloqueos de carreteras y  otras manifestaciones? ¿Espera que sus antiguos colegas militares reaccionen con un golpe? Nunca dio muestras de poseer altura ética y moral. Y en la derrota su ambición de retener el poder tiene dimensiones repudiables. 

 Lo repitió muchas veces en campaña de que no aceptaría una derrota y las voces de alarma  se repetían sobre un posible escenario electoral plagado de amenazas y agresiones. La derecha más ultraconservadora y nacionalista, con una nefasta influencia religiosa, muestra una vez más su verdadero rostro autoritario en ese gesto antidemocrático que no sabemos dónde desembocará. Bolsonaro ha dado pruebas de que su forma de gobernar, basado en medidas que benefician a los sectores más privilegiados, estimula el desarrollo de una sociedad capitalista feroz, donde la corrupción es regla en vez de excepción, y una impunidad blindada que protege a la mayoría de los que por otro lado barren con los más elementales derechos humanos, justicia social, con millones de desplazados y hambrientos brasileños, sin consideración con el medio ambiente y el clima.

El mundo en sus diversas regiones y países viene desarrollando un proceso de caos y confusión que no augura nada bueno acercándonos a una confrontación entre intereses geopolíticos y económicos, procesos que emergen dentro de cada país y entre países que arriesgan extender una guerra más allá de la frontera entre Rusia y Ucrania. En Israel la ultraderecha desafía la enclenque alianza liberal-conservadora del gobierno de turno con un claro mensaje antipalestino. En Irán, las mujeres cansadas de tanta discriminación y reglas medievales se rebelan ante lideres religiosos que las consideran como una segunda categoría. En Dinamarca se define hoy si esas mismas fuerzas políticas ultranacionalistas impondrán su programa en este país escandinavo con metas aún más conservadoras, o la alternativa de un bloque de nuevos partidos de centro se impondrá a expensas de los partidos más tradicionales como la Socialdemocracia. Pues no fue así por fortuna. La socialdemocracia podrá hacer alianzas con partidos del centro y de la izquierda y conservar el gobierno.Y en Gran Bretaña los Primeros Ministros de los Tories entran y salen como montados en un carrusel por la puerta del 10 de Downing Street.

Solo por nombrar algunos de estos fenómenos que sacuden sociedades cada vez más distópicas en un proceso que confunde y frustra a millones de habitantes en esos países que esperan otra cosa de sus políticos y líderes, pero que se enfrentan con una creciente corriente que desea volver el reloj de la historia de regreso a sociedades autoritarias, teocráticas, supremacistas y racistas, solo para nombrar algunas de las cualidades de los que predican mesiánicamente como Bolsonaro, que el futuro será definido por hombres como él, o Donald Trump, Vladimir Putin, Recep Erdogan, Xi Xing Ping, etc. En esa estamos. A Luis Lacalle Pou todavía no lo nombra nadie. 



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